caballos indomitos -
la convivencia familiar, manantial de tradicion
Intercambiando ideas e impresiones con los lectores jóvenes y los mayores
Una cocina con personalidad…
¿Qué elementos marcan su ambiente? ¿Qué podemos preparar en el fogón?
¿De dónde será esta típica cocina?
¿Qué comidas, sabores, colores, olores imaginas en ella?
¿Qué elementos decorativos le dan personalidad?
¿Alguna metáfora?
Comparémosla con esta otra, que se encuentra en Toledo, en la famosa casa de un gran maestro de la pintura, de los tiempos deFelipe II (quien, al parecer, no era muy entusiasta de su estilo de pintar…)
Lo ideal para alimentar la conversación sería un Cocido de jabalí a la moda del Peñón de Vélez, sobre todo en una fría noche de caza. Pero como no tenemos a mano la receta, aquí va otra adecuada, de la típica cocina de las Españas: MIGAS A LA ARAGONESA.
Hacen
falta unos 80 gr de manteca de cerdo, 1 cucharada de pimentón, 40 de
tocino, 50 de jamón magro, 1 bollo o pan casero de 3 días, 4 cucharadas
de puré de tomate (si no hay tomates), ½ decilitro de aceite, 4 dientes
de ajo, ½ decilitro de leche y una chispa de sal.
Se
corta el pan en rebanadas finas, se ponen en una paellera (o sartén de
dos asas) rociando con leche; se salan ligeramente las tajadas y se
dejan poco más de media hora tapadas con un lienzo. Se cortan bien finos
el jamón y el tocino y se trinchan sobre la tabla. Se fríen los tomates
-o el puré- en una sartén con 3 cucharadas de aceite y se sazonan. Con
el resto de aceite se fríen intensamente los ajos en otra sartén.
Se
pone la paellera sobre el fuego, se echa el aceite y los ajos fritos,
los trinchados de jamón, el tocino y la manteca de cerdo. Con el canto
de la espumadera se desmenuza todo lo posible.
Se
remueve bien con la espumadera para que las migas se condimenten y
cuezan. Se agrega el tomate frito y el pimentón y se sigue removiendo.
“¡Ah! Un buen trago de aguardiente después de estas migas no sienta nada mal”.
Cándido, Mesonero Mayor de Castilla
Las incógnitas se resolverán , con la ayuda de los lectores, en la próxima edición de esta sección. Será un gusto recibir respuestas y comentarios (ver más abajo).
Secretos del caballo
¿A
quién no le atrae un paseo por el campo o los cerros en este animal
indispensable para la Caballería de otrora y la ganadería, la
equitación, la doma, el polo y el pato, actualmente, del que el libro
del Patriarca Job dijo tantas maravillas?
En
esta ilustración de un talentoso pintor francés, que se crió en el
castillo de sus padres, se refleja lo gracioso –para quien mira, sobre
todo- de las situaciones que se producen con un caballo brioso o que no
quiere dejarse ensillar.
La encontramos casi desapercibida, reproducida en pequeño en un librito, con el título: Horse giving trouble to his lad (Caballo dándole trabajo a su cuidador). Sin embargo, la escena es mil veces más interesante que muchas otras del mismo artista.
El cuidador –the lad, ‘el muchacho’- hace
contorsiones para intentar ponerle el freno, mientras el otro ‘lad’,
que al parecer quiere dar un paseo, retrocede, medio curvado de miedo,
mirando fijamente al magnífico caballo, previendo lo que puede pasarle, y
tal vez arrepentido, ya, del programa.
Sin embargo, hay quien sostiene que toda persona que seriamente quiera aprender a dominar un caballo, o al menos a andar en él, puede hacerlo, siguiendo con constancia una serie de reglas consagradas por los siglos y usando su sentido común.
Entre
esas reglas se cuenta: gobernar el caballo con las piernas y las
rodillas, con el movimiento del cuerpo, y no con las riendas. Estas
completan la orden del jinete, no son un timón, y no deben llevarse
tirantes ni tampoco sueltas, ya que mantienen el contacto con la boca
del animal.
Asimismo, el jinete debe ir con soltura y tratando de acompañar los movimientos del caballo.
Felices
quienes pueden practicar alguna de las mil maneras de equitación,
formales o a campo, un deporte que entretiene como pocos, dignifica al
jinete y a su cabalgadura.
En
el seno de las familias, en la convivencia familiar, se constituyen las
tradiciones propias a la aristocracia y a cada clase social
“El
aristócrata, al perfeccionarse él y perfeccionar a su familia, crea una
institución dentro de la sociedad, que es la familia aristocrática”, dice el Cardenal español Herrera Oria.
El
texto deja bien claro –comenta el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira- que,
para ser fuente y propulsora de ese impulso hacia lo alto, la propia
contextura familiar le es a la aristocracia de gran utilidad, pues es
en el seno de las familias de todas las clases sociales donde se
constituyen las tradiciones propias a cada una, y es en la convivencia
familiar donde los padres y mayores encuentran las condiciones
psicológicas y las mil ocasiones propicias para comunicar a los más
jóvenes sus convicciones y el fruto de sus experiencias”. (“Nobleza y élites tradicionales análogas”, Apéndice IV).
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