martes, 17 de noviembre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (16) - Revolución, Contra-Revolución y dictadura (Cap. III, 5, F)

 


El  contraste no puede ser mayor entre las Cortes españolas medievales, donde estaban representados los tres estamentos, Clero, Nobleza y pueblo, ante la presencia y autoridad del Rey católico..., y la dictadura revolucionaria de un Hitler, Castro, Maduro, Kim Jong Un, Putin o Xi Jin Ping 


F. Revolución, Contra-Revolución y dictadura

Las presentes consideraciones sobre la posición de la Revolución y del pensamiento católico ante las formas de gobierno suscitarán en varios lectores una interrogación: ¿es la dictadura un factor de Revolución, o de Contra-Revolución?

Para responder con claridad a una pregunta a la cual han sido dadas tantas soluciones confusas y hasta tendenciosas, es necesario establecer una distinción entre ciertos elementos que se enmarañan desordenadamente en la idea de dictadura, tal como la opinión pública la conceptúa. Confundiendo la dictadura en tesis, con lo que ella ha sido in concreto en nuestro siglo, el público entiende por dictadura un estado de cosas en el cual un jefe dotado de poderes irrestrictos gobierna un país. Para el bien de éste, dicen unos. Para el mal, dicen otros. Mas en uno y otro caso, tal estado de cosas es siempre una dictadura.

Ahora bien, este concepto envuelve dos elementos diferentes:

       - omnipotencia del Estado;

- concentración del poder estatal en una sola persona.

En el espíritu público, parece que el segundo elemento llama más la atención. Sin embargo, el elemento básico es el primero, por lo menos si entendemos por dictadura un estado de cosas en que, suspendido todo orden jurídico, el poder público dispone a su antojo de todos los derechos. Que una dictadura pueda ser ejercida por un Rey (la dictadura real, es decir, la suspensión de todo orden jurídico y el ejercicio irrestricto del poder público por el Rey, no se confunde con el Ancien Régime, en el cual estas garantías existían en considerable medida, y mucho menos con la monarquía orgánica medieval) o un jefe popular, una aristocracia hereditaria o un clan de banqueros, o hasta por la masa, es enteramente evidente.

En sí, una dictadura ejercida por un jefe o un grupo de personas no es revolucionaria ni contra-revolucionaria. Será una u otra cosa en función de las circunstancias en que se originó, y de la obra que realice. Y esto, tanto esté en manos de un hombre como de un grupo.

Hay circunstancias que exigen, para la salus populi, una suspensión provisoria de los derechos individuales, y el ejercicio más amplio del poder público. La dictadura puede, por tanto, ser legítima en ciertos casos.

Una dictadura contra-revolucionaria y, pues, enteramente guiada por el deseo de Orden, debe presentar tres requisitos esenciales:

+ Debe suspender los derechos, no para subvertir el Orden, sino para protegerlo. Y por Orden no entendemos solamente la tranquilidad material, sino la disposición de las cosas según su fin, y de acuerdo con la respectiva escala de valores. Hay, pues, una suspensión de derechos más aparente que real, el sacrificio de las garantías jurídicas de que abusaban los malos elementos en detrimento del propio orden y del bien común, sacrificio éste todo orientado a la protección de los verdaderos derechos de los buenos.

+ Por definición, esta suspensión debe ser provisoria, y debe preparar las circunstancias para que lo antes posible se vuelva al orden y a la normalidad. La dictadura, en la medida en que es buena, va haciendo cesar su propia razón de ser. La intervención del Poder público en los distintos sectores de la vida nacional debe hacerse de manera que, lo más pronto posible, cada sector pueda vivir con la necesaria autonomía. Así, cada familia debe poder hacer todo aquello que por su naturaleza es capaz, siendo apoyada sólo subsidiariamente por grupos sociales superiores en aquello que sobrepase su ámbito. Esos grupos, a su vez, sólo deben recibir el apoyo del municipio en lo que excede su normal capacidad, y así sucesivamente en las relaciones entre el municipio y la región, o entre ésta y el país.

       +El fin primordial de la dictadura legítima debe ser, hoy en día, la Contra-Revolución. Lo que, por lo demás, no implica afirmar que la dictadura sea normalmente un medio necesario para la derrota de la Revolución. Pero puede serlo en ciertas circunstancias.

Por el contrario, la dictadura revolucionaria tiende a eternizarse, viola los derechos auténticos y penetra en todas las esferas de la sociedad para aniquilarlas, desarticulando la vida de familia, perjudicando a las élites genuinas, subvirtiendo la jerarquía social, alimentando de utopías y de aspiraciones desordenadas a la multitud, extinguiendo la vida real de los grupos sociales, y sujetando todo al Estado: en una palabra, favoreciendo la obra de la Revolución. Ejemplo típico de tal dictadura fue el hitlerismo.

Por esto, la dictadura revolucionaria es fundamentalmente anticatólica. En efecto, en un ambiente verdaderamente católico no puede haber clima para tal situación. Lo cual no quiere decir que la dictadura revolucionaria, en éste o en aquel país, no haya procurado favorecer a la Iglesia. Pero se trata de una actitud meramente política, que se transforma en persecución franca o velada, tan pronto como la autoridad eclesiástica comience a detener el paso a la Revolución.

Plinio Corrêa de Oliveira


 Revolución y Contra-Revolución (16) - Revolución, Contra-Revolución y dictadura (Cap. III, 5, F)

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