martes, 31 de marzo de 2009

La aristocracia es un freno a los desbordes políticos - Participa del poder en beneficio del pueblo - "Pueblo sin aristocracia no es pueblo, es masa"

El Virrey don Francisco de Toledo, descendiente de los Duques de Alba, a quien debemos la fundación de Salta, es un buen modelo de noble aristócrata que consagró su existencia y su obra de gobierno al mejoramiento del pueblo en todas sus camadas sociales, desde los vecinos feudatarios y encomenderos, pasando por los indios nobles y comunes, hasta los sectores más modestos. No obstante los defectos humanos y los inspirados en el absolutismo -una lamentable constante en la España de la Edad Moderna, a partir del siglo XV-, su dedicación desinteresada al mejoramiento de las condiciones sociales, culturales y de vida cotidiana de la población, es un ejemplo que contrasta con los gobernantes pseudo-democráticos, arbitrarios y prepotentes, que gobiernan en beneficio propio y de sus secuaces. Su pasión era servir a Dios, al Rey y al pueblo, comprendiendo las clases dirigentes y todo el organismo social, incluyendo sus miembros más pequeños, ya que todos integran la sociedad orgánica, que es lo contrario de la masa sometida a una camarilla de interesados.

6. Aristocracia política

Hasta aquí se ha tratado de la aristocracia considerada en sí misma en cuanto clase social. De ahora en adelante el tema pasará a ser la misión de la clase aristocrática en la vida política y social del país.
A quienes les haya podido parecer excesivamente conservadora, e incluso reaccio­naria, la doctrina de los anteriores apartados tal vez les sorprendan agradablemente las palabras con que el esquema aborda el tema de la aristocracia política.
"La aristocracia social tiene una función que ejercer directa e inmediatamente cerca del pueblo. Pero por ley natural ejercerá siempre una función política cerca del poder. Participará del poder en beneficio del pueblo."
Tras hacer referencia de paso al gobierno "llamado mixto, donde tiene su función la 'monarquía', la aristocracia y el pueblo" como "el mejor gobierno, según la filosofía católica", el esquema continúa:
"La aristocracia, colocada entre la autoridad suprema, digamos monarquía, en sentido filosófico, mando de uno, y el pueblo, es elemento de moderación, de pondera­ción, de continuidad, de unión".
En esa perspectiva:
"1 .La monarquía sin aristocracia fácilmente conduce al absolutismo.
"2. Pueblo sin aristocracia no es pueblo; es masa.
"3. La aristocracia defiende la monarquía y la modera.
"4. La aristocracia es cabeza del pueblo, educadora del mismo, encauzadora de sus energías.
"5. Aristocracia sin pueblo es oligarquía, es decir, privilegio odioso de una casta en la sociedad."
cf. Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas", t. I, Apéndice IV, p. 248.

sábado, 28 de marzo de 2009

Aristocracia en la familia: brevísimo comentario

Cada entrada de este punto ha incluido el texto base (la enciclopedia católica del Cardenal Herrera Oria) y los comentarios del autor del Libro de la Nobleza, Plinio Corrêa de Oliveira.
Antes de pasar al punto siguiente queremos registrar algunas impresiones: comparando estos textos con la realidad que nos toca vivir, el contraste es "gritante". Los principios comentados suponen un Orden socio-político para el bien; la politiquería actual, que no merece el nombre de política, es una suma de revanchismos, venganzas y daños que buscan "poner de rodillas" al adversario.
El modelo aristocrático católico busca la unión y toma como ejemplo la familia. El padre es un símbolo del rey, y la madre, como vimos, de la aristocracia.
De un orden así, familiar, brota el afecto y a veces aún la intimidad. Hay importantes restos de esto, aún hoy, por ejemplo en las ciudades históricas y pueblos del interior, y ciertamente algo de esto también hay en la gran Buenos Aires, a pesar de su cosmopolitismo y su carácter multitudinario. Pues es tan natural, y en la capital argentina hay tantas notas aristocráticas, que la relación armónica entre grandes y pequeños, con elementos de admiración, brota espontáneamente.
Finalmente, en la medida en que está presente la sociedad orgánica, con su espontaneidad, su esencia natural, sus jerarquías armónicas, hay calor humano. Lo dice San Pío X cuando habla de la "campana de Belén": reyes y pastores unidos adorando al Rey de Reyes, al Salvador, representan a grandes y pequeños en la sociedad.
Si muchos integrantes de la sociedad orgánica, si muchos argentinos no masificados, abrieran su alma a estos principios, nuestra realidad cambiaría desde base ciertas. Que la Virgen, "nacida de sangre real", Madre misericordiosa de grandes, medianos y pequeños, conceda esa gracia a la Argentina, país muy amado por Ella al que dotó de singulares características para ser un bastión de la sociedad orgánica.
Esperamos su comentario, su duda, eventualmente su crítica... y también su entusiasta participación. El ausentismo de las élites y de todas las personas llamadas a defender el concepto católico de sociedad es -por omisión- uno de los peores males de nuestra época.
Cordialmente,
Pelayo

