miércoles, 21 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (10) - Cap. III - Caracteres de esa crisis: universal, una, total, dominante y procesiva (R-CR 10, C. III, I)

 


Capítulo III

 

Caracteres de esa crisis

 

Por más profundos que sean los factores de diversificación de esa crisis en los diferentes países de hoy, ella conserva, siempre, cinco caracteres capitales:

1. Es universal

Esa crisis es universal. No existe hoy pueblo que no esté alcanzado por ella, en mayor o menor grado.

2. Es una

Esa crisis es una. Es decir, no se trata de un conjunto de crisis que se desarrollan paralela y autónomamente en cada país, ligadas entre sí por algunas analogías más o menos relevantes.

Cuando ocurre un incendio en un bosque, no es posible considerar el fenómeno como si fuesen mil incendios autónomos y paralelos, de mil árboles vecinos unos de otros. La unidad del fenómeno "combustión", ejerciéndose sobre la unidad viva que es el bosque, y la circunstancia de que la gran fuerza de expansión de las llamas resulta de un calor en el cual se funden y se multiplican las incontables llamas de los diversos árboles, todo, en fin, contribuye para que el incendio del bosque sea un hecho único, que engloba en una realidad total  los mil incendios parciales, por más diferente que sea cada uno de éstos en sus accidentes.



La Cristiandad occidental constituyó un solo todo, que trascendía a los diversos países cristianos, sin absorberlos. En esa unidad viva se operó una crisis que acabó por alcanzarla por entero, por el calor sumado y, más aún, fundido, de las cada vez más numerosas crisis locales que desde hace siglos se vienen interpenetrando y entreayudando ininterrumpidamente. En consecuencia, hace mucho que la Cristiandad, en cuanto familia de Estados oficialmente católicos, cesó de existir. De ella restan como vestigios los pueblos occidentales y cristianos. Y todos se encuentran actualmente en agonía bajo la acción de este mismo mal.

3. Es total

Considerada en un determinado país, esa crisis se desarrolla en una zona de problemas tan profunda, que se prolonga o se desdobla, por el propio orden de las cosas, en todas las potencias del alma, en todos los campos de la cultura, en fin, en todos los dominios de la acción del hombre.

4. Es dominante

Encarados superficialmente, los acontecimientos de nuestros días parecen una maraña caótica e inextricable, y de hecho lo son desde muchos puntos de vista.

Sin embargo, es posible discernir resultantes, profundamente coherentes y vigorosas, de la conjunción de tantas fuerzas desvariadas, siempre que éstas sean consideradas desde el ángulo de la gran crisis de que tratamos.

En efecto, al impulso de esas fuerzas en delirio, las naciones occidentales van siendo gradualmente impelidas hacia un estado de cosas que se va delineando igual en todas ellas, y diametralmente opuesto a la civilización cristiana.

De donde se ve que esa crisis es como una reina a quien todas las fuerzas del caos sirven como instrumentos eficientes y dóciles.

5. Es procesiva



Esa crisis no es un hecho espectacular y aislado. Constituye, por el contrario, un proceso ya cinco veces secular, un vasto sistema de causas y efectos que, habiendo nacido, en determinado momento, con gran intensidad, en las zonas más profundas del alma y de la cultura del hombre occidental, viene produciendo, desde el siglo XV hasta nuestros días, sucesivas convulsiones.

A este proceso bien se pueden aplicar las palabras de Pío XII relativas a un sutil y misterioso "enemigo" de la Iglesia:

"El se encuentra en todo lugar y en medio de todos: sabe ser violento y astuto. En estos últimos siglos intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social, de la unidad en el organismo misterioso de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un “enemigo” que se volvió cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que aún sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios está muerto; y hasta Dios jamás existió. Y he ahí, ahora, la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en señalar como las principales responsables por la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios" (Alocución a la Unión de Hombres de la A. C. Italiana, 12.X.1952 – “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIV, p. 359).

Este proceso no debe ser visto como una secuencia puramente fortuita de causas y efectos, que se fueron sucediendo de modo inesperado. Ya en sus comienzos esta crisis poseía las energías necesarias para reducir a acto todas sus potencialidades, las cuales en nuestros días se conservan bastante vivas como para causar, por medio de supremas convulsiones, las destrucciones últimas que son su término lógico.

Influenciada y condicionada en sentidos diversos por factores extrínsecos de todo orden -culturales, sociales, económicos, étnicos, geográficos y otros- y siguiendo a veces caminos bien sinuosos, ella va, no obstante, progresando incesantemente hacia su trágico fin.

Plinio Corrêa de Oliveira

Revolución y Contra-Revolución (10) -  Cap. III - Caracteres de esa crisis: universal,  una, total, dominante y procesiva (R-CR 10, C. III, 1)

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
N.d.l.R.: los subrayados son de la Redacción de "Aristocracia y Sociedad Orgánica"

No hay comentarios:

Publicar un comentario