los Estados Unidos y al mundo moderno
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ontinuamos hoy abriéndonos paso en el
camino del “regreso al orden”, con estas notas sobre la oportuna obra de la TFP norteamericana. Su tema
específico es la crisis económica de los Estados Unidos, con todo lo que ella
implica en el campo cultural, moral e ideológico, asunto que, en estos tiempos
de globalización, es de alto interés general por su alcance mundial.
Ante la alarmante perspectiva de una crisis
sin precedentes, “Return to Order” analiza sus causas y propone criterios de
acción realistas, inspirados en la experiencia histórica, el sentido común y la
civilización cristiana.
Hoy destacaremos trazos fundamentales del
modelo norteamericano y el factor corrosivo de naturaleza psicológica que
amenaza llevar al abismo a la economía actual, dejando libre campo a los
enemigos del orden.
Nos alegramos porque “Return to Order” ya
ha superado la barrera, infranqueable para la mayoría de libros de este tipo,
de 5.000 ejemplares difundidos.¡Felicitaciones a John Horvat y sus
colaboradores porque su valiente iniciativa está teniendo merecido eco!
Los pioneros tenían en vista una "república comercial"
que brindara unión, seguridad y prosperidad
EL MODELO PREDOMINANTE EN LOS EE.UU.
UNA UNION COOPERATIVA
Los pioneros tenían en vista una "república comercial"
que brindara unión, seguridad y prosperidad
EL MODELO PREDOMINANTE EN LOS EE.UU.
UNA UNION COOPERATIVA
El modelo que
esbozaremos les sirvió a los norteamericanos para progresar económicamente y moldear su característico estilo
de vida. Tuvo una larga vigencia pero, en la presente crisis, ya no funciona
como antes. Veamos algunos puntos que ayudan a entender por qué falló.
Sus elementos principales son:
1.
Un
sistema económico de notable pujanza, abierto a la propiedad privada y la libre
iniciativa en el marco de la ley.
2.
Y el
“American way of life”, modo de vivir que
permite disfrutar de esa prosperidad y alimentar el sueño de gozar de máxima
libertad para lograr una perfecta felicidad.
Requiere un
ambiente de cooperación mutua, que –al contrario del estatismo socializante-
retribuye el esfuerzo.
El modelo presupone un consenso optimista y "bon enfant"
que no ve con buenos ojos la adhesión firme a convicciones ideológicas
o religiosas
El modelo presupone un consenso optimista y "bon enfant"
que no ve con buenos ojos la adhesión firme a convicciones ideológicas
o religiosas
"Nuestra forma de gobierno no tiene sentido si no
se basa en una fe religiosa profundamente sentida
-¡que no me importa cuál sea!" (Pte. Eisenhower)
se basa en una fe religiosa profundamente sentida
-¡que no me importa cuál sea!" (Pte. Eisenhower)
El rol y características del consenso
La clave del éxito
de este modelo es un gran consenso general.
Deliberadamente vago, no ve con buenos ojos la adhesión firme a tradiciones
religiosas o ideológicas que puedan crear divisiones o empañar la búsqueda de la
esquiva felicidad perfecta.
La retórica
“consensualista” menciona a Dios, la libertad, la bandera, la familia, el
pastel de manzanas… Su fuerza deja afuera a socialistas y comunistas, y otras
fuerzas marginales.
Se diferencia del
modelo seguido por la Unión Europea,
que busca eliminar el vínculo entre vida pública y religión; pues el americano acoge las religiones,
mientras no interfieran en el consenso. Un acuerdo tácito prohibe ciertas cosas
contra Dios, ante quien se mantiene una actitud reverente. Se lo presenta como
un Dios difusamente judeo-cristiano, y se confía en El pero sin definirlo.
“Nuestra forma de gobierno” –dijo el Pte. Eisenhower- “no tiene sentido si no
se basa en una fe religiosa profundamente sentida –que no me importa cuál sea”.
