Prosigue el esquema del Card. Herrera Oria comentado por Plinio Corrêa de Oliveira, en el punto IV.,4, "Aristocracia social", que resumimos a continuación:
“Dijérase que las propias virtudes y la propia perfección tienden a hacerse hereditarias.
“Esa institución no puede ser egoísta: debe ser eminentemente social y preocupada por el bien de los demás.”
De estos claros principios se deduce la justificación de uno de los aspectos más incomprendidos de la aristocracia: la herencia.
No pocos afirman parecerles justo que se otorgue un título nobiliario a quienes practiquen acciones arduas y que revelen destacadas cualidades personales, que sirven de ejemplo, y producen importantes beneficios para el bien común; pero añaden que no se justifica que dichos títulos se transmitan a los descendientes, pues muchos grandes hombres tienen hijos medianos que no merecen los galardones recibidos por sus mayores.
Este criterio impide que se formen familias nobles y hace tabla rasa de su misión propulsora para el continuo perfeccionamiento del cuerpo social, elemento indispensable para la continua y arrebatadora andadura de una sociedad o país, rumbo a todas las formas de perfección deseadas por los individuos que aman a Dios, que es la propia Perfección.
Es justo tomar en consideración y premiar a los grandes hombres pero no lo es, ni corresponde a la realidad de los hechos, negar la misión de esas grandes estirpes como propulsoras de países en ascensión.
(Extractado y resumido de "Nobleza y élites tradicionales análogas...", de Plinio Corrêa de Oliveira, t. I, Apéndice IV, it. 4 Aristocracia social, cf. p. 244)
“Dijérase que las propias virtudes y la propia perfección tienden a hacerse hereditarias.
“Esa institución no puede ser egoísta: debe ser eminentemente social y preocupada por el bien de los demás.”
De estos claros principios se deduce la justificación de uno de los aspectos más incomprendidos de la aristocracia: la herencia.
No pocos afirman parecerles justo que se otorgue un título nobiliario a quienes practiquen acciones arduas y que revelen destacadas cualidades personales, que sirven de ejemplo, y producen importantes beneficios para el bien común; pero añaden que no se justifica que dichos títulos se transmitan a los descendientes, pues muchos grandes hombres tienen hijos medianos que no merecen los galardones recibidos por sus mayores.
Este criterio impide que se formen familias nobles y hace tabla rasa de su misión propulsora para el continuo perfeccionamiento del cuerpo social, elemento indispensable para la continua y arrebatadora andadura de una sociedad o país, rumbo a todas las formas de perfección deseadas por los individuos que aman a Dios, que es la propia Perfección.
Es justo tomar en consideración y premiar a los grandes hombres pero no lo es, ni corresponde a la realidad de los hechos, negar la misión de esas grandes estirpes como propulsoras de países en ascensión.
(Extractado y resumido de "Nobleza y élites tradicionales análogas...", de Plinio Corrêa de Oliveira, t. I, Apéndice IV, it. 4 Aristocracia social, cf. p. 244)
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