II
Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana
Cabildo
histórico de Salta
SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la
civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la
Revolución igualitaria (ca. 1530-1830)
Luis María Mesquita Errea[1]
8 de septiembre de 2006, fiesta del Nacimiento
de Nuestra Señora “que regocijó a todo el universo”
Objetivo:
brindar un panorama del desarrollo de la Civilización Cristiana en
Argentina durante el período hispánico, y mostrar la crisis que sufrió en los
períodos iluminista-absolutista y de ruptura de lazos con España.
Es de fundamental importancia para entender y valorar nuestra identidad
comprender que lo que se encuentra en nuestros orígenes no es sólo la extensión
de la civilización hispánica del siglo XVI a esta parte de América sino una
realidad superior, que existió vigorosamente y aún existe, como lo enseña San
Pío X:
· (...) la civilización no está por
inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe;
es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de
instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la
revolución y de la impiedad: omnia instaurare in Christo" (Notre
Charge Apostolique[2]).
Procuraremos mostrar con ejemplos su formación y el ataque planificado
de que fue objeto a partir del siglo XVIII, apoyados en tres pilares: la Fe católica
y las enseñanzas pontificias, los datos históricos y la sana crítica.
Abordando el tema
Con los matices y excepciones que comportan las divisiones temporales,
consideramos a grandes rasgos cuatro períodos, teniendo en cuenta ciertas
constantes:
I. Fundacional –al que llamamos “Siglo de Oro”-, circa 1530-1630;
II. De consolidación –que llamaremos “Siglo de Plata”-, ca. 1630-1750;
III. Del resquebrajamiento provocado del Imperio Español (ca. 1750-1810);
IV. De ruptura de vínculos con España y acción de gobiernos
influenciados por las ideas de la Revolución Francesa, que deben reconocer la
catolicidad del pueblo argentino (ca.
1810-1830)
I.
PERÍODO FUNDACIONAL – “SIGLO DE ORO” (ca. 1530-1630)
Está marcado por fundaciones perdurables y procesos creadores que justifican llamarlo
nuestro “Siglo de Oro”.
Evangelización
Se inicia el más valioso y decisivo de estos procesos:
la evangelización, meta primordial perseguida por los Reyes de la Casa de
Austria en América, herederos del afán misionero de Isabel la Católica,
expresado en su
célebre codicilo:
"Cuando nos fueron
concedidos por la Santa Sede Apostólica las islas y tierra firme del mar
océano, nuestra principal intención fue de procurar inducir y traer los
pueblos de ellas y los convertir a nuestra Santa Fe Católica (...)”.
Esta “principal intención” es
reiterada constantemente y da lugar a una de las mayores obras de apostolado de
la Historia.
Ciudades
Comienza la etapa de fundación de ciudades, uno de los
bienes más preciados que, con la Fe, la lengua y la unidad política y cultural,
aporta España. Es un proceso coherente, como se ve en el Tucumán. En la
precariedad inicial, dentro de las limitaciones materiales y con visión de
futuro, nacen con aspiraciones de cristiana grandeza. Concretan un excelente
ordenamiento jurídico y se inspiran en una sublime concepción de la vida, un
estilo, una cultura, que es parte viva de la Cristiandad; se dan en el marco
del estado misional español, como lo define Cayetano Bruno, S.D.B.
Las ciudades son el alma de los nuevos reinos de ultramar, miembros geográficamente
lejanos nutridos de la savia de un Imperio que asume la misión de extender la
Fe y defender el mundo cristiano contra los musulmanes y herejes y promover la
Contra-Reforma.
Una aspiración parcialmente realizada, a la espera de
su plena concreción
Esto no se da de manera perfecta e íntegra, pues ya están
presentes los fermentos de la crisis cultural del Renacimiento y de la
pseudo-Reforma protestante. Ambos
movimientos son parte de esa misma Revolución plurisecular que denuncia San Pío
X, que en la Edad Moderna va generando un tipo humano nuevo: el hombre ávido de
ganancias, pragmático, sensual, quisquilloso y autosuficiente[3].
Estos defectos provocarán enemistades y crisis, e
incidirán en guerras entre españoles, como las del Perú, y con los aborígenes,
como la de Castañeda y Juan Calchaquí, que produce daños irreparables. El
desarreglo tendencial explica la dualidad de proceder de muchos hombres de la
Conquista, no siempre coherentes con su acendrada Fe católica, y aún en
flagrante contradicción con ella.
Un sueño quedará realizado en parte, y en parte permanecerá latente, a la espera
de su entera concreción: el de constituir una Cristiandad de plenitud similar,
o aún mayor, a la que se forjó en la Edad Media, realidad histórica que León XIII
describe así:
"Hubo un tiempo en que
la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de
la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las
instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las
relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por
Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido,
era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la
protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio
estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de
buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda
expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en
innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper
u obscurecer" (Encíclica Immortale Dei).
