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sábado, 4 de julio de 2015
Presentación del vademecum en Salta: adhesión del público a las respuestas del magisterio tradicional ante la crisis de la Familia y la próxima celebración del Sínodo
Como anunciamos en esta página, fue presentado en Salta el vademécum “Opción preferencial por la Familia – 100 preguntas y
100 respuestas a propósito del Sínodo”
+ Interés y participación del público
+ Reacciones de dedicación y esperanza
+ Filial Súplica (ver al final): 310.494 firmas!
Museo de la Ciudad, 26 de junio de 2015
–
PRESENTACION
"Que la familia atraviese (…) una verdadera y profunda crisis, es una apreciación que
parece objetivamente verdadera. Ante esta realidad no sería una actitud sabia ignorarla o minimizarla: es
preciso tenerla en cuenta, tratar de evaluar sus dimensiones y
magnitud, y esforzarse para identificar los medios para superarla. A eso apunta, con realismo y
esperanza, el volumen que presento".
La frase inicial, tomada del prefacio de la obra, pertenece a la
autorizada pluma de S. Emcia., el Cardenal Jorge Medina Estévez, y resume
admirablemente el propósito de este vademécum
de la Familia
escrito por los Obispos Mons. Pagotto, Mons. Vasa y Mons.
Schneider que está siendo enviado por Filial Súplica org a todos los obispos
del mundo.
Obra síntesis de la doctrina perenne de la Iglesia sobre los
múltiples aspectos que conciernen a la familia en la actualidad, permite
conocer con claridad los fundamentos de la “célula mater de la sociedad” y los hechos que condujeron a su
crisis -que amenaza la civilización. Particularmente auspicioso ante este
panorama, es la orientación de qué actitud tomar para la restauración de la Familia, “santuario de
vida”, escuela de catequesis de jóvenes
y niños e “Iglesia doméstica”.
Al destacar estos aspectos al inicio de la presentación, los
disertantes comentaron la dificultad en resumir los contenidos tan amplios del texto
comentado, pese a lo cual intentarían, con la ayuda de la Ssma. Virgen, dar una visión de
conjunto invitando a los presentes a estudiar la obra.
El texto muestra –dijeron-, con abundantes citas de documentos
pontificios, conciliares y de reconocidos especialistas que, ante esa crisis,
hay dos actitudes.
Una parte de un diagnóstico insuficientemente documentado acerca de
la situación actual de la
Familia, valiéndose de cuestionarios que, por la ínfima
participación de los fieles –para circunscribirnos a ese punto…- no son
realmente representativos. Tampoco corresponden a la metodología milenaria de la Iglesia, que siempre
partió de las enseñanzas del Divino Maestro y de la tradición apostólica, de las
que es Depositaria.
El texto cita ejemplos concretos de exageraciones sobre los
porcentajes -supuestamente mínimos- de familias constituidas en base al vínculo
del matrimonio indisoluble, que son comparados con la pretendida mayoría abrumadora
de situaciones irregulares (parejas homosexuales, divorciados civilmente
re-casados, etc.); conclusión forzada que se encuentra en franca contraposición
con lo enseñado por S. Juan Pablo II en su Carta a las familias “Gratíssima sane”
La actitud contraria a la anterior, que compartimos, arranca del
depósito de la Fe
para el análisis de la realidad, como siempre lo hizo la Iglesia, y encuentra plena
expresión en este vademécum, que, al decir de Mons. Luigi Negri, Abad de
Pomposa y Arzobispo de Ferrara-Comacchio, se caracteriza por la singular
claridad y lealtad de la lectura de la tradición magisterial sobre la
familia.
Sobre la base del magisterio infalible
de la Iglesia propone soluciones doblemente realistas, que
parten de las divinas enseñanzas del Evangelio, transmitidas fielmente por la Esposa de Cristo, “Madre y
Maestra”, y de un análisis sereno y objetivo de las circunstancias histórico-culturales
en que se desarrolló la crisis. Pues ésta fue provocada por la Revolución Sexual, proceso que
corresponde al título de la obra de Wilhelm Reich, que busca conducir al hombre
al abismo de la utopía socialista, libertaria y radicalmente igualitaria,
modificando sus tendencias, hábitos y mentalidades por medio de una Revolución
cultural inducida.
