jueves, 21 de noviembre de 2019

Cap. IV - 3ra. aparición del Angel de Portugal - Comentarios de Lucía - Cap. V - ¿Qué nos dice el Angel? - Nuestra Señora, hermosa y apacible como la luna





Capítulo IV

Tercera Aparición del Angel de Portugal


Ocurrió a principios de 1916 en una gruta del “Otero del Cabezo”. Los niños se habían postrado para rezar la oración enseñada por el Angel cuando advirtieron una luz desconocida.
“...vemos al ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual está suspendida una Hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración:
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido Y por los infinitos méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores''.
Luego el Angel da la Hostia a Lucía y el contenido del cáliz a Jacinta y a Francisco, diciéndoles:
``Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios".

Otros comentarios de Lucía
"La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa que nos absorbía y aniquilaba casi por completo".
Más adelante, compara el efecto de las apariciones del ángel con las de la Santísima Virgen:
“No sé por qué las apariciones de Nuestra Señora producían en nosotros efectos muy diferentes. La misma alegría íntima y la misma paz y felicidad, pero en vez del abatimiento físico, sentíamos una cierta agilidad expansiva; en vez del aniquilamiento ante la Divina Presencia, era un exultar de alegría...”.

Capítulo V
¿Qué nos dice el Angel?
Es interesante pensar un poco en las palabras del Angel precursor de las apariciones de Nuestra Señora.
El da a entender que existe en el mundo un estado de pecado grave; que ese pecado llega hasta el punto donde la gravedad toca el propio Ser de Dios: el sagrario, el Santísimo Sacramento, brutalmente ofendido por los hombres. Deja entrever la tristeza y el enojo divino por esa ofensa; y de qué modo Dios en su bondad quiere ser consolado por estas pequeñas criaturas, por tres pastorcitos perdidos en el anonimato de una pequeña aldea de Portugal.
Cómo esto nos dice que lo que vale a los ojos de Dios no es lo que vale para nosotros. Idolatramos un futbolista, una actriz, algún desgraciado bufón que se burla de todo, como si la vida no fuese más que risa vana y sin sentido...
¡Qué contraste con la sacral seriedad del Angel! ¡Qué contraste con la escala de valores de Dios! El no llama a los que hacen mal uso de la fama, la riqueza y el poder para mantener un sistema de valores errado que, a fuerza de difundirlo, hoy nos parece normal.
El llama a tres niños en los que vive la inocencia bautismal v les pide oración y combate; una forma de combate que está en proporción con ellos: sacrificio, especialmente el sacrificio de aceptar con humildad y amor todo lo que Dios les mande, las cruces, los sinsabores, las probaciones, sostenidos por la gracia que Dios nunca niega.

Nuestra Señora, hermosa y apacible como la luna
Comparando las apariciones del Angel y de Nuestra Señora, Lucía pone una nota de alegría especial en estas últimas. Esto hace recordar las bellas palabras de San Luis María Grignion de Montfort basadas en San Buenaventura y San Bernardo:
“... imploremos confiadamente la ayuda e intercesión de María nuestra madre; Ella es buena, es tierna, nada hay en Ella de austero y terrible, ni de excesivamente sublime y deslumbrante.
“Al verla, vemos nuestra pura naturaleza. No es el sol, que con la fuerza de sus rayos podría deslumbrarnos por causa de nuestra debilidad, sino que es hermosa y apacible como la luna, que recibe su luz del sol y la templa para acomodarla a nuestro débil alcance. María es tan caritativa, que no rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por muy pecadores que sean. Pues, como dicen los santos, jamás se ha oído decir, desde que el mundo es mundo, que alguien haya recurrido confiada y perseveradamente a la Virgen y haya sido desechado. 
Es tan poderosa, que jamás han sido desairadas sus peticiones. Le basta presentarse a su Hijo con algún pedido, para que El la reciba y le conceda inmediatamente lo que pide, pues siempre está amorosamente vencido por el regazo, las entrañas y los ruegos de su queridísima Madre” (“Tratado de la Verdadera Devoción a la Ssma. Virgen”, it. 85).



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