Continuamos presentando el Apéndice III de "Nobleza y élites tradicionales análogas...", que trata de las formas de gobierno a la luz de la doctrina social de la Iglesia - en teoría y en concreto . En el ítem C, el autor analiza en profundidad la Revolución Francesa como modelo de república ilegítima, distinguiéndola de la legítima de acuerdo al concepto tomista. Muestra cómo los hijos de una república legítima fueron defensores leales del Trono de Francia, y señala elocuentes aspectos de la influencia de los principios revolucionarios Libertad - Igualdad - Fraternidad en la realidad del mundo de hoy.
Este texto, así como el anterior (punto 18, ver en este sitio), merecen una lectura detenida por la elevación y profundidad con la que abarca fenómenos centrales del acontecer mundial, desde un punto de vista católico tradicional.
Cordialmente,
Pelayo
C - La Revolución Francesa:
modelo prototípico
de república revolucionaria
Se ha tratado aquí sobre la mentalidad monárquica. En oposición a ella, se puede concebir una mentalidad republicana, e incluso una mentalidad republicana revolucionaria, nacida de un movimiento revolucionario a favor de la república como fue, por ejemplo, la Revolución Francesa.
Para comprender bien en qué consiste esta mentalidad republicana revolucionaria, es preciso distinguirla de la del republicano que no la tiene; es decir, de aquel que, como se ha visto, acepta la forma de gobierno republicana para su país forzado por las circunstancias, pero tiene una mentalidad monárquica.
Es preciso, pues, considerar qué es la Revolución1 y en qué se diferencia de la república, tomando fría y especulativamente este término en su sentido tomista, como una determinada forma legítima de gobierno. Esta distinción era tan clara en los tiempos de la Revolución Francesa, que muchos de los que cayeron al pie del Trono luchando heroicamente a favor de la monarquía francesa eran miembros de la famosa Guardia Suiza y, por tanto, ciudadanos de las repúblicas helvéticas. Al morir defendiendo el trono francés, no juzgaban éstos caer en contradicción por preferir para su pequeño país la forma de gobierno republicana, ni el rey de Francia juzgaba comprometer la solidez de su Trono al colocar entre sus más fieles guardias a quienes preferían la república para sus respectivos países.
A continuación se harán algunas consideraciones sobre la relación existente entre la Revolución y la forma de gobierno generada por ella: la república revolucionaria, la cual no debe ser confundida con la república no revolucionaria, forma de gobierno legítima descripta en documentos pontificios y en los escritos de Santo Tomás. Se verá también cómo a través de la actuación de los pseudo-moderados favorables a la Revolución se puede llevar a la opinión pública a aceptar esta república revolucionaria. Para ilustrar esta tesis se ha elegido un ejemplo histórico prototípico: la Revolución Francesa.
19. La Revolución en sus elementos esenciales
a) Impulso al servicio de una ideología
Es necesario, en primer lugar, distinguir en la Revolución dos elementos: una ideología, que tiene a su servicio un impulso.
Tanto en una como en el otro, la Revolución es radical y totalitaria. Como ideología, este totalitarismo radical consiste en llevar a las últimas consecuencias todos los principios constitutivos de su doctrina; como impulso, tiende invariablemente hacia la aplicación a los hechos, costumbres e instituciones de los principios revolucionarios en los cuales, a su vez, los respectivos elementos ideológicos están cabalmente aplicados a la realidad concreta.
El término final del impulso revolucionario puede definirse con estas palabras: alcanzarlo todo, ya y para siempre.
El hecho de que uno de los elementos esenciales de la Revolución sea un impulso no quiere decir que ella deba ser entendida como algo impulsivo en el sentido vulgar del término, es decir, como algo irreflexivo, movido por ansiedades y destemplanzas. Por el contrario, el revolucionario ejemplar sabe bien que encontrará con frecuencia ante sí obstáculos que no podrá apartar con el mero uso de la fuerza, y sabe también que muchas veces tendrá que contemporizar, ser flexible, retroceder o incluso hacer concesiones, so pena de sufrir humillantes y muy nocivas derrotas. Esto no obstante, todas esas marchas
1) Sobre el sentido de la palabra Revolución, véase Capítulo V, 3 b (nota).
atrás, las hará para evitar males mayores. Tan pronto como las circunstancias se lo permitan, el revolucionario reanudará pertinazmente su marcha hacia adelante con la mayor celeridad posible, aunque también con toda la lentitud necesaria.1
La totalidad y radicalidad de la Revolución se deja también ver en el hecho de que ésta tiende a aplicar sus principios en todos los dominios del ser y del obrar de los hombres y sociedades. Esto resulta evidente siempre que se analizan las transformaciones sufridas por el mundo en los últimos cien años.
