jueves, 8 de agosto de 2013

El entronque de las Casas de Trastámara y Austria y el "destino imperial" - 1ª nota - Francia y Borgoña, absolutismo y aparición del estado nacional




                                                 Enrique V de Inglaterra
                                          El heroico Condestable Du Guesclin

                                                      Carlos V de Francia

El entronque de las Casas de Trastámara y de Austria, y el “destino imperial”


1ª nota - Francia y Borgoña, absolutismo y aparición del estado nacional

         Pocas veces la estrategia matrimonial de dos Casas reinantes tuvo semejante incidencia en la Historia. Vale la pena reconstruir el cuadro de la política europea, fascinante y compleja, que se va configurando desde el siglo anterior al de Isabel de Castilla, Fernando de Aragón y Maximiliano de Austria, artífices de aquellas alianzas dinásticas.
         A mediados del siglo XIII, con la victoria de Bouvines, había comenzado el retroceso germánico y el avance francés hacia la preponderancia europea.
Con Felipe IV, el Bello, la monarquía se define en sentido moderno, es decir centralista-absolutista. Fautor del atentado de Anagni contra el Papa Bonifacio VIII (1308), su gesto, proviniendo del Rey de Francia, la “hija primogénita de la Iglesia”, marca una ruptura tan radical con el pasado que puede decirse que allí terminó verdaderamente la Edad Media, dando lugar a una pre-Edad Moderna turbulenta.
Catorce años después de su muerte se extinguirá la rama primogénita de la dinastía Capet[1], glorificada para siempre por San Luis, pero deshonrada por este indigno nieto, enemigo del Papado y perseguidor implacable de los Caballeros Templarios.
         A la bofetada de Anagni y la muerte del Sumo Pontífice agredido le seguirá el cautiverio de Avignon. Los Papas estarán bajo la influencia de los reyes franceses, lo que llevará al descrédito de la Santa Sede, que se agrava con el gran cisma de Occidente. La fractura prepara la que sobrevendrá en el siglo XVI con Lutero y Calvino, que dividirá la Cristiandad en dos provocando consecuencias irreversibles.
Más desgracias se acumulan sobre la Francia del siglo XIV, que es invadida por los ingleses dando comienzo a la Guerra de los Cien Años (1337-1453). Derechos dinásticos pretendidos[2], viejas rivalidades, la existencia de un cuerpo extraño inglés en tierra francesa, y hasta la provisión de vino de los feudos de los reyes ingleses en Francia, necesaria en un país de agua intomable como Inglaterra, se cuentan entre las causas de la guerra.
Las derrotas de Crécy y Poitiers, abren paso a  conflictos de la realeza con grandes señores, y a revueltas campesinas y burguesas que, sumados a la peste, siembran el caos y la devastación en Francia. Flandes, feudo francés (dividido hoy entre aquélla y Bélgica), cuyas ricas ciudades dependían de la importación de lana de Inglaterra para sus tapicerías y subsistencia, se inclina del lado inglés, que a su vez necesita imperiosamente asegurar esta salida de su producción lanera.
La monarquía de los Valois (1328-1498) tambalea, pero bajo Carlos V hay una importante reacción. En estos tiempos heroicos y duros descolla la figura del Condestable Bertrand du Guesclin (ca. 1320-1380), cuya intervención será decisiva a ambos lados de los Pirineos. Este genial comandante logra transformar las bandas de soldados desocupados que asolaban Francia en las Grandes Compañías, con las que intervendrá en el Ducado de Bretaña y en Castilla, siguiendo las órdenes de su soberano, Carlos V, de quien es al mismo tiempo consejero.
(continúa próximamente)

[1] „Histoire de France“, A. Malet, Hachette, p. 178
[2] ...de los que fueron excluidas las princesas reales por la asamblea de nobles reunida a la muerte de Carlos IV  que, reafirmando la costumbre  llamada posteriormente „ley sálica”, le dio la preferencia al  trono al francés Felipe VI sobre el inglés Eduardo III. (íd., ibid.).



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