domingo, 26 de diciembre de 2010

Minoría fiel y constructiva que dirige vs. minoría infiel : ¿Plantear esto es anacrónico? Lo verdaderamente anacrónico - Respondiendo objeciones

Una persona amiga nos escribe con relación a los dos textos publicados en la entrada anterior, el que se refiere a que la aristocracia y la democracia robustecen a una monarquía católica, y el del entonces Cardenal Ratzinger -hoy S.S. Benedicto XVI- que enseña que hay principios fundamentales que un Estado democrático moderno debe respetar, pues no pueden estar sometidos al juego "mayoría-minoría".
Le agradecemos sus objeciones, que permiten aclarar las cosas, y con todo afecto, le respondemos a quien nos escribió: "...un poco anacrónicas las noticias...":


Querida Isabel:
no son noticias propiamente, sino enseñanzas del magisterio perenne de la Iglesia. El mundo moderno se ha apartado de ellas y por eso tenemos, aplicando las palabras de Pío XII, minorías que oprimen a la mejor parte del país, en general, en todas partes-y el nuestro no es excepción.
Pues democracia, como dice Benedicto XVI (entonces Cardenal, cuando fue entrevistado por El Mercurio), no es la imposición de cualquier cosa en nombre de una mayoría (movida, frecuentemente, por planes trabajar, propaganda y demagogia).
Una verdadera democracia conforme a los principios católicos (como debería existir en los países iberoamericanos, mayoritariamente católicos, sin perjuicio de formas más perfectas de gobierno a las que debemos aspirar), tiene que ser fiel a sus raíces, a sus tradiciones, y en ella debe sentirse la influencia del conjunto de personas que por su fidelidad al magisterio tradicional de la Iglesia, su amor a Dios, sus conocimientos, tienen verdaderas aptitudes para orientar a los menos instruidos y a los menos formados.
Todo país es dirigido por una minoría que:
  • o es fiel al Evangelio y a la tradición,
  • o es destructora de todo (pues, "quien no siembra conmigo, desparrama", enseña N.S.J.C.).

¿Plantear esto es anacrónico?

Lo anacrónico es seguir creyendo que la falsa democracia, atea, populista y demagógica, es una verdadera democracia. ¿No lo crees?

En el Libro "Nobleza y élites tradicionales análogas..." podrás encontrar la ratificación plena de toda la doctrina político-social de los Papas hecha por Juan Pablo II, como no podría ser de otra manera. Si no, tendríamos otra doctrina, una doctrina nueva: seríamos una 'Iglesia nueva', no la de Jesucristo, "hoy y siempre y por los siglos de los siglos".

Gracias por tu mensaje. Un gran abrazo y Feliz Navidad,

Pelayo

viernes, 24 de diciembre de 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

[Iglesia y formas de gobierno] "El mejor modo de moderar y robustecer la monarquía es rodearla de aristocracia y democracia", enseña Santo Tomás

Contrastes armónicos: los Emperadores de la Casa de Austria con los nobles, en el ornato de la Corte...
...el Emperador Francisco José de Austria-Hungría recibe paternalmente el homenaje afectuoso de su pueblo

Continuamos publicando el Apéndice III "Las formas de gobierno a la luz de la doctrina social de la Iglesia: en teoría - en concreto", de "Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", de Plinio Corrêa de Oliveira (ver los anteriores 11 ítems del Apéndice en este mismo sitio)


12. El mejor modo de moderar y robustecer la monarquía
es rodearla de aristocracia y democracia

A propósito del pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre la forma mixta de Gobierno, comenta Fr. Victorino Rodríguez:

“El régimen mixto, forma teóricamente óptima de gobierno. En esta obra [De Regimine Principum], y concretamente en este capítulo séptimo, tras el análisis de los tres tipos de forma de gobierno (monarquía, aristocracia, democracia), Santo Tomás se inclina por la forma monárquica, bien que sea con un poder moderado, para evitar un absolutismo tiránico: ‘simul etiam sic eius temperetur potestas, ut in tyrannidem ne facili declinare non possit’ (n. 29).

“Esta idea de moderación del poder del monarca le llevó a plasmar, en obras posteriores, la teoría del régimen mixto como forma óptima de gobierno: el mejor modo de moderar y potenciar la monarquía es rodearla de aristocracia y de democracia. Me limito a transcribir los dos textos que me parecen fundamentales y suficientemente claros al respecto:

“ ‘No es comprensible que de las dos formas pésimas de gobierno (tiranía y democracia (2) o demagogia) pueda salir una forma de gobierno óptima. Mucho mejor proceden quienes integran el gobierno de la ciudad de diversas formas de gobierno correctas, pues cuanto más mixto sea tanto mejor será, al tomar más ciudadanos parte en el gobierno de la ciudad’ (In II Politicorum, lect. 7, n. 247).

Nota 2) Con respecto al término democracia, aclara el P. Victorino Rodríguez O.P.: “Este sentido peyorativo de la democracia en esta obra De Regimine Principum es mantenido en los comentarios a los libros de la Ética y de la Política de Aristóteles, donde se le llama también gobierno ‘plebeyo’, gobierno ‘popular’, gobierno ‘de los pobres’, en el que la mayoría numérica de los ciudadanos se impone sobre la minoría más calificada y, consiguientemente, la oprime injustamente (de ahí el sentido peyorativo de esta democracia). (…) Sin embargo, en la Suma Teológica, cuando se hace alusión a las formas de gobierno (v.gr. I-II, 95, 4; II-II, 61, 2) solamente la tiranía aparece como forma incorrecta de gobierno, no la oligarquía ni la democracia, que pueden ser más o menos correctas” (op. cit., pp. 31 y 33).

“ ‘Algunos dicen que el mejor gobierno de la ciudad es el que es como mezcla de los regímenes antedichos (monarquía, aristocracia, democracia). La razón de ello es que así un régimen se modera con la presencia del otro, y deja menos lugar a la sedición, al participar todos en el gobierno de la ciudad, mandando en unas cosas el pueblo, en otras cosas la aristocracia y en otras el rey’ (Ibidem, n. 245).”(1)

1) Op. cit., pp. 61 y 63.

13. Una constitución democrática
debe asumir y proteger los valores de la Fe cristiana,
sin los cuales no podrá subsistir

Nota de la Redacción: los destaques en negrita del siguiente texto son de la redacción de este sitio, "Aristocracia y sociedad orgánica"

Tomando en cuenta las peculiares circunstancias de nuestros días, resulta oportuno el juicioso comentario realizado por el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (*), en su entrevista del 12 de junio de 1988 para el periódico “El Mercurio” de Santiago de Chile:

(*) N. de la R.: actualmente, S.S. Benedicto XVI

“Alexis de Tocqueville señalaba ya, hace aproximadamente 150 años, que la democracia sólo puede subsistir si antes ella va precedida por un determinado
ethos.
Los mecanismos democráticos funcionan sólo si este es, por así decir, obvio e indiscutible y sólo así se convierten tales mecanismos en instrumentos de justicia. El principio de mayoría sólo es tolerable si esa mayoría tampoco está facultada para hacer todo a su arbitrio, pues tanto mayoría como minoría deben unirse en el común respeto a una justicia que obliga a ambas. Hay, en consecuencia, elementos fundamentales previos a la existencia del Estado que no están sujetos al juego de mayoría y minoría y que deben ser inviolables para todos.

“La cuestión es: ¿quién define tales ‘valores fundamentales’?¿Y quién los protege? Este problema, tal como Tocqueville lo señalara, no se planteó en la primera democracia americana como problema constitucional, porque existía un cierto consenso cristiano básico –protestante- absolutamente indiscutido, y que se consideraba obvio. Este principio se nutría de la convicción común de los ciudadanos, convicción que estaba fuera de toda polémica. ¿Pero qué pasa si ya no existen tales convicciones? ¿Es que es posible declarar, por decisión de mayoría, que algo que hasta ayer se consideraba injusto ahora es de derecho y viceversa? Orígenes expresó al respecto en el siglo tercero: Si en el país de los escitas se convirtiere la injusticia en ley, entonces los cristianos que allí viven deben actuar contra la ley. Resulta fácil traducir esto al siglo XX: Cuando durante el gobierno del nacional-socialismo se declaró que la injusticia era ley, en tanto durara tal estado de cosas un cristiano estaba obligado a actuar contra la ley. ‘Se debe obedecer a Dios antes que a los hombres’. Pero ¿cómo incorporar este factor al concepto de democracia?