sábado, 21 de marzo de 2009

Lo contrario de la frialdad del Estado moderno: las relaciones personales en los países otrora dotados de una aristocracia católica

Las ciudades fundadas por españoles acompañados de indios amigos y de servicio constituyen un buen ejemplo de relaciones personales fluidas y llenas de savia entre grandes y pequeños, entre europeos y americanos, entre blancos e indios, negros, mestizos y mulatos, en un marco a la vez jerárquico y familiar. En las casonas y solares convivían durante generaciones los señores y el personal, entablándose vínculos de afecto y dedicación.
Un Virrey como el Marqués de Cañete salía a caballo a recorrer la ciudad, conversar con los vecinos y moradores de toda índole, con tendencia a favorecerlos. Es la sociedad orgánica, donde cada uno es alguien, desde el feudatario hasta el mendigo. En el Estado moderno y burocrático, todo es frío e impersonal, y por eso también masificante. (Foto: Plano fundacional de San Salvador de Jujuy, enviado por una amiga rosarina a quien agradecemos su aporte).

Completamos el comentario del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira iniciado en la entrada anterior:

Muy distinta era la índole de los países dotados de una recta aristocracia. En ellos, según lo que anteriormente se ha visto, las relaciones eran, en la medida de lo posible, personales, y la influencia que el mayor ejercía sobre el menor, así como la que, a su modo, este último ejercía sobre el primero, se fundaban en una relación de afecto cristiano establecida de parte a parte. Afecto que traía consigo como consecuencia la dedicación y la confianza mutuas, y que llegaba a crear de hecho una sociedad entre los domésticos y patrones, de modo similar a como el protoplasma rodea el núcleo de una célula. Basta leer lo que dicen los verdaderos moralistas católicos sobre la sociedad heril para tener una noción exacta de cómo era este tipo de relación.
En las corporaciones, la relación entre maestros, oficiales y aprendices repetía también en amplia medida la bendecida atmósfera de la familia, y así por delante.
Ahora bien, este contacto vivo no englobaba únicamente aquello que las modernas legislaciones de trabajo llaman fría, seca y funcionalmente "patrones y empleados". A través de sus sirvientes y de los profesionales que les prestan servicios, los de categoría más elevada, fueran nobles o burgueses, acababan por conocer las familias de sus subordinados, como éstos conocían las de sus patrones. En mayor o menor grado, conforme la orgánica espontaneidad de un movimiento social bueno, esas relaciones no se establecían tan sólo entre individuos, sino también entre familias. Eran relaciones de simpatía, benevolencia y ayuda, que venían de arriba hacia abajo; y relaciones de gratitud, afecto y admiración, que se remontaban desde abajo hacia arriba.
El bien es, de por sí, difusivo. A través de las capilaridades de esos sistemas, el grande acababa conociendo miserias anónimas —porque la miseria aísla y hace desconocido a aquel sobre el cual se abate—, y le era dado remediar, en la mayor parte de los casos, a través de las manos delicadas de su esposa y de sus hijas, tantos dolores que de otro modo no habrían sido aliviados.
Pero en este valle de lágrimas también el grande conocía sus horas amargas. A veces sus enemigos lo cercaban, le amenazaban, le agredían física o políticamente. Entonces la más firme muralla que defendía esta grandeza que súbitamente se tambaleaba estaba compuesta por las incontables dedicaciones que se erguían desinteresadamente para protegerle, a veces hasta con riesgo de la vida.
Esto que se ha dicho con los ojos puestos en la vida urbana, es superfluo repetirlo a esta altura de la exposición para la vida rural, de tan propicia que era esta última a crear la atmósfera y las relaciones aquí descriptas.
Así fue la vida en el feudo; así lo fue también en el campo cuando, extinguido el feudalismo, las antiguas relaciones entre señor y vasallo perdieron su alcance político, pero continuaron existiendo en el mero ámbito del trabajo; y así continúa ocurriendo en esta o aquella región de este o aquel país, incluso en la fuliginosa última década de siglo y milenio en que vivimos.
En la perspectiva del Estado monárquico con algo de aristocrático y algo de demo­crático considerado por Santo Tomás, la aristocracia participa en el poder del rey como la esposa en el poder del marido dentro del hogar. Le corresponde, pues, hacer llegar al padre —en este caso al Rey— mediante una acción moderadora, tan propia al instinto materno, el conocimiento emocionado de esta o aquella necesidad de sus hijos —es decir, de los pobres, de los pequeños y desvalidos que se encuentren el ámbito de influencia bienhechora de su casa solariega— y conseguir del padre, ablandando su corazón, el correspondiente remedio.
Siempre en esa misma perspectiva, así como a la madre le cabe abrir el corazón de sus hijos para esta o aquella orden de su padre, le corresponde a la Nobleza el disponer el ánimo de los estamentos subordinados para un filial acatamiento de los decretos del rey.

