Robespierre: un monumento a la soberbia y a los errores revolucionarios, con la frialdad y consecuencia de un "misionero" del mal
Sin la guillotina, infernal instrumento de los revolucionarios, no se habría podido imponer la falsa versión de la trilogía
Marat, el hombre que odiaba las montañas porque le representaban las variedades y desigualdades establecidas por Dios en la creación. Panfletario de la trilogía revolucionaria, fue el promotor de incontables profanaciones y crímenes. Su corazón llegó a ser blasfemamente adorado por el populacho revolucionario durante lo que Pierre Gaxotte llama "la Terreur communiste"
8. Son, en el fondo, ideas cristianas; pero
quienes las formularon por primera vez
no se referían a la alianza del hombre con Dios
En la homilía de la Misa celebrada el 1º de junio de 1980 en el aeropuerto Le Bourget de París, Juan Pablo II afirmó:
" iQué no han hecho los hijos e hijas de vuestra nación para conocer al hombre, para expresar al hombre por la formulación de sus derechos inalienables! Es conocido el lugar que las ideas de libertad, de igualdad, y de fraternidad ocupan en vuestra cultura y en vuestra historia. En el fondo son éstas ideas cristianas. Lo digo siendo bien consciente de que quienes así formularon por primera vez este ideal, no se referían a la alianza del hombre con la sabiduría eterna, sino querían actuar por el hombre." 2
2) Insegramenti, vol. III, I, p. 1589
9. Un movimiento histórico que se encontraba
arrastrado por un impetuoso tropel
de violencia y odio religioso
Durante la audiencia concedida a los peregrinos de Angers, con ocasión de la beatificación de Guillermo Repin y sus compañeros, el 20 de febrero de 1984, afirmó Juan Pablo II:
"Sé que la Revolución Francesa -sobre todo durante el periodo del 'Terror'- hizo entre vosotros, en el oeste, muchas otras víctimas, a millares guillotinadas, fusiladas, ahogadas, muertas en las prisiones de Angers. Sólo Dios conoce sus méritos, su sacrificio, su Fe. La diócesis y la Santa Sede no han podido examinar sino un número
restringido de casos, en los cuales el testimonio de su martirio era mejor conocido y más transparente respecto a motivaciones religiosas (...).
"Su prisión [la del bienaventurado Repin y sus noventa y ocho compañeros], su condenación, se sitúan ciertamente en un contexto político de contestación de un régimen que, en esa época, rechazaba tantos valores religiosos. Aunque este movimiento histórico haya sido inspirado por sentimientos generosos -libertad, igualdad, fraternidad- y por el deseo de necesarias reformas, se encontraba arrastrado en un torbellino de represalias, de violencias, de odio religioso. Esto es un hecho. No hemos de juzgar aquí esta evolución política. Dejamos a los historiadores la tarea de calificar sus excesos”.1
* * *
Marat, el hombre que odiaba las montañas porque le representaban las variedades y desigualdades establecidas por Dios en la creación. Panfletario de la trilogía revolucionaria, fue el promotor de incontables profanaciones y crímenes. Su corazón llegó a ser blasfemamente adorado por el populacho revolucionario durante lo que Pierre Gaxotte llama "la Terreur communiste"
8. Son, en el fondo, ideas cristianas; pero
quienes las formularon por primera vez
no se referían a la alianza del hombre con Dios
En la homilía de la Misa celebrada el 1º de junio de 1980 en el aeropuerto Le Bourget de París, Juan Pablo II afirmó:
" iQué no han hecho los hijos e hijas de vuestra nación para conocer al hombre, para expresar al hombre por la formulación de sus derechos inalienables! Es conocido el lugar que las ideas de libertad, de igualdad, y de fraternidad ocupan en vuestra cultura y en vuestra historia. En el fondo son éstas ideas cristianas. Lo digo siendo bien consciente de que quienes así formularon por primera vez este ideal, no se referían a la alianza del hombre con la sabiduría eterna, sino querían actuar por el hombre." 2
2) Insegramenti, vol. III, I, p. 1589
9. Un movimiento histórico que se encontraba
arrastrado por un impetuoso tropel
de violencia y odio religioso
Durante la audiencia concedida a los peregrinos de Angers, con ocasión de la beatificación de Guillermo Repin y sus compañeros, el 20 de febrero de 1984, afirmó Juan Pablo II:
"Sé que la Revolución Francesa -sobre todo durante el periodo del 'Terror'- hizo entre vosotros, en el oeste, muchas otras víctimas, a millares guillotinadas, fusiladas, ahogadas, muertas en las prisiones de Angers. Sólo Dios conoce sus méritos, su sacrificio, su Fe. La diócesis y la Santa Sede no han podido examinar sino un número
restringido de casos, en los cuales el testimonio de su martirio era mejor conocido y más transparente respecto a motivaciones religiosas (...).