Una
visión equilibrada y veraz
Aunque menos plena, nuestra Cristiandad, fue auténtica;
y confiamos en que algún día desarrollará todas sus potencialidades (cf. L.
Mesquita Errea, Puntos clave para una
restauración de la Argentina auténtica).
Al describir con admiración sus venerables trazos no
olvidamos los factores negativos señalados, evitando caer en una idílica
“leyenda rosa”; pero lo negativo no invalida las luminosas realidades
históricas que no obstante se dieron. Dignos de mención especial son los
portentosos hechos milagrosos, desde Guadalupe en adelante, cuya vigencia se mantiene
intacta luego de siglos, que los positivistas y marxistas fingen ignorar,
mutilando la Historia.
El águila bicéfala – Austria est imperari orbi universi (A.E.I.O.U.)
Los cimientos de la Argentina no se edifican en el
siglo XIX, como quisiera la historia oficial. Las naciones hispanoamericanas
nacen de España, verdad tan obvia que no sería necesario recordar si no hubiese
una gigantesca muralla de olvido y mala fe.
No sólo nace la Argentina de España: en el siglo XVI
–dicen autores como el tradicional Vicente Sierra y el liberal José L. Romero-
se forja la matriz psicológica, la propia alma del argentino.
Ese momento capital del alumbramiento se da en nuestro
caso bajo la influencia personal de Felipe II, bisnieto de la Reina Isabel e
hijo del célebre Emperador Carlos V, Sacra
Majestad Cesárea en cuyos dominios no
se ponía el sol.
El Imperio en que nacimos con todos los fueros es el mayor
que vio la historia. Su Rey es un monarca militantemente católico, compenetrado
de la misión de la España de Don Pelayo y San Fernando, de la que participan
sus reinos de ultramar, a los que gobierna con solicitud. En su persona reúne
ricas tradiciones de las que es síntesis viva, de la Alemania imperial,
Flandes, Portugal y Castilla.
La Casa de Austria, a la que pertenece, se ha ido
destilando orgánicamente en el Sacro Imperio que forjó Carlomagno como
institución clave de la comunidad de naciones cristiana. El águila bicéfala, su símbolo heráldico, se
incorpora a las armas de España y extiende sus alas en nobles pórticos de la
América Española.
La sigla A.E.I.O.U. expresa un llamado dinástico, que
el Emperador Federico III interpretaba así: “A Austria le corresponde gobernar
sobre todo el mundo”; y: “Austria será en el mundo la última” (la que llegará
hasta el fin del mundo).
Don Felipe, en esos tiempos de racionalismo, mantiene
rasgos de rey de leyenda. El auge de su lucha contra los enemigos del
Cristianismo es la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Intervienen en este magno acontecimiento
grandes varones. El Papa San Pío V forja la Santa Alianza con España y Venecia.
Unidas a la flotilla papal constituyen una magnífica armada que comanda el
medio hermano de Felipe, don Juan de Austria, a quien el Papa aplicaba palabras
del Evangelio, considerándolo un enviado de Dios: hubo un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan….
Esta santa alianza se funda principalmente sobre el
poderío español, lo que no es poca gloria, e inflige una inolvidable derrota al
poder musulmán, con el auxilio manifiesto de la Virgen. El Papa –a quien la Madre de Dios comunica
sobrenaturalmente el resultado- instituye la festividad de Nuestra Señora del
Rosario de la Victoria para conmemorar eternamente el histórico triunfo.
Legítimo rey de Portugal, adquiere Felipe el Brasil y soñados reinos de “mil y una noches” en
Africa, Arabia y la India. Las
circunstancias lo ponían en situación del mayor poderío y gloria como Señor de
un Imperio fabuloso nunca visto en el mundo (cf. José Luis Busaniche, Historia Argentina, cap. VII).
El sueño de la Casa de Austria se hace realidad. Incluye
en lugar de honra al Nuevo Mundo, que Pío XII llamará “continente de la
esperanza”. Esperanza de ser el bastión de una comunidad iberoamericana de
naciones renovada que glorifique a María Reina y realice la civilización cristiana
y mariana.
Nacen
la primera ciudad y la nación argentina
En este marco de grandeza católica universal, nace la
primera ciudad argentina en nombre del Rey Carlos I de España, Sacro Emperador
de Alemania. El acta de fundación de Barco es más que esto: es el acta de
nacimiento de la Argentina como nación, como sostienen sabiamente Alejandro
Moyano Aliaga y otros historiadores cordobeses (citado por Prudencio Bustos
Argañaraz en Manual de Historia Argentina).
Los fundadores de ciudades las erigen plenamente
conscientes de las virtualidades de lo que fundan. Veían más allá que ciertos
historiadores, que no ven más que ranchos de adobe y gallinas, sin comprender
que es la civilización que da el tono en el mundo que llega, la del Prado y el
Escorial, la de Santiago de Compostela y la Catedral de Sevilla, la de Lope y
San Juan de la Cruz, la de Las Meninas y el Entierro del Conde de Orgaz, la de San
Ignacio y Santa Teresa.
En tiempos de Aguirre llaman al Tucumán Reino y Provincia del Nuevo Maestrazgo
de Santiago y Nueva Tierra de Promisión. Pues no son burócratas de
Harvard sino soñadores-realizadores de espíritu hidalgo. Desde el Norte estiran
el brazo hacia la Patagonia y conectan el Perú con España por el Río de la
Plata. Lo intentó en la Gran Entrada Francisco de Mendoza, lo reintenta Aguirre
y lo concretan definitivamente Cabrera y Garay.
Fe y Resistencia
El Barco se consolida con Francisco de Aguirre, quien
la rebautiza Santiago del Estero. Los tres traslados anteriores costaron a sus
habitantes inmensas pérdidas y desaliento. Pero no se entregaron, continúan
afrontando penurias y venciendo dificultades que Teresa Piossek describe con
maestría.
Su característica es el espíritu de resistencia y Fe. Su
mayor sufrimiento no es exponer la vida sino el no tener sacerdotes. Como están privados de sacramentos, no son tradicionales
rezadoras sino los vecinos
principales quienes rezan y organizan rogativas y procesiones. Los curtidos en
cien combates. Los que empuñan el arado con los indios. Los que reproducen el
milagro de la viña o del olivo entre quebrachales y algarrobales. En las
riberas del Dulce resuenan cánticos religiosos de Talavera de la Reina o
Medellín...
La tentación de volver al Perú y abandonar una tierra sin
oro ni plata, donde hay enemigos con flechas que hacen morir cruelmente, es
rechazada para que no se pierdan las almas de los naturales en vías de
conversión. Son las palabras que conserva la historia del veterano Cap. Miguel
de Ardiles al Teniente Juan Gregorio Bazán: su voto es decisivo.
El mismo espíritu sopla en el Plata. En 1536, el Adelantado Pedro de Mendoza ha establecido
un asiento precario en el Río de Solís que pasa por indecibles probaciones. Santa María de los Buenos Aires, pese a lo
breve de su existencia, levanta cuatro capillas.
Se
configura el orden cristiano
La Cristiandad hispánica argentina da pasos ciertos:
Nace su primera gobernación, el Tucumán, desde la cuna
vinculada al Perú, centro de nobles
virreyes, graves estadistas, sabios prelados y aún de santos. Felipe II, su creador, la enriquece con tres
regalos dignos de un Rey: el escudo de armas de Santiago, la milagrosa Sábana
Santa y la presencia de San Francisco Solano.
A pedido del monarca, Pío V, Papa y santo, instituye
el Obispado de la Sta. Cruz del Tucumán, primera
diócesis argentina.
Grandes
de nuestra Historia
El Papa y el Rey Católico son, para los primeros
pobladores, las dos Majestades: servirlas es el ideal supremo de vida. La clase noble
tiene sentido trascendente de la existencia; lo reconoce un autor como José
Luis Romero, que no simpatiza con nobles ni trascendencias.
Los conquistadores dan principio a linajes y tradiciones.
Aguirre, Juan Gregorio Bazán, Mexía y Mirabal, Juan Pérez de Zurita, Jerónimo
Luis de Cabrera, Juan Ramírez de Velasco, son grandes señores y esforzados capitanes
que dejan su impronta.
Entre los de heroísmo excepcional se cuenta Francisco
de Argañaraz y Murguía. Sus antepasados, Señores de Mayorazgo, se destacan en
la famosa batalla de Mühlberg, donde el Emperador, con el “gallardo y noble
talle” que pintó Tiziano, bate a los electores protestantes. Les toca la gran
responsabilidad de custodiar al general vencido, príncipe Mauricio de Sajonia.
En la toma del fuerte de la Florida, el padre de nuestro Argañaraz derrota a
punta de espada la guardia de franceses calvinistas y abre las puertas al
ejército español.
Su hijo es el que, desafiando desalentadores presagios
que templan más su acero, funda Jujuy, cerrando el prolífico ciclo fundacional.
El coraje proverbial de su estirpe lo lleva a la increíble captura del cacique
Viltipoco, sacado de sus sueños por el audaz capitán, que se filtra en plena
noche en un cerro desconocido, erizado de guerreros enemigos. No le hace daño
al prisionero, y el buen trato que le da, sumado a su afán apostólico, obra la
conversión del jefe y gana el valle.
Lo dice Sierra: “en las duras jornadas, son
misioneros los conquistadores y conquistan tierras los misioneros”.
Un
gobernador exponencial
La gran empresa de organizar el Tucumán con sus
700.000 km2 de cerros y selvas es fruto del pensamiento de una pléyade de
estadistas de la talla de Toledo y Matienzo. Desde Lima y Charcas trazan las
líneas maestras que ejecutan sobre el terreno hombres como Ramírez de Velasco,
dice Roberto Levillier.
