José Antonio Ureta
Frederico Abranches Viotti
Nobleza.org agradece al Instituto Plinio Corrêa de Oliveira, de San Pablo, Brasil, la publicación del presente manifiesto, declaración señera en los días que corren, que traducimos del original en portugués y presentamos al público argentino, hispano-americano y de lengua castellana en general
PRESENTACION DE LA PUBLICACION ORIGINAL
◊El IPCO se complace en publicar el siguiente trabajo de dos discípulos de Plinio Corrêa de Oliveira y colaboradores habituales de este sitio
El Instituto Plinio Corrêa de Oliveira (IPCO) publicó, el 26 de abril de 2020, su manifiesto-denuncia «Aprovechando el pánico de la población y el apoyo espiritual del Vaticano – La mayor operación de ingeniería social y trasbordo ideológico de la Historia»* (*)leer en: https://nobleza.org/manipulando-el-panico-de-la-poblacion-y-el-apoyo-espiritual-del-vaticano/
El documento denunciaba la precipitación de los gobiernos en adoptar medidas drásticas de confinamiento basadas en estimaciones exageradas de la letalidad del coronavirus chino, y en modelos matemáticos supuestos, con los consiguientes enormes costos sociales y económicos.
Para el IPCO, habría cuatro grandes beneficiarios de la crisis universal generada por los lockdowns: el régimen comunista chino, el movimiento ecologista radical, la ultraizquierda y los promotores de la gobernanza global.
Un año después de la publicación de la denuncia, nos ha parecido oportuno intentar esbozar un balance y una actualización de este plan universal de subversión totalitaria-ecológica y descristianización de Occidente, que ha adquirido proporciones nunca vistas en la historia.
Basado en una epidemia viral real que, por desgracia, se ha cobrado muchas vidas, se ha presentado como inevitable un gran cambio en todos los aspectos de la existencia humana. Los acontecimientos del último año no sólo han confirmado lo que se dijo en aquella ocasión, sino que han hecho aún más evidente la desproporción entre la respuesta a la epidemia y el carácter pernicioso de la llamada «nueva normalidad» que surge de ella.
La exageración de la tasa de mortalidad y los riesgos que corre la mayoría de la población
En marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había estimado la tasa de mortalidad del Covid-19 en un 3,4% (1) y el Imperial College de Londres en un 0,9% (2), lo que supondría un número de víctimas comparable o incluso superior al de la trágica «gripe española» de 1918 (3). El IPCO, al contrario, era de opinión de que esta tasa se aproximaría a la proporcionada por el Instituto de Virología de la Universidad de Bonn, en una investigación realizada en el primer cluster alemán, la pequeña ciudad de Gangelt, es decir, una tasa del 0,37%.
Los estudios más completos realizados hasta la fecha sobre la tasa de mortalidad por infección en todo el mundo son los del equipo del Profesor John P A Ioannidis, de la Universidad de Stanford (California). El primero de ellos, publicado el 14/10/20 en el Boletín de la Organización Mundial de la Salud (4), concluyó, tras estandarizar 61 estudios realizados en 51 lugares de todo el mundo, que la media de letalidad del Covid 19 era del 0,27%.
En un estudio de enero de este año, publicado por el European Journal of Clinical Investigation, el Profesor Ioannidis redujo esta tasa, afirmando que «las pruebas disponibles sugieren una media global de IFR [tasa de mortalidad de la infección] de ~0,15%». Esto no excluye que existan diferencias sustanciales en dicha tasa entre continentes, países y lugares, debido a variables como la edad promedio y la densidad de la población en la zona, o su grado de inmunidad previa por exposición a un virus similar (6).
El segundo error de evaluación de la OMS y de las autoridades sanitarias de varios países fue considerar que el conjunto de la población estaba en grave riesgo si se infectaba con el virus chino. En realidad, según el Prof. Jay Battacharya, de la Universidad de Stanford, «la tasa de mortalidad de las personas mayores de 70 años es mil veces mayor que la de los niños» y veinte veces mayor que la de la población general: «cuatro de cada 100 entre los mayores de 70 años, frente a dos de cada 1.000 en la población general» (7).
Aunque la tasa de letalidad de las nuevas variantes del virus aumente, esto no desmiente la valoración de que la actuación de estas autoridades sanitarias fue globalmente perjudicial para la salud pública, las libertades constitucionales y la economía mundial, como se verá a continuación.
La ineficacia de los lockdowns para contener la propagación del virus chino
El análisis del IPCO consideraba poco razonable el confinamiento de todos los habitantes porque paralizaría la vida del país, señalando que había expertos que sugerían, por el contrario, el aislamiento temporal tan sólo de las personas ya contaminadas por el virus, así como medidas eficaces para proteger a la población de riesgo (ancianos, obesos y personas que padecen determinadas enfermedades). Se trata del llamado «aislamiento vertical» en contraposición al «aislamiento horizontal» (lockdown).
