Epígrafes: una escena de la vida cotidiana de Luis XIV. La suavidad y serenidad del ambiente, familiar y jerárquico al mismo tiempo, contrasta vivamente con la amargura del suicida J.J. Rousseau, padre de la Revolución Francesa, y la violencia sanguinaria del tristemente célebre jacobino Danton, creador de los "ateliers de colérage", los talleres de encolerizamiento con los que se preparó la gran carnicería que impuso algo tan antinatural como el movimiento de 1789 (cf. "La Révolution Française", Pierre Gaxotte, A. Fayard éd.).
El Antiguo Régimen presentaba dos facetas contradictorias: el centralismo del "Rey Sol" y el aflojamiento de las virtudes morales, paralela a la pérdida de las certezas de la Fe medieval, que preparaban el terreno para la Revolución Francesa; y el desarrollo de la cortesía, del arte de la conversación, de la delicadeza y el buen gusto que -en una civilización católica plena- deben armonizarse perfectamente con el espíritu de sacrificio y de cruz y la combatividad del caballero y del guerrero cristiano. En este último sentido, el "Ancien Régime" fue una prolongación de la Edad Media, un poco como la barba que crece a un cuerpo humano luego de que la vida lo abandonó.
A pesar de estas falencias, el magisterio pontificio no dejó duda alguna de que la Revolución Francesa constituyó un gran movimiento histórico cuya alma la forman "la suma de errores de los falsos profetas". Cualesquiera fuesen las falencias e infidelidades de la sociedad del Antiguo Régimen, la Santa Iglesia considera legítima la monarquía francesa y la aristocracia destruidas por la Revolución de 1789. Hasta el punto en que el Espíritu Santo despertó la vocación del Beato Marcelino Champagnat, consagrado a combatir los errores igualitarios, anti-monárquicos y anti-aristocráticos de la Revolución Francesa.
Trazó así el Sagrado Magisterio del Vicario de Cristo una clara línea divisoria, condenando como esencialmente perversos los errores revolucionarios y su falsa visión de "libertad - igualdad - fraternidad". Quien quiera ser fiel a Dios tiene una guía meridianamente clara para saber en qué campo ubicarse. Máxime cuando la izquierda iberoamericana pretende imponer en el continente católico y mariano por excelencia una continuación agravada de los mismos errores, una forma de socialismo o comunismo potenciada por el tribalismo, el estructuralismo, y hasta el islamismo radical.
De esta manera, la Cátedra de Pedro, que inspiró durante toda su vida al Prof. Plinio Corrêa de Oliveira -declarando sus escritos "eco fidelisimo de los documentos de la Santa Sede" (ver su biografía en este mismo sitio)- es la torre luminosa que se levanta en estos días de caos, obcecación y criminal entrega a la Revolución gnóstica e igualitaria.
Que la Virgen Inmaculada, sin mancha, ayude a los hombres de nuestros días a limpiarse de los errores de la Revolución Francesa, preparando su alma para la gran vuelta de los ideales católicos prevista por Nuestra Señora en sus grandes apariciones de La Salette, el Buen Suceso y Fátima.
Son nuestros votos para este 8 de diciembre de 2009.
Comisión Don Pelayo
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En el día de la Inmaculada Concepción, ofrecemos a la Ssma. Virgen esta refutación a los errores de la impía Revolución Francesa y la exposición de los magníficos principios del magisterio tradicional de la Iglesia
6. Los principios revolucionarios de 1789 contenían la suma de las enseñanzas de los falsos profetas
Benedicto XV, al promulgar el decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Beato Marcelino Champagnat, 2 el 11 de julio de 1920, pronunció la alocución de la cual extraemos los trechos siguientes.
"Basta, en efecto, evocar en nuestra mente los principios del siglo XIX para distinguir
que muchos falsos profetas habían aparecido en Francia, y desde allí se proponían extender por doquier la maléfica influencia de sus perversas doctrinas. Eran profetas que tomaban la actitud de reivindicadores de los derechos del pueblo, que preconizaban una era de libertad, de fraternidad, de igualdad. ¡Quién no los hubiera considerado vestidos con piel de oveja, 'in vestimentis óvium'!
