viernes, 30 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (13) La Revolución Francesa (Cap. III, 5, C)




Calvino
Madame de Pompadour
                                                                          Jansenio
 Voltaire
Danton

Voltaire
La guillotina
Robespierre


C. Revolución Francesa

La acción profunda del Humanismo y del Renacimiento entre los católicos no cesó de dilatarse en una creciente cadena de consecuencias en toda Francia. Favorecida por el debilitamiento de la piedad de los fieles -ocasionado por el jansenismo y por los otros fermentos que el protestantismo del siglo XVI desgraciadamente había dejado en el Reino Cristianísimo- tal acción tuvo por efecto en el siglo XVIII una disolución casi general de las costumbres, un modo frívolo y brillante de considerar las cosas, un endiosamiento de la vida terrena, que preparó el campo para la victoria gradual de la irreligión. Dudas en relación a la Iglesia, negación de la divinidad de Cristo, deísmo, ateísmo incipiente fueron las etapas de esa apostasía.

Profundamente afín con el protestantismo, heredera de él y del neopaganismo renacentista, la Revolución Francesa realizó una obra del todo y en todo simétrica a la de la Pseudo-Reforma. La Iglesia Constitucional que ella, antes de naufragar en el deísmo y en el ateísmo, intentó fundar, era una adaptación de la Iglesia de Francia al espíritu del protestantismo. Y la obra política de la Revolución Francesa no fue sino la transposición, al ámbito del Estado, de la "reforma" que las sectas protestantes más radicales adoptaron en materia de organización eclesiástica:

       rebelión contra el Rey, simétrica a la rebelión contra el Papa;

       rebelión de la plebe contra los nobles, simétrica a la rebelión de la "plebe" eclesiástica, es decir, de los fieles, contra la "aristocracia" de la Iglesia, es decir, el Clero;

       afirmación de la soberanía popular, simétrica al gobierno de ciertas sectas, en mayor o menor medida, por los fieles.

Plinio Corrêa de Oliveira

Revolución y Contra-Revolución (13) La Revolución Francesa (Cap. III, 5, C)

 

jueves, 29 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (12) - Pseudo Reforma y Renacimiento (Cap. III, 5, B)







B. Pseudo Reforma y Renacimiento

          Este nuevo estado de alma contenía un deseo poderoso, aunque más o menos inconfesado, de un orden de cosas fundamentalmente diverso del que había llegado a su apogeo en los siglos XII y XIII.


La admiración exagerada, y no pocas veces delirante, por el mundo antiguo, sirvió como medio de expresión a ese deseo. Procurando muchas veces no chocar de frente con la vieja tradición medieval, el Humanismo y el Renacimiento tendieron a relegar la Iglesia, lo sobrenatural, los valores morales de la Religión, a un segundo plano. El tipo humano, inspirado en los moralistas paganos, que aquellos movimientos introdujeron como ideal en Europa, así como la cultura y la civilización coherentes con este tipo humano, ya eran los legítimos precursores del hombre ávido de ganancias, sensual, laico y pragmático de nuestros días, de la cultura y de la civilización materialistas en que cada vez más nos vamos hundiendo. Los esfuerzos por un Renacimiento cristiano no lograron aplastar en su germen los factores de los cuales resultó el triunfo paulatino del neopaganismo.

En algunas partes de Europa, este neopaganismo se desarrolló sin llevarlas a la apostasía formal. Importantes resistencias se le opusieron. E incluso cuando se instalaba en las almas, no osaba pedirles -al principio, por lo menos- una ruptura formal con la Fe.

Pero en otros países embistió abiertamente contra la Iglesia. El orgullo y la sensualidad, en cuya satisfacción está el placer de la vida pagana, suscitaron el protestantismo.

El orgullo dio origen al espíritu de duda, al libre examen, a la interpretación naturalista de la Escritura. Produjo la insurrección contra la autoridad eclesiástica, expresada en todas las sectas por la negación del carácter monárquico de la Iglesia Universal, es decir, por la rebelión contra el Papado. Algunas, más radicales, negaron también lo que se podría llamar la alta aristocracia de la Iglesia, o sea, los Obispos, sus Príncipes. Otras negaron incluso el propio sacerdocio jerárquico, reduciéndolo a una mera delegación del pueblo, único que verdaderamente detenta el poder sacerdotal.

