B. Pseudo Reforma y Renacimiento
Este nuevo estado de alma contenía un
deseo poderoso, aunque más o menos inconfesado, de un orden de cosas
fundamentalmente diverso del que había llegado a su apogeo en los siglos XII y
XIII.
La
admiración exagerada, y no pocas veces delirante, por el mundo antiguo, sirvió
como medio de expresión a ese deseo. Procurando muchas veces no chocar de
frente con la vieja tradición medieval, el Humanismo y el Renacimiento
tendieron a relegar la Iglesia,
lo sobrenatural, los valores morales de la Religión, a un segundo plano. El tipo humano,
inspirado en los moralistas paganos, que aquellos movimientos introdujeron como
ideal en Europa, así como la cultura y la civilización coherentes con este tipo
humano, ya eran los legítimos precursores del hombre ávido de ganancias, sensual,
laico y pragmático de nuestros días, de la cultura y de la civilización
materialistas en que cada vez más nos vamos hundiendo. Los esfuerzos por un
Renacimiento cristiano no lograron aplastar en su germen los factores de los
cuales resultó el triunfo paulatino del neopaganismo.
En
algunas partes de Europa, este neopaganismo se desarrolló sin llevarlas a la
apostasía formal. Importantes resistencias se le opusieron. E incluso cuando se
instalaba en las almas, no osaba pedirles -al principio, por lo menos- una
ruptura formal con la Fe.
Pero en
otros países embistió abiertamente contra la Iglesia. El orgullo y
la sensualidad, en cuya satisfacción está el placer de la vida pagana,
suscitaron el protestantismo.
El
orgullo dio origen al espíritu de duda, al libre examen, a la interpretación
naturalista de la
Escritura. Produjo la insurrección contra la autoridad
eclesiástica, expresada en todas las sectas por la negación del carácter
monárquico de la
Iglesia Universal, es decir, por la rebelión contra el Papado.
Algunas, más radicales, negaron también lo que se podría llamar la alta
aristocracia de la Iglesia,
o sea, los Obispos, sus Príncipes. Otras negaron incluso el propio sacerdocio
jerárquico, reduciéndolo a una mera delegación del pueblo, único que verdaderamente
detenta el poder sacerdotal.
En el
plano moral, el triunfo de la sensualidad en el protestantismo se afirmó por la
supresión del celibato eclesiástico y por la introducción del divorcio.
Plinio Corrêa de Oliveira
Revolución y Contra-Revolución (12) - (C. III, 5, B) Pseudo Reforma y Renacimiento
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