* El emperador Meiji, del Japón, que fue nombrado por Alfonso XIII Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro
** El Castillo de Javier, donde nació el nobilísimo San Francisco Javier
*** El fogoso misionero que logró incontables conversiones entre los paganos de Oriente
Algunas imágenes para ilustrar esta interesante nota del ABC.es digital
HISTORIA
Título original de la noticia del ABC:
De la Embajada Keicho a Fukushima pasando por San Francisco Javier
PABLO M. DÍEZ @PabloDiez_ABC / CORRESPONSAL EN
ASIA
Día 04/10/2013 - 18.35h
Antes de que España y Japón establecieran relaciones hace 400 años, el misionero jesuita predicó el catolicismo en Oriente
El presidente del Gobierno, durante su visita ayer a Fukushima
Con visita solidaria a Fukushima incluida, el viaje a Japón del presidente del Gobierno, Marino Rajoy, se enmarca dentro del Año Dual que conmemora el cuarto centenario de relaciones entre ambos países. El motivo es que en 1613, año 18 de la Era Keicho, zarpó del puerto nipón de Sendai una misión dirigida por el samurái Hasekura Tsunenaga y el misionero franciscano Luis Sotelo que tenía como objetivo llegar a España para solicitar el establecimiento de relaciones comerciales con México y a Roma para pedirle al Vaticano el envío de religiosos.
Tras un año de travesía, atravesando el Pacífico y el Atlántico, la comitiva llegó en octubre de 1614 a España, donde Hasekura fue recibido en Madrid por el monarca Felipe III en enero de 1615. Antes de viajar a Roma para entrevistarse con el Papa Paulo V,
el samurái fue bautizado en Madrid, iniciando así una estrecha relación
con España que continuó con su estancia en la localidad sevillana de Coria del Río. Buena prueba de ello es la abundancia del apellido Japón por esas tierras andaluzas,
que enamoraron a Hasekura y muchos de sus hombres. Allí debía sentirse a
gusto el samurái que no regresó a Japón hasta 1620, cuando dio por
cumplida su misión.
Aunque la Embajada Keicho fue la primera delegación
diplomática oficial enviada por Japón a España, las relaciones entre
ambos países se remontan en el tiempo más de medio siglo atrás, cuando san Francisco Javier llegó en 1549 al imperio del Sol Naciente para predicar el catolicismo. Discípulo de san Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita, el misionero navarro evangelizó el Lejano Oriente,
desde donde envió numerosas cartas al Vaticano alabando el espíritu del
pueblo nipón. Sin embargo, esos elogios no impidieron que los católicos
fueran perseguidos en Japón tanto en esa época como durante la Restauración Meiji (mediados del siglo XIX).
Tras su marcha de Japón, san Francisco Javier murió en China en 1552, pero sus reliquias se conservan en la Basílica del Buen Jesús de Goa, en la India,
donde se han convertido en un destino de peregrinación porque la
incorruptibilidad de su cuerpo dio lugar al milagro por el que fue
canonizado en 1622.
Y, antes también de que el samurái Hasekura llegara a España, el rey Felipe II recibió en la Corte a los emisarios de la Embajada Tensho en noviembre de 1584.
Otro de los contactos importantes previos a la Embajada
Keicho se debió a un tifón, que en 1609 hizo naufragar frente a las
costas de Onjuku al galeón San Francisco, que cubría la ruta Manila-Acapulco. A bordo viajaba el gobernador español de Filipinas, Rodrigo de Vivero, quien fue recibido en audiencia por un sogún local en una aventura que relata el documental «Del naufragio a la amistad», del periodista colombiano Gonzalo Robledo.
Contactos comerciales y culturales
Tras el establecimiento oficial de relaciones comerciales
por parte de la Embajada Keicho, hay que esperar hasta 1868 para la
firma del primer Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre España y Japón. Tres años después, el ministro plenipotenciario de España visitó Kioto y se convirtió, junto a los representantes de Holanda y Estados Unidos que viajaban en su misma comitiva, en el tercer emisario de otro país que recalaba en Japón, tras los de Francia y el Imperio británico.
Desde entonces, las relaciones hispano-niponas han florecido gracias a la labor de eruditos como Ernest-Francisco Fenollosa, quien llegó a Japón en 1878 como profesor de la recién fundada Universidad de Tokio y fue uno de los introductores del arte oriental en Europa.
Tras el nombramiento del Emperador Meiji como Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro por parte de Alfonso XIII en 1883, se crearon diversas instituciones para estrechar los vínculos entre ambos países. Entre ellas destacan la primera Sociedad de la Lengua Española, dirigida en 1893 por el marqués Hachisuka en Tokio, y la primera Sociedad Cultural Hispano-Japonesa, presidida en 1949 por un antiguo embajador nipón en Madrid.
Desde entonces, y a pesar de la distancia, Japón y España
no han hecho más que acercarse, como demuestra la avalancha de turistas
que visita cada año los principales monumentos de Madrid, Barcelona y Andalucía y la afición nipona al flamenco, los toros y, por supuesto, la paella.
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