En el plano moral, el triunfo de la sensualidad en el protestantismo se afirmó por la supresión del celibato eclesiástico y por la introducción del divorcio.

Plinio Corrêa de Oliveira

Revolución y Contra-Revolución (12) - (C. III, 5, B) Pseudo Reforma y Renacimiento

domingo, 25 de octubre de 2020

Contornos del Supremo Poder Pontificio (3) - Card. Journet, San Roberto Bellarmino (ii) y Dom Guéranger

 





CARDENAL JOURNET: “Los antiguos teólogos (Torquemada, Caietano, Bañez), que pensaban, de acuerdo con el “Decreto” de Graciano, que el Papa, infalible como Doctor de la Iglesia, podía sin embargo personalmente pecar contra la fe y caer en herejía,  con mayor razón admitían que el Papa podía pecar contra la caridad, inclusive en cuanto ésta realiza la unidad de la comunión eclesiástica, y así caer en el cisma (…). En cuanto al axioma “donde está el Papa está la Iglesia”, vale cuando el Papa se comporta como Papa y jefe de la Iglesia; en caso contrario, ni la Iglesia está en él, ni él en la Iglesia (Caietano, II-II, 39, 1)” (p. 44).


SAN ROBERTO BELLARMINO sustenta que “el Papa hereje manifiesto deja por sí mismo de ser Papa y cabeza, del mismo modo que deja por sí mismo de ser cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia; y por eso puede ser juzgado y castigado por la Iglesia” (p. 32).



DOM GUÉRANGER: “Cuando el pastor se transforma en lobo le cabe al rebaño, en primer lugar, defenderse. (…) hay en el tesoro de la Revelación puntos esenciales, que todo cristiano, dado su propio título de cristiano, necesariamente conoce y obligatoriamente ha de defender” (pp. 67-68).

miércoles, 21 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (11) - (Cap. III, ít. 5 A) Decadencia de la Edad Media (R-CR 11, C.III, II)

 

                                                        San Luis Rey de Francia, E. Signol 

                                                             San Fernando III, Rey de Castilla


A. Decadencia de la Edad Media




Ya esbozamos en la Introducción los grandes trazos de este proceso. Es oportuno añadir aquí algunos pormenores. En el siglo XIV comienza a observarse, en la Europa cristiana, una transformación de mentalidad que a lo largo del siglo XV crece cada vez más en nitidez. El apetito de los placeres terrenos se va transformando en ansia. Las diversiones se van volviendo más frecuentes y más suntuosas. Los hombres se preocupan cada vez más de ellas. En los trajes, en las maneras, en el lenguaje, en la literatura y en el arte, el anhelo creciente por una vida llena de deleites de la fantasía y de los sentidos va produciendo progresivas manifestaciones de sensualidad y de molicie. Hay un paulatino perecimiento de la seriedad y de la austeridad de los antiguos tiempos. Todo tiende a lo risueño, a lo gracioso, a lo festivo. Los corazones se desprenden gradualmente del amor al sacrificio, de la verdadera devoción a la Cruz y de las aspiraciones de santidad y de vida eterna. La Caballería, otrora una de las más altas expresiones de la austeridad cristiana, se vuelve amorosa y sentimental, la literatura de amor invade todos los países, los excesos del lujo y la consecuente avidez de lucros se extienden por todas las clases sociales.


Tal clima moral, al penetrar en las esferas intelectuales, produjo claras manifestaciones de orgullo, como el gusto por las disputas aparatosas y vacías, por las argucias inconsistentes, por las exhibiciones fatuas de erudición, y lisonjeó viejas tendencias filosóficas, de las cuales triunfara la Escolástica, y que ahora, ya relajado el antiguo celo por la integridad de la Fe, renacían con nuevos aspectos. El absolutismo de los legistas, que se engalanaban con un conocimiento vanidoso del Derecho Romano, encontró en Príncipes ambiciosos un eco favorable. Y pari-passu se fue extinguiendo en grandes y pequeños la fibra de otrora para contener al poder real en los legítimos límites vigentes en los días de San Luis de Francia y de San Fernando de Castilla.

