Al ver el efecto de sus proezas contra fuerzas militares probadas crecía la osadía de los partidarios. El 10 de julio de 1814, las fuerzas del Comandante Zabala entran en Salta atacando por 4 puntos. Don Pedro toma personalmente la Quinta de Medeyros. El Oficial Melchor Lavín contraataca con 400 hombres y resulta gravemente herido, quedando sus tropas desmoralizadas. ¡No había sido un paseo militar!
La inopinada resistencia de los milicianos salteños mantenía inmovilizado a Pezuela, quien, con seis expediciones derrotadas, es presa de gran decepción y decide, finalmente, retirarse. ¡Salta y sus gauchos habían triunfado!
También había triunfado una estrategia, fruto de siglos de orgánica herencia hispano-criolla propia de nuestra cultura de patriarcado rural señorial y popular. Los patrones encarnan el tipo humano de sus ancestros, los antiguos vecinos de las ciudades. Acaudillan naturalmente a aquellos gauchos cuya “familia se constituyó según el patrón cristiano por la influencia de la evangelización; su amor y afición al caballo los tomó de los españoles que…estaban habituados a las andanzas ecuestres por Europa y América”.
“Su hombría, su probidad y su respeto por las jerarquías hicieron de ellos el alma y el brazo de la gigantesca lucha entablada entre realistas y patriotas en las fronteras de la República. Dieron en todo momento muestras de dotes militares, de habilidad y constancia, acudiendo espontáneamente a alistarse al primer atisbo de peligro”. A alistarse “en los instantes decisivos (en) los puestos de mayor peligro y disputándose el honor de ser los primeros en medir sus lanzas”.
El principal medio fue, una vez más, el caballo: “no se puede concebir al gaucho sin su caballo, son un todo armónico. Este fue el secreto del éxito en las cargas, su salvación en las retiradas, la velocidad en las sorpresas, y, a veces, su centinela y hasta su trinchera”, escribe Apolo Premoli López, descendiente de aquellos Burela que hicieron patria.
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