viernes, 17 de febrero de 2012

Vulgaridad aplastante del demagogo "bolivariano" llamándolo "cochino" a un rival político



"Debajo de la crítica" es una frase muy brasileña para los casos que no merecen ni siquiera una crítica.
Bregamos por un orden temporal católico y por la elevación de todos los estamentos de la sociedad, para lo cual la doctrina tradicional de la Iglesia (¡tan silenciada!) considera esencial que existan élites tradicionales que tienen como misión impulsar el conjunto social hacia adelante y hacia lo alto.
El Cardenal español Herrera Oria (ver en entradas anteriores) afirma que la aristocracia no puede faltar en una sociedad bien constituída. Porque las buenas maneras y la búsqueda de la excelencia que le son propias constituyen un alto bien moral, que da gloria a Dios y que irradiándose naturalmente -no por el aparato publicitario del poder- crea lazos de afectividad y cooperación en las diversas camadas de la sociedad, unidas en una gran familia: eso es un pueblo. Y la polifacética misión de la aristocracia incluye de modo sobresaliente la de ser guía de los sectores más populares, lo cual supone que esté constituida por elementos virtuosos y católicos.
Por el contrario, cuando un jefe de estado agrede de manera tan baja a un rival, cae sobre el infortunado pueblo que lo padece una catarata de vulgaridad, chabacanería y brutalidad, una verdadera opresión y un oprobio que conduce al odio y la violencia tan al gusto de los regímenes revolucionarios.
Por algo los tiempos en que tenía plena vigencia la civilización cristiana se caracterizaban por la famosa "dulzura de vida". Hasta los niños de edad escolar lo intuyen cuando, para las fiestas patrias, se visten como damas y caballeros antiguos, vendedores ambulantes y otros personajes típicos surgidos espontáneamente: sociedad orgánica...
Estas consideraciones, lejos de ser un estéril lamento, son un llamado a darle el debido valor concreto a las enseñanzas pontificias excelentemente analizadas y comentadas por Plinio Corrêa de Oliveira en "Nobleza y élites tradicionales análogas", obra que constituye una clarinada en estos tiempos tan degradados en materia de respeto y caridad auténtica como las declaraciones del dictador bolivariano evidencian.

Las declaraciones comentadas pueden verse en "El Mundo" (España) de hoy:
ELECCIONES Campaña de descalificaciones
Chávez a Capriles: 'Tienes rabo y orejas de cochino, eres cochino, no te disfraces'
El presidente venezolano arremete contra el líder de la oposición a medio año de las elecciones que decidirán el futuro del país.

lunes, 6 de febrero de 2012

Nuestros prohombres de a caballo - El guerrero y el caballo en la gesta iberoamericana - 4ª nota

Don Gabriel García Moreno, Presidente católico mártir y hombre de a caballo

(...Y es interesante para la consideración de este tipo humano que era uno de los mejores caballistas de España y que cabalgó casi hasta el día de su muerte. Y que en medio de sus graves responsabilidades de gobernar un Imperio fabuloso jamás visto en la historia (Busaniche), no se sentía él si no iba en persona a las dehesas de Madrid a apartar los toros para las grandes corridas.)
¡Qué familiar resulta esta afición ecuestre con la de nuestros prohombres de a caballo, anteriores a la expansión de la Revolución Industrial! Mencionemos aquí al gran Presidente ecuatoriano García Moreno (1821-1875), que al enterarse de una amenaza de invasión peruana en las fronteras se hizo cauterizar una herida con hierro candente y cabalgó de inmediato a conjurar el peligro.
O al austero General Arenales, héroe de Pasco y La Florida, cuyas prendas privilegiadas eran su mula de marcha y su caballo de batalla, que él mismo ensillaba y herraba.
Y así adentrados en el siglo XIX, evocando a Güemes, digamos algo de los combatientes que fueron pilares de nuestra historia en la Emancipación: los gauchos de la epopeya güemesiana y los granaderos a caballo, representantes de dos modalidades de pelea muy diferentes y geniales. En las que no puede faltar el equino y un jinete que sepa maniobrarlo y pueda “vivir a caballo”.

Hombres de la Argentina profunda, como el Chacho, que en la Tablada y Oncativo, en el Rincón y en la Ciudadela, hará “la fabulosa hazaña de enlazar los cañones enemigos para arrastrarlos fuera de las líneas. No es fácil imaginar la destreza criolla requerida para semejante maniobra…” (Félix Luna). Y que recorrerá Córdoba, Cuyo y el Norte, y cruzará la cordillera, muchas veces con su mujer, la fiel Doña Victoria Romero, galopando al infinito para resistir al centralismo (unitario o rosista, en esencia, lo mismo daba), que quería subyugar esa Argentina. Quien, tal vez inspirado en Güemes, o hijos ambos de esa tradición histórica, ejercía una patriarcal atracción sobre los gauchos, a quienes guiaba por medio de consejos: “El ejército del general Peñaloza era de milicias; arrieros y pastores que guardaban en sus ranchos la lanza y el sable, y cuando venía la convocatoria verbal transmitida por un chasqui, ensillaba el mejor caballo y con otro de tiro se iban a Guaja. Sus jefes eran estancieros o mineros, y los hijos de éstos formaban el cuadro de oficiales” (J. M. Rosa).