Plinio Corrêa de Oliveira

Revolución y Contra-Revolución (11) - (Cap. III) A. Decadencia de la Edad Media (R-CR 11, C.III, 2)

Revolución y Contra-Revolución (10) - Cap. III - Caracteres de esa crisis: universal, una, total, dominante y procesiva (R-CR 10, C. III, I)

 


Capítulo III

 

Caracteres de esa crisis

 

Por más profundos que sean los factores de diversificación de esa crisis en los diferentes países de hoy, ella conserva, siempre, cinco caracteres capitales:

1. Es universal

Esa crisis es universal. No existe hoy pueblo que no esté alcanzado por ella, en mayor o menor grado.

2. Es una

Esa crisis es una. Es decir, no se trata de un conjunto de crisis que se desarrollan paralela y autónomamente en cada país, ligadas entre sí por algunas analogías más o menos relevantes.

Cuando ocurre un incendio en un bosque, no es posible considerar el fenómeno como si fuesen mil incendios autónomos y paralelos, de mil árboles vecinos unos de otros. La unidad del fenómeno "combustión", ejerciéndose sobre la unidad viva que es el bosque, y la circunstancia de que la gran fuerza de expansión de las llamas resulta de un calor en el cual se funden y se multiplican las incontables llamas de los diversos árboles, todo, en fin, contribuye para que el incendio del bosque sea un hecho único, que engloba en una realidad total  los mil incendios parciales, por más diferente que sea cada uno de éstos en sus accidentes.



La Cristiandad occidental constituyó un solo todo, que trascendía a los diversos países cristianos, sin absorberlos. En esa unidad viva se operó una crisis que acabó por alcanzarla por entero, por el calor sumado y, más aún, fundido, de las cada vez más numerosas crisis locales que desde hace siglos se vienen interpenetrando y entreayudando ininterrumpidamente. En consecuencia, hace mucho que la Cristiandad, en cuanto familia de Estados oficialmente católicos, cesó de existir. De ella restan como vestigios los pueblos occidentales y cristianos. Y todos se encuentran actualmente en agonía bajo la acción de este mismo mal.

3. Es total

Considerada en un determinado país, esa crisis se desarrolla en una zona de problemas tan profunda, que se prolonga o se desdobla, por el propio orden de las cosas, en todas las potencias del alma, en todos los campos de la cultura, en fin, en todos los dominios de la acción del hombre.

4. Es dominante

Encarados superficialmente, los acontecimientos de nuestros días parecen una maraña caótica e inextricable, y de hecho lo son desde muchos puntos de vista.

Sin embargo, es posible discernir resultantes, profundamente coherentes y vigorosas, de la conjunción de tantas fuerzas desvariadas, siempre que éstas sean consideradas desde el ángulo de la gran crisis de que tratamos.

En efecto, al impulso de esas fuerzas en delirio, las naciones occidentales van siendo gradualmente impelidas hacia un estado de cosas que se va delineando igual en todas ellas, y diametralmente opuesto a la civilización cristiana.

De donde se ve que esa crisis es como una reina a quien todas las fuerzas del caos sirven como instrumentos eficientes y dóciles.

5. Es procesiva



Esa crisis no es un hecho espectacular y aislado. Constituye, por el contrario, un proceso ya cinco veces secular, un vasto sistema de causas y efectos que, habiendo nacido, en determinado momento, con gran intensidad, en las zonas más profundas del alma y de la cultura del hombre occidental, viene produciendo, desde el siglo XV hasta nuestros días, sucesivas convulsiones.

