La fusión dinástica y familiar de los Habsburgo y los Borgoña -que entroncaría con la sangre de Isabel y Fernando- destiló ambientes quintaesenciados, con una nota de delicadeza, colorido y maravilloso que armonizó perfectamente con el espíritu guerrero y refinado de Carlos V, Felipe II y don Juan de Austria, que se manifestó en batallas decisivas para la Cristiandad como las de Mühlberg y Lepanto
Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, vence a los príncipes alemanes protestantes en la batalla de Mühlberg - espectacular cuadro de Tiziano.
Después de su coronación como Rey de todas las Españas fijó su residencia en suelo castellano.
Una mirada al mundo de los Habsburgo-Borgoña
El ambiente de los jóvenes archiduques Felipe y Margarita de Austria, que iban a entrelazar
sus destinos con los hijos de los Reyes Católicos dando origen a una nueva
dinastía, era la síntesis entre el estilo y costumbres de dos Casas. De la
“Archicasa” de Austria, primera en rango de la Europa cristiana; y de la Casa de Borgoña, síntesis, a
su vez, de tradiciones de “la dulce Francia” de los “châteaux de plaisance”, y
de ese conglomerado franco y germánico,
lleno de esplendores, de los Países Bajos -con sus tapicerías y grandes
artistas, sus casas nobles y sus burgueses particularistas, ricos y robustos-,
cuyo signo parece haber sido el amor al
refinamiento y la excelencia.
La Corte de Borgoña tenía fama de ser la más quintaesenciada de
Europa. Criados en ella, la imaginación de los archiduques se nutría de la legendaria
figura del Sacro Emperador, la más grande de la Cristiandad exceptuando
el Papa.
De niños pensaban en su abuelo, Federico III de Habsburg, “al
modo del gran Carlomagno, llevando en una mano el globo terrestre coronado por
una cruz y blandiendo, en la otra, una gran espada de doble filo”[1].
No en vano Carlos V, educado en Flandes, no querrá en su
momento recibir la corona imperial sino en Aquisgrán, revestido de los ropajes
e insignias de Carlomagno, venerando sus reliquias y desafiando, para poder
hacerlo, hasta la peste[2].
También oían hablar de proyectos de Cruzada contra los turcos que, en 1453, se habían instalado en
suelo europeo con la toma de Constantinopla, constituyendo un grave peligro
para la libertad del continente.
En el afán de competencia entre naciones cristianas, el Rey
de Francia por momentos se acercaba al Turco, enemigo de la Cristiandad. Y
las maniobras políticas de Maximiliano I y de Fernando de Aragón no tenían nada
que envidiarle al maquiavelismo en boga.
Viudo de María de Borgoña, madre de los Archiduques, Maximiliano
acababa de casarse con Bianca Sforza para contrariar los planes de Carlos VIII
en Italia.
Los Países Bajos, que pronto gravitarán en la política
española, pasaban por un buen momento. La gracia de la joven Archiduquesa Margarita,
recuerdo vivo de su madre, y la buena
presencia de su hermano, “aportaban al nuevo régimen un alimento de popularidad
que no había conocido antes”[3].
Maximiliano, en permanente contacto con sus hijos y velando
por su formación (como lo hará más
adelante con sus nietos Habsburgo-Trastámara), había renunciado a sus poderes
de “mambourg” (regente) para hacerse cargo del Sacro Imperio. Los Países Bajos “encontraban
en la persona del joven y bello Felipe su príncipe
natural.” Con él, la Casa
de Borgoña se nacionaliza” en los países de abajo.
La sangre de los Habsburgo-Borgoña
El solar originario de los Habsburg era la antigua
“Habichtsburg”, “el castillo de los
halcones”, en Suiza[4].
También poseían feudos en Alsacia y Suabia.
Es “una de la familias soberanas más ilustres y más antiguas
de Europa. Su origen se remonta al siglo X, en la época de Otón el Grande, si bien hasta dos siglos más tarde no se puede
establecer una genealogía auténtica”[5].
Fue un señor feudal de este linaje el elegido por los grandes
del Sacro Imperio Romano Germánico para ocupar el trono más alto de la Cristiandad en un
momento crucial, luego de la llamada “die kaiserlose, schreckliche Zeit”: la época sin Kaiser (emperador), la época
terrible.
Se trataba del Conde Rodolfo (1218-1291), quien “fue
Emperador como Rodolfo I, y a partir
de entonces los Habsburgo reinaron en Austria sin interrupción hasta 1740, en
que se extinguió la línea masculina de los Habsburgo, continuada por la Dinastía Habsburgo-Lorena,
dando además varios Soberanos a Alemania”[6].