Felipe II lo eligió a él para gobernar el Tucumán.
Pertenecía al linaje, de origen real, de “los verdaderos Ramírez”, aglutinados
a la manera feudal en la Divisa Solar de Nuestra Señora de la Piscina
Probática. Antes de radicarse aquí con su familia, lleva a su primogénito a
rendir pleito-homenaje al Señor Divisero.
Embarca también a nobles para que echen raíces y eleven el ambiente,
cumpliendo su misión de promover excelencia. Uno de ellos es Francisco de
Argañaraz, que en su honor llama a la ciudad San Salvador de Velasco en el
valle de Jujuy.
Su gobierno, como es usual, tiene como
presupuesto y meta el bien común y genera progreso moral y material. También es
fundador: Madrid de las Juntas y
Todos-Santos de la Nueva Rioja.
Es para los vecinos
un padre, y su mujer –de noble casa-
muy grande onrradora.
Se verifica lo de Salvador de Madariaga: lo que España hizo en América fue
ennoblecer.
Encuentro
con el indígena
Las ciudades adoptan nombres que no sólo son poéticos,
son proclamas de Fe.
Ellas atraen al indio, que allí se encuentra con el español, y en las
misiones, encomiendas y reducciones. Pues otra idea vigente es que “en
poblar y en encomendar es el mayor servicio que…se pueda hacer en esta tierra a
Dios”.
Para conocer las
encomiendas, tan calumniadas hoy, podemos recurrir a los expedientes de las
Visitas, donde quedaron asentados los dichos de los indios. Hay denuncias
contra encomenderos pero son poco numerosas; en cambio hay testimonios
abundantes de indígenas que reconocen el buen trato que reciben de aquellos. Hay
expresiones de afecto de los señores por sus encomendados, y existe la
interesante práctica de pedir la conformidad de la comunidad indígena para la
designación de un nuevo encomendero (cf. Alicia Sosa de Alippi, Registro de Encomiendas en territorio
argentino – Siglo XVII, p. 28).
Su principal razón de ser es convertir a los naturales
y consolidar las poblaciones brindando un incentivo a los beneméritos que las gobiernan y defienden sin sueldo alguno.
¿Cómo logra Ramírez de Velasco la vital conversión de
don Juan Calchaquí hijo? Invitándolo a visitar las ciudades y las encomiendas.
Lo que más toca su alma son las ceremonias religiosas.
El aborigen se maravilla por los misterios de la Fe pues “la forma del alma es
la inmensidad” (cf. San Bernardo ap. L’Esthétique
du Moyen-Âge).
Van naciendo cofradías de aborígenes con sus cantos y
tradiciones, trajes típicos y arcos de flores, que influyen en el ambiente y
costumbres de las ciudades fundadas por los blancos. Podemos verlas también hoy
en día en los a y l l i s del Niño Alcalde
y en los Chinos de la Virgen de Andacollo
en La Rioja. Las multitudes de
peregrinos que acuden a los santuarios van germinando en esas primeras
conversiones del alma indígena y mestiza.
Con
la propia sangre
No todo son rosas aquí…ni en ninguna parte ni época. Diversos
factores –barbarie, paganismo, deseo de expulsar a los venidos de otra parte,
malos tratos e injusticias, odios raciales y religiosos- hacen brotar de las
entrañas de la tierra furiosas oleadas de indios
de guerra.
Lo fundado ha costado sangre, sudor y lágrimas. Es parte de una realidad sagrada que
Jesús vino a traer a todos los hombres y compró con su Sangre preciosísima. La
autoridad del Rey, conferida por la Sede Apostólica, no debe ser humillada por
los paganos.
Los Vecinos Feudatarios salen al frente de sus
mesnadas integrando pequeños y aguerridos ejércitos de connotaciones feudales
comandados por el Gobernador, su Teniente o algún vecino Maestre de Campo. Es obligación
del feudatario atender las convocatorias sin demora y en forma personal, secundados
por sus hijos y paniaguados. No es
menuda carga ni tiene cantidad de días por año. Cuando haga falta, con buen o
mal tiempo, oportuna o inoportunamente. No sabe si volverá, pero va porque “Dios lo quiere”…
Son realidades trascendentes que, a diferencia de
tiempos que vendrán, tienen plena vigencia en este mundo aún emparentado a la
Edad Media y a Isabel, ajeno a la mentalidad de colonia defendida por
mercenarios. Antes morir que abandonar la tierra donde fue plantada la Cruz,
donde nacen cristianos de sangre criolla, mestiza, aborigen y negra. Donde ya se cosechan frescas uvas,
se toma vino torrontés y se multiplican las reses. Donde arde frente al
sagrario el aceite de las olivas del Arauco, honrando la presencia real del
“Pan de los Angeles”, que antes de la transubstanciación fuera harina del trigo
de las haciendas.
