miércoles, 4 de diciembre de 2013

Genealogía de Isabel y de Fernando - Alianzas matrimoniales con la Casa de Austria - Entronque de las Casas de Trastámara y Austria y el "Destino Imperial" (6ta. nota)

Luis XI de Francia
Carlos VIII, último descendiente directo de la Casa de Valois
Carlos el Temerario, Duque de Borgoña
Fernando de Aragón
La gran Reina Isabel de Castilla


La sangre de los Trastámara

         Pasemos revista a la ascendencia de los Reyes que hicieron de España una nación y un Imperio.

         Isabel I de Castilla, la Católica, nació en Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril de 1541.

Padres
Juan II de Castilla
Isabel de Portugal
Abuelos paternos
Enrique III, el Doliente, de Castilla
Catalina de Lancaster
Abuelos maternos
Juan de Portugal, Duque de Beja
Isabel de Braganza
Bisabuelos paternos
Juan I de Castilla,
hijo de Enrique II de Castilla y de Juana Manuel de Lara;
Leonor de Aragón,
hija de Pedro IV, el Ceremonioso, de Aragón, y de Leonor de Sicilia.
Bisabuelos paternos maternos
Juan, II Duque de Lancaster,  conocido también como John of Gaunt o Juan de Gante, de quien descendía doblemente la Reina Isabel,
hijo de Eduardo III de Inglaterra y de Felipa de Hainault;
Constanza de Castilla,
hija de Pedro I, el Cruel, de Castilla y de María de Padilla.
Bisabuelos maternos paternos
Juan I de Portugal,
hijo de Pedro I de Portugal y de Teresa Gille Lorenço;
Felipa Plantagenet de Lancaster,
hija del nombrado Juan, II Duque de Lancaster, y de Blanca de Lancaster.
Bisabuelos maternos maternos
Alfonso I, Duque de Braganza
hijo de Juan I de Portugal y de Inés Pérez Estéves;
Beatriz Alvarez Pereira, Condesa de Barcelos,
hija de Nuño Alvarez Pereira, y de Leonor de Alvim, Conde y Condesa de Barcelos, respectivamente[1].

Por las venas de Doña Isabel corría la sangre de San Fernando de Castilla, pilar de la Reconquista, y del Beato Nuño Alvarez Pereira, Condestable de Portugal, emblemático guerrero luso que encarnó el heroísmo caballeresco aliado a la santidad.
Así, vemos fundirse en ella la sangre castellana con aportes portugueses e ingleses, en un tipo de excelencia de reina y mujer probablemente inigualado en la Historia.

Fernando V, el Católico, Rey de Castilla y Aragón (1452-1516), también conocido como Fernando II de Aragón[2], nació el 10 de marzo de 1452 en Sos del Rey Católico, Zaragoza.

Padres
Juan II de Aragón
Juana Enríquez
Abuelos paternos
Fernando I de Aragón
Urraca de Castilla
Abuelos maternos
Fadrique Enríquez
Mariana Ayala de Córdoba
Bisabuelos paternos
Juan I de Castilla,
hijo de Enrique II de Castilla y de Juana Manuel de Lara;
Leonor de Aragón,
hija de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y de Leonor de Sicilia.
Bisabuelos paternos maternos
Sancho de Castilla,
hijo de Alfonso XI de Castilla y de Leonor de Guzmán, Señora de Medina Sidonia;
Infanta Beatriz de Portugal,
hija de Pedro I de Portugal y de Inés de Castro.
Bisabuelos maternos paternos
Alonso Enríquez, Señor de Medina del Ríoseco,
hijo del Infante y Conde de Melgar, Fadrique Enríquez Alonso, y de Leonor de Angulo, la Paloma;
Juana Hurtado de Mendoza y Ayala, la Ricahembra, bella señora acerca de cuyo casamiento con Fadrique Enríquez circularon curiosas anécdotas[3],
hija de Pero González de Mendoza, el de Aljubarrota, y de Aldonza Fernández de Ayala.
Bisabuelos maternos maternos
Diego Fernández de Córdoba,
hijo de Gonzalo Fernández de Córdoba y de María García Carrillo;
Inés Ayala y Suárez de Toledo,
hija de Pedro Suárez de Toledo y Ayala y de Juana Menéndez de Orozco[4].