A este proceso bien se pueden aplicar las palabras de Pío XII relativas a un sutil y misterioso "enemigo" de la Iglesia:

"El se encuentra en todo lugar y en medio de todos: sabe ser violento y astuto. En estos últimos siglos intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social, de la unidad en el organismo misterioso de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un “enemigo” que se volvió cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que aún sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios está muerto; y hasta Dios jamás existió. Y he ahí, ahora, la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en señalar como las principales responsables por la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios" (Alocución a la Unión de Hombres de la A. C. Italiana, 12.X.1952 – “Discorsi e Radiomessaggi”, vol. XIV, p. 359).

Este proceso no debe ser visto como una secuencia puramente fortuita de causas y efectos, que se fueron sucediendo de modo inesperado. Ya en sus comienzos esta crisis poseía las energías necesarias para reducir a acto todas sus potencialidades, las cuales en nuestros días se conservan bastante vivas como para causar, por medio de supremas convulsiones, las destrucciones últimas que son su término lógico.

Influenciada y condicionada en sentidos diversos por factores extrínsecos de todo orden -culturales, sociales, económicos, étnicos, geográficos y otros- y siguiendo a veces caminos bien sinuosos, ella va, no obstante, progresando incesantemente hacia su trágico fin.

Plinio Corrêa de Oliveira

Revolución y Contra-Revolución (10) -  Cap. III - Caracteres de esa crisis: universal,  una, total, dominante y procesiva (R-CR 10, C. III, 1)

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N.d.l.R.: los subrayados son de la Redacción de "Aristocracia y Sociedad Orgánica"

martes, 6 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (9) – I Parte: La Revolución – Cap. I – Crisis del hombre contemporáneo. Cap. II: Crisis del hombre occidental y cristiano (R-Cr 9 - I,1 - C.I y II)

 

Parte I


LA REVOLUCION




Capítulo I

Crisis del hombre contemporáneo


Las muchas crisis que conmueven al mundo de hoy -del Estado, de la familia, de la economía, de la cultura, etc.- no constituyen sino múltiples aspectos de una sola crisis fundamental, que tiene como campo de acción al propio hombre. En otros términos, esas crisis tienen su raíz en los más profundos problemas de alma, de donde se extienden a todos los aspectos de la personalidad del hombre contemporáneo y a todas sus actividades.

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Capítulo II

 Crisis del hombre occidental y cristiano

 

Esa crisis es principalmente la del hombre occidental y cristiano, es decir, del europeo y de sus descendientes, el americano y el australiano. Y es en cuanto tal que la estudiaremos más particularmente. Ella también afecta a los otros pueblos, en la medida en que a éstos se extiende y en ellos echó raíces el mundo occidental. En esos pueblos tal crisis se complica con los problemas propios de las respectivas culturas y civilizaciones y con el choque entre éstas y los elementos positivos o negativos de la cultura y de la civilización occidentales.

(R-Cr 9 - I,1 - C.I y II)

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N.d.l.R.: los subrayados son de la Redacción de "Aristocracia y Sociedad Orgánica"

 

 

 

viernes, 2 de octubre de 2020

Revolución y Contra-Revolución (8) - Introducción a la 1a. edición de la obra, en "Catolicismo" nro. 100 - AD1956 (RCR 8 - IntroduccEdic 1ra)

 







"Catolicismo", al dar a luz su centésimo número (1), quiere señalar el hecho marcándolo con una nota especial, que haga más profunda la ya tan grande comunicación de alma que tiene con sus lectores.

Nada le pareció más oportuno, para eso, que la publicación de un estudio sobre el tema “Revolución y Contra-Revolución”.

 

¿A quién, precisamente, quiere combatir? (ver nota al pie)

Es fácil explicar la elección del asunto. "Catolicismo" es un periódico combativo. Como tal, debe ser juzgado principalmente en función del fin al que apunta su combate. Ahora bien, ¿a quién, precisamente, quiere combatir? La lectura de sus páginas produce al respecto una impresión tal vez poco definida. En ellas, es frecuente encontrar refutaciones del comunismo, del socialismo, del totalitarismo, del liberalismo, del liturgicismo, del maritainismo y de tantos otros "ismos". Sin embargo, sería difícil afirmar que se destaca alguno de ellos de tal manera que por ese lado nos pudiésemos definir. Por ejemplo, habría exageración en afirmar que "Catolicismo" es una publicación específicamente anti-protestante o anti-socialista. Diríase, pues, que el periódico tiene una pluralidad de fines. No obstante, es claro que, en la perspectiva en que se sitúa, todos estos puntos de mira tienen una especie de denominador común, y que éste es el objetivo siempre tenido en cuenta por nuestra publicación.