La religión actúa
como factor de buen orden por medio de un código moral vagamente basado en los
10 Mandamientos, adoptado por el Estado. Este aspecto del consenso ha tenido el
buen efecto de imprimir un sentido general de moralidad, religiosidad,
patriotismo y apego a la familia, de sana influencia moderadora en la economía.
La nación cooperativa en crisis
Esta fórmula hace
que EE.UU. sea como una eficiente granja cooperativa o una gran sociedad
anónima. Ya en los escritos de los próceres fundadores se encuentran referencias a una “república
comercial”, unión de intereses legítimos que brinde seguridad y prosperidad.
Si la atmósfera
favorable se mantiene, los “socios” renuevan gustosamente su participación, pues
el basamento económico es como una garantía de prosperidad.
Tal unión
cooperativa es resistente a la crisis –a pesar de que algunos agoreros predicen
su ruina. Mientras permanezca la
apariencia de prosperidad, habrá el consenso necesario para mantener la unión,
aun en tiempos de gran decadencia moral como los actuales.
Pero…,en períodos
de crisis prolongada, este modelo cooperativo se resquebraja. Se forman
facciones y se generan debates polarizados en que cada uno le echa la culpa al
otro por la falencia de la cooperativa. Esta parece estar trabajando contra los
intereses de los socios. Distribuye incertidumbres en lugar de dividendos.
Asoman ansiedad y “stress”.
Así, lo
inimaginable está pasando. El consenso se está viniendo abajo y el dínamo de la
producción se está enfriando. Debemos ver de frente –dice el autor- esta
perspectiva asustadora.
La contracorriente insufla la intemperancia frenética,
un espíritu inquieto y temerario que quiere sacudir las
restricciones legítimas y satisfacer pasiones desarregladas
La intemperancia frenética es la clave para entender la crisis
económica actual, que es ante todo de naturaleza espiritual
¿POR QUE HA FALLADO ESTE MODELO? – EL PAPEL DE LA INTEMPERANCIA FRENETICA
¿POR QUE HA FALLADO ESTE MODELO? – EL PAPEL DE LA INTEMPERANCIA FRENETICA
¿A qué se debe la
falla? A un elemento de desequilibrio que penetró en el sistema económico, pieza
maestra del modelo, afectando también el estilo de vida.
Muchos se
apresurarían a señalar con el dedo al propio sistema de mercado libre (*).
Sería un grave
error. Pues hay que distinguir las dos corrientes que actúan en el campo
económico.
Una es el inmenso sector que sigue la
economía de libre mercado:
activo conjunto de millones de empresas –pequeñas, grandes y muy grandes- que operan
normalmente y proveen ampliamente de bienes a la nación.
Este sector básico
mantiene las buenas prácticas mercantiles -diligencia, moderación, economía, honestidad-
esenciales para que funcione cualquier mercado libre. Sus actividades no pueden tomarse como causa de la crisis.
***************
·
( *) Nota: el autor considera
inconveniente usar el término “capitalismo”,
por tratarse de un concepto ambiguo, no pasible de definición científica, y fácil de impugnar por los enemigos de la economía
de libre mercado; ver al respecto Enc. Centessimus Annus, de S.S. Juan Pablo II).
Donde se debe
asestar el foco es en la segunda, una
contracorriente volátil que no es un sector formal y produce un efecto desestabilizador en la economía.
Se define por lo
que llamaremos intemperancia frenética: un
espíritu inquieto y temerario que busca librarse de las legítimas restricciones
y satisfacer las pasiones desordenadas. No
constituye específicamente un problema económico sino moral y psicológico, situado
en las profundidades de alma del hombre moderno.
Los ámbitos en los
que opera no incluyen todas las grandes corporaciones ni excluyen todas las
pequeñas empresas. Tampoco se define por su capital puesto que ese espíritu
puede existir tanto en un simple comerciante como en un multimillonario. Si no
se le hace frente, cualquier solución, por buena que parezca, será
insuficiente.
Es la clave para entender la crisis económica actual
–que es ante todo de naturaleza espiritual.