Criollos
de pro
Son éstas en realidad verdaderos feudos aunque la
Corona, influenciada por los legistas, niegue a los feudatarios la concesión de
jurisdicción política, para que no sean señores feudales en toda la extensión
del término (cf. Nobleza y élites
tradicionales análogas – Revolución y Contra-Revolución en las tres Américas).
En los siglos XVI y XVII se destacan prohombres hijos
de la tierra provenientes, casi todos, de nobles linajes: fray Hernando de
Trejo y Sanabria, Obispo del Tucumán, y su medio hermano Hernandarias, primer
Gobernador criollo del Río de la Plata; el General y Gobernador Jerónimo Luis de Cabrera II,
nieto de dos fundadores de ciudades; el Gobernador interino Francisco Vera
Mujica; el Teniente de Gobernador Miguel Salas y Valdez, que traslada Ibatín;
el cronista Ruy Díaz de Guzmán; los Avila Barrionuevo, los Gregorio Bazán, los
Tejeda, los Toledo Pimentel, los Luna y Cárdenas; el fundador de Nuestra Señora
de Belén, Maestro (sacerdote) Bartolomé de Olmos y Aguilera; el hidalgo jesuita
mártir, San Roque González de Santa Cruz; el noble vecino encomendero y
misionero, Pe. Pedro Ortiz de Zárate, mártir de Santa María de Jujuy.
La grandeza en todos los órdenes estaba al alcance de
los nacidos en suelo americano. Y ellos estuvieron a la altura de las
circunstancias…
Cabildantes
La nueva ciudad no es sostenida ni gobernada por el
Estado. En cada fundación se designan los vecinos que la gobernarán por un año a
través del cabildo, presidido por el Gobernador o su Teniente. De manera
espontánea y natural, la dignidad de cabildante tiende a hacerse hereditaria: se
forma una aristocracia de profundo arraigo, íntimamente vinculada a los
intereses de la población y al bien común, que juega un papel protagónico en
toda nuestra historia.
Santiago
Apóstol protege el linaje de Juan Gregorio Bazán
Estos focos urbanos de Cristiandad y sus
pobladores pasan por muchas vicisitudes y son frecuentemente asolados por los indios de guerra.
En el Tucumán, como en toda América, se suceden
apariciones del Patrono San Santiago, “luz y espejo de las Españas”, que ampara
a los cristianos en los momentos críticos.
Una de los episodios más dolorosos de la época es la
tragedia del Benemérito de Indias Juan Gregorio Bazán. Acaba de traer a su
mujer, recién llegada de España, luego de añares de separación, ya que por fin está
en condiciones de recibirla con nobleza y dignidad, para vivir juntos para
siempre. Pero en la guazabara del río Siancas se frustran cruelmente los sueños
familiares. A su perentoria indicación, los miembros de su familia huyen
despavoridos antes de consumarse la desgracia. La sangre del heroico Bazán y la
de su yerno, Diego Gómez de Pedraza, riegan el suelo salteño.
Perdidos en lo desconocido del Nuevo Mundo, la viuda
del conquistador, su hija María, también
viuda, y los pequeños huérfanos van siguiendo en penosa travesía a un
misterioso jinete, al que nunca logran alcanzar. Los indios los persiguen, pero
un obstáculo desconocido les impide abalanzarse sobre ellos. ¿Quién los guía y
ampara al mismo tiempo?
El joven esclavo Francisco Congo declara que no es
otro que San Santiago el que los hace llegar a Esteco milagrosamente.
En Antinaco, sobre el Cerro Velasco, se venera una original
imagen del Apóstol caballero. Lo representa en natural simbiosis de guerrero
hidalgo y de gaucho, atropellando a los moros al galope empuñando su espada de
plata. Es tradición que los devotos
corran detrás del santo en las fiestas patronales, evocando, al parecer, el milagro
que preservó el linaje de los Bazán, que hizo historia en La Rioja virreinal.
Los relámpagos de San Simón y San
Judas en San Miguel de Tucumán – Proeza de Gaspar de Medina
Otro memorable hecho milagroso salvó a San Miguel de Tucumán. Se debió
a la intercesión de San Simón y San Judas.
El 28 de octubre de 1578, día de la fiesta de dichos Apóstoles, se
produce una brutal acometida de los aborígenes, liderados por el cacique
Gualán, indio de talla descomunal, quien en horas de la noche “mató parte de
los habitantes, pegó fuego a las casas, que todas hubieran quedado reducidas a
cenizas a no haberse aparecido…los Apóstoles San Simón y San Judas, cuya fiesta
se celebraba aquel día, en un torbellino de relámpagos que espantó a los
bárbaros y los obligó a huir precipitadamente”.
A la acción de los Santos se sumó el coraje del
Teniente de Gobernador Gaspar de Medina. La ciudad estaba sin sus vecinos, que
habían salido en expedición con Abreu. Prácticamente solo, se abre paso entre
la indiada enardecida y mata a Gualán.
