martes, 23 de abril de 2019

Sobre la beatificación del Obispo Angelelli - Del sitio "Fiel y Veraz"

Fiel y Veraz

QUE RESTAURAR: "Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea, la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal". Plinio Corrêa de Oliveira, "Revolución y Contra-Revolución" https://romanosresistentes.blogspot.com/

MARTES, 9 DE ABRIL DE 2019

Sobre la beatificación del Obispo Angelelli

Sobre la beatificación 
              del Obispo Angelelli
La izquierda pretende crear una sensación de unanimidad levantando un vocerío de apoyo y de aplauso  a la beatificación de  Mons. Angelelli y la de sus tres acompañantes. 
Venciendo  el cansancio impotente que podría suscitar  especialmente en los católicos esa aparente unanimidad, queremos expresar nuestra indignación como fieles que amamos a la Iglesia, santa e inmaculada, y advertir al mismo tiempo contra este fraude que deforma su imagen, corroe la fe y amenaza la nación.
Todo católico, toda persona honrada medianamente informada en nuestro país, sabe muy bien, porque es público y notorio, que el obispo Angelelli,  antes que un santo fue un propagandista y un partidario de la guerrilla comunista de los "montoneros". 
Esto desconcierta a los fieles y deforma sus conciencias. 
Es propiamente escandalizar al pueblo fiel con esa decisión: la Congregación para las Causas de los Santos propone elevar a la honra de los altares un modelo de católico radicalmente opuesto al Ejemplo divino, Nuestro Señor Jesucristo.
Según la sabiduría sobrenatural de la Iglesia, los santos son propuestos como ejemplos de una vida virtuosa de acuerdo al modelo divino que es Nuestro Señor. De ahí el extremo cuidado que otrora se tomaban antes de declarar solemnemente la santidad de un fiel.
Dios mismo los glorifica, concediéndoles gracias extraordinarias para que practiquen la virtud heroica; constituyéndolos por su vida ejemplar en símbolos de la santidad y de la gloria de Dios.
La beatificación de Angelelli contraría la misión de la Iglesia. Haciéndolo  –Dios no lo permita-, ella prestigia a su mortal enemigo, el comunismo, definido por Pío XI como “intrínsecamente perverso”, y nos aproxima a regímenes inicuos como los de Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Rusia, China.
Los principios de la fe, ya tan debilitados en el mundo católico, se ven todavía más oscurecidos por el "mensaje" que significa "canonizar" un miembro del episcopado que apoyó abiertamente a la guerrilla comunista llena de un odio diabólico y homicida.
Colocar en la galería de los santos de la Iglesia Católica hombres como ese, es confirmar la denuncia de Paulo VI, de que "el humo de Satanás penetró en la Iglesia" y realizar un acto de autodemolición.
¿Qué es lo que se pretende con esta beatificación? ¿Un santo de la Iglesia Católica de siempre o de una nueva religión, igualitaria, desacralizada y puesta al servicio del comunismo! 

En Fátima, la Virgen Santísima denunció los pecados del mundo y los castigos terribles que merecen: "naciones enteras desaparecerán..." Pidámosle a Ella, que bajo su advocación de Virgen de Luján, así como nos asistió y nos formó como una nación auténticamente católica, a pesar de las persecuciones que sufrió por parte de las autoridades temporales, nos conserve hoy en la fidelidad a pesar de las autoridades espirituales que imponen una tal probación a nuestro espíritu católico.
5 de abril de 2019, festividad de San Vicente Ferrer, llamado “el Angel del Apocalipsis” por su combate a los desvíos de su época 


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domingo, 14 de abril de 2019

SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMERICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO - Una visión católica, tradicional y señorial de nuestra historia - Notas 1 y 2




Una visión católica, tradicional y señorial de nuestra historia: "Siglos de Fe..." (1ª nota) -
Comenzamos hoy a publicar un ensayo de visión católica y tradicional de aspectos fundamentales de la historia argentina, teniendo en cuenta, con el realce que merece, la acción de las clases dirigentes tradicionales que se formaron a partir del siglo XVI. Agradecemos a nuestros lectores sus aportes y ponemos a su disposición el trabajo completo.

SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830)

Luis María Mesquita Errea 


Objetivo:
brindar un panorama del desarrollo de la Civilización Cristiana en Argentina durante el período hispánico, y mostrar la crisis que sufrió en los períodos iluminista-absolutista y de ruptura de lazos con España.
Es de fundamental importancia para entender y valorar nuestra identidad comprender que lo que se encuentra en nuestros orígenes no es sólo la extensión de la civilización hispánica del siglo XVI a esta parte de América sino una realidad superior, que existió vigorosamente y aún existe, como lo enseña San Pío X:
• (...) la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad: omnia instaurare in Christo" (Notre Charge Apostolique ).
Procuraremos mostrar con ejemplos su formación y el ataque planificado de que fue objeto a partir del siglo XVIII, apoyados en tres pilares: la Fe católica y las enseñanzas pontificias, los datos históricos y la sana crítica.

Abordando el tema
Con los matices y excepciones que comportan las divisiones temporales, consideramos a grandes rasgos cuatro períodos, teniendo en cuenta ciertas constantes:
I. Fundacional –al que llamamos “Siglo de Oro”-, circa 1530-1630;
II. De consolidación –que llamaremos “Siglo de Plata”-, ca. 1630-1750;
III. Del resquebrajamiento provocado del Imperio Español (ca. 1750-1810);
IV. De ruptura de vínculos con España y acción de gobiernos influenciados por las ideas de la Revolución Francesa, que deben reconocer la catolicidad del pueblo argentino (ca. 1810-1830)

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EL PERIODO FUNDACIONAL - Nuestro "Siglo de Oro" (ca. 1530-1630) - Ensayo de visión católica de nuestra historia (2º nota)

Entronque entre casas nobles de España y de América - Casamiento de D. Martín de Loyola con la ñusta Beatriz Clara Coya - Una nueva civilización cristiana , hispano-indígena, nacía en América.

I. PERÍODO FUNDACIONAL – “SIGLO DE ORO” (ca. 1530-1630)
Está marcado por fundaciones perdurables y procesos creadores que justifican llamarlo nuestro “Siglo de Oro”.
Evangelización
Se inicia el más valioso y decisivo de estos procesos: la evangelización, meta primordial perseguida por los Reyes de la Casa de Austria en América, herederos del afán misionero de Isabel la Católica, expresado en su célebre codicilo:"Cuando nos fueron concedidos por la Santa Sede Apostólica las islas y tierra firme del mar océano, nuestra principal intención fue de procurar inducir y traer los pueblos de ellas y los convertir a nuestra Santa Fe Católica (...)”. Esta “principal intención” es reiterada constantemente y da lugar a una de las mayores obras de apostolado de la Historia.

Ciudades
Comienza la etapa de fundación de ciudades, uno de los bienes más preciados que, con la Fe, la lengua y la unidad política y cultural, aporta España. Es un proceso coherente, como se ve en el Tucumán. En la precariedad inicial, dentro de las limitaciones materiales y con visión de futuro, nacen con aspiraciones de cristiana grandeza. Concretan un excelente ordenamiento jurídico y se inspiran en una sublime concepción de la vida, un estilo, una cultura, que es parte viva de la Cristiandad; se dan en el marco del estado misional español, como lo define Cayetano Bruno, S.D.B.

Las ciudades son el alma de los nuevos reinos de ultramar, miembros geográficamente lejanos nutridos de la savia de un Imperio que asume la misión de extender la Fe y defender el mundo cristiano contra los musulmanes y herejes y promover la Contra-Reforma.

Una aspiración parcialmente realizada, a la espera de su plena concreción
Esto no se da de manera perfecta e íntegra, pues ya están presentes los fermentos de la crisis cultural del Renacimiento y de la pseudo-Reforma protestante. Ambos movimientos son parte de esa misma Revolución plurisecular que denuncia San Pío X, que en la Edad Moderna va generando un tipo humano nuevo: el hombre ávido de ganancias, pragmático, sensual, quisquilloso y autosuficiente .
Estos defectos provocarán enemistades y crisis, e incidirán en guerras entre españoles, como las del Perú, y con los aborígenes, como la de Castañeda y Juan Calchaquí, que produce daños irreparables. El desarreglo tendencial explica la dualidad de proceder de muchos hombres de la Conquista, no siempre coherentes con su acendrada Fe católica, y aún en flagrante contradicción con ella.

