viernes, 10 de julio de 2020

33a. nota - Siglos de Fe... - Extremistas y moderados


Francisco Miranda, General de la Revolución Francesa y destacado masón de gran influencia
Feliciano Chiclana, integrante del I Triunvirato que dispuso tres días de fusilamientos de opositores a la Revolución

El Deán Gregorio Funes, que figuraba entre los moderados y hablaba contra los "hombres furibundamente democráticos", y en la década siguiente editaba un periódico voltairiano apoyando las reformas anticatólicas de Rivadavia




NOTA 33ª
Extremistas y moderados
Los dirigentes del movimiento emancipador forman corrientes de opinión o “alas” de contornos imprecisos, que recuerdan a girondinos y jacobinos. Más que cuestiones de principio los dividen criterios operativos; unos son partidarios de la acción rápida, aplicando el terror, y otros prefieren vías más contemporizadoras y graduales; pero éstos tiran de la carreta, lenta y segura, en el mismo camino que los otros intentan recorrer en un extenuante galope. Hasta qué punto cada sector –y cada protagonista- promovía, paralelamente a la independencia de España, la destrucción de nuestra Tradición, es un punto a investigar.
Lo cierto es que, en los confusos episodios que se desarrollaban, se disciernen valores ideológicos en medio de enfrentamientos políticos, personales o por cuestiones de segundo orden.
Los más imbuidos de jacobinismo se nuclean en la Sociedad Patriótica, dirigida por Bernardo de Monteagudo, que reúne a los morenistas y desarrolla una acción de oposición a través de la logia masónica de Julián Alvarez y el Club de Marco, remedo de los “clubes” franceses.
Los moderados o saavedristas reaccionan en la asonada del 5 y 6 de abril, apoyada por el Deán Funes, contra los “hombres fanáticos”, “furibundamente democráticos”, como los llama el versátil personaje, que aquí aparece como moderado y en la década siguiente edita un periódico volteriano, apoyando las maniobras de Rivadavia contra la Iglesia.
Los golpes y contragolpes se suceden incesantemente. En septiembre de 1811, un golpe de estado capitular de carácter centralista disuelve la Junta Grande y crea el Primer Triunvirato, afín a los sectores radicales. Su alma mater es el secretario Bernardino Rivadavia, figura conspicua del centralismo dirigista que intentará ahogar a la Argentina orgánica.
El Triunvirato dicta el Estatuto Provisional, obligando a los diputados de las provincias a volver a éstas, suprimiendo la representación del país. El motín de las coletas de los valientes Patricios es reprimido con sangre.
En 1812, Alvear, San Martín y Zapiola fundan la Logia Lautaro, que juega un rol decisivo; se discute si integraba o no la masonería, pero no están en tela de juicio sus vinculaciones con Miranda –“destacado masón”, que “en 1809 fundó la logia del Supremo Consejo de América”- y las logias inglesas (cf. Los Protagonistas in Historia Universal Océano; ver también Ernesto Palacio, Historia de la Argentina, t. II).
Se descubre la conspiración de Martín de Alzaga, héroe de la Reconquista odiado por los jacobinos. El Triunvirato recurre otra vez al terror: hay tres días de fusilamientos y ahorcamientos.
Rivadavia, Pueyrredón y Chiclana ordenan el proceso a los alzaguistas. Los jueces son Agrelo y Monteagudo, el de los sermones sacrílegos del Alto Perú. No tardan en caer sobre el clero fiel ejecutando al benemérito sacerdote fray José de las Animas, hecho calificado de “inaudito, monstruoso y altamente sacrílego” (Bruno, o.c., t. VIII, p. 86-7).
Una carta de Vigodet al Obispo de Buenos Aires (1811) pinta con elocuencia la crisis ideológica: casi todos los párrocos y eclesiásticos son partidarios del error, al que difunden con desvergüenza; inspiran odio hacia los buenos vasallos y hacen odible al superior gobierno que representa al rey (las autoridades de facto se valían de la máscara de Fernando VII); las ovejas –los fieles- están entregadas a lobos carniceros.
La adhesión de vastos sectores clericales no a favor de una legítima aspiración de independencia, sino de la utopía igualitaria universal, presenta otro paralelo con la Francia jacobina, en la que un numeroso sector del Clero, con el Arzobispo de París a la cabeza. juró la constitución anticatólica, rompiendo el vínculo de fidelidad con el Papa.
De ese clero, la Reina María Antonieta (declarada mártir por Pío VII junto al Rey Luis XVI) no quiso ni recibir los últimos sacramentos (que providencialmente logró darle un sacerdote fiel). Algunos exponentes fueron el Obispo apóstata Talleyrand, el hábil agitador de los primeros días, regicida y luego miembro del Directorio que abre las puertas a Napoleón, Abbé Sieyès, y el Padre Jacques Roux, que con sus sermones incendiarios se hacía llamar “le prédicateur des sans-culottes”, convirtiéndose en jefe de los “furibundos” (enragés); denunciado por su febril extremismo terminó suicidándose con un cuchillo.  Fueron los continuadores de la obra demoledora que el Abbé Raynal y los sacerdotes iluministas del siglo XVIII iniciaron en los salones, las cátedras, los púlpitos y las sombras de las tenidas masónicas.
Luis María Mesquita Errea 
SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830) - 
33a. nota
Sigue en nota 34a. En tiempos de la Asamblea del Año XIII

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