"Su prisión [la del bienaventurado Repin y sus noventa y ocho compañeros], su condenación, se sitúan ciertamente en un contexto político de contestación de un régimen que, en esa época, rechazaba tantos valores religiosos. Aunque este movimiento histórico haya sido inspirado por sentimientos generosos -libertad, igualdad, fraternidad- y por el deseo de necesarias reformas, se encontraba arrastrado en un torbellino de represalias, de violencias, de odio religioso. Esto es un hecho. No hemos de juzgar aquí esta evolución política. Dejamos a los historiadores la tarea de calificar sus excesos”.1
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{Comentario del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira - Al final del Apéndice II que hemos transcripto íntegramente}
Puede ser que haya notado el lector aquí y allá, a lo largo de los textos citados, una aparente contradicción entre las diversas declaraciones de los Papas que abordan el tema de la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Esta impresión comienza a diluirse a medida que se tiene en cuenta que, consideradas rectamente en sí mismas -y por tanto a la luz de los principios católicos- cada una de esas palabras designa conceptos dignos de admiración. Fue lo que algunos Papas se empeñaron en realzar.
Sin embargo, la generalidad de los pensadores y escritores que prepararon la Revolución Francesa, bien como los hombres de acción que urdieron la tremenda conmoción político-social que hizo estremecer a Francia a partir de 1789, y los panfletarios y demagogos que la llevaron a la calle, impeliéndola a practicar tantas injusticias y tan terribles crímenes, no entendían así esas palabras, pues se lanzaron todos a una a demoler la Religión, al odio contra toda autoridad legítima y a la negación furiosa de todas las desigualdades, aun cuando fueran justas y necesarias.
Alabar en sí misma la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad" no quiere decir que se aprueben los radicales y absurdos errores que los revolucionarios, considerados en bloque, sobreentendían en esas palabras, errores éstos que dejaron patentes todos sus matices en el último y extremo lance de la Revolución Francesa, que fue la insurrección comunista de Babeuf,2 la cual dejaba ver hasta qué punto estaba entrañado en la Revolución de 1789 el germen del comunismo -síntesis de errores religiosos, filosóficos, políticos, sociales y económicos- al cual debemos las incalificables desgracias morales y materiales en que se debaten hoy los pueblos del Este Europeo.
1) Insegnamenti, vol. VII, I, pp. 447-448.
2) Babeuf, François Noël (1760-1797) - Revolucionario francés. Lideró el movimiento de la "Conjuración de los Iguales" que actuó durante el invierno de 1795 a 1796, constituyendo "la primera tentativa de hacer entrar el comunismo en la realidad". Publicó el "Manifiesto de los Iguales", que predicaba la comunidad de bienes y de trabajos y que fue "la primera forma de la ideología revolucionaria de la nueva sociedad nacida de la propia Revolución. Por el babuvismo, el comunismo, hasta entonces fantasía utópica, estaba erigido en sistema ideológico; por la Conjuración de los Iguales entraba en la Historia Política" (Albert SOBOUL, La Révolution Française, Gallimard, París, 1962, vol. II, pp. 216 y 219).