(Plinio Corrêa de Oliveira, NOBLEZA Y ELITES TRADICIONALES ANALOGAS, Apéndice IV, ít. 5, Aristocracia en la familia).

sábado, 14 de marzo de 2009

La falta de espíritu aristocrático de los apóstoles y la inefable misión aristocrática de María Ssma. - Anonimato y frialdad del Estado moderno


Transcribimos, bajo este subtítulo de nuestra Redacción, un trecho más de la enciclopedia del Card. Herrera Oria y los comentarios del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a este texto y al que publicamos en la entrada anterior. Próximamente completaremos estos comentarios que, por ser tan ricos, merecen una lectura detenida, que así se ve facilitada.
La temática de la aristocracia y la sociedad orgánica, desarrollada en "Nobleza y élites tradicionales análogas" constituye un prisma luminoso para abordar altas cuestiones político-sociales y religiosas. Es el prisma de la tradición católica, que el progresismo y el populismo revolucionario en boga han tornado borroso en la mente de incontables católicos. Así, la obra del gran autor brasileño, elogiado como "eco fidelísimo" de los documentos pontificios por la Santa Sede, es como una torre de observación veraz y fiel. No es casual que el autor haya consagrado su épica lucha doctrinaria contra los errores actuales (cuyos efectos sufre a diario la humanidad) a Aquella que es "Torre de marfil" y modelo de aristocracia.
Cordialmente,
Pelayo


