viernes, 6 de noviembre de 2020

Plinio Corrêa de Oliveira AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES Almas delicadas sin debilidad, y fuertes sin brutalidad

 

Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Almas delicadas sin debilidad,

y fuertes sin brutalidad

 

 


Si, en la era del romanticismo, la opinión pública se inclinaba a las almas delicadas, sutiles, frágiles, exageradamente delicadas, exageradamente sutiles -diríamos exageradamente frágiles, si la fragilidad no fuese ya de por sí un defecto y una exageración…-; en nuestros días, cuando la lucha por la vida del alma y del cuerpo impone un incesante esfuerzo, la admiración se torna más a menudo hacia las almas poderosas, fuertes, realizadoras, enérgicas. Y, como todo lo humano está sujeto a exageración, no raramente nos sentimos propensos a glorificar, como valores absolutos y supremos, la fuerza física de los boxeadores y atletas, o la casi hipnótica fuerza de ciertos dictadores.

En esto, como en todas las cosas, se impone un sano equilibrio. Y, de ese equilibrio, es maestra la Iglesia Católica, fuente de toda virtud.

Entre la fuerza y la delicadeza de alma no existe incompatibilidad siempre que, tanto una como otra, sean entendidas rectamente. Y un alma puede al mismo tiempo ser delicadísima, sin debilidad alguna, y fortísima, sin ninguna brutalidad .

En verdad, no hay en Brasil persona piadosa alguna que no haya leído “El alma de todo Apostolado” de Dom Chautard, el famoso abad trapense que vivió un tiempo en nuestro país, donde intentó – en vano, lamentablemente - fundar un Monasterio de su Orden en Tremembé, Estado de San Pablo. No es posible leer las admirables páginas de ese libro, cuya unción recuerda por momentos la “Imitación de Cristo”, sin sentir los tesoros de delicadeza que su gran alma acumulaba.

Dom Chautard fue, no obstante, un gran luchador. Contemplativo por vocación, las circunstancias permitidas por la Providencia le exigieron entrar en numerosas luchas. Se enfrentó con éxito a Clemenceau, el famoso ministro anticlerical francés que pasó a la historia como "El Tigre", y que durante la Primera Guerra Mundial fue como si encarnara todo el coraje y la resistencia del pueblo francés. Y de tal manera su alma grande se impuso a Clemenceau, que éste sentía hacia Dom Chautard un respeto que conservó hasta sus últimos días.

La fuerza del hombre se percibe en su pujante personalidad, impregnada de toda la calma de un contemplativo, de toda la decisión de una voluntad de hierro, y de toda la majestad de un espíritu robusto, profundo, penetrado por entero por las cosas de Dios. La mirada es como si fuera una síntesis de todas esas cualidades. Mirada noble y dominadora, con la que Dom Chautard hacía proezas. Durante un viaje a Oriente se topó con un león enjaulado, fijó atentamente sus ojos en él e hipnotizó la fiera.

*   *   *


Todos aquellos que convivieron con el gran Monseñor Fray Vital María Gonçalves de Oliveira encomiaron la extraordinaria dulzura de su trato y la gran delicadeza de su alma… A lo largo de su gloriosa lucha con las autoridades masonizadas, Mons. Vital reveló una firmeza que hizo de él uno de los mayores Obispos que la Iglesia tuvo. Ancha frente noble y como vivificada por el soplo de grandes ideas, cejas vigorosas, de línea implacablemente regular, ojos igualmente de impresionante regularidad de diseño y de admirable nitidez, -de los que se desprende una mirada calma, fuerte y profunda, que ve a lo lejos y está habituada a considerar las cosas por sus aspectos más altos, más trascendentes, y por tanto más reales... Nariz dotada de una línea de indiscutible franqueza, barba espesa y varonil, porte erecto... Todo en Mons. Vital indica el Pastor que ama ardientemente a cada una de sus ovejas, y que, por lo mismo, es capaz de luchar contra cualquier clase de fiera para expulsarla del rebaño.

Dom Chautard, trapense de gran mérito, modelo de vida


contemplativa…; Mons. Vital, capuchino eximio, modelo de vida activa…; uno y otro obras maestras de equilibrio entre la fuerza y la delicadeza de alma, bien nos muestran hasta qué punto la Fe puede vivificar con invencibles energías a los hombres en éste, nuestro siglo, de luchas de todos los momentos y de todos los aspectos.

                "Catolicismo" Nº 52 - Abril de 1955 

Fuente: www.pliniocorreadeoliveira.info

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