"...acorazados con
los guardamontes, que producían
un ruido atronador al golpear de las azoteras..."
El guardamontes caracteriza a los camperos del Norte argentino
y les da, con sus montas, una estampa inconfundible
Proseguimos la publicación de este trabajo sobre "El guerrero y el caballo en la gesta hispanoamericana", presentado en el Inst. Güemesiano de Salta en junio de 2010
Ver nota anterior en este mismo sitio: http://aristocraciacatolica.blogspot.com.ar/2012/08/el-guerrero-y-el-caballo-9-nota-habia.html
El guardamontes caracteriza a los camperos del Norte argentino
y les da, con sus montas, una estampa inconfundible
Proseguimos la publicación de este trabajo sobre "El guerrero y el caballo en la gesta hispanoamericana", presentado en el Inst. Güemesiano de Salta en junio de 2010
Ver nota anterior en este mismo sitio: http://aristocraciacatolica.blogspot.com.ar/2012/08/el-guerrero-y-el-caballo-9-nota-habia.html
Eran esos gauchos
de Chicoana, El Carril, El Bañado y Rosario de Lerma y de tantos otros pueblos
y parajes de variados puntos de la provincia, los que Güemes, como dice Vicente
Fidel López, se consagró a organizar y disciplinar, apuntando a todos los
habitantes capaces de montar a caballo y tomar las armas. Juntó excelentes
caballadas y preparó potreros donde mantenerlos con vigor; organizó la
población en grupos de 20 hombres mandados por dos oficiales, y cada cuatro
grupos bajo un jefe experto; les distribuyó armas de fuego y les hacía hacer
evoluciones rápidas, sorpresas, correrías dentro de los bosques, acorazados con
los guardamontes, que producían un ruido atronador al golpear de las azoteras:
unas veces tiraban el lazo a la carrera, otras hacían fuego sin desmontarse o
echaban pie a tierra para maniobrar como infantería. Les aseguraba a todos que
aquello tenía por objeto defender la patria (ap. L. A. Torino).
Pues los gauchos,
hombres de campo, grandes o pequeños ganaderos subestimados por los invasores, conocían
“perfectamente el área geográfica donde se desarrollaban las acciones bélicas,
conocían el clima, sus cerros, sus valles, su monte, el régimen de crecida de
sus ríos. Nada para ellos les era extraño, lo que les dio la ventaja de poder
elegir la táctica precisa” (Apolo Premoli López).
El guerrero
criollo “se valía en esta guerra de su gran conocimiento del medio y de
elementos muy rudimentarios como lanzas, boleadoras, puñales y algunas armas de
fuego. Con su caballo y montura hacía prodigios para engañar al enemigo, como
el galope escondido, figurarse muerto aún con su caballo y en el monte golpear
los guardamontes para hacer gran barullo y aparentar ser más numerosos o salir
de improviso de entre los árboles” (Ercilia Navamuel).
Era el hijo de la
tierra, que defendía su suelo y su estilo de vida, defendiendo así la patria.
Ese criollo ecuestre
que gustaba del entrevero fue la materia prima que usó San Martín para preparar
un cuerpo de caballería de línea cuyo nivel estuviese a la altura de los que
luchaban en Europa. “Debían ser excelentes jinetes, acostumbrados a vivir a
caballo, y…poseer un físico adecuado, de alta estatura, bien formados, fornidos
y de excelente salud, condiciones que necesitarían para sobrellevar la dura
disciplina y permanente ejercitación que impuso el comandante” (Scenna).
(continúa próximamente)
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