Capítulo
IV
Tercera
Aparición del Angel de Portugal
Ocurrió a principios de 1916 en una gruta del “Otero del Cabezo”. Los
niños se habían postrado para rezar la oración enseñada por el Angel cuando
advirtieron una luz desconocida.
“...vemos al ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual
está suspendida una Hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de
sangre. Dejando el cáliz y la
Hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres
veces la oración:
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro
profundamente, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido Y por los
infinitos méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te
pido la conversión de los pobres pecadores''.
Luego el Angel da la
Hostia a Lucía y el contenido del cáliz a Jacinta y a
Francisco, diciéndoles:
``Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por
los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios".
Otros
comentarios de Lucía
"La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa que nos
absorbía y aniquilaba casi por completo".
Más adelante, compara el efecto de las
apariciones del ángel con las de la Santísima Virgen :
“No sé por qué las apariciones de Nuestra Señora producían en nosotros
efectos muy diferentes. La misma alegría íntima y la misma paz y felicidad,
pero en vez del abatimiento físico, sentíamos una cierta agilidad expansiva; en
vez del aniquilamiento ante la Divina Presencia , era un exultar de alegría...”.
Capítulo V
¿Qué nos dice el Angel?
Es interesante pensar un poco en las palabras del Angel precursor de
las apariciones de Nuestra Señora.
El da a entender que existe en el mundo un estado de pecado grave; que
ese pecado llega hasta el punto donde la gravedad toca el propio Ser de Dios:
el sagrario, el Santísimo Sacramento, brutalmente ofendido por los hombres.
Deja entrever la tristeza y el enojo divino por esa ofensa; y de qué modo Dios
en su bondad quiere ser consolado por estas pequeñas criaturas, por tres
pastorcitos perdidos en el anonimato de una pequeña aldea de Portugal.
Cómo esto nos dice que lo que vale a los ojos de Dios no es lo que vale
para nosotros. Idolatramos un futbolista, una actriz, algún desgraciado bufón
que se burla de todo, como si la vida no fuese más que risa vana y sin
sentido...
¡Qué contraste con la sacral seriedad del Angel! ¡Qué contraste con la
escala de valores de Dios! El no llama a los que hacen mal uso de la fama, la
riqueza y el poder para mantener un sistema de valores errado que, a fuerza de
difundirlo, hoy nos parece normal.
El llama a tres niños en los que vive la inocencia bautismal v les pide
oración y combate; una forma de combate que está en proporción con ellos:
sacrificio, especialmente el sacrificio de aceptar con humildad y amor todo lo
que Dios les mande, las cruces, los sinsabores, las probaciones, sostenidos por
la gracia que Dios nunca niega.
Nuestra Señora, hermosa y apacible como la luna
Comparando las apariciones del Angel y de Nuestra Señora, Lucía pone
una nota de alegría especial en estas últimas. Esto hace recordar las bellas
palabras de San Luis María Grignion de Montfort basadas en San Buenaventura y
San Bernardo:
“... imploremos confiadamente la ayuda e intercesión de María nuestra
madre; Ella es buena, es tierna, nada hay en Ella de austero y terrible, ni de
excesivamente sublime y deslumbrante.
“Al verla, vemos nuestra pura naturaleza. No es el sol, que con la
fuerza de sus rayos podría deslumbrarnos por causa de nuestra debilidad, sino
que es hermosa y apacible como la luna, que recibe su luz del sol y la templa
para acomodarla a nuestro débil alcance. María es tan caritativa, que no
rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por muy pecadores que
sean. Pues, como dicen los santos, jamás se ha oído decir, desde que el mundo
es mundo, que alguien haya recurrido confiada y perseveradamente a la Virgen y haya sido
desechado.
Es tan poderosa, que jamás han sido desairadas sus peticiones. Le basta
presentarse a su Hijo con algún pedido, para que El la reciba y le conceda
inmediatamente lo que pide, pues siempre está amorosamente vencido por el
regazo, las entrañas y los ruegos de su queridísima Madre” (“Tratado de la Verdadera Devoción
a la Ssma. Virgen ”,
it. 85).
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