Luis XI de Francia |
Carlos VIII, último descendiente directo de la Casa de Valois |
Carlos el Temerario, Duque de Borgoña |
Fernando de Aragón |
La gran Reina Isabel de Castilla |
La sangre de los
Trastámara
Pasemos revista a la ascendencia de
los Reyes que hicieron de España una nación y un Imperio.
Isabel I de Castilla, la Católica, nació en
Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril de 1541.
Padres
Juan II
de Castilla
Isabel
de Portugal
Abuelos paternos
Enrique
III, el Doliente, de Castilla
Catalina
de Lancaster
Abuelos maternos
Juan de
Portugal, Duque de Beja
Isabel
de Braganza
Bisabuelos paternos
Juan I
de Castilla,
hijo de Enrique II de Castilla y de Juana Manuel de Lara;
Leonor
de Aragón,
hija de Pedro IV, el
Ceremonioso, de Aragón, y de Leonor de Sicilia.
Bisabuelos paternos maternos
Juan, II
Duque de Lancaster, conocido también
como John of Gaunt o Juan de Gante, de quien descendía doblemente la Reina Isabel,
hijo de Eduardo III de Inglaterra y de Felipa de Hainault;
Constanza
de Castilla,
hija de Pedro I, el
Cruel, de Castilla y de María de Padilla.
Bisabuelos maternos paternos
Juan I
de Portugal,
hijo de Pedro I de Portugal y de Teresa Gille Lorenço;
Felipa
Plantagenet de Lancaster,
hija del nombrado Juan, II Duque de Lancaster, y de Blanca de
Lancaster.
Bisabuelos maternos maternos
Alfonso
I, Duque de Braganza
hijo de Juan I de Portugal y de Inés Pérez Estéves;
Beatriz Alvarez Pereira, Condesa de Barcelos,
hija de Nuño Alvarez Pereira, y de Leonor de Alvim, Conde y
Condesa de Barcelos, respectivamente[1].
Por las venas de Doña Isabel corría la sangre de San Fernando
de Castilla, pilar de la
Reconquista, y del Beato Nuño Alvarez Pereira, Condestable de
Portugal, emblemático guerrero luso que encarnó el heroísmo caballeresco aliado
a la santidad.
Así, vemos fundirse en ella la sangre
castellana con aportes portugueses e ingleses, en un tipo de excelencia de
reina y mujer probablemente inigualado en la Historia.
Fernando V, el Católico, Rey de Castilla y Aragón (1452-1516), también conocido como Fernando II de Aragón[2], nació el 10 de marzo de
1452 en Sos del Rey Católico, Zaragoza.
Padres
Juan II
de Aragón
Juana Enríquez
Abuelos paternos
Fernando I de Aragón
Urraca
de Castilla
Abuelos maternos
Fadrique
Enríquez
Mariana
Ayala de Córdoba
Bisabuelos paternos
Juan I
de Castilla,
hijo de Enrique II de Castilla y de Juana Manuel de Lara;
Leonor
de Aragón,
hija de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y de Leonor de
Sicilia.
Bisabuelos paternos maternos
Sancho de
Castilla,
hijo de Alfonso XI de Castilla y de Leonor de Guzmán, Señora
de Medina Sidonia;
Infanta
Beatriz de Portugal,
hija de Pedro I de Portugal y de Inés de Castro.
Bisabuelos maternos paternos
Alonso
Enríquez, Señor de Medina del Ríoseco,
hijo del Infante y Conde de Melgar, Fadrique Enríquez Alonso,
y de Leonor de Angulo, la Paloma;
Juana
Hurtado de Mendoza y Ayala, la Ricahembra, bella señora acerca de cuyo casamiento
con Fadrique Enríquez circularon curiosas anécdotas[3],
hija de Pero González de Mendoza, el de Aljubarrota, y de Aldonza Fernández de Ayala.
Bisabuelos maternos maternos
Diego
Fernández de Córdoba,
hijo de Gonzalo Fernández de Córdoba y de María García
Carrillo;
Inés
Ayala y Suárez de Toledo,
hija de Pedro Suárez de Toledo y Ayala y de Juana Menéndez de
Orozco[4].
Isabel “la Cruzada”[5],
la gran castellana de sangre ibérica e inglesa, encarnó arquetípicamente el
espíritu de la Hispanidad
propio de la
Reconquista. El polifacético Fernando, cuya sangre entronca
con estirpes de todas las Españas, eximio guerrero, sobresalió
en la diplomacia y la política internacional al estilo renacentista, por lo que
fue alabado por Maquiavelo…
La unión de los reales cónyuges, no obstante sus visibles diferencias,
produjo uno de los momentos más gloriosos de la historia de España. Si Fernando
hubiese conformado más su espíritu al de Isabel, la cristiana grandeza del
Reino podría haber alcanzado cumbres aún más altas y duraderas.
