viernes, 12 de julio de 2013

Eran una minoría, pero de ninguna manera una aristocracia






                     Los Iluministas, Weishaupt y Damilaville -"el odiador de Dios"- y sus terribles discípulos, Marat y Robespierre, promotores del "Terror comunista" (como llamó al período del Terror el  historiador Pierre Gaxotte, en La Révolution Française)
“Eran una minoría, pero de ninguna manera eran una aristocracia”
Un colaborador de este sitio  recibió de un amigo
el escrito de Alberto Buela “El Martín Fierro y la dirigencia política”.
Reproducimos el escrito y el comentario de nuestro colaborador, que tratan cuestiones de gran interés y actualidad.

Querido Amigo:
Gracias por el envío.  Te mando un rápido comentario al escrito de Buela
Creo que el Martín Fierro tiene una cantidad de elementos de sensatez y sabiduría popular útiles para inspirar a buenos dirigentes y gobernantes, y aunque el arte de gobernar tiene mucho de intuitivo, para dirigir un país como la Argentina o formar dirigentes hay que tener en cuenta, ante todo, los principios católicos y la experiencia y enseñanzas de la historia.
No me queda del todo claro el pensamiento de Buela respecto de los iluministas, que él presenta en contraposición a la idea de que el poder viene “de abajo”. Ellos inventaron una idea generalmente mal conocida, llamándola “voluntad general”, y se presentaban como los representantes, los profetas, los gurús de esa artificial “voluntad popular”. Por eso eran una minoría, pero de ninguna manera eran una aristocracia.
Fueron ellos los que, desfigurando la noción orgánica de pueblo, y de los derechos y obligaciones que éste tiene, deformaron la idea de soberanía popular confundiéndola –ellos y/o quienes pusieron en práctica sus teorías-  con el derecho absoluto de imponer cualquier ley o cambio por el sufragio universal, por el número, por la demagogia, no por la justicia ni la tradición. Dogmas políticos que permiten justificar cualquier injusticia y aún barbaridad contra la Ley de Dios y la Ley Natural –por ejemplo las leyes contra la vida- con el solo requisito de ser impuesta por inauténticos “representantes del pueblo”, carentes de verdadera representatividad popular, que abusan del mandato concedido por los electores y suelen ser digitados por el Ejecutivo o el partido. Y a eso pretenden llamarlo “democracia”, gobierno del pueblo…
Razón por la cual tales “dogmas” , que fueron impuestos por la Revolución Francesa,  han sido justamente condenados como “la suma de las enseñanzas de los falsos profetas” por el magisterio tradicional de esa Iglesia que el gaucho debe tener, conforme al Martín Fierro, que no es otra, en Argentina, que la Iglesia Católica.
San Pío X –Papa de origen campesino- condenó la idea de que la democracia (¡peor aún la partidocracia!) sea el único régimen justo de gobierno, considerando, con la escuela perenne de Santo Tomás, que el mejor sistema es la monarquía orgánica, en que el Rey decide en ciertos asuntos, la aristocracia en otros, y el pueblo en otros. Una combinación equilibrada de los tres sistemas de gobierno, monarquía, aristocracia y democracia.
Esto no significa que cada país deba tener una monarquía, pero sí un gobierno orgánico, como era, por ejemplo, el de los cabildos, con su ideal de representación a través de los vecinos más destacados (y no divididos en partidos o bloques antagónicos), suprimidos por el centralismo que preparó el asfixiante superestado moderno.
Asimismo, la prédica iluminista y pseudo-democrática ha ocultado la noción de clase dirigente, cuando en realidad es una bendición para un pueblo tener una verdadera aristocracia , que es la influencia de los más dedicados, capaces y rectos, en ese sentido el “gobierno de los mejores”,  en la concepción griega clásica y en la concepción católica, indisociable de virtud –noción fundamental sin la cual cualquier gobierno se transforma en azote del pueblo.
Me parece muy oportuna la crítica al indigenismo, la mención –¡tan silenciada!- de que los indios no son realmente originarios sino llegados anteriormente (en oleadas poblacionales que expulsaban violentamente a los pueblos asentados previamente, al estilo de los Aztecas), y que el criollo es el americano pleno y “original”. Que armoniza el elemento latino e hispánico con el indígena dentro de una cultura matizada y cristiana.
Asimismo, es adecuado mostrar, como lo hace el autor, que los líderes populistas/socialistas bolivarianos no son indios sino criollos disfrazados de aborígenes para fines propagandísticos e ideológicos de dominación despótica de los pueblos iberoamericanos.
Finalmente, adjunto una síntesis (*) de lo que es verdaderamente una aristocracia, considerando muy deseable para nuestra América mejorar la realidad social para formar un verdadero pueblo, con personas y segmentos dirigentes auténticos en todos los niveles, y una clase dirigente que responda a los criterios católicos tradicionales.(...)