“En todo caso, está claro que una constitución democrática debe cautelar, en calidad de fundamento, los valores provenientes de la fe cristiana declarándolos inviolables, precisamente en nombre de la libertad. Una tal custodia del derecho sólo subsistirá, por cierto, si está resguardada por la convicción de gran número de ciudadanos. Esta es la razón por la cual es de suprema importancia para la preparación y conservación de la democracia preservar y profundizar aquellas convicciones morales fundamentales, sin las cuales ella no podrá subsistir”.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El poder en manos de la antítesis de la aristocracia -el gobierno de los mejores-: un flagelo de Iberoamérica

Pío XII enseña con sabiduría la diferencia entre pueblo y masa, como hemos visto reiteradamente en esta página. Si no hay pueblo auténtico, tampoco hay verdadera república o democracia en los términos del magisterio pontificio. Y no hay verdadero pueblo si carece de una clase dirigente tradicional y fiel a su misión que ejerza un rol orientador y ejemplar, e irradie excelencia.
No pocos políticos iberoamericanos y las corrientes que lideran hacen gala de su desprecio hacia las élites tradicionales del continente, que tienen una misión a cumplir en estos tiempos, que requiere de ellas ante todo la fidelidad a su llamado.
La sola idea de élite produce en los igualitarios un efecto semejante al agua bendita sobre el demonio. Al mismo tiempo, frecuentemente vemos a personajes destacados de esa pseudodemocracia imbuida de principios socialistas presentarse como intocables e incorruptibles representantes de la "voluntad general" y servidores del pueblo (que por efecto de este complejo proceso es permanentemente rebajado a la categoría de masa).
Bajo esta ficción de servir al pueblo se esconde una realidad tremenda, como lo muestra un editorial de "La Nación", órgano de prensa que, a pesar de su política editorial oscilante y equívoca, que tantas veces prestigia al sistema abusivo que hoy critica, revela en la nota algo de sus esenciales fraudes y falencias.
La consecuencia salta a la vista: debemos bregar por un verdadero pueblo, que sólo existe dentro de un orden católico, como el que existió en nuestro continente, recordando aquello del Cardenal Herrera Oria: la aristocracia es necesaria en toda sociedad bien constituida.
http://aristocraciacatolica.blogspot.com/2009/05/la-aristocracia-en-el-pensamiento-de-un.html

Editorial I
Mails del kirchnerismo genuino
Los vergonzosos textos del asesor de Ricardo Jaime muestran sin tapujos lo que ha sido la esencia del oficialismo
Domingo 28 de noviembre de 2010 Publicado en edición impresa
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Algo de la transparencia que tanto se le ha reclamado al kirchnerismo finalmente ha hecho su aparición. No la transparencia de procederes, sino la que permite ver en forma directa y casi tridimensional una buena porción de la enorme red de corrupción del oficialismo.
A medida que se va conociendo el contenido de algunos de los más de 20.000 mails secuestrados en las computadoras de Manuel Vázquez, el hombre de confianza y asesor del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, no cesa el asombro ante la desfachatez con que se hablaba de coimas y de aportes ilegales a las campañas del kirchnerismo, al tiempo que aumentan las sospechas sobre un voluminoso e irregular financiamiento de esas campañas, que también pudo haber albergado negociados personales de altos funcionarios.
Por lo pronto, ya aparecieron mails en los que Vázquez menciona a Néstor Kirchner: "Tengo un encargo del presidente para ver si lo puedo ayudar a juntar dinero para la campaña, pues esta elección es estratégica para él. Como sabe de mi relación con ciertos países, me ha dado una lista de empresas locales a las cuales solicitarle una contribución para esto", escribió Vázquez, en julio de 2005, a Miguel Angel Lorente, su socio español en una consultora que intermedió en algunos negocios turbios.
Se refería a las elecciones parlamentarias de octubre de ese año en las que Cristina Kirchner obtuvo su banca de senadora por la provincia de Buenos Aires y desplazó a Hilda Duhalde y, con ella, al duhaldismo.
A continuación, Vázquez tipeó una lista de grandes empresas españolas muy vinculadas con la Argentina, como Edesur, Repsol, Telefónica, Aerolíneas Argentinas, etcétera. "Supongamos 20 empresas que pongan a un promedio de US$ 500.000 a 1.000.000", siguió, para luego agregar: "Podríamos hablar de 7,5/10% en «derechos» sobre esos aportes".
Derechos serían las eventuales comisiones de Vázquez y su socio español por recaudar.
A su vez, Jorge Molina, ex director de Aerolíneas Argentinas y ex representante de la empresa española Marsans, confirmó que Jaime lo llamó por teléfono para pedirle 1.500.000 dólares para la campaña y anunciarle que Vázquez iría a verlo.
Molina explicó que, finalmente, Marsans Internacional hizo un aporte de 380.000 pesos y agregó que Jaime era "un recaudador oficial de Néstor Kirchner, no actuaba en forma independiente". Según Molina, Jaime se mostró insatisfecho y luego Aerolíneas Argentinas sufrió las represalias.
Como ya hemos dicho en esta columna, no hay novedad en los procedimientos que revelan los mails de Vázquez. Es sabido que otros partidos, además del peronismo, recurren a aportes muy superiores a los permitidos por ley. Y es sabido también que no todo el dinero recaudado para las campañas se destina a tal fin y que una parte queda en manos de dirigentes.
La virtud de los mails de Vázquez, si puede hablarse de virtud en medio de la cuasilegalidad de los textos, es la franqueza con la que explica, planifica y pide lo que la ley no le permite. No hay aquí alusiones ni medias palabras, no hay elipsis ni lenguaje cifrado.
Es que en estos asombrosos correos es la quintaesencia del kirchnerismo la que habla -o escribe- a calzón quitado y se muestra desenmascarado. No es el kirchnerismo tan propagandeado de los derechos humanos y del progresismo, sino el kirchnerismo profundo y real, el que nació en Santa Cruz cuando Kirchner accedió a gobernar la municipalidad de Río Gallegos y luego Santa Cruz.
Es el kirchnerismo que, al hacerse con la Presidencia, trasladó al ámbito nacional su ya inveterada voracidad por los negocios personales mientras se manejan los del Estado, hasta a veces confundirlos y, de paso, multiplicar varias veces la fortuna de quien ejerce la Presidencia.
Notas relacionadas

miércoles, 27 de octubre de 2010

"...el noble hogar fue modelo de seriedad y bienandanza...en medio de la corrupción de costumbres"

La Emperatriz Da. Isabel de Portugal, mujer de Carlos V, por Tiziano (s. XVI)
Da. Isabel de Zúñiga, Condesa de Monterrey, por Juan Carreño de MIranda (s. XVII)
Los historiadores y publicistas revolucionarios se dedicaron a denigrar sistemáticamente la Nobleza sembrando prejuicios igualitarios que dificultan al hombre de nuestros días comprender los tesoros de tradición encarnados en las familias señoriales. Saben que por el orden natural de las cosas debe existir una clase dirigente y tratan de impedir así que ésta sea tradicional, que sea un modelo de excelencia y de vida elevada y conforme a la ley de Dios, cuya vigencia en la sociedad combaten con todo su furor y mala fe.
Poniendo las cosas en su lugar, la doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la virtud es la primera condición de la auténtica Nobleza o de la aristocracia. Y que la condición noble es propicia para la práctica de virtudes, lo que se comprueba con la gran cantidad de santos nobles, desde San José, Príncipe de la Casa de David, y la Santísima Virgen ("fulgurante, nacida de sangre real", como le canta la liturgia - ver en este sitio comentario al texto de San Pedro Julián Eymard) en adelante.
Transcribimos el siguiente texto, de la pluma vivaz de Gregorio Marañón. El renombrado médico y escritor madrileño pinta un momento histórico particular, en que "virtuosísimas" señoras aristocráticas, modelo de madres de familia de todas las clases, sostenían su hogar en una época de corrupción de costumbres y decadencia.
Tal realidad histórica podemos admirarla en los magníficos retratos de la Emperatriz Isabel y de Da. Isabel de Zúñiga, Condesa de Monterrey, que reflejan al vivo el ambiente y la formación noble en una civilización cristiana:
“…había una Doña Francisca, que poseía la nobleza suprema de la hermosura; y por ser bellísima casó nada menos que con el tercer Conde de Fuensalida, una de las más altas figuras de la Nobleza toledana.
Murió pronto Don Pedro en aquel palacio vecino de la iglesia de Santo Tomé, que guarda el milagro del Conde de Orgaz en el lienzo de el Greco; quizá en el mismo aposento donde, más adelante, había de morir también la gran Emperatriz Doña Isabel.
El otro Don Pedro, el de Olivares, vencedor de los comuneros, y en edad y condiciones de casarse, se fijó en esta “viuda de poca edad, rica y muy hermosa”; de jerarquía insigne, por su sangre y por su primer matrimonio; y, sobre todo esto, virtuosísima.
Hubo boda; y la vida confirmó el acierto de la elección del guerrero, pues el noble hogar fue modelo de seriedad y bienandanza; tradición que heredaron los de su hijo y nieto, en medio de la corrupción de costumbres que invadía ya la sociedad española y aseguraba el ocaso del Imperio.
Son las tres Condesas de Olivares, a saber: esta Doña Francisca de Ribera y Niño, esposa de Don Pedro; Doña María Pimentel, consorte de Don Enrique, y Doña Inés de Zúñiga, la del Conde-Duque (*), tres ejemplares admirables de esas mujeres españolas, de todos los tiempos y de todas las clases sociales, colaboradoras calladas de la obra del esposo, sostén y lustre del hogar; de fina inteligencia; rectas hasta el heroísmo (…). Sin duda, han sido y son ellas las depositarias de las virtudes esenciales de la raza y las transmisoras de su vitalidad moral a través de los accidentes infinitos de nuestra historia”.
G. Marañón, El Conde-Duque de Olivares, p. 13
(*) Nota: anterior a la retratada por Carreño de Miranda
**************************************************
Algunos textos
Siendo la aristocracia elemento necesario de una sociedad bien constituida, parece natural… que se salven las aristocracias históricas, que de ordinario conservan grandes virtudes; y que al mismo tiempo se creen otras aristocracias.
Plinio Corrêa de Oliveira

