La consideración de este soberano poder de
Nuestra Señora nos aproxima a la idea de la Realeza de María. Es preciso no ver esa realeza
como un título meramente decorativo. Aunque sumisa en todo a la voluntad de
Dios, la realeza de Nuestra Señora implica un auténtico poder de gobierno
personal.
Tuve ocasión de emplear cierta vez, en una
conferencia, una imagen que facilita comprender el papel de Nuestra Señora como
Reina. Imagínese
un director de colegio con alumnos muy insubordinados, a quienes los castiga
con una autoridad de hierro. Después de haberlos sometido al orden, se retira
diciéndole a su madre: "Sé que gobernaréis este colegio de modo diferente
de como lo estoy haciendo ahora. Vos tenéis un corazón materno. Habiendo
castigado yo a estos alumnos, quiero ahora que los gobernéis con dulzura".
Esa señora va a dirigir el colegio como el director quiere, pero con un método
diverso del usado por éste. La actuación de ella es distinta de la de él, pero,
no obstante, ella hace enteramente la voluntad de él.
Ninguna comparación es exacta. Sin embargo,
juzgo que bajo cierto aspecto esta imagen nos ayuda a entender el asunto.
Análogo es el papel de Nuestra Señora como
Reina del Universo. Nuestro Señor le dio un poder regio sobre toda la Creación; su
misericordia, sin incurrir en exageración alguna, llega sin embargo al extremo.
El la colocó como Reina del Universo para gobernarlo, teniendo en vista
especialmente al pobre género humano decaído y pecador. Y es su voluntad que
Ella haga lo que El no quiso hacer por Sí mismo, sino por medio de Ella, regio
instrumento de su Amor.
Hay, pues, un régimen verdaderamente marial
en el gobierno del Universo. Y así se ve cómo Nuestra Señora, aunque sumamente
unida a Dios y dependiente de El, ejerce su acción a lo largo de la Historia. Es evidente
que Nuestra Señora es infinitamente inferior a Dios, pero El quiso darle ese
papel por un acto de liberalidad. Es Nuestra Señora quien, distribuyendo, ora
más abundantemente la gracia, ora menos, frenando ora más ora menos la acción
del demonio, ejerce su realeza sobre el curso de los acontecimientos terrenos.
En ese sentido, depende de Ella la duración
de la Revolución
y la victoria de la Contra-Revolución. Además de eso, a veces Ella
interviene directamente en los acontecimientos humanos, como lo hizo, por
ejemplo, en Lepanto. ¡Cuán numerosos son los hechos de la Historia de la Iglesia en que quedó clara
su intervención directa en el curso de las cosas! Todo esto nos hace ver hasta qué punto es
efectiva la Realeza
de Nuestra Señora.
Cuando la Iglesia canta a su
respecto: “Tú sola exterminaste las herejías del Universo entero", dice
que su papel en ese exterminio fue en cierto modo único. Eso equivale a decir
que Ella dirige la Historia,
porque quien dirige el exterminio de las herejías, dirige el triunfo de la
ortodoxia, y dirigiendo una y otra, dirige la Historia en lo que tiene
de más medular.
Habría un interesante trabajo de Historia
para hacer: demostrar que el demonio comienza a vencer cuando consigue que
disminuya la devoción a Nuestra Señora. Eso se dio en todas las épocas de
decadencia de la
Cristiandad, en todas las victorias de la Revolución. Ejemplo
característico es el de Europa antes de la Revolución Francesa.
La devoción a Nuestra Señora en los países católicos fue prodigiosamente
disminuida por el jansenismo y es por eso que quedaron como un bosque
combustible donde una simple chispa puso fuego a todo.
R-CR 6, Pról.TFPArg 6
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