Este planteamiento fue convalidado cinco meses después por la Declaración de Great Barrington, redactada por los académicos Sunetra Gupta (Oxford), el ya mencionado Jay Bhattacharya (Stanford) y Martin Kulldorff (Harvard), que fue firmada por 13.985 científicos de Medicina y Salud Pública, y 42.519 médicos y asistentes médicos.
Esta Declaración denuncia que «las actuales políticas de confinamiento (lockdown) están produciendo efectos devastadores lo que conducirá a un mayor exceso de mortalidad en los próximos años, siendo la clase trabajadora y los miembros más jóvenes de la sociedad aquellos sobre los que recaerá el peso más grande de estas medidas». «A medida que se desarrolla inmunidad, el riesgo que todos tienen de infectarse —incluyendo los vulnerables— desciende. La manera más humana de abordarlo, midiendo los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de rebaño, es la de permitirle a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de muerte, vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege mejor a aquellos que se encuentran en mayor riesgo. Esto lo llamamos Protección Enfocada».
Por ello, la Declaración promueve las siguientes medidas de sentido común: « Las escuelas y universidades deberían abrir para una enseñanza presencial. Las actividades extracurriculares, como los deportes, deberían reanudarse. Los adultos jóvenes de bajo riesgo deberían trabajar con normalidad, en lugar de hacerlo desde casa. Los restaurants y otros negocios deberían abrir. Las artes, la música, los deportes y otras actividades culturales deberían reanudarse. La gente que se encuentra en mayor riesgo podría participar, si así lo desea, mientras la sociedad en conjunto disfruta de la protección otorgada a los vulnerables por aquellos que han desarrollado inmunidad de rebaño» (8).
La ineficacia de los confinamientos universales para contener la propagación del coronavirus ha quedado patente en Estados Unidos, donde los estados que aplicaron normas más estrictas durante el último invierno presentan una media de mortalidad ligeramente superior a la de los estados similares que impusieron restricciones leves a sus habitantes, como puede verse en el siguiente gráfico, donde estas últimas aparecen en rojo:
Otro ejemplo elocuente son los barrios neoyorquinos donde se concentran los seguidores de la rama jasídica del judaísmo (9) , que han hecho caso omiso de las normas impuestas por el alcalde de la ciudad, manteniendo las escuelas abiertas y asistiendo a reuniones multitudinarias con motivo del funeral de un importante rabino y la boda del hijo de otro, lo que llevó al New York Times a denunciar con un gran titular: «‘Plaga a escala bíblica’: familias jasídicas afectadas por un virus en el área de Nueva York»(10).
De hecho, mientras que la ciudad en su conjunto ha tenido hasta la fecha una tasa de 382 muertes por cada 100.000 habitantes (11), los barrios jasídicos -que no son prósperos y tienen una alta densidad media por hogar por tener muchos hijos- han tenido una incidencia mucho menor de muertes por cada 100.000 habitantes: East Williamsburg, 287; Borough Park, 275 y Williamsburg, 185 (12).
En un estudio publicado recientemente en el European Journal of Clinical Investigation, los citados científicos Ioannidis y Bhattacharya, junto con los profesores Oh y Bendavid, de la Universidad de Stanford, concluyeron que: «No hay pruebas de que las intervenciones no farmacéuticas más restrictivas (‘lockdowns’) hayan contribuido substancialmente a duplicar la curva de nuevos casos en Inglaterra, Francia, Alemania, Irán, Italia, Países Bajos, España o Estados Unidos a principios de 2020. […]. Los datos no pueden excluir totalmente la posibilidad de algunos beneficios. Sin embargo, incluso si los hay, esos beneficios pueden no compensar los innumerables daños de estas medidas agresivas» (13).
Como reiteró recientemente el Profesor Bhattacharya en una entrevista, «para la mayoría de la población más joven, los daños colaterales de los bloqueos suponen un riesgo mayor que la infección por Covid; al confiar en bloqueos ineficaces para proteger a los mayores y evitar estrategias de protección específicas, acabamos exponiendo a los mayores al virus y perjudicando a los jóvenes con los bloqueos»(14).
En opinión de la Dra. Elke van Hoof, Catedrática de Psicología de la Salud en la Universidad Libre de Bruselas, la cuarentena impuesta como respuesta al Covid es «el mayor experimento psicológico de la historia» porque «un tercio del mundo está confinado» y «no sabemos cómo reaccionará la gente», «no tenemos un modelo, no sabemos qué pasará»(15).
Próxima entrega:
El pánico como factor de guerra psico-política
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