"Aristócratas son los mejores", de acuerdo al sentido etimológico de la palabra, que "lleva embebida en sí la idea de perfección…, de virtud".
… "la aristocracia tiene hábitos virtuosos". … por los cuales sobresale.
Son virtudes fundamentales de ella "la perfección moral y el amor al pueblo".
Cardenal Herrera Oria
Ver textos completos en este mismo sitio - Apéndice IV de "Nobleza y élites tradicionales análogas" : "La aristocracia en el pensamiento de un Cardenal español...": http://aristocraciacatolica.blogspot.com/2009/05/la-aristocracia-en-el-pensamiento-de-un.html

jueves, 21 de octubre de 2010

[Iglesia y formas de gobierno] La monarquía constituye en sí misma el mejor régimen de gobierno por ser el que más fácilmente favorece la paz

11. La monarquía constituye en sí misma el mejor régimen
de gobierno por ser el que más fácilmente favorece la paz

Además de los textos pontificios anteriormente citados como testimonio de la doctrina social de la Iglesia sobre la presente materia, juzgamos oportuno añadir algunos textos representativos del pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre el mismo tema, tomando en consideración el destacado lugar que la doctrina de este Santo Doctor ocupa en la formación tradicional católica.

Enseña Santo Tomás de Aquino en
De Regimine Principum:

“12. Sentadas estas premisas [a saber, que compete a los hombres vivir en sociedad y es indispensable para ello que sean rectamente gobernados por algún jefe], es necesario indagar qué conviene más a la provincia o ciudad, si ser gobernada por muchos o por uno solo. Para ello debemos atender al fin del gobierno.

“En efecto, la intención de cualquier gobernante debe mirar a esto, a procurar la salud del pueblo que tomó bajo su mando, como es función del gobernador de la nave llevarla al puerto de salvación eludiendo los peligros del mar. Por tanto, siendo el bien y la salud de la sociedad la conservación de su unidad, que es la paz, sin la cual desaparece la utilidad de la vida social, y siendo la disensión tan perjudicial a la misma sociedad, lo que debe intentar ante todo el rector de la sociedad es procurar la unidad de la paz. La paz social no es materia de consejo para el gobernante, como no es materia de consejo para el médico la salud del enfermo que se le confía. Pues nadie debe someter a consejo el fin intentado, sino los medios para conseguirlo. Por eso el Apóstol, recomendando la unidad del pueblo fiel, dice a los Efesios, 4, 3, que sean solícitos en conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz. Por consiguiente, cuanto más eficaz sea un gobierno para conservar la unidad de la paz, tanto más útil será, ya que llamamos más útil a lo que mejor conduce al fin. Ahora bien, es manifiesto que mejor puede causar la unidad lo que es de suyo uno que lo que es múltiple, lo mismo que la causa más eficaz para calentar es lo que es cálido por naturaleza. Es, pues, más útil el gobierno de uno que el de muchos.

“13. Es también cierto que si muchos disienten entre sí son incapaces de conservar la multitud. Pues tratándose de muchos se requiere una cierta unidad para que puedan gobernar de algún modo, al igual que necesitan unir fuerzas los operarios que quieran arrastrar la nave a un determinado sitio. Ahora bien, la unión resulta de la aproximación a la unidad. Por tanto mejor gobierna uno que muchos que se acercan a la unidad.

“14. Es más, las cosas naturales proceden perfectamente, pues en cada una obra la naturaleza, que es lo perfecto. Ahora bien, todo régimen natural obedece a un solo principio, pues entre la multitud de los miembros hay uno que mueve a los demás, esto es, el corazón; y entre las partes del alma hay una facultad principal que preside a las demás, esto es, la razón. También las abejas tienen un rey, y en el mundo universo un solo Dios es el autor y gobernador de todo. Todo lo cual es muy razonable, pues toda multitud se deriva de la unidad. Por consiguiente, si las cosas que proceden según arte imitan a las que proceden según naturaleza, y la obra de arte tanto es mejor cuanto más se asemeja a lo que es natural,
hay que reconocer que el mejor régimen en la sociedad humana es el monárquico.

“15. Esta misma conclusión comprueba la experiencia, porque las provincias y ciudades que no son gobernadas por uno solo sufren disensiones y fluctúan sin paz, de modo que parece cumplirse lo que lamenta el Señor por el profeta Jeremías, 12, 10, diciendo: Muchos pastores han entrado a saco en mi viña. Por el contrario las provincias y ciudades regidas por un solo rey gozan de paz y florecen en justicia y gozan de abundancia de bienes. De ahí que el Señor prometa a su pueblo por los profetas como un gran don darle un solo jefe y que haya un solo príncipe en medio de ellos.”1

A esta explicación del Doctor Angélico, el eminente tomista P. Victorino Rodríguez, O.P. 2 añade la siguiente glosa que enriquece con otros textos del propio Santo Tomás:

1) Libro I, cap. II.
2) Fiel discípulo del renombrado P. Santiago Ramírez O.P., su maestro de Filosofía Escolástica, ha publicado más de 250 libros y artículos sobre temas filosóficos y teológicos. Entre los primeros se destacan: Temas clave de Humanismo Cristiano y Estudios de Antropología Teológica.
El P. Victorino Rodríguez, O.P., actualmente Prior del convento de Santo Domingo, el Real, de Madrid, fue profesor en la Facultad de Teología de San Esteban de Salamanca, y Catedrático en la Pontificia Universidad de dicha ciudad. Es actualmente profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, miembro de la Real Academia de Doctores de la misma ciudad, y de la Pontificia Academia Romana de Teología.

“Preferencia del gobierno monárquico para conservar la paz social. Es indudable que la paz, en su sentido positivo y dinámico de ‘tranquila libertad’ (Cicerón, II Philipp., c. 44) o ‘tranquilidad del orden’ (San Agustín, De Civitate Dei, XIX, 13, 1), es factor principalísimo del bien común, por no decir síntesis de todos sus elementos integrantes, aspiración de todo gobierno honesto. Ahora bien, la paz, en lo que tiene de orden o unidad, tiene naturalmente más directa y estrecha vinculación con una forma unitaria o monárquica de mando que con otras formas de gobierno más pluralistas o diversas. Es un aspecto de preferencia de la forma de Estado monárquico bien subrayado en estos capítulos: por razones intrínsecas de unidad, por analogías con el orden natural, por la enseñanza de la historia y por su conformidad con el gobierno teocrático. Luego veremos también en qué sentido un gobierno democrático tiene sus ventajas en orden a la paz social.

“Sobre el aspecto subrayado aquí nos dejó [Santo Tomás] otra página espléndida en la Suma Teológica, I, 103, 3: ‘El mejor gobierno es aquel que se hace por uno solo. La razón es porque gobernar no es otra cosa que dirigir las cosas gobernadas a su fin, que es algún bien. Ahora bien, la unidad es de la esencia de la bondad, como prueba Boecio, en el III De consolatione, por el hecho de que así como todas las cosas desean el bien, así desean la unidad, sin la cual no pueden existir, pues en tanto una cosa existe en cuanto es una; por eso vemos que las cosas resisten a su división cuanto pueden, y que su desintegración proviene de la deficiencia de su ser. Por consiguiente la intención de quien gobierna una multitud es la unidad o la paz. Ahora bien, la causa propia de la unidad es aquello que es uno, pues es claro que muchos no pueden unir y concordar lo que es diverso si ellos no están de algún modo unidos. Por tanto lo que es esencialmente uno puede ser mejor y más fácilmente causa de la unidad que muchos unidos. En conclusión, la multitud es mejor gobernada por uno que por muchos.’”1


1) Santo TOMAS DE AQUINO, El Régimen Político, Introducción, versión y comentarios de Victorino Rodríguez O.P., Fuerza Nueva Editorial, Madrid, 1978, pp. 37-39.

Fuente: Plinio Corrêa de Oliveira, "Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza Romana" - APENDICE III - "Las formas de gobierno a la luz de la doctrina social de la Iglesia: en teoría - en concreto - A- Textos pontificios y de otros autores sobre las formas de gobierno:
monarquía, aristocracia y democracia" (t. I, pp. 213 y ss.).


domingo, 3 de octubre de 2010

La verdadera democracia no es incompatible con la monarquía, puede darse en las monarquías como en las repúblicas (Apéndice III)


El Kaiser Francisco José de Austria, como joven Emperador (1), y rodeado de su pueblo (2)

5. La Iglesia Católica no encuentra dificultades
en ponerse de acuerdo con las diversas formas de gobierno

De la encíclica Dilectissima nobis (3/6/1933), de Pío XI:

“La Iglesia Católica no tiene preferencias por una u otra forma de gobierno y, con tal que sean salvaguardados los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, no encuentra dificultades en ponerse de acuerdo con cualquier sistema político, sea monárquico o republicano, aristocrático o democrático.”2

2) AAS XXV [1933] 262.