Un sueño quedará realizado en parte, y en parte permanecerá latente, a la espera de su entera concreción: el de constituir una Cristiandad de plenitud similar, o aún mayor, a la que se forjó en la Edad Media, realidad histórica que León XIII describe así:

"Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer" (Encíclica Immortale Dei).

Una visión equilibrada y veraz
Aunque menos plena, nuestra Cristiandad, fue auténtica; y confiamos en que algún día desarrollará todas sus potencialidades (cf. L. Mesquita Errea, Puntos clave para una restauración de la Argentina auténtica).

Al describir con admiración sus venerables trazos no olvidamos los factores negativos señalados, evitando caer en una idílica “leyenda rosa”; pero lo negativo no invalida las luminosas realidades históricas que no obstante se dieron. Dignos de mención especial son los portentosos hechos milagrosos, desde Guadalupe en adelante, cuya vigencia se mantiene intacta luego de siglos, que los positivistas y marxistas fingen ignorar, mutilando la Historia.

(Próximo subtema de este acápite: El águila bicéfala – Austria est imperari orbi universi - A.E.I.O.U.)




domingo, 7 de abril de 2019

La nueva aristocracia - Prudente renovación y tradición



Comentado por el autor de Nobleza y élites tradicionales análogas, Prof. Plinio Corrêa de Oliveira

8. La nueva aristocracia

También trata el esquema sobre aquello que llama “nueva aristocracia”.

Si se desea tener una idea exacta sobre la necesaria pero prudente renovación de las aristocracias, hay una metáfora que describiría el hecho con casi entera precisión: el método de purificación en ciertas piscinas contemporáneas. En ellas el agua se renueva incesantemente, pero de un modo tan gradual que pasa desapercibido, o casi desapercibido, para quienes tratan de observar el fenómeno. Se trata, pues, de una renovación auténtica. Sin embargo, la masa de agua está lejos de fluir rápidamente, y menos aún con una precipitación torrencial, impetuosa, revolucionaria podría decirse.

“Con casi entera precisión”, hemos dicho un poco antes, y no, “con entera precisión”, pues en la piscina, la renovación, por más lenta que sea, tiene por objetivo el desaguar de toda la masa de agua, mientras que en la renovación de la Nobleza no es precisamente eso lo que se debe desear; por el contrario, cuanto más lenta ésta sea, tanto mejor será. En efecto, la Nobleza está tan vinculada a la tradición por su propia naturaleza por lo que lo ideal sería que el mayor número posible de familias nobles se conservara indefinidamente por los siglos de los siglos, bajo la condición de que esto no se diese en beneficio de elementos esclerosados, muertos, momificados y, por tanto, incapaces de participar de manera válida en el acontecer ininterrumpido de la Historia.

Esta metáfora corresponde a lo que se ha dicho sobre esta misma materia en el presente libro, [4] y entra en entera sincronía con todo lo que se encuentra a ese respecto en la citada obra del Cardenal Herrera Oria.

“Siendo la aristocracia elemento necesario de una sociedad bien constituida, parece natural, como principio práctico, que se salven las aristocracias históricas, que de ordinario conservan grandes virtudes; y que al mismo tiempo se creen otras aristocracias.

“La aristocracia no puede ser cerrada. Una aristocracia cerrada se hace casta, que es la antítesis de la aristocracia, porque la casta como tal no conoce el principio de la caridad, que es el alma de la aristocracia.

“Desgraciadamente, no pocas veces el virus mundano, al infiltrarse en los medios aristócratas, convierte a éstos en círculos herméticos.

“El gran problema moderno en este campo es precisamente rehacer las clases aristocráticas y crear nuevas formas de aristocracia.”

De ahí nace una pregunta: si una aristocracia ha decaído, y sus miembros ya no son los mejores sino los peores, ¿qué se debe hacer?

Sería preciso crear nuevas clases aristocráticas, sin omitir que se haga lo posible para rehabilitar a la antigua aristocracia: Queda entendido, sin embargo, que si ésta no se deja levantar conviene no pensar más en ella. Si la aristocracia degenera, al cuerpo social le corresponde la misión de engendrar alguna otra salida para la situación, lo que se hará, en la mayor parte de las ocasiones, de modo instintivo y consuetudinario, buscando el apoyo de los elementos sanos que componen la sociedad.