Reinaron en Austria desde el siglo XIII hasta el siglo XX -en
que la monarquía austro-húngara cayó bajo el peso de la derrota en la
I Guerra Mundial y de la presión
democratizante del Presidente Wilson. Y también en Alemania, durante gran parte
de esos siete siglos.
Del excelente trabajo que D. Ricardo Magaró tuvo la gentileza
de enviarme, extraemos los siguientes datos sobre la rama de la Casa de Austria que entronca
con la Casa de
Trastámara: “Un hijo de Leopoldo el Caballeroso, Ernesto el Férreo, fue el tronco de otra rama imperial en la
persona de su hijo Federico III que
sucedió en 1440 a
su tío Alberto II como Emperador de
Alemania. Tuvo por hijo y sucesor a Maximiliano
I, padre de Felipe el Hermoso,
que casó con la Infanta
de Castilla y Aragón Juana de Trastámara, llamada La Loca…”. “(…) y con el hijo de
éstos, Carlos V de Alemania y I de
España, la Casa
de Austria llegó a su máximo esplendor[7],
reinando sus descendientes en España hasta 1700 en que se extinguió la rama
española en la persona de Carlos II el
Hechizado”[8].
El padre de Felipe el Hermoso, Maximiliano I (1459-1519),
aliado de los Reyes Católicos, llamado por algunos “el último de los
caballeros” (“der letzte Ritter”), nos dice Magaró que “fue hijo del Emperador
Federico III y de su esposa la
Infanta de Portugal Leonor de Avis”. Agrega que: “Maximiliano
fue Duque del Tirol desde 1490, Rey de Alemania de 1486 a 1519 y Emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico de 1508 a 1519. Era muy versado en las ciencias y
las artes y en extremo hábil para toda fuerza física”.
“Casó en Gante, el 18
de agosto de 1477 con María Duquesa de
Borgoña, hija única de Carlos el Temerario y de su segunda esposa Isabel de
Borbón. Nació en Bruselas el 13 de febrero de 1457 y murió en Brujas (Bélgica)
el 27 de marzo de 1482, por consecuencia de una caída del caballo. De este
matrimonio nacieron dos hijos:
Archiduque Felipe de Habsburgo y Borgoña, llamado el Hermoso, que fue (…) Rey de España, por su
casamiento con Juana de Trastámara y
Trastámara, Reina de Castilla y de Aragón.
Archiduquesa Margarita de Habsburgo y
Borgoña (1480-1530), quien nació y murió en
Flandes (actual Bélgica). Prometida al futuro Carlos VIII de Francia y
conducida a ese país, aquel casó con la heredera del Duque de Bretaña y
Margarita volvió a los Países Bajos. En 1497 casó y luego enviudó de Juan de Trastámara y Trastámara
Príncipe de Asturias (hermano de Juana, e hijos de los Reyes Católicos), vuelta
a casar con el Duque Filiberto II de
Saboya, que murió tres años más tarde. Sucesivamente declinó los pedidos de
Enrique VIII de Inglaterra y de Luis II de Hungría, y al morir su hermano
Felipe, su padre le dio la gobernación de los Países Bajos[9].
[1] Comte Carton de Wiart, de l’Institut, “Marguerite
d’Autriche – Une princesse belge de la Renaissance”, B. Grasset, p. 43.
[2] Philippe Erlanger, “Carlos
V”, p. 88.
[3] Comte Wiart, o.c., p. 47.
[5] Ricardo Magaró, „Austria“, cit.
[6] Magaró, ibid.
[7] Interesante cuestión a dilucidar, si fue éste el
momento de máximo esplendor de la
Casa de Austria. Entre otros puntos a considerar, cabe tener en cuenta que Felipe II, al
convertirse en legítimo Rey de Portugal, reunió en su persona el Imperio español
y el lusitano, formando un reino
fabuloso, nunca visto en la historia, al decir de José L. Busaniche (ap. L.
Mesquita Errea, “Siglos de Fe en Argentina y América preanuncian un futuro
glorioso - . La formación de la civilización cristiana y
mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria
(ca. 1530-1830)”. En ese trabajo nos preguntamos si la divisa familiar
A.E.I.O.U., “Austria est imperari orbi universi”, no se habrá realizado en
buena medida con el gran Rey Católico, hijo y sucesor de Carlos I como
“Hispaniarum et Indiarum Rex”. Para el general y poeta Francisco de Aldana (s.
XVI), “Felipe II es el hombre señalado por Dios mismo… para reunir bajo su Corona
al mundo todo”, cf. Juan Beneyto Pérez, “España y el problema de Europa”,
Espasa-Calpe, Colecc. Austral, p. 197.
[8] Magaró, o.c., p. 9.
[9] Magaró, o.c., p. 30.
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Nota: Próximamente publicaremos la nota final de este trabajo
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Nota: Próximamente publicaremos la nota final de este trabajo
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