sábado, 14 de julio de 2012

Un ejemplo de cumplimiento de la misión de la élite tradicional: Echagüe y Andía - Salvó a Santa Fe haciendo revivir el antiguo patriotismo

 
Un auténtico miembro de la élite tradicional, de acuerdo a la doctrina pontificia, se sacrifica por estado en pro del bien común. Esta obligación de todo católico es mayor aún en los miembros de las familias que, de acuerdo a los planes de Dios,  tienen la vocación de representar ante todo la verdadera tradición de un país. Así lo hizo este gran gobernante, manteniendo la presencia de ánimo en horas aciagas en que otros abandonaban la lucha y el terruño amenazado, con heroísmo que honró sus nobles antecedentes familiares, arriesgando su vida y valiéndose de sus bienes para servir generosamente a Dios y a toda la sociedad. Su ejemplo hizo revivir el antiguo patriotismo de los pioneros y salvó a esta gran provincia argentina.
 
Echagüe y Andía: salvó a Santa Fe haciendo revivir el espíritu de los pioneros

Estimados amigos:
Queremos contarles algo de don Francisco Xavier de Echagüe y Andía (1692-1743), que a costa de esfuerzo e hidalguía logró salvar una ciudad pilar de la Argentina.
Allá por mediados del siglo XVIII, aunque cueste creerlo, la hoy pujante Santa Fe estaba a punto de desaparecer. Sus pobladores se iban dispersando en busca de horizontes menos duros y más promisorios, rumbeando hacia la Bajada del Paraná, donde se iba bosquejando la que un día sería capital de Entre Ríos.
Las tribus del Chaco, entre ellas abipones, payaguás y guaycurúes, se cebaban sin piedad sobre sus embarcaciones, comercio, chacras y estancias, y la sensación diaria de pobladores criollos e indios era de extremo peligro. El Padre Chomé, misionero jesuita, describe crudamente cómo cabalgaban con mortal maestría, moviéndose a uno y otro lado del caballo para protegerse y mejor atacar, y dando alaridos paralizantes, cuando lograban la víctima, le cortaban ipso facto la cabeza atándola a la cintura como macabro trofeo.
A esto se sumaron 18 años de sequía, cuenta Gianello, que engendraron la “peste del polvillo”, que diezmó las legendarias haciendas santafesinas.
Gracias a Dios, los santafesinos de ley no se entregaron. Les dolía abandonar el terruño y tuvieron la bendición de que surjan de su seno gobernantes con vocación de bien común. El hombre hacía la función y no viceversa, y gobernaba como “caudillo” y “patriarca”, padre  heroico  que velaba  por todos (Gianello).
Así fue Echagüe y Andía. Se crió oyendo hablar de Santa Fe y sus problemas pues su padre, un noble vasco-navarro, que formara su hogar con su madre, Da. María Márquez de Montiel, había terminado sus días luego de 8 años como teniente de Gobernador honrado y respetado, sostén de las misiones en que los doctrineros evangelizaban y civilizaban al aborigen. Entre tanto, las tribus levantiscas infiltraban las poblaciones indígenas cristianas incitándolas a sacudir por la fuerza la potestad de las autoridades.
En aquellos tiempos, un jovencito argentino de 10 años ya empezaba a prepararse para ayudar en la defensa, y a los 15, como Echagüe y tantos hijos de vecino, integraba la milicia capitular. El fue ascendiendo por sus méritos y antecedentes familiares, y el Gobernador de Buenos Aires le confió misiones al mando de las escasas fuerzas militares disponibles. Su valor y buen desempeño le valieron un premio que hoy no muchos aceptarían: ser Teniente de Gobernador, como su padre, de una ciudad sobre la que una extraña fatalidad parecía haber descargado sus furias.
Hijo de la tierra, conocía los senderos y escondites, y los hombres que la habitaban, los que luchaban por ella y los que la desolaban. Al embate aparentemente invencible del salvaje le opuso una acción sistemática defensiva y ofensiva inesperada, atacándolos sin descanso a la luz de la luna, al romper el alba, en parajes perdidos en los que se creían a salvo.
Obtenido el triunfo decisivo, no abusó de él e intentó el imposible de tratar formalmente la paz.
Imaginemos las dos escenas. La población de la ciudad, esperando anhelante, velando, lista para repicar las campanas en acción de gracias o para ensayar la quizás última defensa. Y la de Echagüe y Andía, con su pequeño ejército, engrosado con animosos mozalbetes a caballo para que parezcan más, avanzando circunspecto hacia la toldería.
Los indios no quisieron parlamentar del lado hispano-criollo. ¿Qué hizo entonces? Se jugó el todo por el todo. Acompañado sólo por un lenguaraz, se acercó a los caciques y se sentó en medio de ellos sobre un quiyapi… ¡Cuántas ideas habrán desfilado por su mente! ¿…su cabeza cortada y los indios bailando alrededor y tomando aguardiente? Antes de cada empresa la confiaba a San Francisco Javier, patrono jurado de la defensa luego de la victoria de 1718.
Un cacique se levanta y pone la mano sobre el corazón de Echagüe.  Quiere ver si tiene miedo.  Lo encuentra sereno y señor de sí; corre por los jefes un sentimiento de admiración. Finalmente, capitulan. Los indios se comprometen a vivir cristianamente y en paz, a respetar al poblador pacífico que trabaja su tierra con su familia y su gente, a que cesen los asaltos y las muertes…, augurando un futuro mejor para todos.
Se dirigen criollos e indiada a Santa Fe. Repican las campanas, hay acción de gracias en la Iglesia, el Teniente –sin descuidar, con precaución, la defensa- se comporta como un caballero leal y costea, de su peculio, agasajos a sus nuevos amigos y súbditos de Su Majestad católica. Les presenta al Padre Burgés, que será su amigo y apóstol. La Compañía de Jesús y la casa de Echagüe serán de ahí en más punto de reunión de los naturales que, en lugar de destruir Santa Fe le aportan su sangre, su excelencia ecuestre y su coraje.  Elementos que, fusionados con cualidades afines de los pobladores,  brillarán después en las hazañas del guerrero santafesino de los tiempos de la Confederación Argentina.
Que el ejemplo de Echagüe contribuya a reedificar la patria, tan necesitada de valores y de varones como él…

Algunas fuentes consultadas: Leoncio Gianello, “Historia de Santa Fe”, ed. Plus Ultra. Vicente D. Sierra, “Historia de la Argentina” (t. 1700-1800) -  “Estampas del Pasado”, José Luis Busaniche, t. I, Hyspamérica: transcribe una importante carta de los cabildantes santafesinos sobre la obra de Echagüe – 

 

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