6. La verdadera democracia
no es incompatible con la monarquía


Del radiomensaje pronunciado por Pío XII en Navidad de 1944:

“La democracia, entendida en sentido amplio, admite varias formas, y puede darse tanto en las monarquías como en las repúblicas. (…)

“El Estado democrático, sea monárquico o republicano, debe –como cualquier otra forma de gobierno- estar investido del poder de mandar con una autoridad verdadera y efectiva.”1

1) Discorsi e Radiomessaggi, vol. VI, pp. 238, 240

7. La Iglesia Católica admite cualquier forma de gobierno
que no contradiga los derechos de Dios ni los de los hombres

De la alocución de Pío XII al Consistorio secreto extraordinario (14/2/1949):

“La Iglesia Católica (…) admite cualquier forma de gobierno, siempre que no contradiga los derechos de Dios ni los de los hombres. Si esto ocurre, los sagrados Obispos y todos los fieles conscientes de sus propias obligaciones deben oponerse a las leyes injustas.”2

2) Discorsi e Radiomessagi, vol. X, p. 381

8. Para determinar la estructura política de un país,
es necesario tomar en consideración
las circunstancias de cada pueblo

De la encíclica Pacem in Terris (11/4/63), de Juan XXIII:

“No se puede establecer una norma universal sobre cual es la forma de gobierno más conveniente, ni sobre cuales son los sistemas más adecuados para que los gobernantes ejerzan sus funciones, tanto las legislativas como las administrativas, y como las judiciales.

“En realidad, al determinar cómo ha de gobernarse un país o de qué modo han de ejercer sus cargos los gobernantes no se puede dejar de tener muy en cuenta la situación actual y las circunstancias de cada pueblo, las cuales, evidentemente, cambian según los lugares y las épocas.”3

3) AAS V [1963] 276.


Comentario de Pelayo
Los textos anteriores dejan en claro dos principios muy importantes, que la mayoría de las personas lamentablemente desconocen:




  • que la democracia puede darse en una república como en una monarquía;


  • y que la Iglesia admite cualquier forma de gobierno que no contradiga los derechos de Dios ni de los hombres.


Los sistemas populistas contradicen los derechos de Dios y de los hombres. En ese caso, enseña Pío XII, los Obispos y los fieles tienen la obligación de oponerse. ¡Qué importante es recordar esta verdad silenciada!

9. La Iglesia no manifiesta preferencia por
sistemas políticos o soluciones institucionales

De la encíclica Sollicitudo Rei Sociales (30/12/1987), de Juan Pablo II:
“La Iglesia, por lo tanto, no propone sistemas ni programas económicos y políticos, ni prefiere unos u otros con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y se le deje a Ella misma el espacio necesario para ejercer su propio ministerio en el mundo.”

De la encíclica Centesimus Annus (1/5/1991), de Juan Pablo II:
“La Iglesia respeta la legítima autonomía de orden democrático, pero no puede imponer a su antojo uno u otro tipo de ley o constitución. La contribución por ella aportada en este orden es precisamente aquella visión de la dignidad de la persona, que se revela en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado.”

10. La estructura fundamental
de la comunidad política es fruto de la
índole de cada pueblo y del curso de su historia
De la Constitución Gaudium et Spes (1965), del Concilio Vaticano II:
“Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la sociedad civil son conscientes de su propia insuficiencia para organizar una vida plenamente humana, y comprenden la necesidad de una comunidad más amplia, dentro de la cual reúnan todos cotidianamente sus fuerzas, siempre en busca de lo mejor para el bien común. Por eso constituyen los hombres comunidades políticas de acuerdo con diversos modelos. La comunidad política nace, pues, por causa del bien común, en el cual encuentra su plena justificación y sentido, y del cual recibe su autoridad primigenia y propia. (…)
“Las formas concretas mediante las cuales la comunidad política dispone su propia estructura y la organización de sus poderes públicos pueden variar según las diferentes índoles de los pueblos y el curso de su historia; siempre han de servir para formar un hombre cultivado, pacífico y benéfico para con todos, en provecho de toda la familia humana.”1
1) Sacrosanctum Oecumenicum Concilium Vaticanum II – Constitutiones, Decreta, Declarationes, Typis Polyglotis Vaticanis, 1974, pp. 801-802, 803..

domingo, 26 de septiembre de 2010

El igualitarismo es soberanamente contrario a la naturaleza y subversor de todo orden social (San Pío X)

3. Una u otra forma de gobierno
puede ser preferible por adaptarse mejor al carácter
o a las costumbres del pueblo a que se destina
De la encíclica Au milieu des sollicitudes (16/2/1892), de León XIII:
“A lo largo del presente siglo se han ido sucediendo en Francia diversos regímenes políticos, cada uno con su forma característica: imperios, monarquías, repúblicas. Encerrándose en el terreno de la abstracción, se llega a determinar cuál es la mejor de estas formas consideradas en sí mismas. Se puede afirmar igualmente, con toda verdad, que cada una de ellas es buena siempre que sepa dirigirse directamente a su fin, es decir, al bien común, para el cual está constituida la autoridad social. Conviene añadir, por fin, que desde un punto de vista relativo tal o cual forma de gobierno puede ser preferible por adaptarse mejor al carácter y costumbres de esta o aquella nación. Dentro de este orden especulativo de ideas, los católicos tienen, como cualquier ciudadano, plena libertad para preferir una forma de gobierno sobre otra, precisamente porque ninguna de ellas se opone por sí misma a las exigencias del sentido común o a los dogmas de la Doctrina Católica.” 3
. . . . . . . . . . .
3) ASS XXIV [1891-92] 523

4. Error de le Sillon: sólo la democracia
inaugurará el reino de perfecta justicia

De la carta apostólica Notre charge apostolique (25/8/1910), de San Pío X:

“Le Sillon (…) siembra, pues, entre vuestra juventud católica, nociones erróneas y funestas sobre la autoridad, la libertad y la obediencia. No actúa de diferente modo en lo que concierne a la justicia y a la igualdad. [Le Sillon] se esfuerza, así lo dice, en realizar una era de igualdad, que será, por eso mismo, una era de justicia mejor. Así, pues, ¡toda desigualdad de condición es para él una injusticia o, al menos, una justicia menor!; principio éste soberanamente contrario a la naturaleza de las cosas, generador de envidia e injusticias y subversor de todo orden social. De este modo, ¡tan sólo la democracia inaugurará el reino de la perfecta justicia! ¿No es esto una injuria contra las demás formas de gobierno, que son rebajadas así al rango de gobiernos impotentes, apenas tolerables?

“Por lo demás, le Sillon tropieza también en este punto con la doctrina de León XIII. En la ya citada encíclica sobre el principado político [Diuturnum illud] habría podido leer que, ‘salvaguardada la justicia, no está prohibida a los pueblos la adopción de aquel sistema de gobierno que sea más apto y conveniente a su manera de ser o a las instituciones y costumbres de sus mayores’, y la encíclica hace alusión a las tres formas de gobierno bien conocidas. Supone, por lo tanto, que la justicia es compatible con cada una de ellas. Y la encíclica sobre la condición de los obreros ¿no afirma claramente que es posible restaurar la justicia en las organizaciones actuales de la sociedad, una vez que indica los medios para ello? Ahora bien, León XIII quería hablar, sin duda alguna, no de una justicia cualquiera, sino de la justicia perfecta. Por tanto, al enseñar que la justicia es compatible con las tres formas de gobierno conocidas enseñaba que la democracia no goza de un privilegio especial bajo este aspecto. Los sillonistas, que pretenden lo contrario, o bien rehúsan oír a la Iglesia, o bien se forman de la justicia y de la igualdad un concepto que no es católico.”1

1) AAS II [1910] 618-619

martes, 22 de junio de 2010

Las formas de gobierno a la luz de la doctrina social de la Iglesia - Apéndice III del Libro de la Nobleza

Coronación de Carlomagno como Sacro Emperador por el Papa
(Nota: el Apéndice III del Libro de la Nobleza que comenzamos a publicar es ilustrado por una vista del interior de la Basílica de San Pedro, con la imagen del Príncipe de los Apóstoles y primer Papa en su trono)

"Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", por Plinio Corrêa de Oliveira

Apéndice III
Las formas de gobierno a la luz de la doctrina social de la Iglesia:
en teoría – en concreto
A – Textos pontificios y de otros autores
sobre las formas de gobierno:
Monarquía, aristocracia y democracia


1. El régimen monárquico es la mejor forma de gobierno

De la alocución de Pío VI al Consistorio secreto del 17 de junio de 1793 a propósito de la ejecución de Luis XVI:
“Esta [la Convención], en efecto, una vez abolida la forma de gobierno monárquica, que es la mejor, había colocado todo el poder público en las manos del pueblo”. 1
. . . . .
1) Pii VI Pont. Max. Acta, vol. II, p. 17

2. La Iglesia no desaprueba ninguna forma de gobierno
que sea justa y garantice eficazmente el bien común

De la encíclica Diuturnum illud (29/6/1881), de León XIII:
“No se ha procurado estudiar aquí las diversas formas de gobierno, pues no hay razón para que la Iglesia desapruebe el gobierno de un solo hombre o de muchos, siempre que sea justo y esté dirigido al bien común. Por tanto, salvaguardada la justicia, no les está prohibido a los pueblos adoptar aquel sistema de gobierno que esté más de acuerdo con su propia índole o bien con las instituciones y costumbres de sus mayores.” 1

De la encíclica Immortale Dei (1.11.1885), también de León XIII:
“La soberanía, en sí, no está necesariamente vinculada a ninguna forma de gobierno. Puede adoptarse lícitamente una u otra, con tal que ésta garantice eficazmente el bien común y la utilidad de todos (…)
“Si se quiere juzgar rectamente, ninguna de las diversas formas de gobierno es en sí misma censurable, pues nada contienen que se oponga a la doctrina católica y, si son practicadas con prudencia y justicia, todas ellas pueden mantener a la sociedad en perfecto estado.” 2

[Comentario del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira]

En los textos transcriptos, León XIII supone el caso de una nación cuyos habitantes se encuentren en la contingencia de tener que elegir entre la vigente forma de gobierno u otra nueva, sin que haya habido violación del principio de autoridad ni de derechos adquiridos.