Sus teorías y las de otros ideólogos freudo-marxistas y marcusianos,
ampliamente difundidas en los círculos universitarios europeos, produjeron en
Francia la Revolución
anárquica del 68, con sus lemas “Yo soy mío” y “Prohibido prohibir”.
Esta Revolución cultural engendra su peor fruto, la Ideología de Género,
“aspecto de la revolución sexual que hoy amenaza más gravemente a la familia”
(pregunta 26ª), que “pretende que tanto
los programas escolares, cuanto los de ‘reeducación’ familiar’ y de ‘renovación’
religiosa prohiban la enseñanza de la moral y de la fe, sustituyéndola por la
ideología de género”. “ (…) esta revolución –lanzada en septiembre de 1995 en
Pekín, en la IV
conferencia mundial sobre la
Mujer de la
ONU- se insinuó en muchos ambientes católicos, proyectando
una peligrosa subversión sexual, cultural y social anticristiana. Por ahora
ella parece despertar más reacciones de los padres de familia que de los
pastores”.
Corroborando esta dolorosa realidad, el texto comentado, fiel a su
misión esclarecedora, constata actitudes desconcertantes de algunos Padres
sinodales que promueven una pastoral y disciplina acomodadas a los controvertidos
cuestionarios, con lo que, “de acuerdo al gran canonista Velasio de Paolis, se
corre el riesgo de resbalar rumbo a las posiciones de la ‘moral de situación’ “
(pr. 27ª). Ejemplo de esto sería el de un importante padre sinodal que habría
declarado que “la religión cristiana es historia, no ideología” y que “si
negáremos eso, quedamos dos mil años atrás”.
En esta visión “historicista” cabría incluir “a contrario sensu” –nos
parece- la postura del Card. Kasper, quien no está en lo cierto en afirmar que
en la Iglesia
original habría habido “tolerancia” en admitir a la Comunión a los
divorciados re-casados.
No menos graves serían afirmaciones de otros prelados, señaladas
prudentemente en el Cap. X, sobre Homosexualidad y Uniones homosexuales -tema
abordado con firmeza, claridad y delicadeza. Reconocer estas uniones contra el
fin natural sería “una cuestión de civilización”, para uno de ellos, mientras
que otro estaría proponiendo asimilarlas al matrimonio católico.
“Algunos obispos sustentan que no se tiene en vista sólo
‘actualizar’ la pastoral” –dice el texto comentado en su Cap. VI, Doctrina
moral y praxis pastoral- “sino también decidir sobre cambios relativos a la
doctrina”. Esto se daría, alegan, “según exigencias de la ‘escucha’ del pueblo
de Dios”. Pero “lo que de hecho la
Iglesia necesita –enseña el vademecum- es de una verdadera
reforma que reconduzca el comportamiento de los cristianos a la pureza de las
costumbres y a la integridad doctrinaria que fueron por ellos abandonadas”.
Con relación a la
Pastoral, no puede ser completamente separada de la doctrina
moral que la justifica. Cita en este punto al “prefecto para la Congregación para el
Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, Cardenal Robert Sarah, [quien]
declaró recientemente: ‘La idea
consistente en colocar el magisterio en un bello cofre, separándolo de la
práctica pastoral, la cual podría evolucionar según las circunstancias, las
modas y las pasiones es una forma de herejía, una peligrosa patología
esquizofrénica”.
Cuestión central abordada reiteradamente con gran riqueza doctrinal
y esclarecedoras citas es la del matrimonio: “el Señor Jesús insistió en la
intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble” (Catecismo
de la Iglesia Católica,
nº 2382). Agregando que la
Iglesia “debe permanecer absolutamente fiel a la verdad sobre
el amor humano; de otro modo, se traicionaría a sí misma” (cfr. S. Juan Pablo
II).
