viernes, 24 de mayo de 2013

Regreso al Orden (2ª nota) - Modelo norteamericano, unión cooperativa y consenso - Intemperancia frenética y crisis



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ontinuamos hoy abriéndonos paso en el camino del “regreso al orden”, con estas notas sobre la oportuna obra de la TFP norteamericana. Su tema específico es la crisis económica de los Estados Unidos, con todo lo que ella implica en el campo cultural, moral e ideológico, asunto que, en estos tiempos de globalización,  es de alto  interés general por su alcance mundial.
Ante la alarmante perspectiva de una crisis sin precedentes, “Return to Order” analiza sus causas y propone criterios de acción realistas, inspirados en la experiencia histórica, el sentido común y la civilización cristiana.
Hoy destacaremos trazos fundamentales del modelo norteamericano y el factor corrosivo de naturaleza psicológica que amenaza llevar al abismo a la economía actual, dejando libre campo a los enemigos del orden.
Nos alegramos porque “Return to Order” ya ha superado la barrera, infranqueable para la mayoría de libros de este tipo, de 5.000 ejemplares difundidos.¡Felicitaciones a John Horvat y sus colaboradores porque su valiente iniciativa está teniendo merecido eco!

                           Los pioneros tenían en vista una "república comercial"
                                       que brindara unión, seguridad y prosperidad 

EL MODELO PREDOMINANTE EN LOS EE.UU.
UNA UNION COOPERATIVA 

El modelo que esbozaremos les sirvió a los norteamericanos para progresar  económicamente y moldear su característico estilo de vida. Tuvo una larga vigencia pero, en la presente crisis, ya no funciona como antes. Veamos algunos puntos que ayudan a entender por qué falló.

Sus elementos principales son:
1.     Un sistema económico de notable pujanza, abierto a la propiedad privada y la libre iniciativa en el marco de la ley.
2.     Y el “American way of life”,  modo de vivir que permite disfrutar de esa prosperidad y alimentar el sueño de gozar de máxima libertad para lograr una perfecta felicidad.
Requiere un ambiente de cooperación mutua, que –al contrario del estatismo socializante- retribuye el esfuerzo.
                                         El modelo presupone un consenso optimista y "bon enfant"
                                       que no ve con buenos ojos la adhesión firme a convicciones ideológicas
                                          o religiosas
                                               "Nuestra forma de gobierno no tiene sentido si no
                                             se basa en una fe religiosa profundamente sentida 
                                                 -¡que no me importa cuál sea!" (Pte. Eisenhower)
El rol y características del consenso
La clave del éxito de este modelo es un gran consenso general. Deliberadamente vago, no ve con buenos ojos la adhesión firme a tradiciones religiosas o ideológicas que puedan crear divisiones o empañar la búsqueda de la esquiva felicidad perfecta.
La retórica “consensualista” menciona a Dios, la libertad, la bandera, la familia, el pastel de manzanas… Su fuerza deja afuera a socialistas y comunistas, y otras fuerzas marginales.
Se diferencia del modelo seguido por la Unión Europea, que busca eliminar el vínculo entre vida pública y religión;  pues el americano acoge las religiones, mientras no interfieran en el consenso. Un acuerdo tácito prohibe ciertas cosas contra Dios, ante quien se mantiene una actitud reverente. Se lo presenta como un Dios difusamente judeo-cristiano, y se confía en El pero sin definirlo. “Nuestra forma de gobierno” –dijo el Pte. Eisenhower- “no tiene sentido si no se basa en una fe religiosa profundamente sentida –que no me importa cuál sea”.
La religión actúa como factor de buen orden por medio de un código moral vagamente basado en los 10 Mandamientos, adoptado por el Estado. Este aspecto del consenso ha tenido el buen efecto de imprimir un sentido general de moralidad, religiosidad, patriotismo y apego a la familia, de sana influencia moderadora en la economía.
La nación cooperativa en crisis
Esta fórmula hace que EE.UU. sea como una eficiente granja cooperativa o una gran sociedad anónima. Ya en los escritos de los próceres fundadores  se encuentran referencias a una “república comercial”, unión de intereses legítimos que brinde seguridad y prosperidad. 
Si la atmósfera favorable se mantiene, los “socios” renuevan gustosamente su participación, pues el basamento económico es como una garantía de prosperidad.
Tal unión cooperativa es resistente a la crisis –a pesar de que algunos agoreros predicen su ruina.  Mientras permanezca la apariencia de prosperidad, habrá el consenso necesario para mantener la unión, aun en tiempos de gran decadencia moral como los actuales.
Pero…,en períodos de crisis prolongada, este modelo cooperativo se resquebraja. Se forman facciones y se generan debates polarizados en que cada uno le echa la culpa al otro por la falencia de la cooperativa. Esta parece estar trabajando contra los intereses de los socios. Distribuye incertidumbres en lugar de dividendos. Asoman ansiedad y “stress”.
Así, lo inimaginable está pasando. El consenso se está viniendo abajo y el dínamo de la producción se está enfriando. Debemos ver de frente –dice el autor- esta perspectiva asustadora.