Los apóstoles
fueron reconocidos solemnemente por patronos de la ciudad. El cronista, P.
Francisco Charlevoix, agrega que ‘más tarde, trataron varias veces los
Calchaquíes de arruinarla, pero siempre inútilmente; y la piedad de los
habitantes les ha hecho atribuir perpetuamente su conservación a la asistencia
de sus santos protectores’ (cf. Celia Terán, Arte y Patrimonio en Tucumán: Siglos XVI y XVII, cit. por
L.Mesquita Errea in Devisadero de luces doradas en aquel reino del Tucumán.
San Blas enceguece a los indios desde la Torre de Gaboto
El relato de este milagroso hecho histórico
se lo debemos a Ruy Díaz de Guzmán en La
Argentina manuscrita, primera crónica general de la historia argentina. La
guarnición de la casa fuerte de Corpus Christi, en el Paraná, a punto de ser
exterminada por los guaraníes, es salvada inesperadamente por San Blas quien,
espada en mano, los enceguece y pone en fuga, desde la punta de la “torre de
Gaboto”.
La
cruz de Urunday – Un rayo mata al cacique atacante
De similares características es el milagro de la maravillosa
cruz de Urunday: “Nuestra ciudad, y este es un motivo de orgullo –dice un
genealogista correntino-, es la única fundada en la Argentina por un
Adelantado, don Juan Torres de Vera y Aragón, habiendo sido puesta su iglesia
matriz bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, el 3 de abril del
citado año 1588.
“Luego, el día 9, el fuerte
fundacional es atacado por los indios guaraníes, que intentan quemar la cruz
que se encontraba fuera de la fortificación. Se produce entonces el milagro, el leño no se quema y un rayo mata al
cacique Canindeyú. Ante ello, los indios se retiran y aceptan el dominio
español y la fe que estos traen.
“Desde entonces Corrientes
venera al santo madero de urunday, que es conocido como la Cruz de los Milagros
y se conserva hasta hoy en el templo homónimo en nuestra ciudad” (Dr.
Francisco José Scaramellini Guerrero, 5 de agosto de 2006, comunicación al Foro
Isabel de Hispanoamérica).
Santos
contrarreformadores
Nuestra ciudad católica fue forjada por grandes
hombres y aun por santos contrarreformadores de la talla de Santo Toribio de
Mogrobejo, Arzobispo de Lima. De la Arquidiócesis de Los Reyes era sufragánea
la diócesis tucumanense, campo de acción privilegiado de San Francisco Solano.
Se dan numerosos hechos dignos de la Légende Dorée, como aquel Padre
Jarandilla que pasaba en su mula por
encima de los ríos crecidos, para admiración de los indios a quienes
consagró su vida, como nos cuentan los amenos y acreditados relatos de fray
Reginaldo de Lizárraga; San Blas que aparece y protege a los defensores de
Corpus Christi; San Francisco Solano que devuelve la vida a los muertos y toca
inolvidables melodías en honor de la Virgen. Llena el espíritu el sonido de ese
misterioso violín milagrero por nuestros valles y campos despertando resonancias
y consonancias profundas en el alma aborigen.
San Francisco Solano y un Pentecostés en La Rioja - El Niño Alcalde
La Rioja, habitada por pocos
centenares de españoles e indios, con sólo dos años de vida es amenazada por la
avasalladora fuerza de 9.000 diaguitas de guerra. Le han cortado el agua que va
por la acequia, intentando doblegarla por la sed antes de exterminarla. El
Teniente y los vecinos se disponen a vender cara su vida, en ese Jueves Santo
del año 1593.
Se encuentra en la aldea San Francisco Solano, quien se
adelanta al entrevero y les habla en una lengua que –prodigiosamente- aborígenes
y españoles entienden. Su palabra es como un dardo transformador; los indios desisten de su propósito y se
convierten.
Siguen luego días de catequesis y contacto con el
santo. Los guerreros se bautizan y se hacen amigos de los cristianos y vasallos
de Su Majestad -que fue, recordemos, quien
envió a este hombre de Dios.
Este Pentecostés
riojano muestra las virtualidades de la obra misionera y las gracias
especiales que Dios concedió a nuestros antepasados. San Francisco presenta a
los diaguitas como su Señor al Niño Dios vestido de alcalde, de terciopelo
oscuro, gorro de piel, hebillas y botones de plata, empuñando la vara del mismo
metal, como lo vemos en el Convento de La Rioja.
El oficio de alcalde era exclusivo de los vecinos feudatarios
o encomenderos, dignidad que se vio enaltecida de tal modo por la mayor figura
misional de América.
Tocó San Francisco varias claves: la unión del orden
espiritual y temporal, de lo español y lo indígena, la idea del alcalde como
protector providencial. Engrandeció al mismo tiempo un tipo humano que sería
denigrado sistemáticamente por los enemigos de nuestro pasado.
