viernes, 11 de mayo de 2012

Los hacendados salteños resisten al absolutismo - El guerrero y el caballo en la gesta hispanoamericana (6ª nota)

No era una sociedad ovejuna y dependiente donde el absolutismo iba a intentar imponerse. Tal vez no hubiera estado en sus objetivos si no fuese que las fuerzas de ocupación necesitaban remontar sus caballadas y alimentar sus combatientes. No tardaron en enviar contingentes militares para incautarse de reses y montas. Los hacendados salteños, justamente alarmados, se dispusieron a defender el fruto de su trabajo y el sustento de sus peones y familias (texto final de la entrada anterior).



Don Luis Burela los convoca a la resistencia armada, a la salida de la misa dominical, como lo cuentan Luis Arturo Torino y otros autores.


-“… ¿con qué armas? , le preguntaron.


-“¡Con las que les quitaremos!”, respondió presto Burela, y a pedido de los presentes se puso al frente de la resistencia.


Cumplía esta misión confiscatoria el Teniente cuzqueño Ezenarro, que dirigía una partida de 30 soldados de caballería. Soberbio y altanero, se incautaba de los animales que encontraba, sin pagar nada. Tres horas después regresaba Burela, con sus peones y los paisanos de sus amigos, cayendo sobre el pelotón, desarmándolo y haciéndolos prisioneros, jefe incluido.


No se quedó allí pues había decidido arriesgar su holgada situación económica y el plácido entorno familiar que endulzaba su pacífica y bucólica existencia poniéndose a la cabeza de sus gauchos.


Sin esperar la reacción de los realistas, salió a campaña, capitaneando 60 hombres armados de tercerolas y sables quitados al enemigo. Avanzó en dirección a Salta a esperar a los efectivos que saldrían a castigar su rebelión, lo que ocurrió a la madrugada siguiente.


Escondiendo sus efectivos en la espesura, les cayó de súbito por la retaguardia, consiguiendo con la sorpresa apresarlos a todos. Luego los remitió con los anteriores a Tucumán, a disposición de la autoridad militar. ¡Admirable golpe!


A su vez don Pedro de Zabala, propietario de El Carril, se levantaba en actitud belicosa, organizando los gauchos de sus dominios de San Agustín, formando el “Escuadrón de Zabala”, para pelear en la Guerra Gaucha con 60 hombres.


En Salta, con la victoria lograda poco después por Güemes sobre Saturnino Castro en el Tus cal de Velarde, la guerra de partidas avanza.


“Velarde es en esta guerra de recursos un modelo de emboscada táctica. A una legua de Salta, entre los espesos montes que flanquean el camino, ocultó el caudillo la fuerza de la encamisada [nota: ataque que en la guerra antigua se hacía de noche con camisas blancas]. Una partida empieza a tirotear las avanzadas y Castro, con ochenta dragones, sale a exterminarla. Hábilmente lo conducen al lugar elegido donde surgen del monte con gran ruido los jinetes salteños. Unos pocos enemigos, a uña de caballo, se salvan de los sables y machetes de los gauchos” (Be nencia).


Los gauchos se van adueñando también de la periferia de Salta, obstruyendo las comunicaciones de los invasores con Jujuy.


Había refriegas casi diarias dentro de las mismas calles del pueblo, en que se manifestaba su forma típica de pelea: arrebataban con el lazo, según palabras de Pezuela, a todo soldado realista que se alejara, aunque fuera a una cuadra de la plaza principal.
(continúa próximamente)

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