Isabel “la Cruzada”[5], la gran castellana de sangre ibérica e inglesa, encarnó arquetípicamente el espíritu de la Hispanidad propio de la Reconquista. El polifacético Fernando, cuya sangre entronca con estirpes de todas las Españas, eximio guerrero,   sobresalió en la diplomacia y la política internacional al estilo renacentista, por lo que fue alabado por Maquiavelo…
La unión de los reales cónyuges, no obstante sus visibles diferencias, produjo uno de los momentos más gloriosos de la historia de España. Si Fernando hubiese conformado más su espíritu al de Isabel, la cristiana grandeza del Reino podría haber alcanzado cumbres aún más altas y duraderas.

Alianzas matrimoniales y política real – El entronque con la Casa de Austria

         Era vital para la seguridad y engrandecimiento de los reinos lograr buenas alianzas matrimoniales, que solían exigir duros sacrificios a los contrayentes, lo que presuponía una educación basada en la idea cristiana de inmolación por el bien común propio de la Nobleza, a fortiori de la Realeza, como deber de estado[6].
Algo de esa cosmovisión se refleja en las notas de Fernando el Católico: “anoche, sirviendo a Dios, consumamos nuestro matrimonio”[7].
         De la unión conyugal de Fernando e Isabel se formó una familia compuesta de un hijo y cuatro hijas:
Doña Isabel, la primogénita, nacida en Dueñas el 1º de octubre de 1470;
Don Juan, Príncipe de Asturias, n. en Sevilla el 30 de junio de 1478;
Da. Juana, n. en Toledo el 6 de noviembre de 1479;
Da. María, n. en Córdoba en 1482; y
Da. Catalina, n. en Alcalá de Henares el 5 de diciembre de 1485.

“Las hijas todas llegaron a ser reinas; pero su brillante destino se vio acibarado por los pesares domésticos, de los cuales ni aun el trono puede libertar”, sentenció Carvajal[8]. El hijo, en cambio, sobre quien estaban cifradas todas las esperanzas de continuidad y sucesión, no llegó a reinar.
“El crédito y autoridad que los soberanos de Castilla adquirieran…se aumentaron en gran manera por los enlaces matrimoniales que procuraron lograr para sus hijos”. Fue este uno de los medios políticos más importantes que pusieron en juego[9].
La más trascendental de estas alianzas fue con la Casa de Austria, basada en razones de alta política, aunque dentro del marco de intereses de la Cristiandad. Analizaremos las razones históricas y cómo vivieron los protagonistas estos acontecimientos en que la grandeza y la felicidad alternan con segundas intenciones e infortunios.
Dijimos que en Francia el absolutismo real se afirmaba con Carlos VII y Luis XI, mientras los Duques de Borgoña (rama lateral de la Casa reinante), en particular  Carlos el Temerario, intentaban construir una potencia situada entre Francia y el Sacro Imperio que adquiriera el rango de reino.
Carlos era Señor de los Países Bajos y del Ducado y el Condado de Borgoña. Encarna el tipo de príncipe renacentista: “La realización de este gran designio es favorecida por la riqueza y prosperidad de estos territorios. (…) aporta un orgullo desmesurado, una actividad febril y poco controlada, un sentido de fasto y de grandeza alimentado por las lecturas antiguas y el gusto de la caballería, una tenacidad brutal y rabiosa, y una excepcional aptitud para el trabajo…”[10].
En su lucha con Luis XI, que quiere impedir el surgimiento del reino de Borgoña, logra el apoyo de los nobles descontentos con el absolutismo de los Valois. Pero a pesar de sus victorias, la obstinación le hace perder la oportunidad del triunfo.
Luis XI va tejiendo como araña alianzas compradas a precio de oro. Vencido Carlos por los suizos, aliados del Rey Valois, trata de vengarse de ellos, pero vuelven a vencerlo.         Intenta otra vez tomar Nancy, en el Ducado de Lorena, que su dueño, el Duque Renato II, acababa de recuperar de las garras del Temerario. La muerte de éste marca el fin del sueño de hacer resurgir el reino carolingio de Lotario.
Hereda sus estados su hija única, María de Borgoña, que está casada con Maximiliano I de Austria, Emperador del Sacro Imperio. Y a través de ellos Borgoña irá a dar a las manos de sus descendientes.
Con el ascenso del último Valois, Carlos VIII, la unificación de Francia avanza al incorporar Bretaña por su casamiento con la Duquesa Ana (a quien Maximiliano, viudo de María de Borgoña, pretendía). Los regentes –Ana de Beaujeu, y su marido-, artífices del arreglo matrimonial, al día siguiente del casamiento, le entregan “un reino en plena prosperidad en el que jamás había sido tan fuerte el poder real. Carlos VIII… se dispuso a hacer valer los derechos al  reino de Nápoles…heredados de los angevinos”.
“La expedición partió en 1494, conquistó Florencia, atravesó Roma y se apoderó de Nápoles en 1495; pero la formación de la Liga de Venecia forzó a Carlos VIII a volver a Francia a toda prisa…”.
         Primer rey de Francia que entró en la península itálica a la cabeza de un ejército, había cambiado toda la orientación de la política nacional[11].       España no se quedó de brazos cruzados. “Mientras el Rey de Francia avanzaba hacia Nápoles, el enviado de los Reyes Católicos anudaba contra él una alianza con el Papa, Venecia, Milán, y el Sacro Emperador de Alemania: la Liga de Venecia…”.
“Carlos no descubrió la existencia de esta liga hasta su entrada triunfal en Nápoles, de corona imperial en la frente. Indignado, tuvo que retirarse a toda prisa para defender a Francia, de la que nunca debería haber salido, amenazada por la invasión aragonesa.
“Entre tanto, Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, llevaba a cabo una brillante campaña en el sur de Italia... Luego se dirigió a la Ciudad papal, donde fue aclamado como liberador. (…) Así España, en vez de Francia, se convirtió en la fuerza política dominante de Italia, y con muy pocos sacrificios”[12].
Los ambiciosos designios de Carlos VIII habían establecido entre las grandes potencias de Europa amenazadas una inédita comunidad de intereses, que fue causa de enlaces matrimoniales entre las principales familias reinantes. Y mientras Carlos VIII malgastaba su tiempo en Nápoles, quedaron ajustadas entre las casas reales de Austria y España aquellos matrimonios que abrirían la era de predominio hispano-habsburguiano.
También se combinó el casamiento de  Catalina de Aragón con Arturo, Príncipe de Gales, pues Fernando, su padre, cultivaba la amistad del rey de Inglaterra, Enrique VII, con la esperanza de hacerlo entrar en la confederación contra el francés. Esto despertó celos e intrigas de parte de Carlos VIII que Fernando procuró hábilmente contrarrestar.
(continúa próximamente - si desea ver las notas anteriores puede hacer click más abajo en "Etiquetas": "Entronque...")