Las enseñanzas aquí impartidas se aplican también, mutatis mutandis, a una persona que se vea obligada a hacer una opción semejante en cuanto mero particular, por ejemplo, al depositar su voto en un plebiscito convocado para optar entre monarquía, república aristocrática o república democrática, o al elegir un partido político al que afiliarse.
1
) ASS XIV [1881] 5.
2) ASS XVIII [1885] 162, 174.

Comentario de Pelayo

Nos alegramos de retomar la publicación de esta nobilísima y estratégica obra del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, que abre inmensos y luminosos horizontes en el cielo oscurecido por las ideas, doctrinas y prácticas de la Revolución gnóstica e igualitaria mundial. La que intenta hacer creer a la mayoría de los hombres que no hay otra forma de gobierno que la basada en el sufragio universal, la demagogia y la masificación.

El Apéndice III , que hoy presentamos, es una formidable exposición de textos pontificios y teológicos de la mayor importancia, que revela las insanables falencias de las ideas, praxis y estilos de la falsa democracia revolucionaria, como también la sabiduría, equilibrio y excelencia de las formas de gobierno nacidas de los principios del Evangelio, aplicados en concreto por la Cristiandad y explicitados por los Sumos Pontífices y Santo Tomás. En el texto inicial, queda claro que, para la Iglesia, la forma de gobierno monárquica es la mejor. Iremos viendo por qué y en qué condiciones, pues la monarquía orgánica o atemperada, expuesta con sabiduría por Santo Tomás de Aquino, es muy diferente de su deformación -el absolutismo- que preparó los sistemas de agobiante estatismo vigentes. Quedamos a su disposición para cualquier comentario, duda o sugerencia. Cordialmente, en Cristo Rey y María Reina,

Pelayo

donpelayodeasturias@gmail.com


domingo, 18 de abril de 2010

San Jorge, intrépido modelo y Patrono de la Caballería




Paladines de la Cristiandad:El noble caballero San Jorge


Finalizaba el siglo III de la era cristiana. En el Imperio Romano, el cristianismo iba iluminando paulatinamente tres continentes sumidos en la oscuridad del paganismo, con su adoración de ídolos y serpientes, y sus sacrificios humanos.
Junto a una ciudad de Libia vivía en un lago un monstruoso dragón que atormentaba los habitantes con su soplo pestilencial que llegaba a matar. Era costumbre pagana (del Viejo y del Nuevo Continente) “aplacar los dioses” entregándoles jóvenes para el sacrificio. Así comenzaron a hacerlo allí.
Le tocó el turno a la hija del rey. Al dirigirse al suplicio, se da con un tribuno romano bien armado y montado, que le promete salvarla por Jesucristo: era San Jorge. Al ver que el dragón se acercaba, enristra la lanza, clava espuelas y lo acomete con un tremendo lanzazo, dejándolo por tierra y sin fuerzas. La doncella, usando de cabresto un cinturón, lleva la bestia, totalmente dominada, a la ciudad, ante la vista de los despavoridos moradores. San Jorge los tranquiliza; les comunica que es Jesucristo quien lo ha enviado a salvarlos y que, si se hacen cristianos, matará al dragón, quedando libres para siempre.
Veinte mil nuevos cristianos se bautizan. Desenvainando su espada, San Jorge cumple su promesa y se despide. El rey, infinitamente agradecido, erige una iglesia en honor de la Ssma. Virgen y del santo protector; debajo del altar, brota una fuente que cura a los enfermos… (Jacques de Voragine, “La Légende Dorée”).
* * *
Entretanto, arreciaban las persecuciones del sanguinario emperador Diocleciano. Miles de mártires derramaban su sangre por Nuestro Señor, que la convertía en preciosa “simiente de cristianos”. Otros (llamados “lapsos”), renegaban de la Fe para salvar su vida…
San Jorge, conmovido, se lanza resueltamente a combatir el paganismo y a obtener la corona del martirio –vocación propia de aquel momento crítico de la Iglesia naciente, a la que se siente llamado. Se presenta ante el presidente Dacio y exclama: “¡Todos los dioses de los gentiles son demonios, pues sólo Dios ha creado los cielos!”
-¡Quién eres y cómo te atreves a decir eso de nuestros dioses!, le pregunta, indignado. “¡Soy de noble estirpe de Capadocia –le contesta Jorge; he vencido a Palestina por el favor de Jesucristo, pero he dejado todo para servir más libremente al Dios del cielo!”.
El pagano lo hace quemar con antorchas y frotar sus llagas con sal, y aplicarle un garfio para desgarrar sus miembros. Una noche se le aparece el Salvador, envuelto en inmensa luz, confortándolo de tal modo que San Jorge olvida sus dolores.
Le aplican nuevos tormentos: una rueda de espadas filosas que se quiebra cuando lo atan a ella, y una caldera de plomo fundido que se transforma en baño reanimador. Un mago le da vino envenenado. San Jorge lo toma después de persignarse, y nada le pasa! El mago, a sus pies, pide ser admitido entre los cristianos. Muere decapitado testimoniando la Fe.
Muy preocupado, intenta Dacio atraerlo con amabilidades, asegurándole el favor de los dioses y del Imperio si abandona sus “supersticiones” y sacrifica a los dioses.
“¡Cómo no me has tratado así desde el principio, en lugar de atormentarme de tal manera!”, le dice Jorge, sonriendo; y le da a entender que accederá a su pedido. Interiormente, pide a Dios que le haga dar un golpe contundente a sus enemigos.
Muchos paganos se congregan en el templo, ávidos de ver al rebelde caballero católico adorar los “dioses”. Pero el edificio se derrumba destruyendo ídolos y sacerdotes. La tierra se abre, tragando hasta sus últimos restos. El hecho es comentado con admiración nada menos que por San Ambrosio, Padre de la Iglesia.
No sabiendo ya qué hacer, se dirige Dacio a su mujer, la Reina de los persas, buscando su apoyo. Pero ella le reprocha su maldad y le anuncia valientemente su voluntad de hacerse cristiana. Es colgada luego del pelo y azotada a morir. Le preocupa una sola cosa: no haber recibido aún el bautismo. San Jorge, bondadoso, la tranquiliza con palabras que evocará San Ambrosio de Milán: “El rocío de su sangre le abrió las puertas del cielo”.
Dacio tiembla pero la ceguera puede más; sigue intentando destruir al santo, quien le dice con osadía: “Infeliz, ¿cómo podrán salvarte esos dioses que no han podido salvarse a sí mismos?” Ordena entonces que lo arrastren por la ciudad y le corten la cabeza.
Antes de derramar su sangre por Jesucristo, le pide un último e importante favor, providencial para sus futuros devotos: que todos los que en situación de peligro invocaren su ayuda, puedan ser auxiliados por el santo caballero. Le contesta una voz potente que estremece a Dacio: “¡Así se hará!”
Concluido el martirio, sigue una aparente calma. Momentos después, Dacio recibe un contragolpe inesperado: se precipita sobre él y sus guardias fuego del cielo, y caen fulminados: San Jorge inauguraba una larga serie de auxilios providenciales a la causa de Dios, librando a los fieles de sus perseguidores. Al punto que se dirá que fue, en la tierra, al servicio de la Virgen, lo que es San Miguel, príncipe de la milicia celestial, en el paraíso.
Pasan los siglos. En la I cruzada, un joven radiante anuncia a un capellán que San Jorge es el general del ejército católico, que los asistirá en batalla. Era el sitio de Jerusalén. Se aparece con vestimentas blancas y cruz de vivo color rojo, haciendo señas a los cruzados para que lo sigan. La plaza es conquistada (“La Légende Dorée”, cit.). Los caballeros recuperan el Santo Sepulcro y frenan al Islam, salvando al Occidente cristiano; un nuevo capítulo se abre en la historia…
Su intrepidez sin igual, su amparo a los perseguidos por su fidelidad al verdadero Dios, la serenidad que transmite en las horas de peligro y su destreza con el caballo y la lanza, hacen de San Jorge un Arquetipo de la Caballería. Su inspirada estrategia le permite usar alternativamente, al servicio de Dios, las armas de guerra y las de la polémica. Glorioso Patrono de la Caballería, y de ciudades y naciones cristianas, es un poderoso protector e intercesor para quienes combaten en todos los tiempos por la causa del bien.
Le pedimos, en su fiesta (23 de abril), que destruya las tramas de los enemigos de la civilización cristiana, que promueven la inmoralidad y la masificación, leyes que legalizan aberraciones morales y destruyen la familia y la vida, que trabajan por someter la humanidad a una tiranía materialista, igualitaria y atea mil veces peor que la de Diocleciano.
Sugerimos leer "El ideal cristiano de la Caballería" en el sitio Argentina, Señorío y Esplendor
Si desea ejemplares para difundir, o recibir los siguientes boletines, puede solicitarlos a:
civilizacioncristianaymariana@gmail.com