Con respecto al papel desempeñado por Babeuf en la continuidad del movimiento revolucionario, afirma Marx en la obra blasfemamente titulada por él La Sagrada Familia: "El movimiento revolucionario que comenzó en 1789 en el Círculo Social, que tuvo a Leclerc y Roux por representantes principales a lo largo de su evolución y acabó por sucumbir temporalmente con la conspiración de Babeuf, había hecho brotar la ideología comunista que Buonarroti, amigo de Babeuf, reintrodujo en Francia tras la revolución de 1830. Esta ideología, desarrollada en todas sus consecuencias, constituye el principio del mundo moderno" (apud François FURET, Dictionnaire Critique de la Révolution Française, Flammarion, París, 1988, p. 199).
El movimiento de Babeuf fue combatido por el Directorio. Éste fue preso y ejecutado en 1797.
Uno de los ardides utilizados con más éxito por la Revolución Francesa consistió precisamente en lanzar en la confusión a muchos espíritus simples y desprevenidos, utilizando palabras honestas e incluso dignas de alabanza para rotular un monstruoso cúmulo de errores doctrinales y de criminales acontecimientos. Muchos de esos espíritus eran así llevados a admitir que las doctrinas de la Revolución Francesa eran buenas en su raíz, aunque hayan sido muy reprobables en su mayoría los hechos revolucionarios. Otros de ellos entendían, sin embargo, que las doctrinas que generaron semejantes acontecimientos no podían ser menos reprobables que los mismos, deduciendo de ahí que la trilogía inculcada como síntesis de esas doctrinas perversas era digna de la misma repulsa.
La dañina confusión en que unos y otros se encontraban tuvo -y está teniendo- una vida larga, pues sólo va deshaciéndose poco a poco, y aún subsiste en nuestros días.
Por dirigirse a un público del cual amplios sectores continuaban así desorientados, algunos Papas se empeñaron en rectificar ciertos juicios unilaterales e ilimitadamente severos respecto a la tan astutamente manejada trilogía; y otros, en cambio, se empeñaron en impedir que la inocuidad intrínseca de sus términos engañase al público acerca de la perversidad esencial de aquella gran convulsión de finales del siglo XVIII, que atravesó el siglo XIX y casi todo el XX usando los rótulos de socialismo o comunismo, y que, en su contenido más genuino, está muriendo actualmente en el Este europeo o, más bien, va allí metamorfoseándose en busca de nuevos vocablos, nuevas fórmulas, nuevos ardides, para alcanzar sus finalidades radicalmente ateas, quizá más bien panteístas y, en cualquier caso, absoluta e universalmente igualitarias.
(Fin del Apéndice II - LA TRILOGIA REVOLUCIONARIA ... - Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", pp. 203 y ss.)
Puede ser que haya notado el lector aquí y allá, a lo largo de los textos citados, una aparente contradicción entre las diversas declaraciones de los Papas que abordan el tema de la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Esta impresión comienza a diluirse a medida que se tiene en cuenta que, consideradas rectamente en sí mismas -y por tanto a la luz de los principios católicos- cada una de esas palabras designa conceptos dignos de admiración. Fue lo que algunos Papas se empeñaron en realzar.
Sin embargo, la generalidad de los pensadores y escritores que prepararon la Revolución Francesa, bien como los hombres de acción que urdieron la tremenda conmoción político-social que hizo estremecer a Francia a partir de 1789, y los panfletarios y demagogos que la llevaron a la calle, impeliéndola a practicar tantas injusticias y tan terribles crímenes, no entendían así esas palabras, pues se lanzaron todos a una a demoler la Religión, al odio contra toda autoridad legítima y a la negación furiosa de todas las desigualdades, aun cuando fueran justas y necesarias.
