El contraste no puede ser mayor entre las Cortes españolas medievales, donde estaban representados los tres estamentos, Clero, Nobleza y pueblo, ante la presencia y autoridad del Rey católico..., y la dictadura revolucionaria de un Hitler, Castro, Maduro, Kim Jong Un, Putin o Xi Jin Ping
F. Revolución, Contra-Revolución y dictadura
Las
presentes consideraciones sobre la posición de
Para
responder con claridad a una pregunta a la cual han sido dadas tantas
soluciones confusas y hasta tendenciosas, es necesario establecer una
distinción entre ciertos elementos que se enmarañan desordenadamente en la idea
de dictadura, tal como la opinión pública la conceptúa. Confundiendo la
dictadura en tesis, con lo que ella ha sido in
concreto en nuestro siglo, el público entiende por dictadura un estado de
cosas en el cual un jefe dotado de poderes irrestrictos gobierna un país. Para
el bien de éste, dicen unos. Para el mal, dicen otros. Mas en uno y otro caso,
tal estado de cosas es siempre una dictadura.
Ahora
bien, este concepto envuelve dos elementos diferentes:
- omnipotencia del Estado;
- concentración del poder estatal
en una sola persona.
En el
espíritu público, parece que el segundo elemento llama más la atención. Sin
embargo, el elemento básico es el primero, por lo menos si entendemos por
dictadura un estado de cosas en que, suspendido todo orden jurídico, el poder
público dispone a su antojo de todos los derechos. Que una dictadura pueda ser
ejercida por un Rey (la dictadura real, es decir, la suspensión de todo orden
jurídico y el ejercicio irrestricto del poder público por el Rey, no se
confunde con el Ancien Régime, en el cual estas garantías existían en
considerable medida, y mucho menos con la monarquía orgánica medieval) o un
jefe popular, una aristocracia hereditaria o un clan de banqueros, o hasta por
la masa, es enteramente evidente.
En sí, una
dictadura ejercida por un jefe o un grupo de personas no es revolucionaria ni
contra-revolucionaria. Será una u otra cosa en función de las circunstancias en
que se originó, y de la obra que realice. Y esto, tanto esté en manos de un
hombre como de un grupo.
Hay
circunstancias que exigen, para la salus
populi, una suspensión provisoria de los derechos individuales, y el
ejercicio más amplio del poder público. La dictadura puede, por tanto, ser
legítima en ciertos casos.
Una dictadura contra-revolucionaria
y, pues, enteramente guiada por el deseo de Orden, debe presentar tres requisitos esenciales:
+ Debe suspender los derechos, no para
subvertir el Orden, sino para protegerlo. Y por Orden no entendemos
solamente la tranquilidad material, sino la disposición de las cosas según su
fin, y de acuerdo con la respectiva escala de valores. Hay, pues, una
suspensión de derechos más aparente que real, el sacrificio de las garantías
jurídicas de que abusaban los malos elementos en detrimento del propio orden y
del bien común, sacrificio éste todo orientado a la protección de los verdaderos derechos de los buenos.
+ Por
definición, esta suspensión debe ser
provisoria, y debe preparar las
circunstancias para que lo antes posible se vuelva al orden y a la normalidad. La dictadura, en la medida en que es buena,
va haciendo cesar su propia razón de ser.
La intervención del Poder público en los distintos sectores de la vida nacional
debe hacerse de manera que, lo más pronto posible, cada sector pueda vivir con
la necesaria autonomía. Así, cada familia debe poder hacer todo aquello que por
su naturaleza es capaz, siendo apoyada sólo subsidiariamente por grupos
sociales superiores en aquello que sobrepase su ámbito. Esos grupos, a su vez,
sólo deben recibir el apoyo del municipio en lo que excede su normal capacidad,
y así sucesivamente en las relaciones entre el municipio y la región, o entre
ésta y el país.
+El
fin primordial de la dictadura legítima debe ser, hoy en día,
Por el
contrario, la dictadura revolucionaria tiende
a eternizarse, viola los derechos auténticos y penetra en todas las esferas de la sociedad para aniquilarlas,
desarticulando la vida de familia, perjudicando a las élites genuinas,
subvirtiendo la jerarquía social, alimentando de utopías y de aspiraciones
desordenadas a la multitud, extinguiendo la vida real de los grupos sociales, y
sujetando todo al Estado: en una palabra, favoreciendo la obra de
Por
esto, la dictadura revolucionaria es fundamentalmente anticatólica. En efecto,
en un ambiente verdaderamente católico no puede haber clima para tal situación.
Lo cual no quiere decir que la dictadura revolucionaria, en éste o en aquel
país, no haya procurado favorecer a
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