(*) ver desarrollo del concepto de aristocracia católica a partir de las siguientes entradas:
 http://aristocraciacatolica.blogspot.com.ar/2009/05/la-aristocracia-en-el-pensamiento-de-un.html


A continuación, la nota de Alberto Buela:


             El Martín Fierro y la dirigencia política

                                                                           Alberto Buela (*)

Desde Salamanca, en 1894 don Miguel de Unamuno fue el primero de los grandes pensadores que se ocupó del Martín Fierro, el poema nacional de los argentinos (1872/79). Y en ese escrito liminar dedicado al “docto y discretísimo don Juan de Valera” , trae una estrofa del poema gauchesco que bien puede  servir de definición para la chata dirigencia política actual:

De los males que sufrimos,
Mucho hablan los puebleros,
Pero son como los teros
Para esconder sus niditos;
En un lado pegan los gritos,
Y en otro tienen los huevos.

Si hay algo que caracteriza a la dirigencia política contemporánea es el simulacro. Primero, con un discurso político que  enuncia un compromiso pero con el que nunca se compromete  y segundo, porque en el mejor de los casos solo administra los conflictos pero no los  resuelve.
Todo ello bajo la mascarada de defender los derechos de los más necesitados levantando la bandera de los derechos de tercera generación, cuando no se cumplen ni siquiera los derechos humanos de primera generación como lo son el derecho a la vida, la libertad,  el trabajo y la seguridad.

Así, esta dirigencia política habla mucho - clase discutidora la llamó Donoso Cortés: “de los males que sufrimos mucho hablan los puebleros”-  pero disimula sus intereses de clase o personales en ese mismo discurso – para esconder sus niditos en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos-. Así los niditos y sus huevos son sus verdaderos intereses que están muy bien ocultados en su discurso político.

 El Martín Fierro representa figurativamente al pueblo argentino y lo que este pueblo sufrió después de la denominada dictadura de Rosas (1829-1852).
Los padecimientos del gaucho (el pueblo pobre) que comienzan con la caída “del dictador”, según el discurso político de entonces, son relatados por José Hernández en un poema épico de factura inspirada. Se produjo uno de los raros casos en que la inspiración supera la capacidad del poeta. O dicho de otra manera, el poema es superior a las cualidades naturales del poeta.
Se lo quiso imitar, plagiar, vilipendiar, censurar, silenciar pero siempre salió indemne. El Martín Fierro está ahí como un hecho irrecusable. Como el testimonio permanente de aquello que se debe hacer y no se debe hacer con el pueblo. Y en esto posee un valor universal pues es aplicable a toda latitud y gobierno político.
Pongamos por ejemplo, un caso conocido por todos los iberoamericanos, el de los dos últimos  gobiernos de España (Psoe y PP) cuyos dirigentes políticos han hablado mucho de los males que padece el pueblo español pero, por otro lado, aparecen los chanchullos, esto es, los niditos y los huevos, de esos mismos dirigentes.
Ahora bien, ésta que acabamos de hacer es la descripción de un fenómeno dado, pero ¿tiene el Martín Fierro alguna propuesta como para poder salir de tal estado de injusticia y opresión? Nosotros creemos que sí, aunque hay algunos ilustrados que afirman que no, como lo hace Rodolfo Kusch, cuando afirma muy suelto de cuerpo: Fierro…no nos dice en qué consiste la redención argentina.” [1]
Martín Fierro explicita esta redención, esta liberación de los males que padece el gaucho (el pueblo) a tres niveles:

a) a nivel de propuesta cuando afirma:

Es pobre en su orfandad
De la fortuna el desecho
Porque nadies toma a pecho
El defender a su raza;
Debe el gaucho tener casa,
Escuela, Iglesia y derechos.

b) en orden al método o camino a seguir:

Mas Dios ha de permitir
Que esto llegue a mejorar,
Pero se ha de recordar
Para hacer bien el trabajo,
Que el fuego pa calentar,
Debe ir siempre desde abajo

c) a nivel de conducción:

Y dejo rodar la bola,
Que algún día se ha de parar...
Tiene el gaucho que aguantar
Hasta que lo trague el hoyo,
O hasta que venga algún criollo
En esta tierra a mandar.