 

¿Cuál es ese denominador común?

¿Cuál es ese denominador común? ¿Una doctrina? ¿Una fuerza? ¿Una corriente de opinión? Bien se ve que ponerlo en claro ayuda a comprender hasta sus profundidades toda la obra de formación doctrinaria que "Catolicismo” estuvo realizando a lo largo de estos cien meses.

 

*     *     *

 

El estudio de la Revolución y de la Contra-Revolución excede en mucho este limitado objetivo.

Para demostrarlo, basta dar una mirada al panorama religioso de nuestro país. Estadísticamente, la  situación  de  los  católicos es excelente: según los últimos datos oficiales, constituimos el 94% de la población. Si todos los católicos fuésemos lo que debemos ser, el Brasil sería hoy una de las potencias católicas más admirables nacidas a lo largo de los veinte siglos de vida de la Iglesia.

¿Por qué, entonces, estamos tan lejos de este ideal? ¿Quién podría afirmar que la causa principal de nuestra situación presente es el espiritismo, el protestantismo, el ateísmo o el comunismo? No. La causa es otra, impalpable, sutil, penetrante como si fuese una poderosa y temible radioactividad. Todos sienten sus efectos, pero pocos sabrían decir su nombre y su esencia.

Al hacer esta afirmación, nuestro pensamiento se extiende de las fronteras del Brasil a las naciones hispanoamericanas, nuestras tan queridas hermanas, y de ahí hacia todas las naciones católicas. En todas, el mismo mal ejerce su imperio indefinido y avasallador. Y en todas produce síntomas de una magnitud trágica.

 

¿Qué enemigo asestó contra la Esposa de Cristo este golpe terrible?

Un ejemplo entre otros. En una carta dirigida en 1956, a propósito del Día Nacional de Acción de Gracias, a Su Eminencia el Cardenal Carlos Carmelo de Vasconcellos Motta, Arzobispo de San Pablo, el Excmo. y Revmo. Mons. Angelo Dell' Acqua, Substituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, decía que, "como consecuencia del agnosticismo religioso de los Estados", quedó "amortecido o casi perdido, en la sociedad moderna el sentir de la Iglesia". Ahora bien, ¿qué enemigo asestó contra la Esposa de Cristo este golpe terrible? ¿Cuál es la causa común a este y a tantos otros males concomitantes y afines? ¿Con qué nombre llamarla? ¿Cuáles son los medios por los cuales actúa? ¿Cuál es el secreto de su victoria? ¿Cómo combatirla con éxito?

Como se ve, difícilmente un tema podría ser de más palpitante actualidad.

*     *     *

-Este enemigo tiene un nombre: se llama Revolución.

-Las tres grandes revoluciones, episodios de una sola Revolución.

-Orgullo y sensualidad

Este enemigo terrible tiene un nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo (cfr. León XIII, Encíclica “Parvenu à la Vingt-Cinquième Année”, 19.III.1902 - "Bonne Presse", París, vol. VI, p. 279; Encíclica “Vigésimo Quinto Año”, “Doctrina Pontificia” (II), Documentos políticos, ed. B.A.C., 1958).

El orgullo conduce al odio a toda superioridad, y, por tanto, a la afirmación de que la desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la Revolución.

La sensualidad, de suyo, tiende a derribar todas las barreras. No acepta frenos y lleva a la rebeldía contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o civil. Es el aspecto liberal de la Revolución.

Ambos aspectos, que en último análisis tienen un carácter metafísico, parecen contradictorios en muchas ocasiones, pero se concilian en la utopía marxista de un paraíso anárquico en que una humanidad altamente evolucionada y "emancipada" de cualquier religión, viviría en profundo orden sin autoridad política, y en una libertad total de la cual, sin embargo, no derivaría desigualdad alguna.