A la pregunta 41ª: ¿Qué derecho tiene la Iglesia de entrometerse en
la vida privada de las personas?... responde: “La Iglesia no es un lobby
cultural que propaga una ideología sino una sociedad de origen divino que recibió
de Jesucristo la misión de guiar las almas rumbo a la verdad, a la santidad y a
la salvación eterna. Puesto que esa salvación depende principalmente de la
rectitud moral de la vida privada cotidiana, la Iglesia tiene el deber y
por tanto el derecho de dar la orientación para esa vida de modo que pueda
volverse ocasión de salvación y no de perdición”.
A la pregunta que se refiere a si no debe contentarse con el
matrimonio civil responde:
“…el matrimonio
tiene como fin generar no sólo nuevos ciudadanos para la sociedad, sino también
nuevos elegidos para el Cielo, bien como nutrir la comunión espiritual humana
de los cónyuges. Para eso Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento (…).
Para un bautizado, en el matrimonio no se puede separar el contrato civil de su
naturaleza sacramental”.
Más adelante agrega que el matrimonio es mucho más que un contrato
entre dos personas, es una “institución fundada en la ley natural…que da origen
a la célula mater de la sociedad. Que si fuere contratado entre fieles se
vuelve un juramento sagrado regulado por el derecho divino pues Nuestro Señor
lo elevó a la dignidad de Sacramento. El es también símbolo de una doble unión
nupcial: del Creador con su criatura y del Redentor con su Iglesia” (50ª).
A si existen “varias formas de matrimonio y de familia” responde:
“De acuerdo a la
ley natural y divina, sólo existe una forma de matrimonio: la unión monogámica
e indisoluble entre un hombre y una mujer; sólo existe un tipo de familia: la
formada por padre, madre e hijos. Todas las otras formas de convivencia son
substancialmente diversas de la familiar y no pueden ser equiparadas ni
asimiladas. Los fieles que conviven sin casarse, o sólo con el casamiento
civil, o los divorciados vueltos a casar, viven situaciones irregulares e
ilícitas que no pueden ser consideradas verdaderas familias, aunque esas
situaciones pueden ser una fuente de obligaciones morales” (49ª).
Sobre la posibilidad de rescindir un matrimonio válidamente
celebrado responde con palabras de Pío XII: “Si ni la voluntad de los cónyuges puede
desatar el vínculo matrimonial una vez contraído, ¿cómo podría hacerlo la
autoridad, superior a los cónyuges, instituida por Cristo para regir la vida
religiosa de los hombres? El vínculo del matrimonio cristiano es tan fuerte
que, si alcanzó su plena estabilidad por el uso de los derechos conyugales,
ningún poder en el mundo, ni siquiera el Nuestro, es decir, el del Vicario de
Cristo, es capaz de rescindirlo”.
Sobre la validez y perennidad de estos principios recuerda esta obra
al comienzo que “ni el Sínodo de los obispos, ni cualquier otra instancia
eclesiástica tiene autoridad para cambiar la doctrina de la Iglesia”.
Pues “la Iglesia
no ha sido la autora de éstas, ni puede por tanto ser su árbitro, sino
solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que
no lo es por su íntima e inmutable
oposición al verdadero bien del hombre” (B. Paulo VI, Humanae Vitae).
En coherencia con estas enseñanzas dedica varias preguntas a
demostrar la imposibilidad absoluta de admitir a la Comunión a quienes
conviven maritalmente fuera del casamiento monogámico e indisoluble, analizando
los aspectos fundamentales de esa situación, la prohibición de realizar
ceremonias engañosas, y las condiciones en que deben participar de la vida de la Iglesia.
El cap. X, dedicado a la homosexualidad y a las uniones entre
personas del mismo sexo, muestra que las tendencias homosexuales son de por sí desordenadas,
no obstante lo cual las personas con esa tendencia deben ser tratadas con delicadeza.
