Nuestra Señora aplasta al demonio rompiendo el pacto de entrega de Teófilo - Catedral de Notre Dame
Nuestra Señora del Apocalipsis - Quito, Ecuador - Revelaciones de El Buen SucesoEs costumbre decir que, en la economía de
la gracia, Nuestra Señora es el cuello del Cuerpo Místico del cual Nuestro
Señor Jesucristo es la Cabeza,
porque todo pasa por Ella. La imagen es enteramente verdadera en la vida
espiritual. Un individuo que tiene poca devoción a Nuestra Señora es como
alguien que tiene una cuerda atada al cuello y conserva apenas un resto de
respiración. Cuando no tiene devoción alguna, se asfixia. Teniendo una gran
devoción, en cambio, el cuello queda completamente libre y el aire penetra
abundantemente en los pulmones, pudiendo el hombre vivir normalmente.
La esterilidad y hasta la nocividad de todo
lo que se hace contra la acción de la gracia y la enorme fecundidad de lo que
se hace con su auxilio, determinan bien la posición de Nuestra Señora en ese
combate entre la Revolución
y la
Contra-Revolución, pues la intensidad de las gracias
recibidas por los hombres dependen de la mayor o menor devoción que a Ella
tuvieren.
Una visión de la Revolución y de la Contra-Revolución
no puede quedar sólo en estas consideraciones. La Revolución no es el
fruto de la mera maldad humana. Esta última abre las puertas al demonio, por el
cual se deja estimular, exacerbar y dirigir.
Es, pues, importante considerar en esta
materia la oposición entre Nuestra Señora y el demonio. El papel del demonio en
la eclosión y en los progresos de la Revolución fue enorme. Como es lógico pensar, una
explosión de pasiones desordenadas tan profunda y tan general como la que
originó la Revolución,
no habría ocurrido sin una acción preternatural. Además, sería difícil, sin el
concurso del espíritu del mal, que el hombre alcanzase los extremos de
crueldad, de impiedad y de cinismo a los cuales la Revolución llegó varias
veces a lo largo de su historia.
Ritos abortistas satanistas - Senado argentino - Foto El País
Ahora bien, ese tan fuerte factor de
propulsión depende totalmente de Nuestra Señora. Basta que Ella fulmine un acto
de imperio sobre el infierno para que éste se estremezca, se confunda, se
recoja y desaparezca de la escena humana. Al contrario, basta que Ella, para
castigo de los hombres, deje al demonio un cierto margen de acción, para que la
misma progrese. Por lo tanto, los enormes fautores de la Revolución y de la Contra-Revolución,
que son respectivamente el demonio y la gracia, dependen de su imperio y su
dominio.
RCR5, PrólTFPArg5
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