Fue un milagro fundacional. Toda La Rioja revive en él
su Tradición desde hace 400 años.
Taumaturgo
y profeta
San Francisco Solano… La magia de su música y el
atractivo de los imponderables que transmitía, cautivaron al salvaje, sacudiendo el alma turbia..., como dice la
zamba.
Dios le dio el poder de obrar milagros reiterados y
evidentes que el proceso de canonización registra cuidadosamente. Resucita un
indiecito; descubre tramas ocultas; ve cosas que pasan en otros lugares;
anuncia la suerte que espera a las ciudades: “Salta saltará, Tucumán florecerá
y Esteco desaparecerá”: todo se cumplió religiosamente.
En el Perú anuncia que, por sus pecados: “perderse
tiene Trujillo...”. Algunos franciscanos minimizan estas palabras ante los pecadores que, con un saludable sobresalto que
podría haber obrado su conversión y evitado el castigo, los consultan. Finalmente,
el terremoto viene y ellos desaparecen en él! La Justicia divina no hablaba en
vano por boca del Apóstol de América...
Hace brotar agua salvadora en poblados atenazados por
la sed: Río Hondo, Trancas Viejo, Metán, La Rioja... Domina lenguas indígenas
que aprende con rapidez inusitada. Gana a los naturales hablando mejor que
ellos su propio idioma, como en Socotonio, La Magdalena, La Rioja…
Es un artífice de nuestros cimientos nacionales.
Encanto
hispano-indígena
Así se va formando la Argentina hispano-indígena… Florece
la originalidad y fuerza del arte colonial mestizo en la gracia de los Angeles
Arcabuceros, en las macizas torres de las capillas quebradeñas, en los nombres
de lugares, llenos de poesía, donde se entremezclan las voces castellanas con
las de los juríes, diaguitas y
comechingones.
La
Argentina: Tierra de plata
Las historias de la Sierra de la Plata y del Rey
Blanco hacen soñar a los conquistadores e ir en pos de ellas. De aspiraciones
envueltas en la niebla dorada de la fábula va asomando el nombre de la
Argentina. El afán de “haber riquezas” se entremezcla con el atractivo de la
excelencia de los metales. El río de Solís se transforma en la promisoria vía
del Río de la Plata.
El nombre de la patria nace de ese sueño, preanunciado en la Argentina y Conquista
del Río de la Plata, de
Barco Centenera. El encanto del timbre bautiza a La Argentina manuscrita de Ruy Díaz de Guzmán.
La aristocrática marca distingue a un país de
armónicos contrastes, contorneado por una muralla nevada que roza los cielos, y
un río que desemboca majestuoso en el océano; una quebrada de coloridas cumbres,
sombreada por nubes que parecen ciudades, y una tierra de fuego erizada de
antárticos hielos magallánicos.
La
sociedad ennoblecida - El gobierno del Marqués
En el mundo hispanoamericano florece la sociedad
orgánica y familiar (ver nuestra ponencia sobre La Civilización Cristiana, Mariana y orgánica de la Argentina auténtica).
En Lima el Marqués de Cañete, Virrey del Perú, pasea a
caballo sin guardias ni escribientes, y se detiene a conversar con la gente.
Regala un género, que la Marquesa le ha traído de España, a un armero, porque
lo ve trabajando en traje de gala, para que se haga uno de trabajo. Y además lo
trata de pariente, por apellidarse Mendoza, como él.
El Virrey representa al Rey, que es padre de sus
vasallos, como lo documentan las Reales Cédulas de Felipe II en el Archivo de
Charcas, que mandan a determinados fulanos olvidadizos volver a España “a hacer
vida con su mujer”.
Desde su palacio, el Marqués de Cañete ve el duelo de
dos nobles espadachines y su coraje lo admira. No permite que los encarcelen y
se aboca el caso como Justicia Mayor del Virreinato. Los “arresta” en una
posada donde son bien atendidos hasta curar de sus heridas. Les envía barras de
plata en premio de su gallardía. Finalmente, los reúne y los reprende suavemente,
volviéndolos amigos.
Como Isabel la Católica con las niñas nobles pobres,
educan en palacio –él y su mujer- a los hijos de conquistadores. A veces los
manda con las mejores comidas de su cocina a agasajar a sus madres. Considera –contra
el absolutismo que ya se insinúa- que los
vasallos son los brazos del reino cuya cabeza es el Rey, y que, como tales,
deben ser fuertes (exactamente lo contrario de lo que se proponen los
gobernantes de hoy…).
La que aplasta la serpiente y eleva la civilización
Estos aspectos caracterizan una civilización
cristiana.
Existen lados negativos y pecados, que, todos sabemos,
se encuentran en cualquier sociedad. Si se la compara con la de los aztecas, incas o bárbaros chiriguanos, ¡qué diferencia!
Del día a la noche, a pesar de los indigenistas.