viernes, 5 de febrero de 2010

Hispánica magia de los caballos señoriales de Velázquez


Velázquez inmortalizó la España de la Casa de Austria en ambientes reales, aristocráticos y populares del hidalgo pueblo español. Esa nota peculiar de la España del Siglo de Oro que colonizó América se transmitió con vitalidad al Nuevo Continente. Argentina no es la excepción: un estudioso de nuestro folklore considera al Tucumán (N.O.A. hasta el Norte de Córdoba) como el "salón habsburguiano".
Entre las tradiciones vivas heredadas de España, el amor a la equitación y al caballo está entre las primeras, y es frecuente encontrar asociadas las fiestas patronales de los pueblos norteños -y sin duda, de otras regiones argentinas- a los vistosos contingentes de alféreces a caballo, que galopan en honor de los santos patronos haciendo garbosas venias con sus banderas o estandartes de colores.
En estos bocetos, Velázquez vuelca con espontaneidad su gran sentido de observación, gracia y categoría. Son caballos robustos y señoriales, prontos para las destrezas, el desfile emblemático o el entrevero, profundamente diferentes del deleznable complejo de "light" difundido por la moda y los medios masificantes de comunicación. Caballos para hombres, para varones, para gauchos nada "light", o también para elegantes amazonas entre las que deberíamos citar en primera línea a la gran Isabel la Católica, capaz de cabalgar largas horas para llegar a un determinado punto de su reino en momentos claves, o para dirigir las tropas contra los enemigos de las Españas y de la Cristiandad. Aquellas cabalgatas gloriosas tienen su eco en nuestros días ya que su espíritu épico es perenne y, adaptado a los tiempos, constituye una reserva de nuestra identidad católica y tradicional, la de la verdadera Argentina e Iberoamérica. (Nota: próximamente continuaremos presentando los cuadros ecuestres de Velázquez. Invitamos a nuestros estimados lectores a hacer sus comentarios).

domingo, 10 de enero de 2010

La trilogía revolucionaria: "Libertad, Igualdad, Fraternidad": Hablan diversos Papas

A continuación presentamos el texto completo del apéndice II (publicado anteriormente por partes, con algunos comentarios)

APÉNDICE II

La trilogía revolucionaria:
“Libertad, Igualdad, Fraternidad":
Hablan diversos Papas

Por coincidencia, este libro comenzó a ser escrito en el año del bicentenario de la Revolución Francesa. Sin embargo, obstáculos de todo tipo han ido imponiendo a su autor grandes y numerosas interrupciones, de modo que sólo tres años después ha podido ser concluido.
Dicha coincidencia puede ser, no obstante, calificada como feliz. Gran número de los temas tratados ocuparon un lugar preponderante en las reflexiones de los revolucionarios de entonces y orientaron sus metas; reflexiones y metas éstas que se reflejaron claramente en las violencias por ellos realizadas, en las injusticias que practicaron y en las tumultuosas reformas que llevaron a cabo.
La conmemoración del bicentenario de la Revolución Francesa hizo rememorar a todo el mundo contemporáneo tan grandes convulsiones de modo considerablemente vivo. De dicha rememoración perduran aún hoy ecos que comunican a la temática del presente libro una actualidad mayor que la que tenía antes del bicentenario.
No ha de extrañar, por tanto, que la mencionada Revolución haya acudido más de una vez durante la lectura de esta obra al espíritu de lectores acostumbrados a considerar temas históricos y, con ella, les habrá venido a la memoria la famosa trilogía revolucionaria: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Para satisfacer los eventuales deseos de dichos lectores, serán publicados a continuación textos pontificios que tratan sobre ella, además del ya citado anteriormente.1

1. Omnímoda libertad e igualdad absoluta:
dos conceptos insensatos e incluso monstruosos

En la decretal dirigida el 10 de marzo de 1791 al Cardenal de la Rochefoucauld y al Arzobispo de Aix-en-Provence sobre los principios de la Constitución Civil del Clero, Pío VI así se expresa:

"Se decreta pues en esta asamblea [en la Asamblea Nacional Francesa], que se establezca como derecho que goce el hombre constituido en sociedad de libertad absoluta; que, por supuesto, no deba ser perturbado en lo que se refiere a la Religión: y que sea libre de opinar, hablar, escribir y hasta publicar lo que quiera sobre los asuntos de su propia Religión. Se ha proclamado que estas monstruosidades derivan y emanan de la igualdad de los hombres entre sí y de la libertad de la naturaleza. Pero, ¿se puede concebir algo más insensato que establecer entre todos una tal igualdad y libertad, hasta el punto de no tomar para nada en cuenta la razón, con la cual la naturaleza dotó especialmente al género humano, y mediante la cual se distingue de los demás animales?

"Cuando Dios creó al hombre y lo colocó en el Paraíso de delicias, ¿por ventura no le notificó al mismo tiempo que estaría sujeto a pena de muerte si comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal? ¿Acaso no restringió al instante su libertad con este primer precepto? Cuando, a continuación, el hombre se convirtió en reo por su desobediencia, ¿por ventura no le impuso un mayor número de preceptos por medio de Moisés? Y aunque lo dejó en manos de su propio albedrío para que pudiese merecer bien o mal, le añadió, sin embargo, mandamientos y preceptos, a fin de que, si los quisiese observar, éstos lo salvasen (Eccli. XV, 15-16).

"¿Dónde queda, pues, aquella libertad de pensar y de obrar que los Decretos de la Asamblea atribuyen al hombre constituido en sociedad como un derecho inmutable de su propia naturaleza? (…)

"Puesto que el hombre tiene ya desde el comienzo la necesidad de sujetarse a sus mayores para ser por ellos gobernado e instruido, y para poder ordenar su vida según la norma de la razón, de la humanidad y de la Religión, es entonces cierto que es nula y vana desde el nacimiento de cada uno esa tan celebrada libertad e igualdad entre los hombres. Es necesario que le estéis sujetos (Rom. XIII, 5). Por consiguiente, para que los hombres pudieran reunirse en sociedad civil fue preciso constituir una forma de gobierno en virtud de la cual los derechos y la libertad fuesen circunscriptos por las leyes y por el poder supremo de los que gobiernan. Por eso enseña San Agustín con estas palabras: Es, pues, un pacto general de la sociedad humana obedecer a sus Reyes (Confesiones, libro III, cap. VIII, t. I, oper. edit. Maurin, p. 94). He aquí por qué el origen de este poder debe ser buscado menos en un contrato social que en el propio Dios, autor de lo que es recto y justo. "2
-----------------------------------
I) Cfr. Capítulo III, 4.
2) Pii VI Pont. Max. Acta, Typis S. Congreg. de Propaganda Fide, Roma, 1871, vol I, pp. 70-71.



2. La libertad e igualdad difundidas
por la Revolución Francesa: dos conceptos falaces
diseminados por perfidísimos filósofos

Pío VI condenó en reiteradas ocasiones la falsa concepción de libertad e igualdad. En el Consistorio Secreto del 17 de junio de 1793, confirmando las palabras de la encíclica lnescrutabile Divinae Sapientiae, del 25 de diciembre de 1775, declaró lo que sigue:
"Esto intentan, además, los perfidísimos filósofos: disuelven todos aquellos vínculos que unen a los hombres entre sí y a sus superiores, y les mantienen en el cumplimiento de sus obligaciones; y van clamando y proclamando hasta la náusea que el hombre nace libre y no está sujeto al imperio de nadie; y que, por lo tanto, la sociedad no pasa de ser un conjunto de hombres ineptos, cuya estupidez se postra ante los sacerdotes -por los cuales son engañados- y ante los reyes -por los cuales son oprimidos-; de tal suerte que la concordia entre el sacerdocio y el imperio no es otra cosa sino una monstruosa conspiración contra la innata libertad del hombre. A esta falsa y mentirosa palabra Libertad, aquellos jactanciosos patronos del género humano le agregaron otra igualmente falaz: Igualdad. Es decir, como si por el hecho de estar cada uno sujeto a disposiciones de ánimo cambiantes y moverse de modo diverso e incierto, según el impulso de su deseo, no debiese haber entre los hombres reunidos en sociedad civil alguien que, por la autoridad y por la fuerza, prevalezca, obligue, gobierne y llame al cumplimiento del deber a quienes se conducen de manera desordenada, a fin de que la propia sociedad, por el tan temerario y contradictorio ímpetu de incontables pasiones, no caiga en la anarquía y se disuelva completamente, a semejanza de lo que sucede con la armonía, que se compone de la concordancia de muchos sonidos y que, si no consiste en una adecuada combinación de cuerdas y de voces, se desvanece en ruidos desordenados y completamente disonantes." 1

3. El abuso de la libertad y de la igualdad
lleva al socialismo y al comunismo

En su encíclica Nostis et Nobiscum, de 8 de diciembre de 1849~ Pío IX denuncia:
"En cuanto a esta depravada doctrina y sistemas [de los enemigos actuales de Dios y de la sociedad humana, que quieren alejar a los pueblos de Italia de la obediencia al Papa y a la Santa Sede], ya todos saben que su principal objetivo es introducir entre el pueblo, abusando de las palabras libertad e igualdad, las funestas invenciones del socialismo y del comunismo."2

1) Pii VI Pont. Max. Acta, vol. II, pp. 26-27.
2) Pii IX, Pontificis Maximi Acta, Pars Prima, Typographia Bonarum Artium, Roma, 1854-1874, p. 210.


