Continuamos con la entusiasmante tarea de comentar ARISTOCRACIA y SOCIEDAD ORGANICA, inspirados en esa fuente inagotable que es "Nobleza y élites tradicionales análogas", obra maestra para la necesaria restauración de la civilización cristiana, de Plinio Corrêa de Oliveira.
Hemos cerrado un hito al difundir y comentar el Apéndice IV del libro, que el autor consagró al tema de la aristocracia, basado en textos del Cardenal español Herrera Oria -en su enciclopedia "Verbum Vitae".
Después de haber así abordado el tema ARISTOCRACIA, queremos hacerlo ahora con el de SOCIEDAD ORGANICA. El texto que publicamos tiene dos partes: la primera (que sigue a continuación) caracteriza a grandes rasgos la sociedad orgánica con ejemplos europeos; la segunda, que publicaremos próximamente, se refiere a la sociedad orgánica en el Tucumán hispano-indígena. Ambos textos pertenecen al ensayo"DEVISADERO de LUCES DORADAS en ...AQUEL REINO del TUCUMAN", que ha sido presentado en diversos congresos y jornadas de Historia y Genealogía.
Una vez presentada la Sociedad Orgánica, como lo hicimos con la Aristocracia, continuaremos publicando y comentando "Nobleza y élites tradicionales análogas" , satisfaciendo así el legítimo deseo de nuestros lectores, cuyos comentarios agradecemos.
Cordialmente, COMISION DON PELAYO
envíe su comentario directamente luego de cada entrada o escríbanos a: donpelayodeasturias@gmail.com
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· La sociedad orgánica, jerárquica, armónica y familiar
La sociedad orgánica es otro concepto que tomamos, con agradecimiento, del caudal doctrinario del ya citado Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Lamentablemente, nunca llegó a consagrarle una obra, pero en escritos y conferencias, como su famosa serie de artículos sobre "Ambientes, Costumbres, Civilizaciones", le dedicó sabias y matizadas consideraciones oponiéndola, según el tema analizado, a la sociedad mecanizada, a la padronización, al anonimato, al totalitarismo de diversos sistemas políticos que caracterizaron el siglo XX –v.gr. el socialismo, el nacional-socialismo y el comunismo-, como también al frenesí hedonista y masificante de la revolución cultural “hollywoodiana”.
La sociedad orgánica es una "familia de familias", como lo fue el feudalismo[i]. Es como una gran familia de almas, en que las personas se conocen y las estirpes familiares se entrelazan, hay tradiciones vivas que impregnan la vida social y política, y la naturaleza y el campo están presentes; en la que orgánicamente se van formando las instituciones con amplia participación de los vecinos y de todos los elementos que la componen, organizada jerárquicamente; en que las jerarquías varían al infinito.
La sociedad orgánica se va formando con toda la espontaneidad posible dentro del mayor respeto al orden. Las instituciones, las familias, las personas van creciendo como árboles de un parque, sin dejar que sus ramas invadan las de un árbol vecino.
Algo de su perfume se trasunta en la frase de Talleyrand: "el que no vivió antes de la Revolución Francesa, no conoce la dulzura de vida". Fue la “dulce Francia" de los tiempos del "Rey Cristianísimo" que destiló una realidad de sonido musical: "douceur de vivre".
Nuevamente nos precavemos contra la visión idílica de este concepto y de la realidad concreta de donde surgió. Sabemos que, bajo muchos aspectos, la vida "es un valle de lágrimas" donde, para edificar algo, hay que luchar mucho, y más aún para conservarlo; donde todo es, en cierta medida, efímero y débil, a causa de las tendencias desordenadas del hombre y también porque hay un solo Ser eterno que es El que es, y que nos invita -a través de la propia precariedad de la vida- a aspirar a las grandes serenidades y a las inimaginables alegrías espirituales y sensibles de la vida eterna, que estamos llamados a gozar en cuerpo y alma: "la vie est ton navire et non pas ta demeure", dijo Teresita de Lisieux[1].
Es misión de la sociedad orgánica mantener vivos los deseos de lo metafísico, de lo sobrenatural, a través del arte, del lenguaje de los símbolos, ámbito en el que la heráldica ha constituido todo un mundo de imágenes y significados.
A pesar de los aspectos duros de la vida, hay formas de organizar la existencia que la hacen más humana, más suave, más acogedora. Aquella campiña francesa, con sus viñedos, castillos y casas grandes, donde la gran familia campesina se reunía en torno a la mesa presidida por el paterfamilias que describe Funck-Brentano en "El Antiguo Régimen", aquella Viena de Schubert y Mozart que pinta Marcel Brion, con sus orquestas familiares y sus campesinos robustos y contemplativos, capaces de destilar un "Stille Nacht"; aquel Portugal de nobles quintas que evocó Eça de Queiroz en "La Ciudad y la Sierra", aquella España de don Felipe y de Santa Teresa, de Sor María de Agreda y su "mística ciudad de Dios", la España de Avila y de Toledo, del Madrigal de las Altas Torres que vio nacer a Isabel la Católica… La de coplas y romances, la de majos y toreros, la de guitarras pulsadas con acordes gitanos, a la luz de la luna, en los patios andaluces.
Esas ciudades en las que -como en Viena- el emperador podía pasear de a pie, seguido a prudente distancia por sus súbditos, que eran como hijos, parando a conversar en una esquina con un vendedor de flores o un lustrabotas..., o siendo consolado por su pueblo, ante la derrota frente a Napoleón, al grito de: “¡No importa, nos tienes a nosotros!” Todo esto evoca mejor que una definición a la sociedad orgánica.
[1] "La vida es tu navío y no tu morada".
[i] Cf. Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y Elites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", Ed. Fernando III el Santo, Madrid, vol. I, 3ª. Edición, Secc. Documentos, VIII, El feudalismo, obra de la familia medieval, p. 311 y ss.
Cfr. "Devisadero de luces doradas en ...aquel reino del Tucumán", Luis María Mesquita Errea, "Crónicas del Tucumán" nº 1, La Rioja, 2008
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