La Pseudo-Reforma fue una primera revolución. Implantó el espíritu de duda, el liberalismo religioso y el igualitarismo eclesiástico, en medida variable, por otra parte, en las diversas sectas a que dio origen.

Le siguió la Revolución Francesa, que fue el triunfo del igualitarismo en dos campos. En el campo religioso, bajo la forma del ateísmo, especiosamente rotulado de laicismo. Y en la esfera política, por la falsa máxima de que toda desigualdad es una injusticia, toda autoridad un peligro, y la libertad el bien supremo.

El Comunismo es la transposición de estas máximas al campo social y económico.

Estas tres revoluciones son episodios de una sola Revolución, dentro de la cual el socialismo, el liturgicismo, la "politique de la main tendue", etc., son etapas de transición o manifestaciones atenuadas (2).

 

*     *     *

Un proceso de tal envergadura y duración no puede desarrollarse sin abarcar todos los dominios de la actividad del hombre

Claro está que un proceso de tanta profundidad, de tal envergadura y de tan larga duración no puede desarrollarse sin abarcar todos los dominios de la actividad del hombre, como por ejemplo la cultura, el arte, las leyes, las costumbres y las instituciones.

Un estudio pormenorizado de este proceso, en todos los campos en que se viene desarrollando, excedería en mucho el ámbito de este trabajo.

En él procuramos -limitándonos tan sólo a una veta de este vasto asunto- trazar de modo sumario los contornos de la inmensa avalancha que es la Revolución, darle el nombre adecuado, indicar muy suscintamente sus causas profundas, los agentes que la promueven, los elementos esenciales de su doctrina, la importancia respectiva de los varios terrenos en que ella actúa, el vigor de su dinamismo, el "mecanismo" de su expansión.

Simétricamente, tratamos después de puntos análogos referentes a la Contra-Revolución, y estudiamos algunas de las condiciones para su victoria.

Aun así, de cada uno de estos temas no pudimos tratar sino de las partes que nos parecieron más útiles, de momento, para esclarecer a nuestros lectores y facilitarles la lucha contra la Revolución. Y tuvimos que dejar de lado muchos puntos de importancia realmente capital, pero de actualidad menos apremiante.

El presente trabajo, como dijimos, constituye un simple conjunto de tesis, a través de las cuales se puede conocer mejor el espíritu y el programa de "Catolicismo". Excedería sus naturales proporciones si contuviese una demostración cabal de cada afirmación. Nos ceñimos tan sólo a desarrollar el mínimo necesario de argumentación para poner en evidencia el nexo existente entre las varias tesis, y la visión panorámica de toda una vertiente de nuestras posiciones doctrinarias.

 

 

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LOS SUBTITULOS HAN SIDO AGREGADOS POR LA REDACCION DE "ARISTOCRACIA Y SOCIEDAD ORGANICA"

La presente edición se basa en el texto publicado en rcr-una-obra-clave.blogspot.com , año 2007

 (N. del E.1): se trata del n° 100, de abril de 1956, de la revista mensual “Catolicismo”(home page www.catolicismo.com.br), que dirigía el Dr. Paulo Corrêa de Brito Filho, miembro del Consejo Nacional de la Asociación de los Fundadores de la TFP, San Pablo, Brasil, continuadora del pensamiento y la obra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira.

Actualmente (octubre de 2020), "Catolicismo" es dirigida por el Dr. Federico Viotti. Ver, también, y descargar esta y otras obras y artículos del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira en castellano y otros idiomas en:  www.pliniocorreadeoliveira.info

 

 (N. del E. 2): en esta enumeración de acciones e ideologías revolucionarias –que hoy podría ampliarse ilimitadamente-, corresponde incluir las que el Autor trata a lo largo de la obra, en particular las que analiza en la parte III, agregada en 1976, y en  los comentarios de 1992, incorporados en el lugar correspondiente de la  presente edición.

 

(RCR 8 - IntroduccEdic 1ra)