jueves, 17 de septiembre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (3) - La Revolución, inmenso proceso derivado del orgullo y la impureza, que suscitan en el hombre una incompatibilidad profunda con la doctrina católica - Gnosis y Revolución (R-CR 3, Prólogo arg. 3)

 


Comencemos por exponer aquí algunos pensamientos contenidos en “Revolución y Contra-Revolución”.

La Revolución es presentada en él como un inmenso proceso de tendencias, doctrinas, de transformaciones políticas, sociales y económicas, derivado en último análisis -estaría tentado a decir en ultimísimo análisis- de una deterioración moral nacida de dos vicios fundamentales: el orgullo y la impureza, que suscitan en el hombre una incompatibilidad profunda con la doctrina católica.

En efecto, la Iglesia Católica tal como es, la doctrina que enseña, el universo que Dios creó y que podemos conocer tan espléndidamente a través de sus prismas, todo eso excita en el hombre virtuoso, puro y humilde un profundo enlevo. El siente alegría al considerar que la Iglesia y el universo son como son.



Pero si una persona cede en algo a los vicios del orgullo o de la impureza, comienza a crearse en ella una incompatibilidad con varios aspectos de la Iglesia o del orden del Universo. Esa incompatibilidad puede comenzar, por ejemplo, con  una  antipatía  con  el  carácter jerárquico de la Iglesia, después desdoblarse y alcanzar a la jerarquía de la sociedad temporal, para más tarde manifestarse en relación al orden jerárquico de la familia. Y así, una persona puede, por varias formas de igualitarismo, llegar a una posición metafísica de condenación de toda y cualquier desigualdad, y del carácter jerárquico del Universo. Sería el efecto del orgullo en el campo de la metafísica.


De modo análogo se puede delinear las consecuencias de la impureza en el pensamiento humano. El hombre impuro, por regla general, comienza por tender hacia el liberalismo: lo irrita la existencia de un precepto, de un freno, de una ley que circunscriba el desborde de sus sentidos. Y, con esto, toda ascesis le parece antipática. De esa antipatía, naturalmente, viene una aversión al propio principio de autoridad, y así sucesivamente. El anhelo de un mundo anárquico -en el sentido etimológico de la palabra- sin leyes ni poderes constituidos, y en el cual el propio Estado no sea sino una inmensa cooperativa, es el punto extremo del liberalismo generado por la impureza.

Tanto del orgullo cuanto del liberalismo nace el deseo de igualdad y libertad totales, que es la médula del comunismo.

A partir del orgullo y de la impureza se van formando los elementos constitutivos de una concepción diametralmente opuesta a la obra de Dios. Esa concepción, en su aspecto final, ya no difiere de la católica solamente en uno u otro punto. A medida que, a lo largo de las generaciones, esos vicios se van profundizando y volviendo más acentuados, se va estructurando toda una concepción gnóstica y revolucionaria del Universo.

La individuación, que para la gnosis es el mal, es un principio de desigualdad. La jerarquía -cualquiera que sea- es hija de la individuación. El universo -según el gnóstico- se rescata de la individuación y de la desigualdad en un proceso de destrucción del "yo", que reintegra a los individuos en el gran Todo homogéneo. La realización, entre los hombres, de la igualdad absoluta, y de su corolario, la libertad completa -en un orden de cosas anárquico- puede ser vista como una etapa preparatoria de esa reabsorción total.

No es difícil notar desde esta perspectiva un nexo entre gnosis y comunismo.

Así, la doctrina de la Revolución es la gnosis, y sus causas últimas tienen sus raíces en el orgullo y en la sensualidad. Dado el carácter moral de estas causas, todo el problema de la Revolución y de la Contra-Revolución es, en el fondo, y principalmente, un problema moral. Lo que se dice en “Revolución y Contra-Revolución” es que, si no fuese por el orgullo y la sensualidad, la Revolución como movimiento organizado en el mundo entero no existiría, no sería posible.

Ahora bien, si en el centro del problema de la Revolución y de la Contra-Revolución hay una cuestión moral, hay también y eminentemente una cuestión religiosa, porque todas las cuestiones morales son substancialmente religiosas.

R-CR 3, Prólogo TFP Argentina 3

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