Una esencial es que en las sociedades paganas son raros o inexistentes
los perceptibles impulsos al bien, cuando
no se los persigue implacablemente con costumbres aberrantes (ver nuestra
ponencia La Antropología
indigenista: Revolución cultural que amenaza a la Iberoamérica cristiana).
En nuestro “Siglo de Oro”, pese a excepciones como
Lerma y otros malvados, que por supuesto no faltan, la virtud y el bien son enseñados
y promovidos, y constituyen el fundamento de la sociedad.
El bien más preciado de la historia fundacional
americana es la presencia mariana. El 12 de diciembre de 1531, Nuestra Señora
se manifiesta como la bíblica zarza ardiente, Purísima e Inmaculada, en Guadalupe, que en lengua náhua significa “la
que aplasta la cabeza de la serpiente”. Tal vez señalaba la misión de América
de, por una unión especial con María, aplastar la serpiente de la Revolución
anticristiana. Lo cierto es que la aparición inaugura la gran época marial de
Iberoamérica.
En Itatí concede a la Argentina naciente gracias de caudal
paranaense, mereciendo el bello título de
Reina de la Civilización en la
Cuenca del Plata.
A Córdoba, que recurre a Ella por medio del Cabildo, le arregla su economía a principios del siglo
XVII. Será la base del esplendor cordobés que podemos admirar en la manzana
jesuítica, en las haciendas y capillas que blanquean las alegres serranías de Punilla
y Chancaní.
En América revisten sin
igual importancia las revelaciones de El Buen Suceso a Sor Mariana de Jesús
Torres y Berriochoa, en el Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, que
comienzan a fines del siglo XVI. Prevén sucesos de los siglos venideros hasta
la derrota del proceso que oprime la patria y la Iglesia, en las proximidades del
siglo XX; y señalan el llamado primacial de América a ser el lugar privilegiado
del renacer de la Fe, las instituciones y las costumbres católicas (cf. Elena Beatriz Brizuela y Doria de
Mesquita, Profecias de El
Buen Suceso: en
1634, para nuestros
dias).
Un siglo después de Guadalupe, llega desde Brasil la
Imagen de la Purísima Concepción, rumbo a una hacienda santiagueña (donde sólo llegará
su compañera, la Virgen de la Consolación de Sumampa, Patrona de los
transportistas).
Una fuerza misteriosa frena a bueyes y carretas a la
vera del Río Luján, donde se queda. Comienza su gesta sobrenatural de
traslados, gracias y visitas. Vuelve con sus hábitos bordados de cadillo,
provocando las amorosas reprimendas del Negro Manuel, ufano de ser su esclavo. La primera fundadora de la Villa de Luján envía
densas nubes que envuelven a los malones impidiéndoles devastar el pueblo y las
haciendas comarcanas. Desde su trono en las pampas es Patrona de la Argentina.
Maravilla y prosaismo
Lanzamos ahora una mirada retrospectiva.
Cuántas cosas han pasado en el siglo que va desde
Guadalupe y las exploraciones en el Plata a Luján... En contraste con lo duro y
prosaico propio de esta vida y de la agreste América, nace la Argentina en una
atmósfera en que lo milagroso y lo maravilloso están presentes, dulcificando la
existencia, encendiendo luces de progreso y elevación y abriendo panoramas de
grandeza y esperanza.
Balance monumental
Año 1623. El cronista González Dávila
hace un “balance del primer siglo” de la obra de España en América.
El estado misional español,
con el esfuerzo de colonizadores e indígenas fieles, han levantado 70 mil iglesias, 500 conventos,
numerosas doctrinas para la enseñanza y buen gobierno de las Indias,
patriarcados, arzobispados, obispados, gobiernos y presidios (fuertes) para la defensa; se han fundado más de 200 ciudades y muchas villas,
“colonias de nuestra España, que tienen el mismo traje, lengua, costumbres y
leyes..., Reynos opulentos” (ap. V. Sierra, El
sentido misional de la conquista de América).
Herederos de este pasado, y
del futuro que es legítimo esperar de tales antecedentes, cerramos este
capítulo dando gracias a Dios y a la Virgen Reina de nuestra Civilización iberoamericana.
[1] Profesor de Historia,
Presidente del Centro de Estudios Históricos, Genealógicos y Heráldicos del
Mayorazgo de San Sebastián de Sañogasta
[2] Ver bibliografía al final
[3]
Humanismo, Renacimiento y Protestantismo
constituyeron la I Revolución, a la que siguió la Revolución Francesa (II), proceso
que continúa en la Revolución comunista
(III); actualmente nos encontramos en la etapa de la IV Revolución, anárquica y
libertaria, camino a fases cada vez más radicalizadas en el intento de concretar
la utopía revolucionaria de libertad completa e igualdad absoluta, como
denuncia y demuestra el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su magistral
obra cumbre, conocida mundialmente, “Revolución y Contra-Revolución”, Ed.
Tradición – Familia – Propiedad, Bs.
As., 1992).