Decimos “instintivamente” porque en las situaciones de emergencia son habitualmente más eficaces el sentido común y las cualidades del pueblo que los planes, a veces brillantes y seductores, de soñadores o burócratas, constructores de “paraísos” y “utopías”, los cuales, por no estar fundados en la realidad, sólo generan, en la mayor parte de las veces, fracasos y decepciones.

                                                                               

Pero si en la aristocracia no existen “mejores”, si no hay en la plebe quien quiera asumir, en virtud del principio de subsidiariedad, la misión de propulsar hacia lo alto, y si en el propio clero se nota una carencia análoga, parece levantarse un problema: ¿Cuál es, entonces, la forma de gobierno que puede evitar la ruina de esa sociedad, de esa nación?

Para resolver este problema no han faltado quienes se hayan puesto a elucubrar soluciones políticas en virtud de las cuales un gobierno supuestamente compuesto de hombres buenos conseguiría resolver la gran cuestión de un modo casi mecánico y desde fuera de un cuerpo social que no está en buenas condiciones.

Ahora bien, cuando todo el cuerpo social no está en buenas condiciones, el problema es pura y simplemente insoluble, y la situación se configura como desesperante: cuanto más se intenta remediarla, tanto más se enreda en sus propias complicaciones y acelera su propio fin. Las situaciones desesperantes sólo pueden resolverse cuando un puñado de personas con Fe, esperando contra toda esperanza —“contra spem in spem credidit” (Rom. IV, 18), elogio que San Pablo hace de la Fe de Abraham— continúa esperando y esperando; es decir, cuando almas llenas de Fe recurren humilde e insistentemente a la Providencia para conseguir de ella una intervención salvadora. “Emitte Spiritum tuum et creabuntur, et renovabis faciem terrae” [5] (Antífona de la fiesta de Pentecostés).

Sin ello es vano esperar que alguna forma de gobierno, sociedad o economía, la salve. “Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam” [6] (Ps. CXXVI, 1).

El denso esquema sobre aristocracia que acabamos de comentar, extraído de la significativa obra elaborada bajo la dirección del Cardenal Herrera Oria, termina con las siguientes consideraciones:

“Decir, pues, que hacen falta almas aristocráticas en nuestros días, es decir que hace falta una clase que se eleve sobre las demás por su nacimiento, por su cultura, por sus riquezas, pero antes que nada y sobre todo por sus virtudes cristianas y por su misericordia sin límites.

“Aristocracia sin reserva abundante de virtudes cristianas perfectas es rótulo vacío, historia sin vida, institución social decaída.

“Su amor, su espíritu y su vida han de ser el espíritu, la caridad y la vida de Cristo.

“En definitiva, sin perfección cristiana habrá aristocracias de hecho y de fachada, pero no aristocracias auténticas, de obras y de derecho.”

Si el lector toma en su sentido propio y natural estas últimas palabras del esquema, se dará cuenta de que está contenido en ellas un juicio sobre la aristocracia del tiempo en que el Cardenal Herrera Oria publicó su obra: “Hace falta una clase que se eleve sobre las demás por su nacimiento…”; es decir, la aristocracia de aquellos días, en concreto, no cumplía esa misión, su misión.

Si el esquema contuviese un elogio sin reservas a la aristocracia de su tiempo no hay duda de que sería acribillado con objeciones de unilateralidad, diciendo que, aunque la aristocracia tiene notables cualidades, tiene también graves defectos. Ahora bien, el presente juicio peca por unilateralidad, pero en sentido opuesto. A favor de la verdad histórica ha de decirse que si bien la aristocracia de los años 50 mostraba tener numerosos defectos, es imposible negar que afloraban en ella señaladas cualidades.

NOTAS

Las notas 1 a 3 corresponden a las anteriores publicaciones de este Apéndice IV de “Nobleza y élites tradicionales análogas…”, que pueden ubicarse en el buscador (“search”)

[4] Cfr. Capítulo VII, 9.

[5] Enviad vuestro espíritu y todo será creado; y renovaréis la faz de la Tierra.

[6] Si el Señor no guardare la ciudad, en vano vigila el centinela.