Alianzas matrimoniales y política real –
El entronque con la Casa
de Austria
Era vital para la seguridad y
engrandecimiento de los reinos lograr buenas alianzas matrimoniales, que solían
exigir duros sacrificios a los contrayentes, lo que presuponía una educación
basada en la idea cristiana de inmolación por el bien común propio de la Nobleza, a fortiori de la Realeza, como deber de
estado[6].
Algo de esa cosmovisión se refleja en las notas de Fernando
el Católico: “anoche, sirviendo a Dios, consumamos nuestro matrimonio”[7].
De la unión conyugal de Fernando e
Isabel se formó una familia compuesta de un hijo y cuatro hijas:
Doña
Isabel, la primogénita, nacida en Dueñas el 1º de octubre de 1470;
Don
Juan, Príncipe de Asturias, n. en Sevilla el 30 de junio de 1478;
Da.
Juana, n. en Toledo el 6 de noviembre de 1479;
Da.
María, n. en Córdoba en 1482; y
Da.
Catalina, n. en Alcalá de Henares el 5 de diciembre de 1485.
“Las hijas todas llegaron a ser reinas; pero su brillante
destino se vio acibarado por los pesares domésticos, de los cuales ni aun el
trono puede libertar”, sentenció Carvajal[8].
El hijo, en cambio, sobre quien estaban cifradas todas las esperanzas de
continuidad y sucesión, no llegó a reinar.
“El crédito y autoridad que los soberanos de Castilla
adquirieran…se aumentaron en gran manera por los enlaces matrimoniales que
procuraron lograr para sus hijos”. Fue este uno de los medios políticos más importantes que pusieron en juego[9].
La más trascendental de estas alianzas fue con la Casa de Austria, basada en
razones de alta política, aunque dentro del marco de intereses de la Cristiandad.
Analizaremos las razones históricas y cómo vivieron los
protagonistas estos acontecimientos en que la grandeza y la felicidad alternan
con segundas intenciones e infortunios.
Dijimos que en Francia el absolutismo real se afirmaba con
Carlos VII y Luis XI, mientras los Duques de Borgoña (rama lateral de la Casa reinante), en particular
Carlos
el Temerario, intentaban construir una potencia situada entre Francia y el
Sacro Imperio que adquiriera el rango de reino.
Carlos era Señor de los Países Bajos y del Ducado y el Condado
de Borgoña. Encarna el tipo de príncipe renacentista: “La realización de este
gran designio es favorecida por la riqueza y prosperidad de estos territorios.
(…) aporta un orgullo desmesurado, una actividad febril y poco controlada, un
sentido de fasto y de grandeza alimentado por las lecturas antiguas y el gusto
de la caballería, una tenacidad brutal y rabiosa, y una excepcional aptitud para
el trabajo…”[10].
En su lucha con Luis XI, que quiere impedir el surgimiento
del reino de Borgoña, logra el apoyo de los nobles descontentos con el
absolutismo de los Valois. Pero a pesar de sus victorias, la obstinación le
hace perder la oportunidad del triunfo.
Luis XI va tejiendo como
araña alianzas compradas a precio de oro. Vencido Carlos por los suizos, aliados
del Rey Valois, trata de vengarse de ellos, pero vuelven a vencerlo. Intenta otra vez tomar Nancy, en el
Ducado de Lorena, que su dueño, el Duque Renato II, acababa de recuperar de las
garras del Temerario. La muerte de éste marca el fin del sueño de hacer
resurgir el reino carolingio de Lotario.
Hereda sus estados su hija única, María de Borgoña, que está casada con Maximiliano I de Austria, Emperador del Sacro Imperio. Y a través de
ellos Borgoña irá a dar a las manos de sus descendientes.
Con el ascenso del último Valois, Carlos VIII, la unificación de Francia avanza al incorporar Bretaña
por su casamiento con la
Duquesa Ana (a quien Maximiliano, viudo de María de Borgoña,
pretendía). Los regentes –Ana de Beaujeu, y su marido-, artífices del arreglo
matrimonial, al día siguiente del casamiento, le entregan “un reino en plena
prosperidad en el que jamás había sido tan fuerte el poder real. Carlos VIII…
se dispuso a hacer valer los derechos al reino de Nápoles…heredados de los angevinos”.
“La expedición partió en 1494, conquistó Florencia, atravesó
Roma y se apoderó de Nápoles en 1495; pero la formación de la Liga de Venecia forzó a
Carlos VIII a volver a Francia a toda prisa…”.