[1] Datos extraídos de la magnífica obra de D. Jesús Chacón www.sologenealogia.com, a quien mucho agradecemos su generosa contribución, complementados con genealogías de Alberto  y Arturo García Carraffa,  Prinz Adalbert von Bayern, Conde Carton de Wiart, Ricardo Magaró y Nicolás Homar Vives, e información histórico-genealógica brindada por Hernando del Pulgar, William Prescott y otros autores citados en este trabajo.

[2] Fernando II, Rey de Aragón, 1452-1516.
Fernando V, Rey de Castilla-León, 1452-1516.
Fernando, Rey de Navarra, 1452-1516.
Ferdinando II, Re di Sicilia, 1452-1516.
Ferdinando III, Re di Napoli, 1452-1516
Cf. www.sologenealogia.com
[3] Alberto y Arturo García Carraffa, “Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano-Americana”, t. XXXI, apellido “Enríquez”, pp. 32 y ss.
[4] Fuentes genealógicas indicadas en nota 25.
[5] Título de la obra de William Thomas Walsh –Espasa-Calpe, colecc. Austral, 4ª ed.- que comentamos en nuestra monografía de 2004, citada en el presente trabajo, publicada para conmemorar el 5º Centenario de la muerte de la Reina.
[6] Sobre el concepto católico de Nobleza, vigente en la Cristiandad, su misión y perennidad, ver el profundo estudio de Plinio Corrêa de Oliveira, “Nobleza y élites tradicionales análogas – en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y la Nobleza romana”, Ed. Fernando III, el Santo, Madrid, t. I y II. También incluye un estudio sobre las formas de gobierno a la luz del magisterio de la Iglesia.
[7] A. Fernández Alexander de Schorr, “Destino de reinas…”, cit., p. 39.
[8] ap. William H. Prescott, “Historia de los Reyes Católicos”, ed. Argonauta, Buenos Aires, t. II, pp. 91-2.
[9] William H. Prescott, “Historia de los Reyes Católicos”, ed. Argonauta, Buenos Aires, t. II, p. 91.
[10] “Dictionnaire des Biographies”, P. Grimal, Prof. de la Sorbona, Presses Universitaires de France, t. I, p. 310.
[11] “Dictionnaire des Biographies”, cit., t. I, p. 305.
[12] L. Mesquita Errea, “La Gesta de Isabel la Católica…”, cit., p. 110.

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