Libertad, Igualdad, Fraternidad. A esta trilogía la veremos ir transformando gradualmente a los individuos, familias y naciones. Casi no encontraremos un campo en el cual no se hallen de una u otra forma, aquí o allí, las huellas de los pasos victoriosos de uno u otro de los principios de la famosa trilogía; y, tomadas en consideración las reglas de prudencia arriba enunciadas, esta andadura revolucionaria ha tenido como resultado, de modo general, un avance a bien decir casi inalterable.
Así pues, considérense las transformaciones que ha ido sufriendo la familia en estos últimos cien años. La autoridad de los padres sufre un continuo ocaso: igualdad; el vínculo que une a los esposos va adelgazándose cada vez más: libertad. Analícese el ambiente de las aulas, tanto en la enseñanza primaria como en la secundaria o universitaria. Las fórmulas de respeto debidas por los alumnos al profesor son cada vez más reducidas: igualdad. Los propios profesores tienden a colocarse lo más posible al nivel de los alumnos: igualdad, fraternidad.
Análogas observaciones se podrían hacer en los más diversos campos: en las relaciones entre gobernantes y gobernados, entre patrones y obreros, o entre miembros de la Jerarquía eclesiástica y fieles; y sería de nunca acabar si intentásemos presentar aquí una enumeración al menos remotamente completa de todas las transformaciones que se han operado en el mundo en virtud de la trilogía revolucionaria.
modelo prototípico
de república revolucionaria
Se ha tratado aquí sobre la mentalidad monárquica. En oposición a ella, se puede concebir una mentalidad republicana, e incluso una mentalidad republicana revolucionaria, nacida de un movimiento revolucionario a favor de la república como fue, por ejemplo, la Revolución Francesa.
Para comprender bien en qué consiste esta mentalidad republicana revolucionaria, es preciso distinguirla de la del republicano que no la tiene; es decir, de aquel que, como se ha visto, acepta la forma de gobierno republicana para su país forzado por las circunstancias, pero tiene una mentalidad monárquica.
Es preciso, pues, considerar qué es la Revolución1 y en qué se diferencia de la república, tomando fría y especulativamente este término en su sentido tomista, como una determinada forma legítima de gobierno. Esta distinción era tan clara en los tiempos de la Revolución Francesa, que muchos de los que cayeron al pie del Trono luchando heroicamente a favor de la monarquía francesa eran miembros de la famosa Guardia Suiza y, por tanto, ciudadanos de las repúblicas helvéticas. Al morir defendiendo el trono francés, no juzgaban éstos caer en contradicción por preferir para su pequeño país la forma de gobierno republicana, ni el rey de Francia juzgaba comprometer la solidez de su Trono al colocar entre sus más fieles guardias a quienes preferían la república para sus respectivos países.
A continuación se harán algunas consideraciones sobre la relación existente entre la Revolución y la forma de gobierno generada por ella: la república revolucionaria, la cual no debe ser confundida con la república no revolucionaria, forma de gobierno legítima descripta en documentos pontificios y en los escritos de Santo Tomás. Se verá también cómo a través de la actuación de los pseudo-moderados favorables a la Revolución se puede llevar a la opinión pública a aceptar esta república revolucionaria. Para ilustrar esta tesis se ha elegido un ejemplo histórico prototípico: la Revolución Francesa.
19. La Revolución en sus elementos esenciales
a) Impulso al servicio de una ideología
Es necesario, en primer lugar, distinguir en la Revolución dos elementos: una ideología, que tiene a su servicio un impulso.
Tanto en una como en el otro, la Revolución es radical y totalitaria. Como ideología, este totalitarismo radical consiste en llevar a las últimas consecuencias todos los principios constitutivos de su doctrina; como impulso, tiende invariablemente hacia la aplicación a los hechos, costumbres e instituciones de los principios revolucionarios en los cuales, a su vez, los respectivos elementos ideológicos están cabalmente aplicados a la realidad concreta.