Estos tres niveles que destacamos marcan una línea clara y definida de los elementos que hay que tener en cuenta, necesariamente, para el buen gobierno:
a) las reivindicaciones que todo gobierno que se precie de justo, de cualquier latitud de la tierra, tiene que llevar a cabo para el “restablecimiento de la justicia” dándole a cada uno lo que le corresponde y al pueblo más pobre “casa, escuela, Iglesia y derechos”.
b) El origen último del poder debe nacer como el fuego siempre desde abajo. Esto va en primer lugar contra las tesis iluministas de que son los ilustrados los que saben gobernar. El sentido popular del Martín Fierro está acá presente pero no es un populismo bastardo que se reduce a “el pueblo siempre tiene razón”, sino que exige además que la voluntad de este pueblo sea como el fuego, pero no el que quema sino el que sirve para calentar. Reclama y caracteriza el poder como servicio.
c) Finalmente, se ocupa del conductor, del líder, del príncipe como decía los antiguos tratadistas. Y exige que éste tenga característica de criollo: O hasta que venga un criollo en esta tierra a mandar. Y acá tenemos que detenernos un poco, porque Martín Fierro no dice “un gaucho” sino “un criollo”.
Según nuestra información el primero que hiciera esta distinción fue Juan Carlos Neyra en un impecable, breve y profundo ensayo, no tenido en cuenta por la multitud de intelectuales cagatintas que han hablado sobre el Martín Fierro.  El concepto de gaucho implica una forma de vivir que necesariamente se da en el campo, en donde éste muestra todas sus habilidades camperas en el trabajo con la hacienda, todas sus pilchas, todas sus destrezas en juegos como el pato, la taba, la sortija y en danzas como el triunfo, el gato, la zamba, la cueca, la chacarera o el chamamé. En donde los silencios tienen sus sonidos y los trabajos sus tiempos en un madurar con las cosas, tan propio del tiempo americano.
¿Y lo criollo entonces?. Criollo es aquel que interpreta al gaucho y lo criollo es un modo de sentir, una aproximación afectiva a lo gaucho. Es por  eso que el gaucho es necesariamente criollo pero un criollo, puede no ser gaucho. De allí que esos viejos camperos de antes decían: Nunca digas que sos gaucho, que los otros lo digan de vos.
Así,  pudo acertadamente escribir, este olvidado ensayista: Si gaucho es una forma de vivir, criollo es una forma de sentir” [2]
El gaucho de alguna manera ha ido lentamente desapareciendo porque su forma de vida y de trabajo ha ido cambiando, mientras que lo criollo determina el aspecto esencial de nuestro pueblo.
Esa forma de sentir lo gaucho es la mejor defensa frente a la colonización cultural y la que nos determina como pueblos originarios de América con sus arquetipos emblemáticos como lo fueron el gaucho, el montubio, el llanero, el cholo, el huaso, el ladino, el boricua, el charro, el pila, etc.
Nosotros que no somos ni tan europeos ni tan indios somos los verdaderos y genuinos “pueblos originarios” de América y no como pretende el llamado indigenismo, que quiere construir una identidad en contra, básicamente, de España, renunciando a lo que ya se es. ¿O acaso Evo Morales, Correa, Chávez o Rigoberta Menchú son indios?. No, ellos son criollos que renunciando a lo que son, construyen un aparato ideológico para ser otra cosa.
Y esa “otra cosa” está al servicio de las iglesias evangélicas y mormonas norteamericanas o tiene sus oficinas en Londres como los pseudo mapuches del sur de Chile.
El hombre criollo que somos la inmensa mayoría los americanos que, cambiando lo que haya que cambiar, es como el tertius genus de San Pablo para definir a los cristianos que no son ni paganos y judíos (Gálatas, 3:28). Somos antropológicamente el producto más original que América ha dado al mundo. A ese carácter de “originales” no  podemos renunciar porque nos llevaría puestos a nosotros mismo transformándonos en “otra cosa”.
En cuanto a los indios, que también son inmigrantes en América, tienen sobre nosotros sólo la “originariedad”, la cualidad de haber llegado primeros, pero no la “originalidad” que es el carácter propio de nosotros los criollos respecto de todos los tipos humanos que pueblan en mundo. Esto es clave, si no se lo entiende, le pasa como a aquel paisano: Que hombre que sabe cosas, el hombre de este albardón, que hombre que sabe cosas, pero cosas que no son.
Vimos como el Martín Fierro puede leerse en clave política como un proyecto nacional donde, como dijo alguna vez el peronismo, hay una sola clase de hombre: el trabajador. Que en el caso del poema épico argentino-americano es el gaucho, y así lo dice sin ambages ni tapujos:

Soy gaucho, y entiendanló
Como mi lengua lo explica:
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor;
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el sol
.


(*) 
Arkegueta, aprendiz constante, mejor que filósofo




[1] La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, ed. Cimarrón, 1975, p. 108
[2] Neyra, Juan Carlos: Introducción criolla al Martín Fierro, ed. Huemul, 1979, p.22.-

1 comentario:

  1. Una docente chaqueña nos escribe: muchas gracias queridos hermanos; considero que este documento es altamente esclarecedor y coincido con él plenamente. La dirigencia es una necesidad de los pueblos porque no existe la igualdad total sino ante Dios y la ley, y si ella busca el perfeccionamiento propio para contribuir con la elevación, orientación y protección de la vida de los gobernados, cumple realmente su misión
    Muchas veces el desconocimiento de la clara acepción de los términos lleva a confusiones y divergencias que dificultan la b uena relación humana. Cordiales saludos. "
    Agradecemos este lúcido comentario.
    ARISTOCRACIA y SOCIEDAD ORGANICA

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