sábado, 1 de diciembre de 2012

Bienes de alma en la vida popular - Pueblo y masa

El fenómeno de la
transformación del pueblo en masa
está en la raíz de la falta de reactividad
ante los avances de la Revolución
anticristiana. Es fundamental entenderlo
y combatirlo con los medios a nuestro alcance.
 Fiel al magisterio pontificio, Plinio Corrêa de Oliveira lo comprendió
en toda su profundidad mucho antes de que llegara al auge en que
se encuentra actualmente.
En el ameno artículo que presentamos a continuación, compara la riquísima individualidad
de un grupo de pastores del Portugal de antaño con las masas
silenciosas subyugadas por los medios de comunicación en nuestros días
de civilización mecanizada.
Esperamos sus comentarios.




 E
  

l Museo de Arte Antiguo de Portugal conserva, entre otras cosas preciosas, el Pesebre de San Vicente de Fora, de Joaquín Machado de Castro, del s. XVIII. Presentamos aquí un detalle del Pesebre: los pastores venidos a adorar al Niño Dios.
Aunque la intención del escultor haya sido representar gente de campo de Judea del tiempo del nacimiento de Nuestro Señor, harapienta, como muchas veces lo eran en Oriente los pastores, los tipos humanos, las fisonomías, los gestos, los modos de ser que reflejó en su obra corresponden a personas del ambiente que rodeaba al artista, el buen pueblo menudo de campo del Portugal del siglo XVIII.

C
onsiderando la escena, algún observador tendrá a primera vista una sensación de desorden. Estamos acostumbrados a las
 masas disciplinadas y sin alma de las grandes ciudades modernas, que llenan silenciosamente los cines, o cruzan sombría y apresuradamente las calles, cuando el pitido del agente de tránsito o un semáforo detienen el tráfico vehicular para dejarlas pasar. Esas multitudes sin alma y padronizadas hasta cuando gritan o aplauden juntas en grandes manifestaciones colectivas como si fueran un solo ente inmenso en el que se hubieran disuelto las personas como gotas de agua en el mar.

En tal perspectiva, ese montón de gente causa extrañeza.  Todos, luego de oir el mensaje angélico, corren al encuentro del Pesebre. Hasta el perro, en el primer plano, está apurado. Pero en cada figura es tan peculiar la nota personal, que el grupo tiene en su conjunto algo de efervescente y caótico.
         En efecto, cada modo de caminar o de correr, expresa una reacción enteramente personal en relación a la Buena Nueva. Los dos jovencitos del frente parecen simplemente movidos por la curiosidad. Es la despreocupación real, y tantas veces excesiva, de su edad. Un campesino, más maduro, de ojos dilatados y brillantes de alegría y de fisonomía inteligente parece intuir con discernimiento el alcance del gran acontecimiento. Más atrás, un viejo de sombrero de ala ancha levantada, grita y llora de emoción. Al fondo, un personaje de capucha y barba blanca, veloz y meditativo al mismo tiempo, se muestra profundamente impresionado.

C
ada alma, en este grupo de lúcidos analfabetos, es como un mundo interior del que brota con fuerza la expresión de una pujante personalidad.
Ignorantes, iletrados, no han sido sometidos a los terribles procesos de padronización de la civilización mecánica del siglo XX. No tienen el pensamiento impuesto por los mismos diarios, la sensibilidad modelada por el mismo cine, la atención subyugada el día entero por la atracción magnética de la radio y la televisión. Esto nos recuerda el trecho admirable –nunca suficientemente citado - de Pío XII sobre “pueblo y masa”:
“Pueblo y multitud amorfa o, como suele decirse, masa, son dos conceptos diferentes. El pueblo vive y se mueve con vida propia; la masa es de por sí inerte y no puede ser movida sino desde fuera.
El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales —en su propio puesto y a su manera— es una persona consciente de sus propias responsabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en las manos de cualquiera que sepa manejar sus instintos o sus impresiones, pronta para seguir alternadamente hoy esta bandera, mañana aquella otra.”
“De la exuberancia de vida de un verdadero pueblo, la vida se esparce, abundante y rica, por el Estado y por todos sus órganos, infundiendo en ellos, con vigor incesantemente renovado, la conciencia de su propia responsabilidad, el verdadero sentido del bien común”.
(Pío XII Radiomensaje de Navidad de 1944).
Plinio Corrêa de Oliveira 
SERIE AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES
“Catolicismo” – mayo de 1960


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