4. La igualdad cristiana “no elimina todas las diferencias
entre los hombres, sino que de acuerdo con la variedad
de modos de vida, profesiones e inclinaciones,
alcanza aquel acuerdo admirable y, por así decir,
armonioso, que conviene por naturaleza
a la utilidad y a la dignidad de la vida civil"

De la encíclica de León XIII, Humanum Genus, del 20 de abril de 1884 contra la Masonería, extraemos el siguiente trecho:
"En consecuencia, habiendo encontrado no sin razón ocasión oportuna para ello, renovamos lo que ya hemos manifestado en otras ocasiones: que es conveniente propagar y proteger con gran celo la Orden Tercera de San Francisco. (...) Así pues, sea renovada con diarios progresos esta santa asociación, de la cual podemos esperar muchos frutos, y especialmente el insigne fruto de que sean elevados los espíritus hacia la libertad, fraternidad e igualdad de derechos, no como absurdamente las imaginan los masones, sino tal como las dispuso Jesucristo para el género humano y las siguió San Francisco. Nos referimos aquí a la libertad de los hijos de Dios, por la cual no servimos ni a Satanás, ni a las pasiones, perversísimos señores; a la fraternidad cuyo origen reside en Dios Creador y Padre común de todos; a la igualdad que, erigida sobre los fundamentos de la justicia y de la caridad, no elimina todas las diferencias entre los hombres, sino que de acuerdo con la variedad de modos de vida, profesiones e inclinaciones, alcanza aquel acuerdo admirable y, por así decir, armonioso, que conviene por naturaleza a la utilidad y a la dignidad de la vida civil." 1

5. Una filosofía de la cual la Iglesia está lejos de tener que gloriarse

En su carta apostólica Notre Charge Apostolique, de1 25 de agosto de 1910, en la cual condena el movimiento francés de izquierda católica Le Sillon, de Marc Sangnier, así analiza San Pío X la célebre trilogía:
"Le Sillon tiene la noble preocupación por la dignidad humana; pero entiende esta dignidad a la manera de algunos filósofos de los que la Iglesia está lejos de gloriarse. El primer elemento de esta dignidad es la libertad, entendida en el sentido de que, salvo en materia de religión, cada hombre es autónomo. De este principio fundamental saca las conclusiones siguientes.


Hoy en día el pueblo está bajo la tutela de una autoridad distinta de él; debe liberarse de ella: emancipación política. Está bajo la dependencia de patrones que, reteniendo sus instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan; debe sacudirse su yugo: emancipación económica. Está dominado, finalmente, por una casta llamada dirigente, a la cual su desarrollo intelectual asegura una preponderancia indebida en la dirección de los asuntos; debe eludir su dominación: emancipación intelectual.

"Desde este triple punto de vista, la nivelación de las condiciones establecerá entre los hombres la igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización política y social fundada sobre esta doble base, la libertad y la igualdad

1) ASS XVI [1906] 430-431



(a las cuales enseguida se unirá la fraternidad): he aquí lo que [los partidarios de le Sillon] llaman Democracia. (...)


"En primer lugar, en política, le Sillon no suprime la autoridad; la juzga, por el
contrario, necesaria; pero quiere repartirla, o, mejor dicho, multiplicarla de tal modo que cada ciudadano se convierta en una especie de rey. (...)

"Guardadas las debidas proporciones, lo mismo ocurrirá en el orden económico. Sustraída de las manos de una clase particular, la condición de patrono quedará tan multiplicada, que cada obrero vendrá a ser una especie de patrono. ( ...)

"He aquí ahora el elemento capital, el elemento moral. ( ...) Arrancado de la estrechez de sus intereses privados y elevado a los intereses de su profesión, y más arriba, a los de la nación entera, y más arriba aún, a los de la Humanidad (porque el horizonte de le Sillon no se detiene en las fronteras de la patria, sino que se extiende a todos los hombres hasta los confines del mundo), el corazón humano, dilatado por el amor al bien común, abrazaría a todos los camaradas de la misma profesión, a todos los compatriotas, a todos los hombres. y he aquí la grandeza y la nobleza humana ideal realizada por la célebre trilogía: libertad, igualdad, fraternidad. (...)

"Esta es, en resumen, la teoría—el sueño, se podría decir-de le Sillon."l

San Pío X se inserta, por tanto, en la estela de sus predecesores, quienes, desde Pío VI, condenaron los errores sugeridos por el lema de la Revolución Francesa.

6. Los principios revolucionarios de 1789 contenían la suma de las enseñanzas de los falsos profetas

Benedicto XV, al promulgar el decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Beato Marcelino Champagnat,2 el 11 de julio de 1920, pronunció la alocución de la cual extraemos los trechos siguientes.
"Basta, en efecto, evocar en nuestra mente los principios del siglo XIX para distinguir
que muchos falsos profetas habían aparecido en Francia, y desde allí se proponían extender por doquier la maléfica influencia de sus perversas doctrinas. Eran profetas que tomaban la actitud de reivindicadores de los derechos del pueblo, que preconizaban una era de libertad, de fraternidad, de igualdad. ¡Quién no los hubiera considerado vestidos con piel de oveja, 'in vestimentis óvium'!


"Pero la libertad preconizada por aquellos profetas no abría la puerta al bien, sino al mal; la fraternidad predicada por ellos no saludaba a Dios como a Padre único de todos los hermanos, y la igualdad anunciada por los mismos no se apoyaba en la identidad de origen, ni en la común redención, ni en el mismo último fin de todos los hombres. Eran -¡ay!- profetas que predicaban una igualdad destructora de la diferencia de clases por Dios querida en la sociedad; eran profetas que llamaban hermanos a todos los hombres para quitar la idea de sujeción de unos a otros; eran profetas que proclamaban la libertad de hacer el mal, de llamar luz a las tinieblas, de confundir la mentira con la verdad, de preferir aquélla a ésta, de sacrificar al error y al vicio los derechos y las razones de la justicia y de la verdad.

1) ASS II [1910] 613-615.
2) El Bienaventurado Marcelino José Benito Champagnat, fundador de la Sociedad de los Hermanos Maristas, nació e1 20 de mayo de 1789, falleció el 6 de junio de 1840, y fue beatificado por Pío XII el 29 de mayo de 1955.



"No es difícil entender que esos profetas vestidos con piel de oveja, habrían de mostrarse intrínsecamente -esto es en la realidad-, como lobos rapaces: 'qui véniunt ad vos in vestimentis óvium, intrínsecus autem sunt lupi rapaces.’
"Y no es de sorprender si contra tales falsos profetas debía resonar una palabra terrible: '¡guardaos de ellos!', '¡atténdite a falsis prophetis!'.


"Marcelino Champagnat oyó esa palabra: 'entendió asimismo que no había sido pronunciada sólo para él, y pensó en hacerse eco de ella junto a los hijos del pueblo, a quienes veía más expuestos a caer víctimas de los principios del 1789 por causa de su propia inexperiencia y de la ignorancia de sus padres en materia de Religión. (…)

"'Atténdite a falsis prophetis': he aquí las palabras que repetía en la práctica quien ansiaba detener la oleada de errores y vicios que, por obra y gracia de la Revolución Francesa, amenazaba inundar la tierra. 'Atténdite a falsis prophetis' : he aquí las palabras que explican la misión abrazada por Marcelino Champagnat; palabras que no ha de relegar al olvido quien desee estudiar su vida.

"No deja de tener interés la comprobación del hecho de que Marcelino Champagnat, nacido en 1789, fue destinado a combatir, en su aplicación práctica, precisamente los principios que tomaron el nombre del año de su nacimiento y obtuvieron luego triste y dolorosa celebridad.

“Para justificar su obra le hubiera bastado continuar la lectura del Evangelio de hoy, porque una simple ojeada a las llagas que los principios del 89 habían abierto en el seno de las sociedades civil y religiosa habría dejado patente cómo aquellos principios contenían la suma de la enseñanza de los falsos profetas: 'a frúctibus eorum cognoscetis eos'. (…)

"Al incremento de las casas de Hermanos Maristas y a la excelente orientación de los jóvenes a ellas acogidos coadyuvó sin duda la Virgen Santísima, por medio de una imagen que apareció, y luego desapareció, y finalmente fue de nuevo hallada. Verdaderamente maravilloso fue aquel primer incremento, que solamente se explica por el incremento sucesivo, tan extraordinario también, que, antes del décimo lustro de su fundación, cinco mil religiosos del nuevo Instituto procuraban saludable instrucción a cien mil niños esparcidos por todas las regiones del orbe.