Asimismo, que los actos homosexuales son
contrarios a su fin natural pues cierran el acto a la vida. Citando las
enseñanzas de Benedicto XVI, recuerda la distinción profunda entre dos
realidades: la atracción erótica y el
amor de dilección. Que el matrimonio
es solamente entre hombre y mujer y que los que se inclinan a la homosexualidad
deben controlar sus pasiones desordenadas.
Otros capítulos abordan el uso de “palabras-talismán” que pueden
asumir varios significados y convertirse en herramientas para realizar un
“trasbordo ideológico inadvertido” que transforma la mentalidad de las personas
sin que se den cuenta, llevándolas a un cambio de mentalidad y aún de
posiciones ideológicas.
Entre ellas se encuentran expresiones como “personas heridas”,
“vulnerabilidad”, “profundización” y “misericordia”, recordando que, como
enseña el Papa Francisco I, se trata de ‘acoger al hijo pródigo arrepentido;
sanar con determinación y valor las heridas del pecado’(pr. 90ª).
“En el debate en torno del Sínodo la misericordia lleva a
considerar las situaciones irregulares, no del punto de vista del derecho y del
deber, sino de la comprensión y del perdón, un abordaje ‘basado no en juicios
morales sino en la vulnerabilidad de las personas’ (pr. 90ª)”.
Se trata de una tesis del lobby heterodoxo que se autodenomina
“Nosotros somos Iglesia” (“Wir sind Kirche”).
Respuesta: “La
Iglesia no puede comportarse como un charlatán que ilusiona a
los que sufren ofreciéndoles pócimas que evitan el dolor, pero antes agravan la
enfermedad. Por el contrario, inspirándose en el verdadero ‘buen samaritano’
que es una figura de Cristo (…) debe actuar como un médico sabio que busca curar
a los (…) heridos espirituales con los remedios más eficaces, para liberarlos
del mal y ahorrarles las peligrosas recaídas”. “(…) que no se confunda la vulnerabilidad del enfermo que sufre por
causa de una terapia dolorosa con la susceptibilidad
de quien se niega a ser curado”.
Esto se aplica a las situaciones en las que debe haber
arrepentimiento que remueva la situación de pecado. Por ejemplo en cuanto a la
admisión a la Eucaristía
de un divorciado vuelto a casar (civilmente) que “estuviese convencido en
conciencia de poder hacerlo legítimamente” (69ª), “(…) los pastores y los
confesores (…) tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de
conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia” (Congregac. para la Doctrina de la Fe).
“Quien recibe la
Eucaristía no hace uso de un mero remedio espiritual, sino
que recibe realmente el Cuerpo y la
Sangre de Cristo y para recibirlo es necesario (…) estar en
estado de gracia. Ahora bien, como los divorciados vueltos a casar están
objetivamente en situación de pecado mortal, se exponen a cometer sacrilegio si
recibieren la Comunión. Esta
no será entonces para ellos un remedio, sino un veneno espiritual. Si un
celebrante admite esa Comunión sacrílega (…), o él no cree en la Presencia Real de Cristo, o no
cree que la situación de divorciado y vuelto a casar constituye pecado mortal”.
Sigue una categórica declaración de S. Juan Pablo II, de “reiterar que está
vigente, y lo estará siempre en la
Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha
concretado la severa exhortación del apóstol Pablo” de que, “para recibir dignamente la Eucaristía, ‘debe preceder
la confesión de los pecados’ (…)”.
Ante las propuestas de algunos de facilitar las declaraciones de
nulidad –en contra del parecer del gran canonista, Card. Burke- el texto
comentado insiste en que la auténtica solución para asegurar un matrimonio consciente
y válido es la prevención en la enseñanza de la castidad: “…el mejor remedio es
la prevención. Los jóvenes son mucho más abiertos para hablar sobre la virtud
de la castidad de lo que con frecuencia se cree” (cfr. Kampowski, 93ª y 94ª).
En el mismo sentido, S.S. Benedicto XVI recomienda vivamente “huir de las
tentaciones pseudo-pastorales”.