Alabar en sí misma la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad" no quiere decir que se aprueben los radicales y absurdos errores que los revolucionarios, considerados en bloque, sobreentendían en esas palabras, errores éstos que dejaron patentes todos sus matices en el último y extremo lance de la Revolución Francesa, que fue la insurrección comunista de Babeuf,2 la cual dejaba ver hasta qué punto estaba entrañado en la Revolución de 1789 el germen del comunismo -síntesis de errores religiosos, filosóficos, políticos, sociales y económicos- al cual debemos las incalificables desgracias morales y materiales en que se debaten hoy los pueblos del Este Europeo.
1) Insegnamenti, vol. VII, I, pp. 447-448.
2) Babeuf, François Noël (1760-1797) - Revolucionario francés. Lideró el movimiento de la "Conjuración de los Iguales" que actuó durante el invierno de 1795 a 1796, constituyendo "la primera tentativa de hacer entrar el comunismo en la realidad". Publicó el "Manifiesto de los Iguales", que predicaba la comunidad de bienes y de trabajos y que fue "la primera forma de la ideología revolucionaria de la nueva sociedad nacida de la propia Revolución. Por el babuvismo, el comunismo, hasta entonces fantasía utópica, estaba erigido en sistema ideológico; por la Conjuración de los Iguales entraba en la Historia Política" (Albert SOBOUL, La Révolution Française, Gallimard, París, 1962, vol. II, pp. 216 y 219).
Con respecto al papel desempeñado por Babeuf en la continuidad del movimiento revolucionario, afirma Marx en la obra blasfemamente titulada por él La Sagrada Familia: "El movimiento revolucionario que comenzó en 1789 en el Círculo Social, que tuvo a Leclerc y Roux por representantes principales a lo largo de su evolución y acabó por sucumbir temporalmente con la conspiración de Babeuf, había hecho brotar la ideología comunista que Buonarroti, amigo de Babeuf, reintrodujo en Francia tras la revolución de 1830. Esta ideología, desarrollada en todas sus consecuencias, constituye el principio del mundo moderno" (apud François FURET, Dictionnaire Critique de la Révolution Française, Flammarion, París, 1988, p. 199).
El movimiento de Babeuf fue combatido por el Directorio. Éste fue preso y ejecutado en 1797.
Uno de los ardides utilizados con más éxito por la Revolución Francesa consistió precisamente en lanzar en la confusión a muchos espíritus simples y desprevenidos, utilizando palabras honestas e incluso dignas de alabanza para rotular un monstruoso cúmulo de errores doctrinales y de criminales acontecimientos. Muchos de esos espíritus eran así llevados a admitir que las doctrinas de la Revolución Francesa eran buenas en su raíz, aunque hayan sido muy reprobables en su mayoría los hechos revolucionarios. Otros de ellos entendían, sin embargo, que las doctrinas que generaron semejantes acontecimientos no podían ser menos reprobables que los mismos, deduciendo de ahí que la trilogía inculcada como síntesis de esas doctrinas perversas era digna de la misma repulsa.
La dañina confusión en que unos y otros se encontraban tuvo -y está teniendo- una vida larga, pues sólo va deshaciéndose poco a poco, y aún subsiste en nuestros días.
Por dirigirse a un público del cual amplios sectores continuaban así desorientados, algunos Papas se empeñaron en rectificar ciertos juicios unilaterales e ilimitadamente severos respecto a la tan astutamente manejada trilogía; y otros, en cambio, se empeñaron en impedir que la inocuidad intrínseca de sus términos engañase al público acerca de la perversidad esencial de aquella gran convulsión de finales del siglo XVIII, que atravesó el siglo XIX y casi todo el XX usando los rótulos de socialismo o comunismo, y que, en su contenido más genuino, está muriendo actualmente en el Este europeo o, más bien, va allí metamorfoseándose en busca de nuevos vocablos, nuevas fórmulas, nuevos ardides, para alcanzar sus finalidades radicalmente ateas, quizá más bien panteístas y, en cualquier caso, absoluta e universalmente igualitarias.
(Fin del Apéndice II - LA TRILOGIA REVOLUCIONARIA ... - Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", pp. 203 y ss.)
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