El
monarca (Carlos VII) se vale de los grandes sucesos favorables para afirmar un
“absolutismo naciente”: impuestos y ejército permanentes, dejando de reunir los
Estados Generales y el Concejo de la
Iglesia de Francia[1].
De una situación desesperada se pasa a
la sostenida recuperación. Francia tiene su primera constitución y el primer
ejército estable -con mercenarios suizos- bajo Luis XI (+1483). Las luchas con Borgoña abren el camino hacia
Italia. Había nacido el estado nacional[2]
y un nuevo rumbo para la
Historia.
La España de la Reconquista -
Advenimiento de los Trastámara (siglo XIV)
Antes de Isabel, en el período que va de 1230 a 1474, en León y Castilla reinarán los siguientes
monarcas:
Casa Real de Castilla
Fernando
III, el Santo
Alfonso
X, el Sabio
Sancho
IV, el Bravo
Fernando
IV, el Emplazado
Alfonso
XI, el Justiciero
Pedro I,
el Cruel
Rama de Trastámara
Enrique
II, el de las Mercedes,
Juan I
Enrique
III, el Doliente,
Juan II
Enrique
IV, el Impotente
Y en Aragón, entre los años 1213 y 1479, en que asciende Fernando el
Católico, ocuparán el trono:
Casa Real de Aragón
Jaime I,
el Conquistador
Pedro
III, el Grande
Alfonso
III, el Franco
Jaime
II, el Justo
Alfonso
IV, el Benigno
Pedro
IV, el Ceremonioso
Juan I,
el Amador de la Gentileza
Martín
I, el Humano
Interregno
– Compromiso de Caspe (1410-12)
Casa de Aragón-Trastámara
Fernando
I, el Honesto
Alfonso
V, el Magnánimo
Juan II
La España del Cid y de San Fernando nos aparece circunstancialmente unida
y fuerte en las Navas de Tolosa.
En la festividad de la Virgen del Carmen, los reinos de Portugal,
Navarra y Aragón, codo a codo con Castilla y León, -auxiliados por pastores
que, según la tradición, más parecen haber sido ángeles-, enfrentan a los
musulmanes infligiéndoles trascendental derrota (1212). Las cadenas del
campamento moro son cortadas por los navarros y pasan “ad perpetuam rei
memoriam” a ser el alma de su escudo de armas. Le cupo a Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas (1158-1214), la honra de encabezar la epopeya.
La victoria abre un portillo en la Sierra por el que entra su
nieto, San Fernando III de Castilla,
con su “frente andaluz” reforzado por las mesnadas señoriales y las milicias de
los ayuntamientos. Gran efecto tiene la conquista de Córdoba (1236), antigua
capital del Califato, debiendo los moros, por orden del Rey, devolver las
campanas que habían sido robadas por Almanzor y cargarlas hasta Santiago de
Compostela.
Intenta el imposible de conquistar
Sevilla formando la primera escuadra castellana. Avanza la flotilla por el Guadalquivir y
corta estruendosamente las cadenas que amarraban el puente de barcos moros, dejando
separada la ciudad en dos. Los soldados trepan las murallas y “más tarde se
paseaba triunfalmente…la que él consideraba la vencedora…la Virgen de los Reyes”, relata Pemán[3].
Es la Reconquista
en su más alta expresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario