sábado, 26 de septiembre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (5) - Los fautores de la Revolución y de la Contra-Revolución -el demonio y la gracia- dependen del imperio de Nuestra Señora (RCR 5, Pról TFPArg 5)

 

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Es costumbre decir que, en la economía de la gracia, Nuestra Señora es el cuello del Cuerpo Místico del cual Nuestro Señor Jesucristo es la Cabeza, porque todo pasa por Ella. La imagen es enteramente verdadera en la vida espiritual. Un individuo que tiene poca devoción a Nuestra Señora es como alguien que tiene una cuerda atada al cuello y conserva apenas un resto de respiración. Cuando no tiene devoción alguna, se asfixia. Teniendo una gran devoción, en cambio, el cuello queda completamente libre y el aire penetra abundantemente en los pulmones, pudiendo el hombre vivir normalmente.

La esterilidad y hasta la nocividad de todo lo que se hace contra la acción de la gracia y la enorme fecundidad de lo que se hace con su auxilio, determinan bien la posición de Nuestra Señora en ese combate entre la Revolución y la Contra-Revolución, pues la intensidad de las gracias recibidas por los hombres dependen de la mayor o menor devoción que a Ella tuvieren.

Una visión de la Revolución y de la Contra-Revolución no puede quedar sólo en estas consideraciones. La Revolución no es el fruto de la mera maldad humana. Esta última abre las puertas al demonio, por el cual se deja estimular, exacerbar y dirigir.

Es, pues, importante considerar en esta materia la oposición entre Nuestra Señora y el demonio. El papel del demonio en la eclosión y en los progresos de la Revolución fue enorme. Como es lógico pensar, una explosión de pasiones desordenadas tan profunda y tan general como la que originó la Revolución, no habría ocurrido sin una acción preternatural. Además, sería difícil, sin el concurso del espíritu del mal, que el hombre alcanzase los extremos de crueldad, de impiedad y de cinismo a los cuales la Revolución llegó varias veces a lo largo de su historia.

Ritos abortistas satanistas - Senado argentino - Foto El País

Ahora bien, ese tan fuerte factor de propulsión depende totalmente de Nuestra Señora. Basta que Ella fulmine un acto de imperio sobre el infierno para que éste se estremezca, se confunda, se recoja y desaparezca de la escena humana. Al contrario, basta que Ella, para castigo de los hombres, deje al demonio un cierto margen de acción, para que la misma progrese. Por lo tanto, los enormes fautores de la Revolución y de la Contra-Revolución, que son respectivamente el demonio y la gracia, dependen de su imperio y su dominio.

RCR5, PrólTFPArg5

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