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La sociedad orgánica nace por el curso normal de las cosas, respetando el orden natural, vivificada por la savia de la tradición cristiana. En ella cada sector, cada familia, cada individuo, ocupa un lugar. Hasta un mendigo..., necesitado pero digno -y los hay con actitud compuesta y respetable! Como el que pedía limosna en la Catedral de Salta, con su barba patriarcal..., o el que retrataba Antero de Figueiredo y comentaba el Dr. Plinio Correa de Oliveira.En la cumbre de la sociedad civil bien constituida es conforme a la naturaleza de las cosas que se encuentre una aristocracia. Esto puede darse dentro del sistema monárquico, de una aristocracia o de una democracia. Democracia auténtica con élites, en los términos que describió Pío XII, radicalmente distinta de la que nació de la Revolución Francesa y se nutrió de socialismo...
Con el objeto de contribuir a un cambio para bien, iniciamos hoy el estudio de un valioso texto que explica el rol de la aristocracia. Luego, hablaremos de sociedad orgánica, de burguesía, de pueblo.
Se trata del Apéndice IV de "Nobleza y élites tradicionales análogas", que lleva el título: La aristocracia en el pensamiento de un Cardenal del siglo XX, controvertido pero nada sospechoso de parcialidad con ella (pp. 241 y ss.).
Hemos elegido para ilustrar esta conversación que hoy iniciamos un salón señorial, de los Condes de Casa Tagle, y una fiesta popular ducal en Baviera, en que el pueblo viste con ufanía cristiana trajes de acuerdo a su idiosincrasia y tradición -no impuestos por algún mao-tse-tung, ni "descamisados" que conviene dejar así para en nombre de ellos dominarlos a ellos y a la sociedad toda.
La sociedad orgánica dignifica y eleva a todas las camadas sociales. Y si tiene en la cúspide una clase aristocrática que irradia excelencia, ello sirve de estímulo para todo el cuerpo social.
Cordialmente,
Pelayo
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