"Si con profética luz hubiese adivinado el Venerable Champagnat un efecto tan admirable, habría lamentado tal vez el excesivo número de niños que quedaban aún sumidos en las sombras de la muerte y en las tinieblas de la ignorancia, y habría deplorado no haber podido impedir mejor el nefasto desarrollo de la perniciosa semilla esparcida por la Revolución francesa, si bien un sentimiento de honda gratitud a Dios por los bienes que producía su Congregación le habría obligado a decir que, así como de los pésimos frutos de las enseñanzas de algunos profetas contemporáneos suyos se deducía su falsedad, así los buenos frutos obtenidos mediante su obra podían demostrar la bondad de ésta: 'ígitur ex frúctibus eorum cognoscetis eos'." 1

I) "L 'Osservatore Romano", 12-13/7 /1920, 2. ed,


7. Conceptos cristianos que habían asumido
las características de una lucha
anticristiana, laica e irreligiosa

En la visita realizada el 1º de septiembre de 1963 a la ciudad italiana de Frascati, Pablo VI tejió las siguientes consideraciones sobre la Revolución Francesa y su lema libertad, igualdad, fraternidad, al referirse a la actuación que en esa ciudad desarrolló San Vicente Pallotti:

"Estábamos en el periodo posterior a la Revolución Francesa, con todos los desastres e ideas desordenadas, caóticas y al mismo tiempo apasionadas y esperanzadas, que aquella revolución había puesto en los hombres del siglo precedente. Había gran necesidad de poner orden y, digamos así, de hacerlo estático, sólido, como debe ser. Al mismo tiempo, se notaba el fermento de algo nuevo: había ideas vivas, coincidencias entre los grandes principios de la revolución, que no hizo otra cosa sino apropiarse de algunos conceptos cristianos: fraternidad, libertad, igualdad, progreso, deseo de levantar a las clases humildes. Todo eso era, por tanto, cristiano, pero había asumido las características de una lucha anticristiana, laica, irreligiosa, que tendía a desnaturalizar aquel trazo de patrimonio evangélico dirigido a valorizar la vida humana en un sentido más alto y más noble." 1

8. Son, en el fondo, ideas cristianas; pero
quienes las formularon por primera vez
no se referían a la alianza del hombre con Dios

En la homilía de la Misa celebrada el 1º de junio de 1980 en el aeropuerto Le Bourget de París, Juan Pablo II afirmó:
" ¡Qué no han hecho los hijos e hijas de vuestra nación para conocer al hombre, para expresar al hombre por la formulación de sus derechos inalienables! Es conocido el lugar que las ideas de libertad, de igualdad, y de fraternidad ocupan en vuestra cultura y en vuestra historia. En el fondo son éstas ideas cristianas. Lo digo siendo bien consciente de que quienes así formularon por primera vez este ideal, no se referían a la alianza del hombre con la sabiduría eterna, sino querían actuar por el hombre." 2

9. Un movimiento histórico que se encontraba
arrastrado por un impetuoso tropel
de violencia y odio religioso

Durante la audiencia concedida a los peregrinos de Angers, con ocasión de la beatificación de Guillermo Repin y sus compañeros, el 20 de febrero de 1984, afirmó Juan Pablo II:
"Sé que la Revolución Francesa -sobre todo durante el periodo del 'Terror'- hizo entre vosotros, en el oeste, muchas otras víctimas, a millares guillotinadas, fusiladas, ahogadas, muertas en las prisiones de Angers. Sólo Dios conoce sus méritos, su sacrificio, su Fe. La diócesis y la Santa Sede no han podido examinar sino un número

1) Insegnamenti, vol. 1, p. 569
2) Insegramenti, vol. III, I, p. 1589



restringido de casos, en los cuales el testimonio de su martirio era mejor conocido y más transparente respecto a motivaciones religiosas (...).
"Su prisión [la del bienaventurado Repin y sus noventa y ocho compañeros], su condenación, se sitúan ciertamente en un contexto político de contestación de un régimen que, en esa época, rechazaba tantos valores religiosos. Aunque este movimiento histórico haya sido inspirado por sentimientos generosos -libertad, igualdad, fraternidad- y por el deseo de necesarias reformas, se encontraba arrastrado en un torbellino de represalias, de violencias, de odio religioso. Esto es un hecho. No hemos de juzgar aquí esta evolución política. Dejamos a los historiadores la tarea de calificar sus excesos”.1
* * *

[Comentario del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira]

Puede ser que haya notado el lector aquí y allá, a lo largo de los textos citados, una aparente contradicción entre las diversas declaraciones de los Papas que abordan el tema de la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Esta impresión comienza a diluirse a medida que se tiene en cuenta que, consideradas rectamente en sí mismas -y por tanto a la luz de los principios católicos- cada una de esas palabras designa conceptos dignos de admiración. Fue lo que algunos Papas se empeñaron en realzar.

Sin embargo, la generalidad de los pensadores y escritores que prepararon la Revolución Francesa, bien como los hombres de acción que urdieron la tremenda conmoción político-social que hizo estremecer a Francia a partir de 1789, y los panfletarios y demagogos que la llevaron a la calle, impeliéndola a practicar tantas injusticias y tan terribles crímenes, no entendían así esas palabras, pues se lanzaron todos a una a demoler la Religión, al odio contra toda autoridad legítima y a la negación furiosa de todas las desigualdades, aun cuando fueran justas y necesarias.
Alabar en sí misma la trilogía "Libertad, Igualdad, Fraternidad" no quiere decir que se aprueben los radicales y absurdos errores que los revolucionarios, considerados en bloque, sobreentendían en esas palabras, errores éstos que dejaron patentes todos sus matices en el último y extremo lance de la Revolución Francesa, que fue la insurrección comunista de Babeuf,2 la cual dejaba ver hasta qué punto estaba entrañado en la Revolución de 1789 el germen del comunismo -síntesis de errores religiosos, filosóficos, políticos, sociales y económicos- al cual debemos las incalificables desgracias morales y materiales en que se debaten hoy los pueblos del Este Europeo.

1) Insegnamenti, vol. VII, I, pp. 447-448.
2) Babeuf, François Noël (1760-1797) - Revolucionario francés. Lideró el movimiento de la "Conjuración de los Iguales" que actuó durante el invierno de 1795 a 1796, constituyendo "la primera tentativa de hacer entrar el comunismo en la realidad". Publicó el "Manifiesto de los Iguales", que predicaba la comunidad de bienes y de trabajos y que fue "la primera forma de la ideología revolucionaria de la nueva sociedad nacida de la propia Revolución. Por el babuvismo, el comunismo, hasta entonces fantasía utópica, estaba erigido en sistema ideológico; por la Conjuración de los Iguales entraba en la Historia Política" (Albert SOBOUL, La Révolution Française, Gallimard, París, 1962, vol. II, pp. 216 y 219).

Con respecto al papel desempeñado por Babeuf en la continuidad del movimiento revolucionario, afirma Marx en la obra blasfemamente titulada por él La Sagrada Familia: "El movimiento revolucionario que comenzó en 1789 en el Círculo Social, que tuvo a Leclerc y Roux por representantes principales a lo largo de su evolución y acabó por sucumbir temporalmente con la conspiración de Babeuf, había hecho brotar la ideología comunista que Buonarroti, amigo de Babeuf, reintrodujo en Francia tras la revolución de 1830. Esta ideología, desarrollada en todas sus consecuencias, constituye el principio del mundo moderno" (apud François FURET, Dictionnaire Critique de la Révolution Française, Flammarion, París, 1988, p. 199).
El movimiento de Babeuf fue combatido por el Directorio. Éste fue preso y ejecutado en 1797.


Uno de los ardides utilizados con más éxito por la Revolución Francesa consistió precisamente en lanzar en la confusión a muchos espíritus simples y desprevenidos, utilizando palabras honestas e incluso dignas de alabanza para rotular un monstruoso cúmulo de errores doctrinales y de criminales acontecimientos. Muchos de esos espíritus eran así llevados a admitir que las doctrinas de la Revolución Francesa eran buenas en su raíz, aunque hayan sido muy reprobables en su mayoría los hechos revolucionarios. Otros de ellos entendían, sin embargo, que las doctrinas que generaron semejantes acontecimientos no podían ser menos reprobables que los mismos, deduciendo de ahí que la trilogía inculcada como síntesis de esas doctrinas perversas era digna de la misma repulsa.


La dañina confusión en que unos y otros se encontraban tuvo -y está teniendo- una vida larga, pues sólo va deshaciéndose poco a poco, y aún subsiste en nuestros días.

Por dirigirse a un público del cual amplios sectores continuaban así desorientados, algunos Papas se empeñaron en rectificar ciertos juicios unilaterales e ilimitadamente severos respecto a la tan astutamente manejada trilogía; y otros, en cambio, se empeñaron en impedir que la inocuidad intrínseca de sus términos engañase al público acerca de la perversidad esencial de aquella gran convulsión de finales del siglo XVIII, que atravesó el siglo XIX y casi todo el XX usando los rótulos de socialismo o comunismo, y que, en su contenido más genuino, está muriendo actualmente en el Este europeo o, más bien, va allí metamorfoseándose en busca de nuevos vocablos, nuevas fórmulas, nuevos ardides, para alcanzar sus finalidades radicalmente ateas, quizá más bien panteístas y, en cualquier caso, absoluta e universalmente igualitarias.