"C. En el Evangelio aparece muy claro el contraste entre la falta de misericordia, de caridad, de espíritu aristocrático de los apóstoles en la escena que comentamos (1) y la inefable misión aristocrática que desempeñó María Santísima en las bodas de Caná.
"a) Atenta a las necesidades de los demás, María se acerca a quien puede remediar­las para exponérselas.
"b) Y después se acerca al pueblo, representado en los criados, para inculcarles que sean obedientes."
Esta comparación entre la misión de la aristocracia en el Estado y la nación con la de la mujer —esposa y madre— dentro del hogar es un poco sorprendente para el lector moderno, pues las escasas obras de divulgación sobre la aristocracia hoy existentes han habituado, a justo título, al público a ver en ella la clase militar por excelencia, lo que parece muy poco afín a la misión de la esposa y madre en la familia.
Sin embargo, no por ello deja de ser esta comparación rica en sabiduría. Para verla en su justa perspectiva es necesario tomar en consideración que la guerra se ejerce normalmente contra el extranjero; y Santo Tomás trata aquí de la misión de la aristo­cracia en la vida interna normal del país en tiempos de paz, y no en cuanto espada que lo defiende contra el enemigo externo.
Era inherente a la aristocracia medieval y, en parte, a la del Antiguo Régimen, que cada una de las familias que la constituía reuniera en torno suyo un conjunto de otras familias o individuos de un nivel social menos elevado, a ella vinculados por relaciones de trabajo de diversas índoles, de mera vecindad, etc.
En las ciudades de aquellas épocas, era normal que se alzasen viviendas populares junto a palacios, mansiones o simples residencias de familias acomodadas. Esta vecin­dad entre grandes y pequeños repetía a su manera la atmósfera familiar del hogar aristocrático, constituyendo así un halo discretamente luminoso de afectos y dedicacio­nes en tomo a cada familia aristocrática.
Por otra parte, las relaciones de trabajo, por el simple efecto de la caridad cristiana, tienden siempre a desbordar del mero ámbito profesional hacia el personal. Durante los largos periodos de convivencia en el trabajo, el noble inspira y orienta a quien esta debajo de él, y este último, a su vez, hace lo mismo con relación al noble: le informa de sus aspiraciones y diversiones, de su modo de ser en la Iglesia, en la corporación o en el hogar, y también de las circunstancias concretas de la vida popular y de las necesidades de los desvalidos. Todo esto constituye, en fin, el circuito de interrelaciones entre el mayor y el menor que el Estado post-1789 procuró sustituir en cuanto le fue posible por la burocracia, es decir, por las oficinas de estadística e información, y por los siempre activos servicios de información policial.
Es a través de esas burocracias como el Estado anónimo (sin hablar aquí de las grandes sociedades anónimas macropublicitarias) inspira, propulsa y manda a la nación por medio de funcionarios también anónimos.
Recíprocamente, la nación habla al Estado a través de la boca anónima de las urnas electorales; anónima hasta el último refinamiento cuando el voto es secreto y el Estado ni siquiera puede saber quién ha votado de uno u otro modo.
Este conjunto de anonimatos evita en lo posible la presencia del calor humano en las interrelaciones del Estado moderno.
Nota 1) El presente esquema es uno de los veinte que desarrollan el Evangelio de la multiplicación de los panes (Jn., VI, 1-15).

(Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas", t. I, Apéndice IV, La aristocracia en el pensamiento de un Cardenal..., ít. 5: La aristocracia en la familia, p. 246)

lunes, 9 de marzo de 2009

Cómo gobiernan el padre y la madre en la familia - Analogías con el Rey y la aristocracia

Seguimos adelante con el Apéndice IV de "Nobleza y élites..." que contiene el texto del Card. Herrera Oria comentado por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Dicho texto o "esquema" analiza en este punto (nº 5) el rol de la aristocracia ejemplificado por el rol de esposa y madre que cumple la mujer en la familia; en la próxima entrada veremos, en breve, cómo se aplica a gestos de la propia Ssma. Virgen relatados en el Evangelio. Así, el concepto de aristocracia brota de la propia naturaleza de las cosas y de ejemplos evangélicos, no de utopías a las que son tan adictos los revolucionarios de ayer y de hoy.
Al finalizar la cita del texto cardenalicio podremos leer, próximamente, las esclarecedoras consideraciones del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira sobre el afecto en las relaciones entre superiores e inferiores propio de la civilización cristiana aristocrática, y la falta de calor humano en el estado burocrático inspirado en los principios de la Revolución Francesa. Una aleccionadora radiografía de la realidad con vistas a su mejoramiento: ¡entusiasmante!
Cordialmente,
Pelayo

5. Aristocracia en la familia

Hablando aún sobre las relaciones entre aristocracia y familia, el esquema aborda un delicado y altísimo aspecto de la vida de una clase aristocrática.


"A. Por cierta analogía se puede decir que el poder aristocrático dentro del hogar está reservado a la mujer.
"a) La autoridad corresponde al marido.
"b) Pero la mujer dentro de la familia es un elemento de moderación y de consejo.
"c) Es un elemento de relación entre el padre y los hijos.
"1. Por ella muchas veces son eficaces cerca de los hijos las órdenes del padre.
"2. A través de ella llegan al padre las necesidades y los deseos de los hijos.


"B. Santo Tomás dice que el padre gobierna a los hijos con gobierno 'despótico', en el sentido clásico de la palabra, y la mujer con gobierno 'político'.
"a) Porque la mujer es consejera y participa del poder del padre.
"b) La mujer, por otra parte, tiene como la representación de la caridad dentro de la familia. Es como la personificación de la misericordia en el hogar.
"c) Es la que debe estar más atenta a las necesidades de hijos y criados y más pronta a mover al padre para que las remedie.


(cf. Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas", t. I, apéndice IV -'La aristocracia en el pensamiento de un Cardenal...'-, p. 245)