En la parte final, el opúsculo pregunta, dado que el hombre de hoy
parece incapaz de asumir los compromisos a ser respetados toda la vida, y que
el matrimonio monogámico e indisoluble parece impracticable por la mayoría, si “no es utópico que la Iglesia exija que los
miembros de la familia practiquen las virtudes de la fidelidad y de la
castidad”.
Responde que “Dios no exige del hombre alcanzar un fin impracticable,
cumplir un compromiso por encima de sus fuerzas”. Pues si las fuerzas naturales
no son suficientes, la
Providencia da al hombre fuerzas sobrenaturales que lo
vuelven apto a cumplir su misión” (95ª pr.).
“Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su
estado de vida particular”, enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2348). La
castidad absoluta fuera del matrimonio y la practicada dentro de él “son
conformes a la naturaleza y, por tanto, teóricamente posibles”. En la práctica,
por causa del Pecado Original, “mantener durablemente la castidad sólo es
posible con la ayuda de la
Gracia, con la cual un compromiso pesado se vuelve leve: ‘Mi
yugo es suave y mi fardo es liviano’ (Mt. 11)”. “Una vez sustituido el hábito
de la lujuria por el de la castidad, eso se vuelve una virtud gratificante”.
“…o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja
dominar por ellas y se hace desgraciado” (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2339).
“Siempre fue difícil mantener la castidad; y lo es más aún en la
sociedad moderna, donde los ambientes, la cultura y los medios de comunicación
favorecen la lujuria. (…) los fieles deben ir contra la corriente, para lo que
es especialmente necesaria la ayuda de la gracia divina por medio de la oración,
de la ascesis y de la penitencia. Pero entonces (…) vivir castamente es más
meritorio y gratificante que en el pasado” (97ª).
Antes de concluir, plantea la siguiente objeción:“¿No parece
evidente que la causa de la familia está perdida y que ahora ya no hay qué hacer?” (pregunta 99ª).
Respuesta: “¡Hay mucho (…) que hacer, y con urgencia! En vez de
lamentar la situación actual y resignarse a lo peor, es hora de que los
cristianos pongan manos a la obra para recuperar el terreno perdido y hacer uso
de todos los medios necesarios recordando que: ‘Todo puedo en Aquel que me
conforta’ (Fil. 4)”.
100ª pregunta: Entonces, ¿qué hacer?
Rpta: “Nos queremos en esta ocasión llamar la atención de los
educadores (…) sobre la necesidad de crear un clima favorable a la educación de
la castidad, es decir, al triunfo de la libertad sobre el libertinaje mediante
el respeto del orden moral. (…). Nos decimos a los gobernantes, (…) primeros
responsables del bien común, y que tanto pueden hacer para salvaguardar las
costumbres morales: no permitáis que se degrade la moralidad de vuestros
pueblos; no aceptéis que se introduzca legalmente en la célula fundamental, que
es la familia, prácticas contrarias a la ley natural y divina” (B. Paulo VI,
Hum. Vitae).
“Concluimos diciendo que la Sagrada Familia de Nazaret es
el modelo por excelencia de la familia, porque realiza la comunión de amor, su
carácter sagrado e inviolable. Para la salvación de la familia, los Papas han
recomendado la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En esta perspectiva, Dios
socorrerá a las familias en dificultad con su gracia omnipotente. La Santísima Virgen
las asistirá con su maternal protección, y la Iglesia las ayudará con su
palabra, su oración, sus sacramentos y su caridad activa”.
Terminada la exposición, de unos 40 minutos, hubo interesantes
aportes de los presentes, reconfortados por la claridad de las respuestas dadas
a los problemas serios que la familia debe enfrentar en nuestros días. La
intervención final fue de una religiosa dedicada a la formación y el apostolado
que exhortó a todos a contribuir a que se produzca “un efecto multiplicador”.
Que la Ssma. Virgen
así lo quiera, para contrarrestar la crisis de la familia, evitar desvíos que
harían muy mal a los medios católicos y restaurar la sociedad de acuerdo a las
enseñanzas perennes del magisterio.
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