"Pero la libertad preconizada por aquellos profetas no abría la puerta al bien, sino al mal; la fraternidad predicada por ellos no saludaba a Dios como a Padre único de todos los hermanos, y la igualdad anunciada por los mismos no se apoyaba en la identidad de origen, ni en la común redención, ni en el mismo último fin de todos los hombres. Eran -¡ay!- profetas que predicaban una igualdad destructora de la diferencia de clases por Dios querida en la sociedad; eran profetas que llamaban hermanos a todos los hombres para quitar la idea de sujeción de unos a otros; eran profetas que proclamaban la libertad de hacer el mal, de llamar luz a las tinieblas, de confundir la mentira con la verdad, de preferir aquélla a ésta, de sacrificar al error y al vicio los derechos y las razones de la justicia y de la verdad.
1) ASS II [1910] 613-615.
2) El Bienaventurado Marcelino José Benito Champagnat, fundador de la Sociedad de los Hermanos Maristas, nació e1 20 de mayo de 1789, falleció el 6 de junio de 1840, y fue beatificado por Pío XII el 29 de mayo de 1955.
"No es difícil entender que esos profetas vestidos con piel de oveja, habrían de mostrarse intrínsecamente -esto es en la realidad-, como lobos rapaces: 'qui véniunt ad vos in vestimentis óvium, intrínsecus autem sunt lupi rapaces.’
"Y no es de sorprender si contra tales falsos profetas debía resonar una palabra terrible: '¡guardaos de ellos!', '¡atténdite a falsis prophetis!'.
"Marcelino Champagnat oyó esa palabra: 'entendió asimismo que no había sido pronunciada sólo para él, y pensó en hacerse eco de ella junto a los hijos del pueblo, a quienes veía más expuestos a caer víctimas de los principios del 1789 por causa de su propia inexperiencia y de la ignorancia de sus padres en materia de Religión, (…)
"'Atténdite a falsis prophetis': he aquí las palabras que repetía en la práctica quien ansiaba detener la oleada de errores y vicios que, por obra y gracia de la Revolución Francesa, amenazaba inundar la tierra. 'Atténdite a falsis prophetis' : he aquí las palabras que explican la misión abrazada por Marcelino Champagnat; palabras que no ha de relegar al olvido quien desee estudiar su vida.
"No deja de tener interés la comprobación del hecho de que Marcelino Champagnat, nacido en 1789, fue destinado a combatir, en su aplicación práctica, precisamente los principios que tomaron el nombre del año de su nacimiento y obtuvieron luego triste y dolorosa celebridad.
“Para justificar su obra le hubiera bastado continuar la lectura del Evangelio de hoy, porque una simple ojeada a las llagas que los principios del 89 habían abierto en el seno de las sociedades civil y religiosa habría dejado patente cómo aquellos principios contenían la suma de la enseñanza de los falsos profetas: 'a frúctibus eorum cognoscetis eos'. (…)
"Al incremento de las casas de Hermanos Maristas y a la excelente orientación de los jóvenes a ellas acogidos coadyuvó sin duda la Virgen Santísima, por medio de una imagen que apareció, y luego desapareció, y finalmente fue de nuevo hallada. Verdaderamente maravilloso fue aquel primer incremento, que solamente se explica por el incremento sucesivo, tan extraordinario también, que, antes del décimo lustro de su fundación, cinco mil religiosos del nuevo Instituto procuraban saludable instrucción a cien mil niños esparcidos por todas las regiones del orbe.
"Si con profética luz hubiese adivinado el Venerable Champagnat un efecto tan admirable, habría lamentado tal vez el excesivo número de niños que quedaban aún sumidos en las sombras de la muerte y en las tinieblas de la ignorancia, y habría deplorado no haber podido impedir mejor el nefasto desarrollo de la perniciosa semilla esparcida por la Revolución francesa, si bien un sentimiento de honda gratitud a Dios por los bienes que producía su Congregación le habría obligado a decir que, así como de los pésimos frutos de las enseñanzas de algunos profetas contemporáneos suyos se deducía su falsedad, así los buenos frutos obtenidos mediante su obra podían demostrar la bondad de ésta: 'ígitur ex frúctibus eorum cognoscetis eos'." 1
I) "L 'Osservatore Romano", 12-13/7 11920, 2. ed,
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