jueves, 28 de junio de 2012

¡Pobre de aquel que se adentraba en aquellos montes impenetrables! - El guerrero y el caballo en la gesta hispanoamericana (7ª nota)


         El cerro desde donde San Bernardo salvó a Salta de la ferocidad
        de las tribus del Chaco era el observatorio de los gauchos, en la heroica guerra de partidas que frenó las invasiones en la frontera del Norte argentino

       Los gauchos salteños se ufanan de haber combatido bajo las órdenes
de Güemes y de sus lugartenientes, como Luis Burela, propietarios rurales y  líderes naturales
El general absolutista los pintaría más tarde, con despecho, en estos términos: “Manteniéndose ocultos como conejos en los bosques hasta encontrar la ocasión de hacer la suya; de manera que los soldados de Dragones [n.:los de Saturnino Castro, que contribuyeron eficazmente al triunfo español en Vilcapugio] , que siempre fueron valientes, llegaron a acobardarse de una gente tan despreciable, que sólo el nombre de gauchos lo miraban con horror” (ap. Be nencia). ¡Vaya conejos, que infundían tanto pavor a los veteranos de Pezuela!




Su observatorio era el cerro San Bernardo y las lomas cercanas. Burela era uno de los jefes de partidas que hostilizaban la ciudad, espiando los menores movimientos. Cada vez que salían pelotones del ejército español a procurarse recursos hacían disparos en señal de alarma.


Los otros jefes gauchos aprontaban sus jinetes para dar batalla y llegado el momento preciso caían de improviso sobre los ocupantes, en un paraje estudiado. Para éstos, perseguir y aniquilar a este enemigo sorpresivo y huidizo era tarea superior a sus posibilidades, refiere Luis Arturo Torino, ya que los soldados no conocían el admirable arte de correr a caballo por el monte, ni sus sendas intrincadas e invisibles para el ojo no acostumbrado. ¡Pobre de aquel que temerariamente se introducía en aquellos garabatales e impenetrables enramadas! No tardaba en extraviarse y convertirse en fácil presa de sus baquianos e implacables cazadores.


Así, al llegar el propio Comandante en Jefe General Pezuela a Salta, se dio con que lo esperaban 4.000 gauchos armados de lanzas, lazos, boleadoras y escasas armas de fuego, un tipo de guerra muy difícil de sofocar en el terreno montuoso y quebrado,


Envía dos columnas militares a explorar las sendas rutas a Tucumán y recoger víveres, mulas y caballerías. También intenta atraer a San Martín a Salta a una batalla campal de la que esperaba salir victorioso.


La primera columna no pudo pasar de Cobos. Los gauchos de La Frontera, mandados por Güemes, la acosaron de manera tan tenaz y vigorosa que abandonó el proyecto volviendo con menos efectivos y las manos vacías.


La segunda columna tenía que llegar a Guachi pas. Partió el 10 de junio tomando el camino real. El comandante Pedro de Zabala y su segundo, Luis Burela, repliegan sus fuerzas a Sumalao, santuario del milagroso Señor y famosa feria comercial que evocó Concolorcorvo.


El degüello de un esclavo –“tan demencial como innecesario”- enardeció hasta el paroxismo a los gauchos, que lo presenciaban desde los oteros cercanos.


Cerca de El Carril, muy temprano, atacan por sorpresa a los peninsulares, que se retiran a la Estancia El Bañado, a almorzar, lo que es frustrado por los recios ataques de las partidas.


Toman el camino de vuelta. Por el callejón que llevaba a los rastrojos de Calixto Gauna, propietario en Sumalao, fueron atacados por Burela, hijo político del legendario jinete, más los efectivos de Manuel Gómez, quienes les tendieron una emboscada disparándoles con tanto acierto que derribaron a un oficial y seis soldados a la primera descarga. Los españoles empavorecidos se retiraron vertiginosamente, evitando romper la formación, que hubiera significado su aniquilamiento, dice Torino.


Las fuerzas gauchas los persiguen hasta La Merced, causándoles bajas en los caminos estrechos. Al día siguiente continuó el hostigamiento hasta que, al llegar al Río Ancho, hombres y caballos no pudiendo más se ven forzados a parar.


Los españoles volvieron a Salta con semblante de terror y manos vacías de noticias y ganados. Hasta una carga de trigo, su único botín, les fue arrebatada en los combates.
(Continúa próximamente)





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