                           La contracorriente insufla la intemperancia frenética,
                                    un espíritu inquieto y temerario que quiere sacudir las 
                                      restricciones legítimas y satisfacer pasiones desarregladas 



                         La intemperancia frenética es la clave para entender la crisis
                                  económica actual, que es ante todo de naturaleza espiritual


¿POR QUE HA FALLADO ESTE MODELO? – EL PAPEL DE LA INTEMPERANCIA FRENETICA
¿A qué se debe la falla? A un elemento de desequilibrio que penetró en el sistema económico, pieza maestra del modelo, afectando también el estilo de vida.
Muchos se apresurarían a señalar con el dedo al propio sistema de mercado libre (*).
Sería un grave error. Pues hay que distinguir las dos corrientes que actúan en el campo económico.
Una es el inmenso sector que sigue la economía de libre mercado: activo conjunto de millones de empresas –pequeñas, grandes y muy grandes- que operan normalmente y proveen ampliamente de bienes a la nación.
Este sector básico mantiene las buenas prácticas mercantiles  -diligencia, moderación, economía, honestidad- esenciales para que funcione cualquier mercado libre. Sus actividades no pueden tomarse como causa de la crisis.

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·        ( *) Nota: el autor considera inconveniente  usar el término “capitalismo”, por tratarse de un concepto ambiguo, no pasible de definición científica, y  fácil de impugnar por los enemigos de la economía de libre mercado; ver al respecto Enc. Centessimus Annus, de S.S. Juan Pablo II).

Donde se debe asestar el foco es en la segunda, una contracorriente volátil que no es un sector formal y produce un efecto desestabilizador en la economía.
Se define por lo que llamaremos intemperancia frenética: un espíritu inquieto y temerario que busca librarse de las legítimas restricciones y satisfacer las pasiones desordenadas. No constituye específicamente un problema económico sino moral y psicológico, situado en las profundidades de alma del hombre moderno.
Los ámbitos en los que opera no incluyen todas las grandes corporaciones ni excluyen todas las pequeñas empresas. Tampoco se define por su capital puesto que ese espíritu puede existir tanto en un simple comerciante como en un multimillonario. Si no se le hace frente, cualquier solución, por buena que parezca, será insuficiente.
Es la clave para entender la crisis económica actual –que es ante todo de naturaleza espiritual.
Muchos han observado ya sus efectos. Pío XI lo asocia a la fuerza de “las pasiones desordenadas”; otros señalan su mente febril o lo denuncian como “movimiento inquieto e insaciable”.
Esta intemperancia radical es manifestación de una Revolución mucho mayor. La historia registra grandes cambios en la mentalidad de los hombres. Así fue la explosión de orgullo y sensualidad que sacudió la Cristiandad medieval iniciando un proceso histórico que el pensador católico Plinio Corrêa de Oliveira llama la Revolución (cf. “Revolución y Contra-Revolución”; ver  Una obra clave: Revolución y Contra-Revolución  http://rcr-una-obra-clave.blogspot.com/ ).
Fue una rebelión contra la propia idea de ponerle freno a las pasiones movida por un deseo intemperante de placeres y novedades, una explosión de apetitos desordenados acompañada del gradual abandono de la fuerza estabilizadora de los valores espirituales, religiosos, morales y culturales.
Esta Revolución, en sus cuatro etapas (Renacimiento y Protestantismo, Revolución Francesa, Comunismo, Revolución Cultural anárquica tipo “Sorbona”)  fue entrando lentamente en todos los campos de la vida produciendo efectos desestabilizadores. La intemperancia frenética es su manifestación en la economía.
Podemos seguirla desde sus modestos comienzos con los mercaderes proto-capitalistas del Renacimiento a la Revolución Industrial, y de ésta a la globalización, ampliando constantemente su campo de acción.
Entre sus manifestaciones extremas podemos citar la locura de los tulipanes holandeses (1633-37), las grandes quiebras financieras o el estallido de la burbuja hipotecaria en EE.UU. En la vanguardia se encuentra siempre el empeño incansable en sacudir restricciones y buscar satisfacciones desarregladas.
Los co-partícipes llegan al extremo de trabajar en contra de sus propios intereses colaborando con gobiernos socialistas o comunistas, típicos destructores del mercado libre; deshaciendo la ética del mercado y la competencia mediante el “capitalismo de amigos” o haciendo “lobby”.
Otra expresión es la tendencia frecuente a exceder el límite económico individual y pedir préstamos sin pensar en el futuro. En los estilos de vida “rápidos” facilitados por el crédito fácil, que proyecta la imagen del éxito.
Hollywood -que es parte de la contracorriente- “glamoriza” sus frenéticos arquetipos. En gran medida dan el tono a la cultura empresaria, creando cierta “electricidad” en el ambiente.
Analizando su naturaleza
La intemperancia frenética no es sólo avaricia ni ambición, ni se confunde con emprendimientos legítimos y a veces riesgosos.
Es la explosiva expansión de deseos humanos que sobrepasan los  tradicionales límites morales.
Chancellor señala un espíritu “anárquico, irreverente y anti-jerárquico” cuya esencia no es sólo avaricia sino “un afán utópico de libertad e igualdad que acompaña el crudo materialismo racionalista del sistema económico moderno”.
En la medida en que prevalezca, conducirá finalmente a la ruina de los mercados libres y los valores morales.
La templanza es la virtud por la que el hombre modera y gobierna sus apetitos y pasiones de acuerdo a las normas de la razón. Cuando este elemento de frenesí penetra en la economía, puede conducir a períodos de “exuberancia irracional” (cf. A. Greenspan) que produzcan grandes desequilibrios, fortunas fabulosas y quiebras espectaculares.
La energía y recursos que puede por momentos traer a los mercados se prestan a confusión. En verdad, si la economía moderna ha brindado gran prosperidad no es por causa de esa intemperancia sino a pesar de ella.
No puede ser frenada imponiendo leyes draconianas que terminen por ahogar toda actividad comercial. La única solución verdadera radica en la templanza.
 “Los hombres de mente intemperante no pueden ser libres. Sus pasiones son las que forjan sus cadenas” (Burke).

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Haga su comentario a estas notas que sirven de base para un gran debate esclarecedor
 

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