Proposición falsa o peligrosa:
La democracia cristiana consiste en el Gobierno del pueblo, esto es, de la mayoría.
Proposición cierta:
La “DEMOCRACIA CRISTIANA” es una expresión usada para indicar cualquier Gobierno que promueva el bien común bajo la ley de Dios, sea ese gobierno monárquico, aristocrático o democrático. Es lo que enseña León XIII cuando dice que la democracia cristiana “No debe absolutamente tener preferencias por ninguna forma de Gobierno” (Encíclica “Graves de communi”).
La forma democrática de Gobierno es compatible con la doctrina de la Iglesia en la medida en que significa la participación del pueblo en los negocios públicos. Pero por “PUEBLO” la Iglesia no entiende la mayoría numérica, inorgánica, esto es, la masa, sino toda la población, teniendo en cuenta las legítimas diferencias de clases, de región, etc. Así, la democracia legítima no es el dominio de las clases más numerosas sobre las menos numerosas, de la masa sobre la clase distinguida, sino la justa y proporcionada influencia de las clases, familias, regiones y grupos sociales, en los asuntos públicos.
EXPLANACION
La diferencia ente el concepto católico y el concepto corriente de democracia procede de la manera diferente de entender la palabra “Pueblo”. Para la Iglesia, pueblo es, en cierto sentido, contrario a masa. Pío XII dice:
“Pueblo y multitud amorfa o, como se acostumbra a decir, masas, son dos conceptos diversos. El pueblo vive y se mueve por sí mismo; la masa es por sí misma inerte, y sólo puede se movida desde el exterior. El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales –en su propia posición y según su modo propio- es una persona consciente de las respectivas responsabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en manos de quien quiere explotar los instintos y las impresiones, pronto a seguir, alternativamente, hoy esta bandera y mañana aquélla. Por su exuberancia, la vida de un verdadero pueblo se difunde, abundante, rica, en el estado y en todos sus organismos, comunicándoles con vigor, incesantemente renovado, la conciencia de su propia responsabilidad, el verdadero sentido del bien común” (Alocución de Navidad de 1944).
Por consiguiente, para la mayor parte de los demócratas el pueblo es precisamente lo que Pío XII llama masa. Es lo que se desprende de las palabras del Papa gloriosamente reinante:
“Por todas partes la vida de las naciones está disgregada por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es elector; pero, como tal, no es en realidad sino una de las unidades cuyo total constituye una mayoría o una minoría, que el simple desentono de algunas voces, cuando no una sola, basta para cambiar. Desde el punto de vista de los partidos, el elector no cuenta sino por su poder electoral, por el concurso que su voto da: En su situación y en su papel dentro de la familia y de la profesión no se piensa” (Alocución a los dirigentes del Movimiento Universal pro-Confederación Mundial en 1951).
La democracia, en el sentido aceptable de la palabra, jamás se identifica con el mito revolucionario de la soberanía popular. Todo poder viene de Dios. El pueblo –y por “pueblo” entiéndase, como arriba se dijo, por oposición a masa- apenas puede escoger los que le han de gobernar con autoridad que les viene de Dios”. (pp. 133-35).
(fin proposicion 79).
Nota: los destaques en negrita son de "Aristocracia y Sociedad Orgánica"
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Fuente: “Problemas del Apostolado Moderno – Seguido de un compendio de VERDADES OPORTUNAS QUE SE OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORANEOS” – Antonio de Castro Mayer, Obispo de Campos (Brasil), Ed. Librería Católica ACCION, Buenos Aires, 1959
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