El término final del impulso revolucionario puede definirse con estas palabras: alcanzarlo todo, ya y para siempre.
El hecho de que uno de los elementos esenciales de la Revolución sea un impulso no quiere decir que ella deba ser entendida como algo impulsivo en el sentido vulgar del término, es decir, como algo irreflexivo, movido por ansiedades y destemplanzas. Por el contrario, el revolucionario ejemplar sabe bien que encontrará con frecuencia ante sí obstáculos que no podrá apartar con el mero uso de la fuerza, y sabe también que muchas veces tendrá que contemporizar, ser flexible, retroceder o incluso hacer concesiones, so pena de sufrir humillantes y muy nocivas derrotas. Esto no obstante, todas esas marchas
1) Sobre el sentido de la palabra Revolución, véase Capítulo V, 3 b (nota).
atrás, las hará para evitar males mayores. Tan pronto como las circunstancias se lo permitan, el revolucionario reanudará pertinazmente su marcha hacia adelante con la mayor celeridad posible, aunque también con toda la lentitud necesaria.1
La totalidad y radicalidad de la Revolución se deja también ver en el hecho de que ésta tiende a aplicar sus principios en todos los dominios del ser y del obrar de los hombres y sociedades. Esto resulta evidente siempre que se analizan las transformaciones sufridas por el mundo en los últimos cien años.
Libertad, Igualdad, Fraternidad. A esta trilogía la veremos ir transformando gradualmente a los individuos, familias y naciones. Casi no encontraremos un campo en el cual no se hallen de una u otra forma, aquí o allí, las huellas de los pasos victoriosos de uno u otro de los principios de la famosa trilogía; y, tomadas en consideración las reglas de prudencia arriba enunciadas, esta andadura revolucionaria ha tenido como resultado, de modo general, un avance a bien decir casi inalterable.
Así pues, considérense las transformaciones que ha ido sufriendo la familia en estos últimos cien años. La autoridad de los padres sufre un continuo ocaso: igualdad; el vínculo que une a los esposos va adelgazándose cada vez más: libertad. Analícese el ambiente de las aulas, tanto en la enseñanza primaria como en la secundaria o universitaria. Las fórmulas de respeto debidas por los alumnos al profesor son cada vez más reducidas: igualdad. Los propios profesores tienden a colocarse lo más posible al nivel de los alumnos: igualdad, fraternidad.
Análogas observaciones se podrían hacer en los más diversos campos: en las relaciones entre gobernantes y gobernados, entre patrones y obreros, o entre miembros de la Jerarquía eclesiástica y fieles; y sería de nunca acabar si intentásemos presentar aquí una enumeración al menos remotamente completa de todas las transformaciones que se han operado en el mundo en virtud de la trilogía revolucionaria.
b) Un elemento más de la Revolución:
su carácter multitudinario
Es la multitud; sí, la multitud incontable de los que -ora llevados por la convicción, ora por mimetismo, ora por el miedo a sufrir los implacables eslóganes de crítica con que los acribillaría el zumbido de los revolucionarios- promueven, o simplemente toleran, la ofensiva impune y avasalladora de la propaganda revolucionaria oral y escrita.
Si la revolución fuese simplemente una ideología con el impulso a su servicio, carecería de importancia histórica. Es el carácter multitudinario de la Revolución el factor más importante de su éxito.
1) Una descripción sintética y expresiva de esa flexibilidad táctica de la Revolución puede encontrarse en las siguientes palabras de Mao Tse- Tung: "Si el enemigo ataca, retrocedo. Si el enemigo retrocede, lo persigo. Si el enemigo para, lo atormento. Si el enemigo se reagrupa, me disperso" (apud Pierre DARCOURT, Mao le maquisard, in "Miroi.r de I'Histoire", nº 267, marzo de 1972, p. 98).
Transcripto de "Nobleza y élites tradicionales análogas...", de Plinio Corrêa de Oliveira, Apéndice III, LAS FORMAS DE GOBIERNO, ít. C - La Revollución Francesa: modelo prototípico de república revolucionaria, punto 19: La Revolución en sus elementos esenciales - pp. 226-228
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