Primer
rey de Francia que entró en la península itálica a la cabeza de un ejército, había
cambiado toda la orientación de la política nacional[11]. España no se quedó de brazos cruzados.
“Mientras el Rey de Francia avanzaba hacia Nápoles, el enviado de los Reyes
Católicos anudaba contra él una alianza con el Papa, Venecia, Milán, y el Sacro
Emperador de Alemania: la Liga
de Venecia…”.
“Carlos no descubrió la existencia de esta liga hasta su
entrada triunfal en Nápoles, de corona imperial en la frente. Indignado, tuvo
que retirarse a toda prisa para defender a Francia, de la que nunca debería
haber salido, amenazada por la invasión aragonesa.
“Entre tanto, Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán, llevaba a
cabo una brillante campaña en el sur de Italia... Luego se dirigió a la Ciudad papal, donde fue
aclamado como liberador. (…) Así España, en vez de Francia, se convirtió en la
fuerza política dominante de Italia, y con muy pocos sacrificios”[12].
Los ambiciosos designios de Carlos VIII habían establecido
entre las grandes potencias de Europa amenazadas una inédita comunidad de
intereses, que fue causa de enlaces matrimoniales entre las principales
familias reinantes. Y mientras Carlos VIII malgastaba su tiempo en Nápoles,
quedaron ajustadas entre las casas reales de Austria y España aquellos
matrimonios que abrirían la era de predominio hispano-habsburguiano.
También se combinó el casamiento de Catalina de Aragón con Arturo, Príncipe de
Gales, pues Fernando, su padre, cultivaba la amistad del rey de Inglaterra, Enrique
VII, con la esperanza de hacerlo entrar en la confederación contra el francés. Esto
despertó celos e intrigas de parte de Carlos VIII que Fernando procuró
hábilmente contrarrestar.
(continúa próximamente - si desea ver las notas anteriores puede hacer click más abajo en "Etiquetas": "Entronque...")
(continúa próximamente - si desea ver las notas anteriores puede hacer click más abajo en "Etiquetas": "Entronque...")
[1] Datos extraídos de la
magnífica obra de D. Jesús Chacón www.sologenealogia.com,
a quien mucho agradecemos su generosa contribución, complementados con
genealogías de Alberto y Arturo García
Carraffa, Prinz Adalbert von Bayern,
Conde Carton de Wiart, Ricardo Magaró y Nicolás Homar Vives, e información
histórico-genealógica brindada por Hernando del Pulgar, William Prescott y
otros autores citados en este trabajo.
[2] Fernando II, Rey de
Aragón, 1452-1516.
Fernando V, Rey de Castilla-León, 1452-1516.
Fernando, Rey de Navarra, 1452-1516.
Ferdinando II, Re di Sicilia, 1452-1516.
Ferdinando
III, Re di Napoli, 1452-1516
Cf.
www.sologenealogia.com
[3] Alberto y Arturo García
Carraffa, “Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano-Americana”, t. XXXI,
apellido “Enríquez”, pp. 32 y ss.
[4] Fuentes genealógicas
indicadas en nota 25.
[5] Título de la obra de
William Thomas Walsh –Espasa-Calpe, colecc. Austral, 4ª ed.- que comentamos en
nuestra monografía de 2004, citada en el presente trabajo, publicada para
conmemorar el 5º Centenario de la muerte de la Reina.
[6] Sobre el concepto católico
de Nobleza, vigente en la
Cristiandad, su misión y perennidad, ver el profundo estudio
de Plinio Corrêa de Oliveira, “Nobleza y élites tradicionales análogas – en las
alocuciones de Pío XII al Patriciado y la Nobleza romana”, Ed. Fernando III, el Santo,
Madrid, t. I y II. También incluye un estudio sobre las formas de gobierno a la
luz del magisterio de la
Iglesia.
[7] A. Fernández Alexander de
Schorr, “Destino de reinas…”, cit., p. 39.
[8] ap. William H. Prescott,
“Historia de los Reyes Católicos”, ed. Argonauta, Buenos Aires, t. II, pp.
91-2.
[9] William H. Prescott,
“Historia de los Reyes Católicos”, ed. Argonauta, Buenos Aires, t. II, p. 91.
[10] “Dictionnaire des Biographies”, P. Grimal, Prof. de
la Sorbona,
Presses Universitaires de France, t. I, p. 310.
[11] “Dictionnaire des
Biographies”, cit., t. I, p. 305.
[12] L. Mesquita Errea, “La Gesta de Isabel la Católica…”, cit., p. 110.
No hay comentarios:
Publicar un comentario