Muchos han
observado ya sus efectos. Pío XI lo asocia a la fuerza de “las pasiones
desordenadas”; otros señalan su mente febril o lo denuncian como “movimiento
inquieto e insaciable”.
Esta intemperancia
radical es manifestación de una Revolución mucho mayor. La historia registra
grandes cambios en la mentalidad de los hombres. Así fue la explosión de
orgullo y sensualidad que sacudió la Cristiandad medieval iniciando un proceso
histórico que el pensador católico Plinio Corrêa de Oliveira llama la
Revolución (cf.
“Revolución y Contra-Revolución”; ver Una obra clave: Revolución y Contra-Revolución http://rcr-una-obra-clave.blogspot.com/
).
Fue una rebelión
contra la propia idea de ponerle freno a las pasiones movida por un deseo
intemperante de placeres y novedades, una explosión de apetitos desordenados acompañada
del gradual abandono de la fuerza estabilizadora de los valores espirituales,
religiosos, morales y culturales.
Esta Revolución,
en sus cuatro etapas (Renacimiento y Protestantismo, Revolución Francesa,
Comunismo, Revolución Cultural anárquica tipo “Sorbona”) fue entrando lentamente en todos los campos de
la vida produciendo efectos desestabilizadores. La intemperancia frenética es su manifestación en la economía.
Podemos seguirla
desde sus modestos comienzos con los mercaderes proto-capitalistas del
Renacimiento a la Revolución Industrial,
y de ésta a la globalización, ampliando constantemente su campo de acción.
Entre sus
manifestaciones extremas podemos citar la locura
de los tulipanes holandeses (1633-37), las grandes quiebras financieras o
el estallido de la burbuja hipotecaria en EE.UU. En la vanguardia se encuentra siempre
el empeño incansable en sacudir restricciones y buscar satisfacciones
desarregladas.
Los co-partícipes llegan
al extremo de trabajar en contra de sus propios intereses colaborando con
gobiernos socialistas o comunistas, típicos destructores del mercado libre; deshaciendo
la ética del mercado y la competencia mediante el “capitalismo de amigos” o
haciendo “lobby”.
Otra expresión es
la tendencia frecuente a exceder el límite económico individual y pedir préstamos
sin pensar en el futuro. En los estilos de vida “rápidos” facilitados por el
crédito fácil, que proyecta la imagen del éxito.
Hollywood -que es
parte de la contracorriente- “glamoriza” sus frenéticos arquetipos. En gran
medida dan el tono a la cultura empresaria, creando cierta “electricidad” en el
ambiente.
Analizando su naturaleza
La intemperancia
frenética no es sólo avaricia ni ambición, ni se confunde con emprendimientos
legítimos y a veces riesgosos.
Es la explosiva expansión de deseos humanos que
sobrepasan los tradicionales límites
morales.
Chancellor señala
un espíritu “anárquico, irreverente y anti-jerárquico” cuya esencia no es sólo
avaricia sino “un afán utópico de libertad e igualdad que acompaña el crudo
materialismo racionalista del sistema económico moderno”.
En la medida en
que prevalezca, conducirá finalmente a la ruina de los mercados libres y los
valores morales.
La templanza es la
virtud por la que el hombre modera y gobierna sus apetitos y pasiones de
acuerdo a las normas de la razón. Cuando este elemento de frenesí penetra en la
economía, puede conducir a períodos de “exuberancia irracional” (cf. A.
Greenspan) que produzcan grandes desequilibrios, fortunas fabulosas y quiebras
espectaculares.
La energía y
recursos que puede por momentos traer a los mercados se prestan a confusión. En
verdad, si la economía moderna ha brindado gran prosperidad no es por causa de esa
intemperancia sino a pesar de ella.
No puede ser frenada
imponiendo leyes draconianas que terminen por ahogar toda actividad comercial. La única solución verdadera radica en la
templanza.
“Los hombres de mente intemperante no pueden
ser libres. Sus pasiones son las que forjan sus cadenas” (Burke).
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Haga su comentario a estas notas que sirven de base para un gran debate esclarecedor
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